El comunicado público del 1º. de setiembre de 2016 de los apicultores de Piedra del Toro, al fondo de Pinamar, Canelones, sobre la contaminación afectando los cultivos de miel es increíblemente certero, precisando los papeles de distintos contendientes. Este comunicado a su vez comenta las observaciones de la Dirección General de la Granja (DIGEGRA), repartición […]
El comunicado público del 1º. de setiembre de 2016 de los apicultores de Piedra del Toro, al fondo de Pinamar, Canelones, sobre la contaminación afectando los cultivos de miel es increíblemente certero, precisando los papeles de distintos contendientes.
Este comunicado a su vez comenta las observaciones de la Dirección General de la Granja (DIGEGRA), repartición del Ministerio de Ganadería y Agricultura, que «advierte» a los apicultores de que eviten «herbicidas para el control de malezas en los apiarios«. Para que no se pierdan mercados internacionales «por los controles de residuos de agroquímicos» aparecidos en la miel, apostrofa.
La respuesta del Grupo Apícola de Piedra del Toro es un dechado de veracidad, precisión y valentía.
Aclaran lo elemental: que la miel cosechada en el país presenta agrotóxicos, pero no por estar rociados los mínimos territorios de los propios apicultores sino porque el gobierno nacional y la Dirección Nacional de la Granja han aprobado y fomentado «la utilización de las prácticas de grandes extensiones de monocultivos con tecnologías que aplican peligrosos tóxicos biocidas.» Un sistema productivo, explican, «estimulado, controlado y resguardado por el propio MGAP, y que se ha expandido en forma masiva en toda el área rural y hasta urbana. Logrando que casi todas nuestras aguas estén contaminadas […].»
Observe el lector que los apicultores dan con el verdadero motivo del bloqueo sanitario a la miel uruguaya; la contaminación ambiental, tolerada y en rigor y sin decirlo, promovida por las autoridades, la agroindustria, los sojeros y la monoforestación. Y que nombrando la soga en la casa del ahorcado nos muestran la duplicidad de las autoridades que procuran achacarle a otros (a los apicultores en este caso) fallas propias. Eso en ética tiene un calificativo y los apicultores de Piedra del Toro lo conocen y lo aplican: «el comunicado de DIGEGRA es canallesco» con «la pretensión de querer trasladar a nuestro sector la responsabilidad de contaminar […]. Antes también nos habían dicho que la contaminación generalizada de las aguas eran «el principal vehículo que lleva a la contaminación de gran parte de los alimentos que estamos consumiendo.»
Porque la pregunta de fondo, como bien advierten nuestros apicultores es por qué gobiernos autorizan «a producir comida con veneno». Ése sí es un escándalo. El escándalo.
Por cierto que hay montañas de empresarios dispuestos a usar venenos en sus elaboraciones alimentarias. Se conocen históricamente multitud de casos. La cuestión se agrava cuando además de empresarios dispuestos a sacrificar la salud ajena por la prosperidad propia, hay estados que se hacen partícipes de tales operativos (con las más diversas coartadas; de que no es tan venenoso, de que usemos apenas, de que así abaratamos…).
Los apicultores de Piedra del Toro visualizan el problema en sus justos términos. «No queremos ser dependientes y rehenes de las grandes empresas multinacionales».
Tal vez lo que los ubique en forma tan clara, conceptual y éticamente, sea su aclaración inicial: «Antes que profesionales, artesanos, comerciantes, somos seres humanos. Somos madres, padres, abuelas, abuelos, hermanas, hermanos. Que hemos elegido desarrollar una actividad valorada en todo el mundo por su directo relacionamiento a los más altos valores, cuando se analiza desde la alimentación, la salud, el servicio a la sociedad y medio ambiente.»
Aquí están las reservas de una sociedad como la nuestra. En el suelo, en el territorio, trabajando «desde el pie».
Da confianza, alegría. Ehorabuena.
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