La noche del pasado domingo pasará a la historia como una de las tristes para la izquierda uruguaya. Que el Frente Amplio no alcanzara la mayoría absoluta entraba dentro de las posibilidades, pero nadie imaginaba que la lucha por los derechos humanos se iba a llevar tan tremendo batacazo. Apenas un 42,7% votó por la […]
La noche del pasado domingo pasará a la historia como una de las tristes para la izquierda uruguaya. Que el Frente Amplio no alcanzara la mayoría absoluta entraba dentro de las posibilidades, pero nadie imaginaba que la lucha por los derechos humanos se iba a llevar tan tremendo batacazo. Apenas un 42,7% votó por la anulación de la Ley de Caducidad, lo que dibuja un escenario que no ayuda en la carrera final de Mujica hacia la presidencia.
Hasta las ocho de la tarde todo era optimismo en la sede del comando electoral del Frente Amplio. Los primeros datos ponían a la coalición al borde de la mayoría absoluta y se daba la Ley de Caducidad por anulada. Sin embargo, pasada esa hora algunos dirigentes empezaron a tornar el gesto y se hizo evidente que algo iba mal. A las puertas del hotel, en una gran explanada de la rambla montevideana atestada de gente, banderas y furor, las lágrimas comenzaron a aparecer de repente cuando las radios dieron el dato de una probable derrota del plebiscito por la derogación de la impunidad.
La posterior comparecencia de prensa de Mujica y Astori vino a añadir un nuevo varapalo a quienes confiaban en reeditar la mayoría absoluta. Allí el candidato subrayó una idea: la sociedad le exige al Frente Amplio «un esfuerzo más», un mes más de batalla política con «un punto de partida muy optimista». «Estoy encantado con este resultado, porque soy hombre de lucha y nunca nadie me regaló nada», dijo Mujica, pero la puesta en escena no era ni mucho menos la de una victoria.
A partir de ahí, las encuestadoras fueron propinando sucesivos golpes a los miles de frenteamplistas que aguardaban en la calle con las botellas sin descorchar: la coalición no conseguía mayoría en ninguna de las dos cámaras, blancos y colorados les superaban en votos, el plebiscito por el voto exterior apenas lograba el 35% de los apoyos…
«Vamo arriba»
Los líderes del Frente Amplio se apresuraron a salir a la balconada para tratar de levantar el ánimo de la gente. Las caras de los de arriba y los de abajo hablaban por sí solas, pero todos se conchabaron en un «vamo arriba» colectivo que volvió a levantar las banderas y los ánimos, poniendo el foco en el pequeño porcentaje que les separa de la mayoría en segunda vuelta.
Simbólicamente, Mujica y Astori se envolvieron en sendas banderas uruguayas e incidieron en que a partir de ahora ya no se trata de una contienda entre partidos, sino entre dos modelos de país. Así, la dirigencia del FA incidió en su discurso más centrista y conciliador, reiterando su propuesta de acuerdo con la oposición en cuatro áreas estratégicas para el país (educación, seguridad, energía y medio ambiente).
A unos cientos de metros, en la sede del Partido Nacional se respiraba un ambiente bien distinto. Los blancos redujeron su número de apoyos, algo ya esperado, pero la evidencia de una segunda vuelta desató la fiesta entre sus bases, sobre todo cuando Pedro Bordaberry, del Partido Colorado, adelantó que apoyará a Lacalle. Ambos partidos coordinarán «acciones inmediatas» esta misma semana, en un intento de rentabilizar la derrota psicológica del frente y de hacer creíble una alternativa a Pepe Mujica. Por de pronto, las mayores ovaciones en la hinchada de Lacalle se dieron cuando la pantalla gigante de su sede emitía imágenes del cartel que exhibía un militante: «No queremos un presidente asesino».
Con detalles como este, en la noche del domingo se respiraba un ambiente extraño en las calles de Montevideo. Conforme pasaban las horas, las dos mitades del país se mostraban inusualmente enfrentadas en un país tan políticamente correcto. Se gritaban de coche a coche, de acera a acera, mientras agitaban banderas y aireaban reproches: «¡Mujica asesino!», bramaban unos. «¡Fachos, ladrones!, replicaban los otros. Estas expresiones de enfrentamiento serán a buen seguro anecdóticas y la clase política sabrá reconducirlas hacia el clásico savoir faire oriental, pero denotan que se viene un choque de trenes entre los dos Uruguay posibles tras el 29 de noviembre. Son dos alternativas de país no tan distintas en el fondo, pero sí muy antagónicas en las formas, hasta el punto de que llegan a repelerse en una sociedad que no ha suturado completamente las heridas de la dictadura.
Golpe a la memoria
Fue duro el golpe recibido por el movimiento popular, que había volcado todos sus esfuerzos en la campaña por la anulación de la Ley de Caducidad. En el local de la Federación de Estudiantes se respiraba la desolación, y no faltaban las críticas al oficialismo por no haber puesto más de sí en la derogación de la ley. Los sentimientos eran tan contradictorios que algunos seguidores del frente mostraban su entusiasmo por la victoria electoral, mientras otros lloraban y pedían respeto -o un cierto duelo- ante la derrota del plebiscito.
Todos los datos conocidos en esa noche correspondían a sondeos a boca de urna, que suelen afinar tanto los resultados finales que sus proyecciones se dan por casi seguras.
Así, los uruguayos se acostaron pensando que los votos por el sí habían rondado el 47%, pero en la mañana del lunes se añadió un toque más de crueldad a la derrota de la papeleta rosada. Al filo del mediodía, el ministro de la Corte Electoral ofreció los datos del escrutinio oficial y anunció, sorpresivamente, que la Ley de Caducidad había sido anulada. Los mensajes de texto comenzaron a circular y el panorama que abría era bien distinto al de la noche anterior. Sin embargo, se trataba de un tremendo error, ya que los datos correspondían a la capital y fueron desmentidos en apenas media hora. El resultado real había sido bien distinto, ahora sorpresivamente malo para la defensa de los derechos humanos: apenas un 42,7% de votos por el fin de la impunidad.
«Me da vergüenza»
Algunas reacciones están siendo contundentes: «Me da vergüenza vivir en un país cornudo y sin memoria», reza una imagen en rosa del mapa de Uruguay que ha comenzado a circular por Internet. El hecho es que, 20 años después del primer referéndum por la derogación de la ley, ahora se han conseguido menos apoyos que entonces, cuando se decía que la decisión del pueblo había estado condicionada por lo reciente de la dictadura y el miedo que aún subsistía. Y eso cuando la amenaza militar ya no parece ser un problema, con muchísimos de aquellos votantes que han muerto y han sido sustituidos por nuevas generaciones, tras cinco años de gobierno del Frente Amplio que presuponen un cambio cultural e ideológico en el país. «¿Qué ha sucedido?», resuena por las esquinas del país.
La noticia ha corrido rápidamente hasta los países vecinos, donde también existen activos movimientos por los derechos humanos. De hecho, la anulación de la Ley de Caducidad era importante no sólo por la necesidad de juzgar a los represores uruguayos, sino también como una medida preventiva frente a las futuribles tentaciones dictatoriales de los caudillos militares de turno en todo el continente. Y lo cierto es que los promotores de golpe de estado de Honduras, o quienes tratan de desestabilizar los procesos Venezuela y Bolivia, recibieron ayer un mensaje que pueden interpretar en clave de más impunidad para sus fechorías. Porque si una sociedad tan legalista como la uruguaya se manifiesta tan pasiva en la defensa de su democracia, si le da lo mismo que los jueces puedan investigar o no los crímenes cometidos durante la dictadura, ¿qué reacción se puede esperar de los impulsores del Plan Cóndor?, ¿se van a arrepentir así de las matanzas y los atropellos cometidos en América Latina?, ¿qué consecuencias tendrá este cheque en blanco que acaba de recibir el golpismo?
La resaca de los plebiscitos
La derrota de la papeleta rosada aún debe ser digerida y sus efectos son todavía insospechados, pero en principio no colabora en la carrera de Pepe Mujica hacia la presidencia. Muchos militantes sociales se muestran decepcionados por la tibieza del Frente Amplio frente a la Ley de Caducidad, primero porque pudieron derogar la ley y no lo hicieron, de forma que el movimiento popular tuvo que forzar la celebración del plebiscito. Y ahora, en la campaña, porque el apoyo formal del FA ha sonado con músicas distintas en cada una de sus corrientes internas, y más o menos fuerte según la deriva política general.
En realidad, parece lógico que una victoria del sí pudiera ser vista por Mujica como una tremenda patata caliente sobre su mandato: ¿Cómo moderar la labor de gobierno si él, un rehén de la dictadura, debe «meter en cana» a sus carceleros? ¿Cómo va a lograr los pactos de Estado que quiere firmar con la oposición si se reavivan las viejas tensiones entre tupamaros y «milicos»? Así, las contradicciones eran de calado en cualquiera de las hipótesis, pero el golpe que ha supuesto el escaso apoyo social a este plebiscito podría reabrir viejas heridas en la izquierda. De momento, el candidato de Asamblea Popular ha anunciado que votará anulado en segunda vuelta, una opción que también se escucha entre algunos militantes barriales.
La derrota del segundo plebiscito -el voto por correo de los inmigrantes- fue más abultada todavía -un 35% de apoyo- y también va en contra del FA. Se estima que un 2,5% de sus apoyos provienen del exterior, principalmente Buenos Aires, y muchos se lo pensaran dos veces a la hora de viajar de nuevo para votar en segunda vuelta, máxime cuando el país acaba de dar la espalda a la posibilidad de que se integren con normalidad en los procesos electorales.
Resultados con el 100% escrutado
Según los resultados que se dieron a conocer ayer , el Frente Amplio logró finalmente un 47,49% de los votos, el Partido Nacional 28,54%, el Partido Colorado 16,67%, Partido Independiente 2,44 y Asamblea Popular 0,67. En cuanto a la composición de las cámaras, en el Senado hay un empate técnico que se resolverá en el balotaje de noviembre. En la Cámara de Diputados se da un nuevo empate a 49 diputados entre el FA y el resto de los partidos, con un escaño todavía en el aire que será el que incline la balanza a uno u otro lado. Estos resultados son todavía provisionales, ya que existe un total de 32.000 votos observados (en los que se ha detectado algún tipo de irregularidad) que serán los que definan si el Frente Amplio tiene o no mayoría parlamentaria.
En definitiva, Pepe Mujica sigue siendo el favorito para alcanzar la presidencia, pero hoy lo tiene algo más difícil que ayer. El único dato comparativo, de hace 10 años, nos dice que blancos y colorados unieron el 100% de sus votos y derrotaron al Frente Amplio en segunda vuelta. Pero es cierto que la sociedad uruguaya ha cambiado desde entonces. ¿Hasta qué punto?
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