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En marzo, cuando el gigantesco portacontenedores Ever Given, con destino a Rotterdam desde Malasia, se quedó atascado en el Canal de Suez durante seis días, bloqueando 150 barcos en un día y paralizando el transporte marítimo con un coste estimado de 1.000 millones de dólares (890 millones de euros) el mundo asistió a un espectáculo edificante.

Algunos hablan del “gran descontento” por la cólera de los trabajadores que lleva a la acción, ya sea ir la huelga o renunciar al trabajo.

La clase obrera del siglo XXI es una clase en formación, en un mundo en el que el capitalismo no ha llegado a ser universal hasta hace poco tiempo. Las fuerzas motrices contemporáneas detrás de esta dinámica han sido la globalización desigual del capitalismo y el surgimiento simultáneo de corporaciones multinacionales después de la Segunda Guerra Mundial. Otros aspectos de esta transformación incluyen la caída de la tasa de ganancia que comenzó a fines de la década de 1960, que empujó al capital más allá de sus antiguas fronteras y ha producido crisis recurrentes; la apertura de las viejas economías burocráticas «comunistas» al capitalismo; y más recientemente, la profundización de las cadenas de valor globales (CVG).

La clase obrera del siglo XXI es una clase en formación, como era de esperar en un mundo en que el capitalismo solo se ha vuelto universal recientemente.

El capitalismo ha acelerado la transmisión de enfermedades. Históricamente la mayoría de las epidemias se han propagado geográficamente mediante dos formas de desplazamiento a larga distancia de la gente: el comercio y la guerra. El mecanismo, sin embargo, ha cambiado drásticamente con el auge del capitalismo.