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Partamos de dos hechos incuestionables. El primero, es que los únicos gobiernos que pudieron reformar estructuralmente la policía y las fuerzas armadas, fueron los cubanos y venezolanos; y, el segundo, se remite a la reapertura democrática de los años 82, cuando la policía en abril de 1985 captura el primer narcoavión, da comienzo a su proceso de desinstitucionalización, donde los únicos afectados son el Estado y la sociedad.
Mucho se repite que en una década se creó más de dos millones de nuevos clase medieros en términos de relaciones laborales, o tres millones en términos de capacidad de consumo.
La izquierda boliviana vivió los últimos 16 años un periodo político marcado por profundos momentos de politización, donde, como decía Mao, “las masas son los verdaderos héroes, en tanto que nosotros somos a menudo pueriles y ridículos”.
El peor de los fracasos es no pensar nada sobre la lucha política, hemos vencido a la derecha golpista en una batalla táctica, pero estamos conscientes que intentará nuevamente tumbar al gobierno del compañero Lucho.
Hay momentos en que si uno quiere mostrarse como demócrata es conspirar contra la misma democracia, esto es lo que hoy hace la derecha, porque un de las formas de derrocar a Lucho Arce, es escindirse de la democracia y formar una corriente política que se apropia de palabras de contenido fuerte y les cambie su sentido y significado, así la supuesta lucha que la derecha posfascista instala es la consigna: democracia, libertad y justicia.
La victoria electoral del MAS en octubre del 2020, implicaba la apertura de una coyuntura condicionada por un “marco de lo posible” definido por tres características:
El golpe de Estado de noviembre del 19 montado por la embajada yanqui, fue el escenario para que cada uno de los dirigentes de la derecha cumplan sus roles, donde Camacho fue la voz cantante de un proyecto reaccionario que tuvo proyecciones ideológicas que nos permitieron conocer más a la derecha con la que debemos enfrentarnos.
Han pasado cerca de dos años del golpe de Estado, y un gran porcentaje del MAS y de la burocracia parece que se les congeló su memoria histórica, se les olvidó la sangre, la tortura, los encarcelamientos que provocó la dictadura, creen que ese racismo sagrado que practica la derecha y marca su sentido común ha desaparecido.