Jhonny Peralta Espinoza

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El peor de los fracasos es no pensar nada sobre la lucha política, hemos vencido a la derecha golpista en una batalla táctica, pero estamos conscientes que intentará nuevamente tumbar al gobierno del compañero Lucho.

Hay momentos en que si uno quiere mostrarse como demócrata es conspirar contra la misma democracia, esto es lo que hoy hace la derecha, porque un de las formas de derrocar a Lucho Arce, es escindirse de la democracia y formar una corriente política que se apropia de palabras de contenido fuerte y les cambie su sentido y significado, así la supuesta lucha que la derecha posfascista instala es la consigna: democracia, libertad y justicia.

La victoria electoral del MAS en octubre del 2020, implicaba la apertura de una coyuntura condicionada por un “marco de lo posible” definido por tres características:

El golpe de Estado de noviembre del 19 montado por la embajada yanqui, fue el escenario para que cada uno de los dirigentes de la derecha cumplan sus roles, donde Camacho fue la voz cantante de un proyecto reaccionario que tuvo proyecciones ideológicas que nos permitieron conocer más a la derecha con la que debemos enfrentarnos.

Han pasado cerca de dos años del golpe de Estado, y un gran porcentaje del MAS y de la burocracia parece que se les congeló su memoria histórica, se les olvidó la sangre, la tortura, los encarcelamientos que provocó la dictadura, creen que ese racismo sagrado que practica la derecha y marca su sentido común ha desaparecido.

Mientras los líderes del MAS se enfrascan en discusiones con la derecha si fue golpe o fraude, desde el golpe de Estado el pueblo ya no es el mismo, los debates silenciosos critican la falta de unidad política (estratégico/táctica) y de unidad ideológica durante 14 años, que nos llevaron a ser derrotados sin luchar.

El Ché afirmaba que si las condiciones subjetivas no estaban dadas había que crearlas, entonces no se puede esperar a que se den, porque solas no se van a producir; así, el Ché reafirmaba la “ética de la acción”, donde el “revolucionario es quien hace la revolución” decía el Ché; no se “es” revolucionario, se es revolucionario en el “acto”, “siéndolo”.

El racismo de los ricos, la violencia criminal del paramilitarismo, las deliberaciones antidemocráticas del militarismo pro yanqui, el exterminio de las mujeres, la corrupción impúdica de la justicia, el naufragio de la política, las pandemias que seguirán matando a más pobres, los jóvenes sin proyecto de vida, la derecha que cree tener el derecho natural de gobernar el país, una pesada carga de traidores y oportunistas… son razones para hacer la revolución, pero las razones no hacen las revoluciones.

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