Manuel Cabieses Donoso

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El hecho político más importante de estas elecciones, a mi juicio, es la victoria comunista en la comuna de Santiago, el corazón de la República. Una joven de 30 años, Irací Hassler Jacob, economista, es la primera alcaldesa comunista del antiguo bastión del conservadurismo.

En Chile –un país montañoso sembrado de volcanes- los ruidos subterráneos merecen respeto y temor. Son precursores de terremotos, avalanchas de lava, rocas y nieve que sacuden nuestra loca geografía.

Hay personas que gozan de popularidad pero a la vez son muy desconocidas. Esto sucede con la diputada Pamela Jiles, la figura política mejor evaluada en las encuestas y por tanto potencial candidata a la Presidencia de la República.

Los fundadores de la doctrina revolucionaria rayaron la cancha con las condiciones objetivas y subjetivas. La situación ideal para dar un paso al frente es la conjunción de ambas. Pero ningún revolucionario –desde Lenin a Fidel Castro- esperó ese equinoccio de condiciones para iniciar la lucha. Esas reglas, en cambio, se convirtieron en la biblia del reformismo social demócrata, sombra tutelar del capitalismo.

Los añosos partidos opositores -Radical: 133 años; Comunista: 99; Socialista 88; Demócrata Cristiano: 64; etc.-, curtidos en mil entreveros, deberían ser más astutos -y resueltos en las convicciones que dicen tener-. No obstante, la centro izquierda se comporta como cándida Caperucita Roja, la del cuento de Perrault, confunde al lobo con su abuelita, hace preguntas tontas, se conforma con respuestas cínicas y termina en el vientre de la bestia.

Los partidos opositores abusan de la paciencia del pueblo y eso puede costarles muy caro. Al filo del límite para inscribir candidatos a la Convención Constitucional, todavía resulta imposible consensuar una lista única -con participación también de líderes de opinión independientes- que permitiría derrotar a la derecha feroz disfrazada de oveja.

Los partidos políticos parecen haber olvidado la Convención Constituyente que diseñará la nueva institucionalidad del país. Están en otra, aceitando oxidadas maquinarias para surfear la ola de elecciones que se avecina. Los candidatos surgen como callampas después de la lluvia.

El honor de encabezar el arrasador triunfo del Apruebo y Convención Constitucional, hay que atribuirlo a los jóvenes, tanto a los de edad como a los de espíritu. Fue decisiva la participación masiva de jóvenes que votaban primera vez, y de los viejos robles que desafiaron la pandemia (más de 500 mil contagiados y 14 mil muertos en el país) para expresar su voluntad.

Si queremos que el plebiscito se convierta en una victoria histórica de la democracia, las opciones Apruebo y Convención Constitucional tienen que recibir una mayoría abrumadora de votos, millones de votos, una marejada de voluntades ciudadanas.

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