Ayer ejercí mi derecho a manifestarme pacíficamente en Parliament Square (Londres). Después de haber vivido en el Reino Unido durante seis años, con la esperanza de asentarme en este país en un futuro cercano, me sentí naturalmente indignado por los recortes en educación y la subida de matrículas que pretende introducir el gobierno conservador-liberal. No […]
Ayer ejercí mi derecho a manifestarme pacíficamente en Parliament Square (Londres). Después de haber vivido en el Reino Unido durante seis años, con la esperanza de asentarme en este país en un futuro cercano, me sentí naturalmente indignado por los recortes en educación y la subida de matrículas que pretende introducir el gobierno conservador-liberal. No sólo me he beneficiado del sistema educativo que ahora parece estar en peligro, mi futuro profesional está también ligado a su supervivencia.
Esperando unirme a una gran multitud de manifestantes, me llevé la primera sorpresa al descubrir que tenía que atravesar varias barreras de policía para unirme a una multitud bastante estática. Sobra decir que nadie me avisó, a las 14:00, que al unirme a los manifestantes de Parliament Square no iba a poder abandonar la plaza (durante las siguientes nueve horas). De hecho, tenía planes para esa noche y me vi obligado a cancelarlos. Las primeras horas transcurrieron pacíficamente: la gente bailaba, tocaba tambores y hacía amistades a pesar de estar sitiados en una plaza que tenía sus seis salidas completamente bloqueadas por varías hileras de policías.
Sin embargo, a medida que avanzaba el día, sobre las 15:30 algunos manifestantes intentaron salir de la plaza en dirección a Victoria Street pero la policía no los dejó pasar. Hubo algunos enfrentamientos (que sólo pude observar desde cierta distancia) cuando la policía intentó contener a la multitud que intentaba empujar y atravesar el bloque policial. Es cierto que algunos manifestantes lanzaron a los policías pequeñas varas, antes usadas para sujetar pancartas, pero la respuesta de la policía, montada a caballo y naturalmente mucho mejor preparada, fue del todo desproporcionada. En un determinado momento cundió el pánico entre los manifestantes: la policía irrumpió a caballo y sin previo aviso en medio de la multitud y empezó a cargar con sus bates. Lo siguiente que vi fue a tres personas con la cara completamente ensangrentada, el pelo rojo y goteando. Estas tres personas estaban completamente desarmadas y es poco probable que fuesen aquellas que estaban creando problemas porque a diferencia de otros manifestantes ni llevaban la cara cubierta ni daban ninguna muestra de querer ocultar su identidad. Simplemente fueron víctimas de un ataque indiscriminado y brutal.
Muy poco se ha hablado en los medios de este incidente, que tuvo lugar a primera hora de la tarde, mucho antes de que tuviera lugar la votación en la Cámara de los Comunes. Es triste que la inmensa mayoría de las cámaras estuvieran del lado de los policías y esto no es una mera metáfora, es algo absolutamente literal. La inmensa mayoría de los periodistas y fotógrafos estaban situados detrás de la policía y, por tanto, sólo podían mostrar cómo se veía lo que ocurría desde la perspectiva, literal y física, de la policía. Así pues, el pánico generado por unos quince policías montados a caballo irrumpiendo entre los manifestantes y las cargas indiscriminadas que he descrito anteriormente apenas han aparecido en los medios.
Las cosas se tranquilizaron por un par de horas de nuevo cuando la gente se reunió alrededor de transistores y portátiles para conocer las noticias que emergían del Parlamento, situado justo en frente de nosotros. Conocimos el resultado de la votación y gritamos nuestras últimas consignas, pacíficamente como siempre, y nos dispusimos a volver a casa. Fue entonces cuando nos encontramos que la salida de Whitehall, que habíamos oído previamente que estaba abierta, se encontraba ahora completamente bloqueada. Comenzaron los disturbios en esa zona pero no tuve ocasión de presenciarlos, ya que como parecía que íbamos a estar atrapados en Parliament Square por un buen rato, me fui a entrar en calor cerca de uno de los fuegos que había en la plaza.
Todo tomó otro giro inesperado cuando unos pocos comenzaron a lanzar piedras al edificio del Treasury y luego intentaron entrar en él. Este incidente fue particularmente sorprendente, debido a que el número de policías en la plaza superaba con creces el número de manifestantes y podrían sin duda haber evitado este ataque al Treasury. Un amigo sugirió a posteriori que la policía podría haber dejado suceder deliberadamente el ataque al Treasury como una forma de legitimar su represión violenta, que ha sido mostrada de un modo fragmentario y confuso en los medios. Había muchas cámaras filmando y fotografiando las ventanas rotas del Treasury, pero de la policía no había ni rastro en la escena. A muchos nos hubiera gustado haber dejado la plaza mucho antes de los acontecimientos que describo, pero no había forma de salir. Parece que la policía estaba dejando salir, uno por uno, a la gente en la salida de Victoria Street, pero lo hacían de manera lenta y esporádica. Además, Victoria Street tenía al menos tres barreras de policía que bloqueaban el paso. Intentamos salir sin ningún éxito, haciendo cola durante más de media hora, pero no se nos proporcionó ningún tipo de información. Las colas en la salida de Victoria Street eran inmensas.
Por lo poco que sabíamos, los manifestantes que habían atacado el Treasury o que habían estado involucrados en anteriores actos violentos ya habían sido arrestados. Los que quedábamos en la plaza éramos aquellos que nos habíamos ejercido nuestro derecho a manifestarnos pacíficamente y de acuerdo con la ley. Sobra decir que el incidente favorito de los medios, que ha aparecido en la mayoría de titulares de anoche y de hoy, el ataque al coche que llevaba al Príncipe de Gales y a la Duquesa de Cornualles y del que la pareja real salió ilesa, nos era por completo desconocido. En ese momento intentamos dejar la plaza por la salida de Victoria Street pero la policía nos dijo que podía llevarnos un rato. Luego, se nos dijo que el Westminster Bridge estaba abierto y que debíamos abandonar la plaza por esa vía, pero al ir en esa dirección descubrimos que lo que se nos decía no era verdad. Se nos daban órdenes contradictorias y ninguna información. De hecho, no podíamos abandonar la plaza por ningún medio, estábamos tomados como rehenes en Parliament Square. Un manifestante muy joven le suplicaba a un policía que lo arrestara, ya que no iba a haber cargos contra él y, de ese modo, llegaría a su casa antes.
De repente todos los policías que bloqueaban las tres salidas del norte de la plaza empezaron a avanzar hacia nosotros, sin mediar aviso alguno, gritándonos a lo Mel Gibson en el papel de William Wallace, y tratándonos como ganado. En torno a las 21.00 fuimos metidos, insisto, como ganado, en el Westminster Bridge mientras algunos manifestantes coreaban «Volveremos». Demasiado pronto. Fuimos retenidos en Westminster Bridge durante dos horas, hasta las 23:00, más o menos, en condiciones que se asemejaban a las de un campo de prisioneros. Las dos salidas del puente estaban bloqueadas por numerosos policías que nos aprisionaban en medio. Hacía mucho frío y no había espacio para sentarse, así que tuvimos que estar de pie durante dos horas bajo el gélido viento del Támesis propio de esa hora de la noche y de esta época del año. Apenas teníamos espacio para movernos, algunos de nosotros no habíamos comido ni bebido líquido alguno durante horas y ni qué decir tiene que no había baños. Se nos negaron nuestros derechos humanos fundamentales sin motivo aparente. No se nos dio ninguna información sobre lo que estaba pasando ni sobre lo que iba a pasarnos. Como he dicho antes, la gente que quedaba entonces eran aquellos que se habían manifestado pacíficamente a lo largo del día. Sentíamos que se nos castigaba por ejercer nuestro legítimo derecho a manifestarnos. Si esto no era ilegal era, sin duda, inmoral.
Después de pasar dos horas en las condiciones que acabo de describir, se nos empezó a dejar salir, uno por uno, al tiempo que éramos filmados por policías. Empezamos a saber que la BBC y otros medios apenas hablaban de cómo estábamos siendo tratados en Westminster Bridge, ya que toda su atención estaba dirigida al Príncipe Carlos y a su Rolls Royce cubierto de pintura. Mi indignación creció cuando llegué a casa, pasada la media noche y visité las páginas web de varios periódicos y televisiones británicas. Las noticias parecían hablar de otra realidad distinta, desde luego no de la que nosotros habíamos vivido a lo largo del día. A medida que me puse en contacto con algunos amigos, que estaban preocupados por la información fragmentada que llegaba desde el centro de Londres, comentamos cómo muchas de las personas que escribían y editaban estos sucesos no habían estado en el lugar de los hechos, a diferencia de nosotros. Por ello siento que es tremendamente importante que todos los que estuvimos en Parliament Square ayer hablemos y contemos nuestra historia. No nos limitemos a ejercer el derecho a manifestarnos, ejerzamos también el legítimo derecho a representarnos y defendernos. Si nuestras voces e historias no son escuchadas estamos a merced de aquellos que tienen un claro interés en presentarnos como delincuentes.
Si el Primer Ministro cree, como dice, en el derecho a manifestarse pacíficamente, le pedimos a él y a su administración que nos deje ejercerlo libremente, sin ser castigados por ello como ayer. Después de todas las horribles imágenes que tuve ocasión de presenciar ayer, sólo una cosa me queda clara. Si pretenden conseguir nuestra conformidad a través de la coacción sólo lograrán una cosa: que la resistencia crezca.
Londres, Reino Unido
10 de d iciembre de 2010
Nota:
1 Este título es una traducción libre de la frase inglesa «Too many kettles, not enough tea», literalmente «demasiadas teteras / bloqueos policiales, poco té», que fue una de las consignas coreadas el pasado jueves 9 de diciembre. Por tanto, la idea de estar atrapados en un bloqueo policial que se asemeja a una tetera expresa el estar confinado en una situación que puede reventar en cualquier momento. Lo que, usando un giro retórico mucho más común en español, equivaldría a estar dentro de una olla a presión.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.