Era algo común que cuando se hablaba de mecanismos de integración, ciertos especialistas citaran a la Unión Europea (UE) como el gran paradigma universal. Y hasta hace unos años era aceptable semejante conclusión. Al fin y al cabo, los europeos, sobre todo antes de la inclusión en la UE de las naciones ex socialistas del […]
Era algo común que cuando se hablaba de mecanismos de integración, ciertos especialistas citaran a la Unión Europea (UE) como el gran paradigma universal. Y hasta hace unos años era aceptable semejante conclusión.
Al fin y al cabo, los europeos, sobre todo antes de la inclusión en la UE de las naciones ex socialistas del este, ya habían incursionado en temas arancelarios comunes, libre tránsito de ciudadanos, búsqueda de moneda única y banco unificado.
En fin, mostraban pasos de avance no registrados en otras partes del mundo hasta entonces aunque, desde luego, siempre dentro de los esquemas capitalistas.
En nuestra región latinoamericana tampoco era exiguo lo realizado, pero muy incompleto y parcializado. El Mercado Común Centroamericano (MCC), la Comunidad de Estados del Caribe (CARICOM), el Pacto Andino, y esencialmente el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), pueden citarse como algunos empeños importantes, pero fragmentados y ligados a problemáticas comerciales y discusiones aduaneras como elementos cardinales.
Además, tales esquemas se ubican también dentro de la perspectiva de la preponderancia de la economía de mercado.
No es hasta 2004, con la fundación por los líderes Fidel Castro y Hugo Chávez en La Habana de la hoy Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que la integración del área asume nuevo rostro y, sobre todo, se establece sobre bases de justicia y con el ser humano como eje de su acción y desarrollo.
Se trata, aunque algunos intenten silenciarlo, de un modelo que responde verdaderamente a los intereses nacionales y regionales y sobrepasa los marcos comerciales para ejercer en todos los campos claves: económico, político y social.
No puede pasarse por alto que gracias al ALBA numerosas naciones del área gozan hoy de seguridad energética y trabajan en el soporte alimentario, y que en las relaciones comerciales el principio de complementariedad y el reconocimiento de las asimetrías son elementos que aseguran verdadera equidad en las transacciones.
Por demás, ya existe el Banco del Sur, promovido como centro financiero ajeno a los grandes monopolios monetarios imperiales, y se ha establecido el Sucre como futuro medio de cambio único para los integrantes del grupo.
En el terreno social destacan, entre otras, las misiones Milagro y Yo sí Puedo, destinadas a devolver la vista a millones de ciudadanos del área, la primera; y a fomentar la alfabetización y potenciar la educación, la segunda.
Mientras, en el contexto político, el ALBA se anota contundente reacción contra el golpe fascista en Honduras, y su firme posición común en el logro de una entidad regional de consulta y concertación ajena a la presencia de Washington, a lo cual se suma la batalla contra el cerco informativo enemigo a través del ejercicio de Tele Sur y otras vías alternativas de divulgación.
En pocas palabras, ALBA es, por tanto, creación, iniciativa, justicia, desarrollo, decencia y hermandad. Es la concreción de la vocación unitaria de nuestros próceres y mecanismo integrador de validez meridiana.