Juan Torres López

Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga (España).

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Artículos

El enorme protagonismo de los problemas sanitarios y humanos y el de los económicos y políticos más generales que ha provocado la Covid-19 está dejando en un segundo plano un drama que se avecina en España, aunque también en otros países de nuestro entorno. Me refiero al que se cierne sobre miles de negocios, sobre todo de pequeñas y medianas empresas o de empresarios individuales, que de momento están sobreviviendo pero que van a desaparecer sin remedio cuando, antes o después, se acaben las ayudas de Estado.

Uno de los mayores errores que se pueden cometer a la hora de analizar las sociedades de nuestro tiempo es el de seguir considerando que la derecha es conservadora y la izquierda la progresista o revolucionaria.

¿Qué está pasando en España y por qué, para que docenas de militares interfieran en la vida política, hablando alguno de ellos de fusilar a la mitad de sus compatriotas?

Desde un punto de vista económico podríamos considerar que una vacuna no es sólo la posible solución para la enfermedad sino también un incentivo, es decir, algo que condiciona el modo en que se comportan las personas que esperan disponer de ella antes o después para no enfermar.

Vivimos una crisis sin precedentes. Una emergencia sanitaria ha provocado la caída de la actividad económica más grande del último siglo si se quitan los periodos de guerras. Sea lo que sea que ocurra en los próximos meses, nada será igual cuando se dé por finalizada la pandemia. El mundo habrá cambiado y las consecuencias de lo que ahora estamos viviendo se harán sentir durante décadas.

Una de las principales causas de la crisis de 2008 fue la desnaturalización de la banca que se había venido produciendo desde los años ochenta y noventa: dejó de ser la intermediadora entre el ahorro y la inversión productiva para convertirse ella misma en inversora pero dirigiendo su inversión hacia actividades puramente especulativas, muy a menudo corruptas e incluso criminales, y autoalimentando sin fin ese nuevo tipo de negocio a base de incrementar ilimitada e innecesariamente la deuda en todas las economías.

Durante muchos años (en realidad, desde que se impuso la revolución conservadora de Pinochet, Thatcher y Reagan que trajo consigo las políticas neoliberales) hemos venido oyendo que los sindicatos son muy malos no sólo para las empresa y la economía en general, sino para los propios trabajadores.

Es evidente que para que el consumo de los hogares, la producción, las ventas y la inversión de las empresas o las exportaciones se recuperen del todo es imprescindible que la pandemia no siga extendiéndose y que eso puede ocurrir cuando aparezca un vacuna. Pero me temo que esto último no será suficiente para recuperar la actividad económica si, al mismo tiempo, no se dan otras circunstancias.

Los dirigentes empresariales vienen advirtiendo desde hace meses del peligro de que un nuevo confinamiento produzca una «catástrofe económica» y yo creo que se equivocan.

El líder del Partido Popular y sus eurodiputados llevan varias semanas presionando en Bruselas para tratar de evitar que la Unión Europea conceda a España las ayudas acordadas para combatir la crisis provocada por la pandemia.

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