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El cónclave de Van Rompuy con diez empresarios de la Mesa Redonda Europea de Industriales en el club De Warande

Acabar en secreto con el estado de bienestar

Fuentes: Counterpunch

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos


Una escalera dorada da la bienvenida a los invitados de De Warande, un club exclusivo en el centro de Bruselas. Esta mansión construida a finales del siglo XVIII fue adquirida en 1907 por François Empain, un banquero que ayudó a su real amigo Leopoldo II a saquear el Congo. Con su vínculo histórico con la conquista, este es sin duda un lugar adecuado para unas negociaciones furtivas sobre cómo reordenar Europa.

El 8 de marzo de 2010 Herman Van Rompuy, «presidente» de la Unión Europea, cenó aquí con diez destacados hombres de negocios. Este selecto grupo reflexionó sobre cómo podían explotar la actual crisis económica para beneficiar a los ultrarricos. Entre los invitados había miembros de las juntas directivas de Volvo, Nokia, Nestlé y Philips. Por supuesto, también estaba representada Umicore, una empresa que se estableció para explotar las minas del Congo y que continúa explotándolas.

He conseguido las notas del discurso de Van Rompuy para la ocasión. Empezó comparando el papel que él desempeña con el de un presidente de una sociedad de cartera que no tiene acciones en las empresas individuales que la conforman. Después de esta aparente ocurrencia, afirmó que todos los gobiernos de la UE están de acuerdo en una lista «familiar» de prioridades para aumentar la productividad: «innovación, mayor calidad del capital humano a través de la educación, reforma de las pensiones».

Para lograr estos objetivos, Van Rompuy presentó brevemente una imagen de una mayor coordinación económica que consistiría en reducir la cantidad de objetivos establecidos por los gobiernos de la EU y convertir «la presión del grupo en presión genuina».

El anfitrión de la cena fue la Mesa Redonda Europea de Industriales (European Roundtable of Industrialists, ERT), que reúne a unos cincuenta poderosos empresarios. Esta fue una de varias charlas similares entre Van Rompuy y la ERT en su papel actual. Aunque se supone que es un funcionario público y no el presidente de una sociedad de cartera, Van Rompuy y su equipo no han hecho público ningún detalle de estas reuniones.

Como se las da de filósofo y poeta, Van Rompuy no fue tan burdo como para decir que quería obtener beneficios para ocultar todos los demás objetivos. Pero este es el efecto de su argumento, particularmente en lo que se refiere a la «reforma» de las pensiones.

Van Rompuy reconoció en sus comentarios que los políticos que proponen retrasar la edad de jubilación de los 65 a los 67 años tendrán dificultades para ser reelegidos, así que tanto él como otras personas en la burocracia de Bruselas están discutiendo cómo se puede hacer esta reforma sin que los votantes obstruyan sus planes.

Y no se trata simplemente de abordar lo que los expertos en política denomina la «bomba de relojería» demográfica (una expresión sin duda discriminatoria por razón de la edad) provocada por el aumento de la esperanza de vida. Las pensiones son uno de los muchos avances logrados por medio de la lucha de los y las trabajadoras que quiere revocar la ERT, uno de los más influyentes grupos de lobby en Europa. La presión de la ERT para que se reformen las pensiones no comenzó con la crisis actual: ya en 2000 afirmó por primera vez que el derecho a la pensión es esencial para todo el concepto de estado de bienestar como una «amenaza económica».

Un mes después de la velada de 2010 en De Warande Van Rompuy recibió una carta de la ERT en la que afirmaba que «es necesaria una transformación urgente». Estaba firmada por Leif Johansson, que entonces estaba en Volvo, y Gerard Kleisterlee, entonces en Philips.

Una serie de documentos informativos de la ERT había elaborado el tipo de «transformación» que se deseaba. Una recomendación clave era que había que «revisar» (una forma codificada de decir «destruir») toda aquella legislación que se considerar incompatible con la agenda de los jefes. Habría que «ocultar» el impacto de la nueva legislación laboral. La ERT argumentó que u n procedimiento de valoración de impacto «tiene que echar abajo» las leyes que dificulten maximizar del beneficio .

Habría que considera con escepticismo los repetidos llamamientos de la ERT a una mayor inversión en educación. En 2011 Johansson (que entonces representaba a Ericsson) envió a Van Rompuy una detallada lista de peticiones. Johansson insistió en la «competitividad dominante» de la UE en todas sus políticas. «Competitividad» es sinónimo de dominio corporativo.

Se puso un énfasis especial en abrir los servicios al sector privado. Leyendo entre líneas quedaba claro que Johansson quería que estos servicios incluyeran la sanidad, la educación, el agua y el transporte público. Todos ellos son esenciales para la justicia social. Johansson está presionando para que se entreguen a las empresas.

Uno de los asesores de Van Rompuy afirmó en una respuesta a Johansson que el presidente «está en gran medida de acuerdo con sus recomendaciones». Reafirmada por esta respuesta, la ERT llegó incluso más lejos el año pasado al sugerir que había que «detener inmediatamente» la nueva regulación «que no ha demostrado tener un efecto inmediato sobre el crecimiento económico».

Este llamamiento no se hace de forma aislada. Bajo la mirada atenta de Edmund Stoiber, un pez gordo de la política bávara, un grupo de «expertos» de la UE ya está preparando una hoguera con las leyes que no les gustan a los capitanes de la industria. Estos «expertos» arremeten contra todo lo que va desde los compromisos acerca del cambio climático hasta los derechos de las personas con incapacidades.

No se debe confundir con «competición» la «competitividad» que la ERT defiende habitualmente. En sus discusiones con Van Rompuy y otras figuras «importantes» la ERT mantiene que la UE se está relajando en el control de las fusiones entre grandes compañías. Está claro cuál será el resultado de este enfoque de no intervención: el poder se concentrará en manos de menos empresas de las que está ahora. Esta es una receta para el oligopolio, no para el dinamismo.

¿Qué está ocurriendo aquí? Aproximadamente una docena de individuos que se reúnen en clubes privados están minando la democracia. Todos ellos son ricos, blancos y varones. No tienen nada en común con el 99% de la población del mundo. Son nuestros enemigos, así que empecemos a luchar contra ellos.

El libro de David Cronin Corporate Europe: How Big Business Sets Policies on Food, Climate and War se publicará en agosto. Se puede reservar en Pluto Press (www.plutobooks.com).

Una versión de este artículo se publicó originalmente en New Europe (www.neurope.eu).

Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/06/25/wrecking-the-welfare-state-in-secret/