Laurent Perpigna Iban

Artículos

Blanco del Ejército israelí hasta el mismo momento del alto el fuego, Beirut por fin respira. Los residentes de los suburbios del sur regresaron a sus barrios para descubrir un paisaje apocalíptico. Sin embargo, miles de partidarios de Hizbulah reclamaron la victoria sobre las ruinas de su ciudad.

24 de octubre de 1984: el militante comunista libanés y del palestino FPLP Georges Ibrahim Abdallah es detenido en el Estado francés. Condenado a cadena perpetua por complicidad en la muerte de dos diplomáticos, sigue entre rejas.

Desde la caída del autoproclamado califato en 2019, decenas de miles de presuntos miembros del EI y sus familias permanecen en campos y prisiones insalubres controlados por Estados Unidos.

El sur del Líbano es escenario de una nueva escalada entre Hezbolá y el ejército israelí. Mientras la población teme verse inmersa en una guerra total, la devastación causada por ocho meses de enfrentamientos ha dejado ya una huella profunda en los habitantes de la zona.

Sumido en una crisis económica sin fin, prisionero de un sistema político superado y rehén de una clase política mitad mafiosa-mitad feudal, el Líbano agoniza lentamente. ¿Serán estas elecciones legislativas las del cambio? No parece tan claro.

Con miles de heridos, arrestos y procesos judiciales iniciados contra manifestantes, ya a sus espaldas, el Estado libanés lo ha dejado claro: está dispuesto a todo con tal de reducir a silencio el movimiento de protesta iniciado en octubre de 2019. Un levantamiento cuyo fantasma todavía flota sobre un país herido, y que tardará mucho tiempo en recuperarse de un año definitivamente trágico.