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A 65 años de la derrota del nazismo: un día grave para todos los alemanes

Fuentes: Sin Permiso

Entrada del diario de un niño de nueve años: «Frankfurt am Main. 8 de mayo de 1945. Hoy a terminado a medianoche la guerra. Eso quiere decir capitulación incondicional. Suenan las campanas de la iglesia. Ha llegado al fin la paz. Es un día grave para todos los alemanes.» ¿Cómo llegó este niño de nueve […]

Entrada del diario de un niño de nueve años: «Frankfurt am Main. 8 de mayo de 1945. Hoy a terminado a medianoche la guerra. Eso quiere decir capitulación incondicional. Suenan las campanas de la iglesia. Ha llegado al fin la paz. Es un día grave para todos los alemanes.»

¿Cómo llegó este niño de nueve años de edad aquel día a la conclusión de que el 8 de mayo era un «día grave para todos los alemanes»? El padre esperaba todos los días que los americanos nos liberasen. Así lo decía: «liberar». La madre rezaba todas las tarde para que todos llegasen con vida a su fin. El niño no conocía otra cosa que la guerra desde que tenía tres años. La familia había sufrido los bombardeos de Düsseldorf, perdido todas sus posesiones, sufrido graves quemaduras por el fósforo, pasado varios meses viviendo en un sótano, y la metralla de las bombas había herido al niño en el femoral… ¿Qué le llevó entonces a escribir que aquel 8 de mayo era un «día grave para todos los alemanes»? ¿Lo era también para él?

El niño de nueve años era yo, soy yo. Décadas después volví a encontrar el diario, que no era un diario secreto y privado como los de las jovencitas, sino un diario que me obligaban a escribir. Cada día debía completar una página y al final de cada semana presentárselo a mi padre.

El diario debía reemplazar los deberes de la escuela, que ya no se entregaban desde hacía meses. En la lectura con mis padres discutimos a causa de la expresión «día grave» y mi padre luego me dijo que había tenido miedo por haberme dejado escribir aquello. El miedo que estaba por llegar. Castigos, venganzas, represión… Nuestros deseos de paz y nuestras esperanzas de una liberación eran grandes, pero también lo era la inseguridad hacia lo que harían los vencedores con nosotros. Y casi sin creerlo, año tras año, llegamos al final a aquel 8 de mayo que con tanta cautela habíamos preparado: como si se presentase el futuro. En mi familia, la experiencia de la derrota total se celebró con gozo. Finalmente podíamos comenzar una nueva vida. Un regalo, que quizá no nos habíamos merecido, pero que no podíamos más que aceptar, y gracias al cual podíamos pensar de nuevo democráticamente en nuestras obligaciones, democráticas en las garantías legales de la constitución. Sobre todo pensábamos en qué pensarían los ciudadanos de otros países, cómo lo vivirían. Lejos del territorio nacional.

Para mi familia y para mí el 8 de mayo siguió siendo el día de la liberación cada año, en contra de la opinión general en la República de Adenauer. Mi padre me enseñó desde muy temprano a honrar a los combatientes de la resistencia y los desertores y a buscar nuestra esperanza en los vencedores.

Pero a partir de los primeros años de la posguerra se fue convirtiendo poco a poco en algo más difícil. A nuestro alrededor estaba cambiando el punto de vista hacia aquel día. [Los alemanes occidentales] nos convertimos en el niño mimado de los americanos. La guerra y la derrota total comenzaban a eclipsar el resto de la historia. Hizo falta un discurso presidencial el 8 de mayo de 1985 para que el significado de la liberación volviese de nuevo a discutirse en la arena pública.

Ha llegado la hora de convertir el 8 de mayo en una fiesta nacional, una «fiesta grave», y por ello mismo, tan importante.

 

Luc Jochimsen es el portavoz de cultura del grupo parlamentario de La Izquierda.

Traducción para www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero

Fuente:  http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3319