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Antonio Bermúdez decía que “toda ruina contiene su pasado y el nuestro…pero esa ruina es hermosa si es capaz de decirnos qué esconde el porvenir», y esta ruina que vive el MAS, marcado por la división, la intriga, la sospecha, y la decepción, parece que no augura un porvenir.
Marx decía que la historia a veces suele repetirse, primero como tragedia y luego como farsa; pero también utilizar el paralelismo puede provocar que la política cometa errores y ser derrotado por la fuerza de los hechos.
La derecha anunció que esta es una de sus últimas oportunidades para tumbar al gobierno, para esto ha utilizado la fecha del censo, la agenda política de la corrupción, narcotráfico, reforma de la justica impuesta por su aparato mediático, y al que se sumó la dirección del MAS.
En el anterior artículo nos referimos a los aprestos de la derecha para derrocar al compañero Lucho, y también pusimos énfasis en las limitaciones, errores y carencias que tiene el Gobierno y su instrumento, el MAS.
Abril ha separado a la familia boliviana, decía Marcelo Quiroga, y se preguntaba si alguna vez los bolivianos se han unido en torno de algo, y tajantemente respondía: jamás.
Partamos de dos hechos incuestionables. El primero, es que los únicos gobiernos que pudieron reformar estructuralmente la policía y las fuerzas armadas, fueron los cubanos y venezolanos; y, el segundo, se remite a la reapertura democrática de los años 82, cuando la policía en abril de 1985 captura el primer narcoavión, da comienzo a su proceso de desinstitucionalización, donde los únicos afectados son el Estado y la sociedad.
Mucho se repite que en una década se creó más de dos millones de nuevos clase medieros en términos de relaciones laborales, o tres millones en términos de capacidad de consumo.
La izquierda boliviana vivió los últimos 16 años un periodo político marcado por profundos momentos de politización, donde, como decía Mao, “las masas son los verdaderos héroes, en tanto que nosotros somos a menudo pueriles y ridículos”.