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Entrevista con Angelo del Boca, historiador del colonialismo italiano

Acuerdo Italia-Libia: ¿comercio o amistad?

Fuentes: Il Manifesto

Traducido por Gorka Larrabeiti

 Berlusconi anuncia en la cumbre de Bengasi con Gaddafi un acuerdo «histórico» que «pone fin a 40 años de malentendidos» para saldar las cuentas del «periodo colonial italiano». Se versará a Trípoli «cinco mil millones de dólares, 250 millones anuales durante 20 años», con el compromiso de construir una autopista en el litoral desde la frontera tunecina hasta la egipcia. Así pues, tras catorce años de promesas suyas y de los gobiernos de centroizquierda, el Cavaliere [Berlusconi] lo ha conseguido. Comentamos el asunto con el historiador del colonialismo italiano, Angelo del Boca.

¿Qué novedades hay en este acuerdo, tras años de promesas y anuncios?

El acuerdo es importante por la cifra, aunque sé que ha habido una negociación larga. Los libios insistían en seis mil millones de dólares -por cierto, ¿se trata de dólares o de euros?-, pero sobre todo hay que saber si se trata de un acuerdo «comercial» que tiene en cuenta la nueva dimensión internacional de un Estado que ya no es considerado «canalla» por los Estados Unidos, cuyas multinacionales ya están a la cola por el metano y el petróleo de Trípoli, o bien de un pacto de amistad tal y como se había aireado en los últimos días. Son dos cosas bien distintas porque si se se trata «oficialmente» de un «tratado de amistad», creo que finalmente con este acto Italia habría pronunciado una condena definitiva del colonialismo, que Libia ha esperado en vano durante toda la posguerra. Es muy importante establecer esto. Cinco mil millones de dólares no resuelven el nudo de nuestras responsabilidades históricas. El colonialismo italiano costó a Libia 100.000 muertos, cuando los habitantes eran 800.000, lo cual significa que uno de cada ocho libios murió por defender su país. ¿Acaso es Italia consciente de verdad de este pasado colonial africano? Hay detalles que nos hacen pensar lo contrario: en primer lugar, la iniciativa provocatoria de Calderoli hace dos años con su camiseta anti-islámica y las declaraciones de viceprimer ministro Gianfranco Fini, que pretendía hace cuatro años que Trípoli no celebrase más la derrota que los italianos sufrieron en Sciara Sciat en 1911. Una confirmación de este «revisionismo histórico» nos llega estos días con la decisión de cambiar el nombre del aeropuerto Pio La Torre [secretario regional del partido comunista siciliano asesinado por la Mafia en Palermo en 1982, N. d. T] de Comiso: se llamará Vincenzo Magliocco, nombre del general de la aviación responsable de los bombardeos con iperita contra Etiopía. Un criminal de guerra famoso en toda África que en nuestra tierra es rememorado como héroe por haber sido ajusticiado en 1936 por los partisanos etíopes.

¿En qué consistió eso que Berlusconi llama «periodo colonial»?

Nuestra ocupación militar duró sólo desde 1911 a 1943, y produjo no sólo devastación, y miles de caídos en combate contra una guerra de guerrilla que concluyó sólo en 1932 con la victoria de las tropas fascistas, además de los fusilamientos y ahorcamientos posteriores: fue un modelo de genocidio moderno con la intención de destruir una cultura, una historia. Entre las barbaridades de la ocupación italiana, vale la pena recordar la creación en Sirtica de trece campos de concentración donde se reunió a toda la población de la Cirenaica para impedir que ésta prestara ayuda a los combatientes de Omar al Mujtar, líder de la lucha por la liberación libia ahorcado por los italianos en Soluch en 1931. Se trasladó de mala manera a 100.000 personas, a muchos los deportaron desde la región de Marmarica, cercana a Egipto, a través de un camino de más de mil kilómetros, incluso de invierno, y a quien no aguantaba, lo liquidaban allí mismo. Al final, en 1931, los campos de concentración tras la victoria sobre la resistencia libia se cerraron y murieron 40.000 personas por hambre y enfermedad o diezmados cada vez que los combatientes libios atacaban. Por no mencionar los más de cuatro mil deportados a las penitenciarías italianas de islas como Favignana o Ustica; una realidad para la que existe un buen acuerdo desde 1998 realizado por el entonces ministro de AA. EE. Dini y deseado por el propio Gaddafi, que ha tenido ocupado al Instituto Histórico del ISIAO en la reconstrucción de su historia.

A cambio de los fondos italianos, que han de ser indemnizaciones por el pasado, según Berlusconi, Libia se compromete a «reforzar las patrullas anti-clandestinos». Para el ministro [italiano del Interior] Maroni la cosa está hecha y desde ya mismo. ¿Qué opina de este «intercambio»?

Esta inmediatez me plantea cierta perplejidad. Si se trata de un proceso largo, puede ser. Sin embargo, en las primeras crónicas se dice que «algunas cuestiones se están discutiendo»; hay una comisión bilateral que está negociando. Cosa rara en un acuerdo «histórico». Lo mismo que la eliminación de las minas, compromiso que se había acordado de palabra hace al menos treinta años, y que nada tiene de simbólico: piénsese en que buena parte de la Cirenaica está aún minada, que todos los años mueren cincuenta personas por las minas, y que el mismo Gaddafi resultó herido por una mina italiana. Ahora con el super-control de la inmigración pedimos a Libia que haga algo muy duro, ya que los inmigrantes desesperados huyen de la miseria de la gran África central, que prácticamente no tiene frontera con Libia, y que la propia Libia está constituida por gran parte de población inmigrante. Ahora, dejando en el olvido los «campos» coloniales, les pedimos que hagan nuevos campos de acogida, que no son más que nuevos campos de concentración.

Fuente: http://www.ilmanifesto.it/Quotidiano-archivio/31-Agosto-2008/art24.html