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A la busca de excusas para Tony Blair

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Cada vez que un portavoz del Nuevo Laborismo se pronuncia en público, uno casi puede ver el globo mental sobre su cabeza en la que la culebra caricatura Sid Snake sisea «¿no sssse fían de mi?» El artículo del editor del Financial Times, John Lloyd en el Guardian inglés del 10 de agosto en defensa de los planes del gobierno británico de reforzar la ya dura legislación antiterrorista del país, es un excelente ejemplo de la apologética del tipo Sid Snake. El artículo de Lloyd lleva el título «Los británicos no se lo merecían», un título que comienza por atacar a un espantapájaros que ha sido planteado por muy pocos de los críticos de Blair. Lloyd escribe en un contexto en el que el gobierno del Reino Unido ha advertido al aparato judicial que no interfiera con la implementación de los nuevos tribunales que propone.

Como editor del Financial Times, Lloyd está bien acostumbrado a mercadear mitos amistosos hacia las corporaciones. En este caso, intenta vender la falsa pista creada por el gobierno del Reino Unido de que los ataques terroristas en Londres resultaron sobre todo del extremismo islámico. Lo que afirma la mayor parte de los críticos de Tony Blair y su gabinete, al contrario, es que los ataques terroristas fueron fundamentalmente el resultado de la participación del gobierno de Blair en una guerra ilegal de agresión contra Irak y su colusión con la atroz serie de crímenes de guerra cometida durante la ocupación resultante.

Lloyd quiere defender el nuevo paquete represivo de Tony Blair, de medidas propuestas ostensiblemente con la intención de restringir la propaganda inflamatoria de partidarios del terrorismo. Desde el comienzo, sus argumentos son obtusos en el mejor de los casos, virando hacia la falsedad. Menciona cinco puntos con un tono de «ya basta con esta estupidez». Pero en lugar de fortalecer el caso de Tony Blair, muestra su falsedad fundamental.

Claro como el lodo del Éufrates

«En primer lugar», escribe Lloyd, «las medidas propuestas apuntan claramente a aquellos que predican la violencia». Pero la claridad falta significativamente en los anuncios gubernamentales sobre las medidas propuestas que hablan vagamente de dirigirse contra gente y organizaciones que «condonan el terror», una frase que podría incluir a muchas personas no-violentas, incluyendo a defensores de los derechos humanos. Lloyd continúa: «si hubiese, en la práctica, confusión, debería formar parte de la discusión normal entre el Estado y los tribunales». Pero omite que los tribunales serán tribunales especiales, con jueces y abogados seleccionados especialmente según los criterios de «seguridad» del gobierno. No hay nada «normal» al respecto.

Lloyd pasa a hablar de las medidas propuestas de control de la migración «para analizar más cuidadosamente a los que entran al Reino Unido y expulsar a los que abusan de su acogida al abogar por la violencia en su contra, o contra otros gobiernos democráticos». Ese codicilo bueno para todo uso es, después de todo, una escabullida clásica. Presumiblemente se espera que supongamos que el terrorismo contra gobiernos «antidemocráticos» le parece bien a Lloyd.

Aceptación tácita de la tortura.

Al leer esta parte del artículo de Lloyd, se escucha el inconfundible colapso de su intento de ocupar un terreno de superioridad moral. Después de todo este último no era más que papel maché. En realidad, es obvio que las medidas de control de la migración mencionadas por Lloyd van a entrar en conflicto en algún momento con las obligaciones del Reino Unido bajo la Convención de la ONU contra la Tortura. El artículo 3 de la Convención especifica: «Ninguna Parte Estatal podrá expulsar, devolver («refouler») o extraditar a una persona a otro Estado en el que existan motivos substanciales para creer que estaría en peligro de ser sometido a la tortura». (1)

Este tema preocupará poco a Tony Blair y a sus colegas del gabinete que han violado persistentemente el espíritu y probablemente la letra de esa Convención. La tortura y el abuso por tropas británicas en Irak no podrían haber ocurrido a menos que hayan sido sancionados a un alto nivel por el gobierno y los militares británicos. Además, las autoridades del Reino Unido han colaborado con entusiasmo en el uso de la tortura por EE.UU. y otros gobiernos, tanto directamente en bases en Guantánamo, Bagram, Diego García y otros sitios, así como en la práctica de la entrega de sospechosos a países terceros de los que se sabe con certeza que los individuos en cuestión serán torturados.

Adiós al «modo de vida británico»

En su tercer punto, Lloyd se refiere a la experiencia de Gran Bretaña durante la larga guerra en Irlanda: «… la experiencia de este país, confrontado con una amenaza terrorista, no ha sido utilizar una restricción de los derechos cívicos y humanos como una traba mediante la cual esos derechos, una vez perdidos, jamás son restablecidos. La historia del desafío al Estado del terrorismo de la IRA durante casi cuatro décadas ha mostrado lo contrario. Hay páginas tenebrosas, pero las medidas tomadas para restringir los derechos de movimiento y de expresión, y para limitar los juicios por jurado, no han continuado, mientras que sí lo han hecho una serie de reformas para terminar con prácticas discriminatorias».

La demencial lógica auto-congratulatoria de esta posición es vertiginosa. Lloyd parece pensar que el gobierno británico merece un premio por terminar por resolver un desastre que jamás hubiera comenzado o durado tanto tiempo sin la persistente perfidia y demencia del gobierno británico. La razón misma por la que la IRA Provisional inició originalmente la guerra contra Gran Bretaña fue para forzar al gobierno británico a un arreglo político que abriera el camino a la independencia irlandesa, porque sucesivos gobiernos británicos permitieron que sus testaferros unionistas locales sometieran al pueblo irlandés a una opresión antidemocrática.

Las tropas británicas asesinaron a civiles irlandeses que participaban en una protesta pacífica. Las fuerzas de seguridad británicas se coludieron en el asesinato de defensores irlandeses de los derechos humanos. La guerra irlandesa trató precisamente de la garantía de los derechos fundamentales del pueblo irlandés bajo el régimen británico. En última instancia, en relación con las nuevas medidas de seguridad británicas propuestas, el punto que trata de hacer Lloyd es una birria. En todo caso los Tribunales Diplock sólo operaron en Irlanda del Norte. Mientras que las provisiones de la Ley de Prevención del Terrorismo en Gran Bretaña propiamente tal nunca desaparecieron en lo que a la práctica rutinaria de las fuerzas de seguridad se refiere.

En realidad, el legado legislativo antiterrorista de la guerra irlandesa persistió y pretenden reforzarlo y consolidarlo con la nueva legislación. ¿Significa algo esto sino que los terroristas han vencido? En realidad, han cambiado la adorada quimera de Blair del «modo de vida británico», que el criminal en jefe juró al pueblo británico que jamás sería cambiado por el terror.

La carta racial

Para su cuarto punto, el editor del Financial Times formula una advertencia sobre una reacción contra los musulmanes en Gran Bretaña. Vuelve a la tambaleante proposición de que el gobierno Blair sólo quiere tomar medidas drásticas contra los fanáticos islámicos incendiarios que promueven el terror. La incitación al odio racial o la incitación al asesinato ya son reconocidas como crímenes muy serios en el Reino Unido. Cuesta comprender por qué se hace necesaria una legislación adicional si la intención es simplemente eliminar una conducta extremista fanática y la propaganda asesina.

Lloyd escribe: «Constantes y violentas imprecaciones contra el gobierno y el pueblo británicos harán aumentar la cólera. La cólera y el medio exigen desembocaduras: ya hemos visto en ataques relativamente menores contra mezquitas y musulmanes inocentes lo que pueden representar esas desembocaduras». De alguna manera, la gente como Lloyd nunca pareció considerar necesario hacer advertencias similares al no-musulmán en Gran Bretaña respecto al constante vilipendio y los ataques que los musulmanes británicos han tenido que tolerar constantemente de parte de viles organizaciones británicas que hacen campaña abiertamente utilizando plataformas racistas. Uno se pregunta por qué ha de ser así. Este vocero mediático del Nuevo Laborismo de Blair parece no estar lejos de sugerir a los musulmanes británicos que se abstengan de una crítica demasiado abierta de la política del Reino Unido en Irak.

El «extremista» – oscuro y conveniente

Casi como si hubiese visto la crítica que sobrevendría, Lloyd se apresura a escribir: «Los dirigentes y los formadores de opinión entre los musulmanes que se oponen al extremismo requieren una base firme para actuar. Si se quiere que apoyen la política democrática – incluyendo la protesta y la oposición – tienen que ver ésta que es apuntalada por el Estado». Ahora el terreno ha cambiado ligeramente. Lloyd no habla ahora específicamente de gente que incita al asesinato. Ahora saca a relucir el útil hombre orquesta de todas las calumnias, el «extremista».

Si alguien apoya a la resistencia iraquí en su lucha por librar a su país de los bárbaros asesinos que lo han invadido, ¿es «extremista? Si Blair se sale con la suya, un tribunal especial será el que decida. Lloyd continúa: «Si en su lugar se ve que el Estado da la bienvenida y beneficios a los que tienen como objetivo principal invocar la violencia contra la población, es poca ayuda para los moderados: es mostrar una indiferencia entre su opinión y la de los extremistas».

Es blairismo típico. Primero se presenta una declaración con la que todos están de acuerdo. «¡Caramba!, eso suena razonable…» Luego, se le agrega un poco de sesgo, se mete una palabrita que cambie un poco el terreno como ser:»extremista». Si se vuelve a revisar lo que dice anteriormente el artículo de Lloyd vemos de nuevo que hay que «analizar más cuidadosamente a los que entran al Reino Unido y expulsar a los que abusan de su acogida abogando por la violencia en su contra, o contra otros gobiernos democráticos». ¿Cuál es el significado de «o contra otros gobiernos democráticos»?

Varios portavoces de grupos iraquíes que resisten abiertamente a la ocupación ilegal de su país fueron invitados recientemente a hablar en Italia. (2) El gobierno italiano denegó visas a esos individuos, cediendo a la presión de políticos estadounidenses. Es exactamente lo que se puede esperar de las nuevas medidas antiterroristas propuestas por el gobierno británico. La legítima crítica de la ocupación ilegal en Irak será censurada en el Reino Unido bajo el pretexto de la seguridad nacional. Pero la legislación también será utilizada para censurar el disenso en otros conflictos.

¿Se consideraría «extremista» a alguien como Ken Saro-Wiwa, el disidente nigeriano ejecutado, si lograra escapar a la suerte de Saro-Wiwa y llegar al Reino Unido? Una vez que la legislación entre en vigor será utilizada para cualquier propósito que sirva al gobierno. Los funcionarios gubernamentales trabajan sobre la base de que: «La legislación existe, ¿por qué no la vamos a utilizar?…»

Dejando de lado el ejemplo obvio de Palestina ocupada por Israel… ¿tiene Colombia un gobierno democrático, cuando los narco-paramilitares alardean abiertamente de que han comprado a más de un 30% de los diputados? ¿Es Egipto una democracia cuando manifestaciones legítimas contra el presidente Mubarak son dispersadas con una extrema e implacable violencia? ¿Es Turquía una democracia, cuando su población kurda sigue sometida a permanentes y brutales violaciones de sus derechos más elementales? Pero todos esos países tienen elecciones, así que deben ser democracias – dice el absurdo QED (que es lo que había que demostrar). Hay muchas clases de democracia, algunas con antecedentes de derechos humanos incomparablemente peores que países acusados de ser antidemocráticos.

El blairismo personificado – negación, sesgo, atavismo furtivo

No se trata de descuidos. John Lloyd lo sabe perfectamente, igual que cualquier otro editor superior de un periódico nacional. Como editor del Financial Times, Lloyd escribe con la autoridad de un fariseo destacado de la secta del Nuevo Laborismo de la elite global corporativa. Pone fin a su artículo insistiendo en que las nuevas medidas represivas del gobierno del Reino Unido deberían ser apoyadas a fin de garantizar el consenso en una sociedad que vive una inmigración considerable de personas de otras culturas.

Detrás de él, cada vez más próxima, la ponzoñosa profecía del arquetipo del racista, Enoch Powell, citando un verso de poeta romano de que Gran Bretaña se convertirá en un Tíber espumante de sangre como resultado de la inmigración no-blanca. Es casi como si Lloyd quisiera echar la culpa de los atentados de Londres a los inmigrantes. Lo que dice Lloyd evade el tema central – la invasión y la ocupación ilegales de Irak.

Escribe que el Guardian ha «… publicado varios artículos en los que se argumenta, en esencia, que nosotros los británicos nos lo merecíamos (‘lo’ son los ataques terroristas de los que actúan en nombre del islamismo extremo). Argumentos semejantes confunden, por lo menos, la naturaleza esencial de las sociedades democráticas. Es decir, que la oposición es necesaria para su salud y que eso debe soportar el peso de la cólera y de la protesta. Mientras así sea, no tenemos que aceptar el terrorismo como lo merecido por nuestra culpabilidad; tenemos que mantener la discusión como nuestra responsabilidad, nuestro privilegio y nuestro patrimonio».

Una vez más, el furtivo sesgo del Nuevo Laborismo. «Lo» no fue un ataque de gente que actuaba fundamentalmente en nombre del «islamismo extremo». Los ataques en Londres ocurrieron sobre todo como reacción al papel del gobierno británico en Irak. La tontería final de Lloyd de que «mantener la discusión como nuestra responsabilidad, nuestro privilegio y nuestro patrimonio» pasa rozando, con mucha labia, por sobre el engaño directo cometido por Tony Blair y sus colegas.

¿Cómo puede haber una discusión que tenga sentido cuando los hechos son «ajustados a la política» como señala el tristemente célebre memorando del alto funcionario de la seguridad británica Richard Dearlove? Los hechos fueron inventados y luego disimularon el hecho de que fueron inventados. Sobre esa base, han arruinado la vida de millones de personas en Irak, cientos de miles han sido asesinados o gravemente heridos. El sufrimiento infligido es inconcebible.

Lo innegable – la agresión, los crímenes de guerra.

Tony Blair y sus colegas criminales de guerra confirman una vez más que el papel de los poderosos en el «modo de vida» británico sigue siendo tan podrido y engañoso como siempre. Los que han mentido y engañado y defraudado al pueblo y al parlamento británicos son Blair, Straw, Brown, Prescott, Reid, Clarke y los demás. Son ellos los que sacrifican cínicamente a los soldados británicos para sus miserables objetivos políticos dominados por las corporaciones.

Son ellos los que se han coludido en la masacre de decenas de miles de civiles iraquíes por la bárbara horda invasora estadounidense. Son Tony Blair, Jack Straw y Gordon Brown, los que han complacientemente permitido el saqueo de los recursos de Irak por la caterva de depredadores corporativos que afanan todo lo que pueden en Irak con la aprobación de malignos mega-gángsteres como George Bush, Dick Cheney y Donald Rumsfeld. John Lloyd parece desear que creamos que los únicos que objetan violentamente a todo esto son las personas leales al «islamismo extremo». ¿Cree que las normas universales de moralidad elemental han sido repentinamente suspendidas?

Informes existentes indican que los atacantes de Londres fueron motivados fundamentalmente por su cólera ante la invasión ilegal y la bárbara ocupación de Irak. Fue terriblemente malo que se infligiera un asesinato masivo a civiles en Londres. Fue incomparablemente peor que Tony Blair y sus colegas facilitaran cínica y sistemáticamente la invasión ilegal y la ocupación criminal de Irak.

Es absolutamente seguro que el gobierno británico va a abusar de las nuevas medidas de seguridad propuestas. Apuntarán a partidarios de organizaciones políticas que se oponen legítimamente a gobiernos tiránicos leales a la agenda global promovida por el gobierno de EE.UU. y sus aliados. Eso no tiene nada que ver con la protección del pueblo británico.

Mediante el simple cumplimiento inequívoco con el derecho internacional y la abstención de un ataque contra Irak, Tony Blair podría haber disminuido dramáticamente la amenaza terrorista contra Gran Bretaña. En lugar de una legislación espuria e irrelevante, el gobierno británico debería retirarse de Irak y pagar reparaciones. Por el bien de todos debería alentar al gobierno de EE.UU. a hacer lo mismo.

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toni solo es un activista basado en Centroamérica — contactos via: www.tonisolo.net

1 «UN CONVENTION AGAINST TORTURE and Other Cruel, Inhuman or Degrading

Treatment or Punishment»/www.hrweb.org/legal/cat.html

2. Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq, CEOSI 15/8/2005 www.nodo50.org/iraq