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La «marea azul»: un peligro para América Latina

Fuentes: Rebelión

 El triunfo del ultraderechista José Antonio Kast en Chile ha sido un golpe para las izquierdas latinoamericanas, incluso mayor que el provocado por el triunfo de otro derechista, Rodrigo Paz, en Bolivia. El mapa político de América del Sur, como lo han difundido varios medios internacionales, luce de azul en su flanco centro-oeste, con triunfantes derechas en Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Paraguay y Bolivia y con rojo hacia el norte y este, con Colombia, Venezuela, Brasil y Uruguay. No le han faltado razones a Javier Milei para sostener que “la libertad” avanza en América Latina, que Kast ha completado con la frase: “Vamos a restablecer la ley”.

Las explicaciones sobre el avance de las derechas han circulado por diversos medios, en opiniones y artículos. Hay una coincidencia en señalar los “errores” de las izquierdas, su “tibieza” política, el giro “socialdemócrata” del progresismo y hasta la “contemporización” con las fuerzas del poder económico real, como ocurrió con Luis Arce en Bolivia y, sobre todo, con Gabriel Boric en Chile, quien defraudó desde sus orígenes, como lo ha destacado el historiador chileno Sergio Grez en su persistente visión sobre el proceso del país.

Pero Ecuador ofrece un ejemplo distinto: el triunfo y el gobierno de Rafael Correa (2007-2017) resultaron una novedad, que coincidió con el ciclo de auge de los gobiernos progresistas de América Latina (“marea rosa”). Logró un progreso económico inédito desde que el país retornó al camino constitucional en 1979, al abandonar el neoliberalismo de los gobiernos anteriores; contar con la avanzada Constitución de 2008; fortalecer capacidades administrativas y económicas del Estado; consolidar políticas sociales con redistribución de la riqueza, destacando las obras de infraestructura y los servicios públicos en educación, medicina, salud y seguridad social; y desplazar la injerencia del alto empresariado privado en el Estado. Quedaron asentadas las bases de una economía social del Buen Vivir. Estadísticas, libros, estudios académicos e informes de organismos internacionales como la CEPAL, el PNUD y hasta el FMI y el BM comprueban lo ocurrido en aquella década. Capas medias y populares pueden dar testimonio directo del mejoramiento de la calidad de vida que tuvieron. Correa fue reelecto en 2009 y 2013 y el “correísmo” también triunfó en 2017 con Lenín Moreno. Sin embargo, nadie pudo prever el “cambio de rumbo” (https://t.ly/Oz2wk) que ejecutaría Moreno (2017-2021), quien restauró el poder empresarial privado, revivió el neoliberalismo y literalmente destruyó las fuerzas productivas avanzadas por Correa. Para lograrlo, inició una persecución inédita al “correísmo” respaldada en el lawfare, las fakenews y, sobre todo, los grandes medios de comunicación del empresariado, que asumieron la tarea ideológica de sembrar una memoria histórica diferente y brutal sobre lo acontecido durante la década progresista, en la cual Ecuador se mantuvo como uno de los países más seguros. Los dos gobiernos sucesivos de empresarios millonarios: Guillermo Lasso (2017-2021) y Daniel Noboa (2021-hoy), se encontraron con el camino “limpio” para consolidar la economía empresarial y neoliberal, que, además, adquirió características plenamente oligárquicas, consolidando la segunda época plutocrática que vive Ecuador. Desde 2021 estalló la violencia delincuencial y del narcotráfico, favorecida por la ruina de las capacidades del Estado y de las políticas sociales llevadas a cabo por tres gobiernos de empresarios, como lo han demostrado todos los estudios existentes sobre el tema e incluso un informe del FMI (https://t.ly/7RpTg). De modo que, en Ecuador, la explicación del triunfo de las “derechas” tiene que ver con el odio y los mitos alimentados por las clases dominantes contra la gestión de Correa, el giro dado por Moreno y los triunfos electorales de Lasso y Noboa, en un contexto internacional de reconfiguración del monroísmo impulsado por Estados Unidos.

Los gobiernos de “derecha” en América Latina obran bajo un interés final: llevar adelante el único “modelo” de economía centrado en achicar al Estado, promover la empresa privada, cultivar el mercado libre, instituir las privatizaciones, alentar al capital extranjero, condonar deudas empresariales, promover el extractivismo, alinearse con los intereses geoestratégicos de los Estados Unidos y, al mismo tiempo, desmontar todo signo social: flexibilizar el trabajo, liquidar la redistribución de la riqueza, desarticular la seguridad social, y, adicionalmente, reprimir las manifestaciones sociales contrarias, además de perseguir, con distinta profundidad, a quienes impulsaron gobiernos progresistas. Hoy existe un justificativo adicional que es el combate al “terrorismo” y al “crimen organizado”, lo que ha impulsado el papel de las fuerzas armadas y policías, que pasan a jugar roles decisivos y directos en la misma conducción del Estado, avalados por la ideología de la “seguridad” o la “guerra interna”. Son los gobiernos de derecha los que han avanzado en acuerdos militares con los Estados Unidos como los SOFA (Acuerdo sobre la Fuerza) que han suscrito Ecuador y Paraguay, que incluyen la posibilidad de bases militares o la presencia de tropas extranjeras, destinadas a responder a las necesidades geoestratégicas del “americanismo” y no a las que corresponden a los países receptores (https://t.ly/jBXp7). Ecuador acaba de recibir el primer contingente militar en Manta, en el marco de esos acuerdos (https://t.ly/Qqd4R).

América Latina vive una evidente polarización social entre élites que solo buscan cuidar sus negocios, riqueza y poder económico, frente a clases medias, trabajadores y sectores populares que han pasado a sufrir la postergación humana ocasionada por las economías empresariales con mercado libre. Es un proceso que viene desde hace medio siglo, cuando el primer “neoliberalismo” se instaló a sangre y fuego por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) a través de los “Chicago Boys” y la inspiración de Milton Friedman. El derrumbe del socialismo soviético sirvió para no dejar alternativas al camino neoliberal. De modo que los gobiernos progresistas de nueva izquierda resultaron una especie de aberración histórica que las derechas aprendieron a enfrentar. Para evitar su retorno han sido capaces de movilizar todo tipo de recursos y de mecanismos ideológicos, políticos o legales, acompañados ahora con la directa intervención del gobierno de Donald Trump, quien declaró haber apoyado los triunfos derechistas en Honduras y Chile (https://t.ly/xXWFg). Adicionalmente Trump lanzó el mayor bloqueo naval desde la época de la “crisis de los misiles” con J. F. Kennedy, para estrangular la economía de Venezuela y provocar la caída de Nicolás Maduro, aunque también colocó en la mira al gobierno de Gustavo Petro en Colombia. El injerencismo es de tal naturaleza, que se han cometido actos de verdadera piratería internacional y por primera vez un gobernante norteamericano afirma: “Venezuela está completamente rodeada por la Armada más grande jamás reunida en la historia de Sudamérica. Esta solo crecerá, y la conmoción para ellos será como nunca antes la han visto, hasta que devuelvan a Estados Unidos todo el petróleo, las tierras y otros activos que nos robaron previamente» (https://t.ly/WN3wS). Todo esto es una amenaza para Latinoamérica, que aprovecha a los gobiernos de la “marea azul” del presente.

Desde Salvador Allende (1970-1973) las izquierdas latinoamericanas han querido respetar y participar en la vida electoral para desarrollar su programa social. Este presidente tuvo razón, a pesar de que en su momento otras izquierdas marxistas seguían convencidas de la vía exclusivamente armada. En medio de las circunstancias más adversas avanzó en los cambios posibles. Pero las fuerzas del poder actual siguen considerando las reformas económicas y sociales como un peligro y persistirán en evitar o negar el retorno de cualquier “progresismo”, contando con el apoyo de los Estados Unidos. Ese empeño vuelve más explosiva a la polarización social que ellos mismos han ocasionado. Es previsible una larga acumulación de fuerzas populares que algún momento tendrá que estallar, pues con el avance del siglo XXI se experimenta un capitalismo depredador en manos de burguesías que se niegan a aceptar la promoción del bienestar humano.

Blog del autor: Historia y Presente
www.historiaypresente.com  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.