«Cuando riñen las ramas, las raíces se abrazan» Así reza un refrán en Costa de Marfil; así sucede en Europa, donde tejen el futuro las sabidurías negra y blanca, mientras por las ramas andan, con sus rencores a cuestas, hiriéndose, los blancos y los negros. En Ginebra tenía lugar esta semana el primer simposio europeo […]
«Cuando riñen las ramas, las raíces se abrazan»
Así reza un refrán en Costa de Marfil; así sucede en Europa, donde tejen el futuro las sabidurías negra y blanca, mientras por las ramas andan, con sus rencores a cuestas, hiriéndose, los blancos y los negros. En Ginebra tenía lugar esta semana el primer simposio europeo sobre el racismo antinegros; ONU, UNESCO, Comunidad europea, autoridades suizas, ONG negras y Secretarías diversas estaban allí, para aplicar el espíritu de la conferencia de Durban, de 2001, aquella, tumultuosa, donde por primera vez se declaró como obligación inapelable la reparación debida al África por el desangramiento padecido durante siglos, en provecho de Europa.
Pocos meses antes de la conferencia mundial contra el racismo, convocado por la ONU en Durban, Francia había abierto el siglo 21 con el voto, por unanimidad, de una ley pionera : la ley propuesta por la diputada de Guyana Christiane Taubira, que declara la deportación y esclavización de los africanos en América crimen contra la humanidad. El objetivo ahora es que otros países voten leyes semejantes, las leyes necesarias para dar cuenta de los nuevos equilibrios demográficos y encauzar el reconocimiento a la dignidad negra, tan sistemáticamente violada, durante la etapa imperial de Europa.
Pero falta mucho todavía para que los europeos se incorporen esta nueva dimensión moral, el distanciamiento de sus malas costumbres, la aceptación de todas las consecuencias del crimen masivo y prolongado, por el cual las víctimas reclaman justicia. Pesa un racismo antinegros automático, como si de un atavismo se tratase, frenando cualquier empresa conjunta, y esto se refleja hasta en las instituciones dedicadas a la lucha contra el racismo. Así por ejemplo, a nivel de la Comunidad europea, el documento más reciente del ECRI, la «Comisión europea contra el racismo y la intolerancia» establece 9 «recomendaciones de política general» : 5 tratan del antisemitismo, e incluyen el acápite surrealista de las «víctimas potenciales»; una se refiere a la protección de los gitanos, otra a los musulmanes, que padecen estereotipos y prejuicios; otra más trata del terrorismo, y una sola se refiere a los perjuicios concretos, a las vejaciones elementales, maltrato policíaco, agravios en el derecho a la vivienda, el mercado laboral, la educación, el acceso a los servicios sociales y los servicios públicos. Es decir que este documento emblemático ¡ni siquiera menciona a los negros como tales, siendo ellos los que padecen y encandilan, combinados, los prejuicios, los peligros y los impedimentos! En Francia, un caso reciente ha reavivado la problemática del antisemitismo: un joven resultó muerto a consecuencia de un secuestro prolongado, organizado por una banda cuyo jefe es un africano radicado en las afueras de París. La víctima se llama Ilan Halevi, y pertenece a una familia judía pudiente; el secuestrador se llama Fofana, es de costa de Marfil, y había llevado a cabo otros secuestros exitosos; en este caso fracasó su plan porque la familia no accedió a pagar el rescate. Hubo una gran manifestación callejera contra el antisemitismo. Pero los analistas señalan que en el fondo, era más que nada una manifestación antinegra; algunos jóvenes de la extrema derecha judía ostentaban retratos deformados de Fofana y de Dieudonné, el humorista que escandaliza a la élite, con los respectivos letreros : el matador, el pensador. El caso es que sigue a la orden del día la inevitable confrontación entre los que ven el antisemitismo como el mayor peligro actual -aunque en 40 años, no se ha dado un solo caso de judío asesinado por motivos racistas- y los que observan que el odio a los negros crece, sin que esto les quite el sueño a los blancos, sino que se ha banalizado, hasta en los programas políticos, en torno a la cuestión de la inmigración.
Como bien dijo uno de los ponentes, en lúcido razonamiento freudiano : el antisemitismo es un desajuste mental que afecta la zona del superego, del yo ideal de los europeos, en el sentido racial de la palabra; nace del rencor de los cristianos, que pretenden disputarles a los judíos algo que consideran como superioridad o supremacía, mientras que el racismo antinegros es una patología de nivel mucho más inconfesable, pues el blanco ve al negro como inferior, y rechaza a través de su figura lo que quiere extirpar de sí mismo, lo bajo e instintual. También es de notar que las relaciones entre blancos y negros tienen cierto parentesco como las que se reinician constantemente entre hombres y mujeres, donde los más fuertes tienden a abusar de las más débiles, y a justificar sus crímenes con teorías sobre los bajos y salvajes instintos de las víctimas. Los racistas «científicos» del siglo 19 afirmaban que el negro era femenil, y por eso había que domarlo; y es natural que en el siglo 19, la movilización por la abolición de la esclavitud la impulsaran feministas blancas, como Harriett Beecher Stowe o Gertrudis Gómez de Avellaneda, espíritu que prolonga y teoriza Angela Davis.
En estos momentos Europa levanta las murallas de un nuevo apartheid con leyes para impedir la inmigración específicamente negra, la de los «sin papeles», sin diplomas, sin derechos, sin alternativa. A las puertas de Europa, los negros naufragan o son abatidos a balazos; en Paris, mueren quemados vivos en edificios administrados por la municipalidad; en toda Europa, la policía se ensaña con ellos, y si no hay testigos blancos para armar el escándalo y exigir justicia, la víctima negra que se atreve a protestar se encuentra incriminada en un abrir y cerrar los ojos; el blanco teme y se pone a la defensiva en cuanto ve a dos negros juntos; y por muchos esfuerzos que haga el negro para ascender en el mundo blanco y amoldarse al patrón dominante, el negro se encuentra desamparado cuando enfrenta un rechazo racista, pues no tiene alternativa, como escribía Sartre: no puede cambiar ni disimular su color.
No obstante, el negro, el que salta a la vista entre los blancos, el más visible que nadie, sigue siendo, para la conciencia blanca moderna, invisible en su especificidad, pues esta niega ser racista, y se niega a ver su feroz demencia en el espejo acusador que le ofrece el negro. Es que Europa todavía no ha pasado por la etapa fundadora de América, la inmigración masiva de africanos, se cree radiante y transparente con la buena conciencia de haber inventado la ideología de los derechos humanos, y no sabe todavía que necesita a los africanos y descendientes de africanos, no como siervos dóciles, ni tampoco como despojados de su africanidad, sino enteros, como los que tomaron las armas por la soberanía de las naciones de América, y lo siguen haciendo en todas las luchas por la justicia social. Los franceses siguen ignorando que la primera personalidad que le ofreció su territorio a De Gaulle, en 1940, fue Félix Eboué, gobernador de Chad, mientras Camerún se sumaba a la resistencia.
La reflexión afroeuropea procura vencer el abismo de incomprensión que ahonda el oleaje migratorio actual ateniéndose a un modelo, el estadounidense, donde los negros han desarrollado una clase media y una burguesía, y se dan a respetar como comunidad orgánica, con todo su orgullo y su esplendor. Les parece mucho más estimulante que la indefinición hipócrita vigente en América latina; no valoran, en estos momentos, el «art de vivre» del trópico de tintes corridos.
El simposio de Ginebra lo abrieron los voceros generosos de la ONU, Doudou Diène orador luminoso, de la UNESCO Pierre Sob sutil, y la presidenta del CRAN (Carrefour de Reflexion et d’Action contre le Racisme Anti-Noir, organizador de la conferencia), Carmel Frölicher-Stines dijo lo terminante : al negro se le trata, en Europa, como vendedor de droga u objeto sexual. Se sucedieron las conferencias impactantes y sabias, sin polémica, pues todos los participantes compartían el enfoque general, para detallar las modalidades de la discriminación, y las medidas necesarias para remediarla.
Se presenció el noble futbolista y activista Lilian Thuram, alto, con sombrero de piel negra, y dijo lo que tenía que decir, sobre el racismo infame que sube como vaho de los estadios europeos, y la necesidad de enseñar a la juventud la historia de la grandeza africana. Se apareció el mestizo Dieudonné, el humorista que hace trizas cualquier discurso oficial, y libera con la risa poderosa. En Francia la tensión es extrema, pues los intelectuales más mimados por los medios masivos son los más racistas; desde la altivez de la judeidad y blanquitud de las cuales pretenden ser los voceros, humillan y ofenden y provocan. No soportan que el africano mencione la deuda de Europa con él, llaman antisemita la evidencia de que el África negra sufrió un doble holocausto : primero con la deportación y sus millones y millones de asesinados, en las cacerías organizadas por sus lacayos y mercenarios; después con la colonización, que fue y sigue siendo el saqueo sistemático, al estilo del que padeció América a partir del siglo XVI; y se enfurecen , estos intelectuales, cuando los historiadores africanos aportan nuevas pruebas de que el desangramiento organizado para implantar la esclavitud industrial fue pensado e implementado por traficantes desalmados, una ralea que supo hambrear las comarcas costeras, provocar las guerras entre vecinos, liquidar a las dinastías legítimas, corromper y acorralar a algunos colaboracionistas, hasta que entregaran a raudales el oro negro, la vida humana, la juventud más fuerte. Histéricos se ponen, estos intelectuales, cuando se les recuerda que los campos de concentración los implementaron los europeos sin escrúpulo alguno durante siglos, para sus esclavos negros, como lo expresó Aimé Césaire; y criminalizan, por supuesto, cualquier indagación en la participación de judíos en el tráfico negrero, aun cuando los datos figuran en libros judíos, como una gloria más del pueblo judío, desde el financiamiento de las expediciones hasta el desarrollo de industria azucarera. ¡Sólo la dinámica de las reparaciones morales y financieras devolverá la salud mental a los que se creen obligados a defender la memoria de los negreros para no ser calificados de antisemitas!
José Martí posiblemente fue el primero en anunciar que llegaría la hora de reparar el daño y reconocer el crimen. De América vino también el cálculo material de lo que Europa le debe al África, con el juicioso razonamiento de los indígenas, formulado en 1992 : las cantidades de oro y demás ganancias que figuran en los documentos comerciales pueden sumarse, y con espíritu de reconciliación, considerarse préstamos, para los cuales la hora de la devolución ha llegado. En las conferencias y ponencias y debates de los talleres, de todo esto se trató.
La colombiana Rosa Amelia Plumelle Uribe (autora de un libro importante sobre la «ferocidad blanca») explicó cómo la trata negrera musulmana fue tan odiosa como la cristiana, y cómo es tiempo de que se que se reconozca; también explicó que las aboliciones tan celebradas reconocieron plenamente el derecho a reparación, ya que indemnizaron a los dueños; sin embargo nunca se abrogó el estatuto infrahumano del africano, que especificaban los esclavistas, por lo cual jurídicamente falta todavía hoy en día el reconocimiento pleno de la humanidad del negro; ¡si hasta en la declaración de los derechos humanos de 1789 se precisaba que éstos valían solamente para los blancos! Y el tribunal de Nuremberg, que definió el crimen contra la humanidad y explicó por qué era imprescriptible, y se debía aplicar con retroactividad, precisó también que esto no valía en el caso de los no europeos. El derecho, explicó Rosa Amelia, «siempre emana de la fuerza y de la voluntad de un grupo para imponerlo. La esclavitud no forma parte de la memoria blanca, ésta padece una amnesia al respecto. Pero las víctimas traumatizadas son las que se avergüenzan del crimen, se creen culpables de su inferioridad. La reparación es lo que establece el vínculo entre la memoria y la justicia; y hay que crear una memoria común».
De España sonó otra voz fuerte, la del filósofo catalán de Toulouse Luis Sala Molins, quien demostró en sus libros que el Código Negro francés y el español, que lo adaptó fueron las peores barbaridades jurídicas del mundo. A él se debe en buena medida la formulación de la ley Taubira, fruto de su rigor intelectual y ético; ahora sube un poco más la parada, con rancio radicalismo ibérico; y postula el deber de blasfemia, en vistas a que las tres religiones del libro, judaísmo, cristianismo e islam respaldaron y estimularon la feroz institución de la esclavitud, a la vez que pisoteaban y desterraban la espiritualidad propia del suelo africano. Luis Sala Molins es la intransigencia, y no percibe hasta qué punto resucita a los grandes pensadores críticos de España; cuando la celebración del quinto centenario del llamado descubrimiento de América, él dio a conocer en París la palabra reivindicativa de los amerindios; cita a Ramón Rull, exige la razón total, para contrarrestar el imperio de la mentira; pero se formó sobre todo en Italia, Alemania y Francia; ha estado poco en América latina, nunca en países africanos, y ninguna vivencia personal explica su pasión por la dignidad del negro. Esto no quita que está impulsando la prodigiosa revolución mental que los tiempos exigen : a la hora de la mundialización, y cuando Israel ha impuesto la lógica de las reparaciones a una escala inédita, junto con la retroactividad de la leyes, es urgente e imprescindible que esto les sirva a los que lo necesitan, y lo merecen exactamente igual que cualquier otro ser humano.
De España también, la voz de Joaquín Mbomio aportó el toque de miel, pues señaló que los españoles agradecen a los africanos que acepten todas las labores que a ellos les repugnan, lo cual es indudable, y vale para Europa entera, y también debería rescatarse como generosidad negra. De Venezuela estaba el oído atento de dos muchachos representantes de la «Red de asociaciones afrovenezolanas», ansiosos por que su país dé un paso ejemplar en este campo también.
De Suiza parte la dinámica actual, pues edita la revista Regards Áfricains, cuyo director Kanyana Mutombo es también responsable de la lucha contra las discriminaciones en la UNESCO. Suiza tiene tradiciones de democracia escrupulosa; en Ginebra el transporte público no se le cobra al individuo, sino a la comunidad de los habitantes, por los impuestos locales. Pero los afrosuizos enfrentan leyes drásticas para desalentar la inmigración negra, y, sintiéndose plenamente suizos y hondamente ofendidos, desarrollan una excelente argumentación, demostrando que no se trata de que el negro imponga un chantaje al resto de la sociedad abusando del ropaje teatral de víctima y atronando con sus gemidos, sino de algo verdaderamente democrático: se trata de vencer el prejuicio imperial de la superioridad blanca, pues la mente europea está atrasada, se ha quedado atascada en sus ínfulas colonialistas.
En ocasión de este simposio, la prensa suiza y la televisión se ajustaron al estereotipo : no se presenciaron, no rindieron cuenta del evento, estaban todos ocupados en otras conferencias que les parecieron más importantes, no vieron que en Ginebra se estaban juntando los mejores europeos, los menos provincianos, los menos rezagados, los menos temerosos, los que se plantean seriamente la mundialización como horizonte ético.
Afroalemania puso el dedo en la llaga, exponiendo todas las facetas espantosas del breve imperio alemán en Namibia, con el genocidio Herero de 1880, la esterilización de los frutos del mestizaje forzado, y luego el encierro de sus negros en los campos de concentración nazi.
Afrobélgica evocó la conferencia de 1884, convocada en Berlín, en que los Europeos se repartieron el África como un pastel, y le regalaron el Congo al rey Leopoldo, sin consultar a un solo congoleño, cuando el territorio del Congo es tan grande como 80 Bélgicas. En otra conferencia reciente, en París, se había calculado la deuda de Bélgica con el Congo, tomando como referencias las cantidades pagadas a Israel como indemnizaciones por los muertos judíos de la segunda guerra mundial : cada ciudadano belga le debe 28 000 euros al Congo, pues en los 20 años que duró la ocupación belga la población pasó de 20 millones a 10 millones; y hay que añadir la tasa de crecimiento natural, en aquel contexto…
De Francia sonó alto la voz de Philippe Lavodrama, especialista de la historia del prejuicio negrófobo con sus variantes y sus mecanismos perversos, desde la antigüedad hasta nuestros días. Bien demuestra él que no hay más que un solo racismo : el que inventa una potencia imperial para justificar sus crímenes y abusos; en otros casos, se trata simplemente de xenofobia provinciana, celos, envidia, roces, desajustes y rencores entre vecinos.
De Haití se escuchó a un poeta exquisito y fuerte, ya traducido al español por Nancy Morejón, Fils-Lien ElyThélot, que estudia medicina en Suiza, y publica la revista Etudes haïtiano-antillaises, en París.
De Inglaterra se impuso un vocablo : «empowerment», este salto desde el padecer hasta tomar las riendas, la toma del poder mental como uno se pone el traje de combatiente, y de pronto se da a ver como soldado invencible. También de alli, y del idioma imperial, y del imperio mediático, nos llegó el análisis de las inducciones subliminares con las cuales se procura sojuzgar nuestra conciencia, y reactivar odio y desprecio, generación tras generación : es una cuestión rítmica, y procede de un complot real, centralizado y coercitivo, pues el rumor es un arma, y los estrategas no lo desperdician; se ofrecen imágenes largas, o intensamente repetidas, como matraquilla, sobre la desdicha africana; y apenas tímidos destellos, sobre las glorias africanas. Así se convence a negros como a blancos que sólo cabe dejar toda esperanza sobre el futuro africano, y se mutila la conciencia negra, abocada a la aculturación por una amnesia artificial e interesada.
Todas las facetas del «denigrar» se exploraron, y esto también a nivel de la lengua, que rebaja todo lo doloroso calificándolo como negro; pero ya se rebelan con razón los mestizos cuando se les sigue llamando, como en tiempos de la esclavitud, mulatos, hermanos del mulo, no del humano; y ya se toca una esplendorosa revancha, con el caso de un término que ha sido arrebatado de sus forjadores, reconquistado, racionalizado y universalizado por los africanos : el de negacionismo, la duplicación de un crimen contra la humanidad por la denegación del mismo, la tentativa de borrarlo de la historia y la memoria.
En las recomendaciones finales figura todo lo deseable, pues frente a la desidia de los Estados, se observa «que la voluntad de los jóvenes procedentes de las comunidades negras de Europa de explorar las profundidades de su historia se ha convertido en un imperativo exaltante para la construcción de su identidad» .
El único punto que no se trató es cómo meterles en la cabeza a los blancos que toda esta dinámica de la reparación del crimen, y del levantamiento del humillado, será saludable para ellos también. El antirracismo oficial no logra convencer a los blancos de que el racismo lleva al suicidio. No hay peor sordo que aquél que no quiere oír, y la inmensa mayoría de los blancos que se consideran a sí mismos como una élite, los dueños exclusivos del paisaje europeo, siguen estancados en la indiferencia a lo que ven como cosa ajena, «cosas de negros», o simple conjunto de molestias ocasionadas por gente distinta y forastera, y no quieren reconocer el talento negro, le ponen una «tapa de vidrio» para que no crezca y se vea. El mestizaje avanza en las sociedades europeas, sobre bases más armoniosas que lo que sucedió en América, donde empezó como violación, se prolongó como incesto, y se expresa como neurosis. El mestizaje cultural se está dando en Europa como enamoramiento, dulzura, creatividad en la música y las costumbres. Pero al nivel conceptual y anímico, sigue vigente la polarización hiriente : o se defiende la blanquitud inicua, perezosa y trasnochada, chovinista a escala planetaria y con los colmillos afilados, la que sigue administrando el saqueo del África, o se elige el campo de la antiquísima civilización faraónica en pleno renacimiento, aunque parezca todavía sepultada en lo remoto y lo vencido, con sus sagradas momias profanadas, y sus vástagos huérfanos: y se accede a una conciencia coherente, ya no simplemente étnica.
Ya la valentía negra se destaca, y no solamente en la defensa de la dignidad negra: al contrario del intelectual blanco desorientado y apocado ante los chantajes sionistas, el negro no retrocede cuando le amenazan. Se multiplican los esfuerzos de los sionistas por controlar a los activistas negros, pues ya se les está convirtiendo en boomerang la lógica victimaria que han favorecido, a partir de la manipulación del sufrimiento judío durante los años del nazismo. El coraje negro es el que les está abriendo los ojos a los blancos honestos; los negros, una vez más, están aportando profundidad y luz solar, en un mundo de mentiras propagandísticas y desastrosa superficialidad; por ser el África la reserva de tesoros más sufridora desde que Europa viene imponiendo sus revoluciones al mundo entero, la inteligencia africana es la que más argumentos tiene para denunciar y combatir el crimen contra la humanidad y contra el espíritu, que tiene dos caras : consumismo desaforado, hasta tratar al humano como simple mercancía o simple deshecho, y agresión vampiresca contra la tierra madre y sus habitantes.