Ángel Munárriz

Artículos

Sin saber siquiera por qué Felipe VI no se levantó, como muestran algunas imágenes, al paso de la espada de Simón Bolívar durante la toma de posesión de Gustavo Petro como presidente de Colombia, al mitificado Libertador ya le han empezado a caer adjetivos no demasiado amables desde los medios derechistas españoles. Cuatro ejemplos: «sádico», «sanguinario», «traidor» y «genocida».

Andalucía se derechiza

Juan Manuel Moreno consigue 58 diputados, 3 por encima de los 55 que marcan la mitad más uno, rompe el techo histórico de su partido y gobernará sin necesidad de pactar con Vox.

El pitido del descontento con la política, forjado en la desconfianza y el pesimismo, se escucha con fuerza en la España pandémica. Así lo indican los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el Eurobarómetro y el Pew Research Center. Además de una consistente percepción de la política como problema, durante la crisis sanitaria se consolida como nuevo foco de preocupación la inestabilidad.

Se mueve la calle. Y esta vez no es la movilización espasmódica de febrero, cuando el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél desencadenó protestas que reunían a colectivos “antifascistas” con precarios sin base ideológica, en un cóctel que sorprendió por su rabia. Esta vez –aunque el contexto de incertidumbre pueda ser el mismo, y la crispación estuviera presente entonces y ahora– se trata de trabajadores y sectores levantando la mano y reclamando lo suyo.

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