A mediados de octubre se ha reunido el grupo coordinador del proyecto de fortalecimiento de los sindicatos de la rama del metal en los Balcanes, en el que participan la fundación Pau i Solidaritat de CCOO de Catalunya y los sindicatos del metal o industria de Kosovo, Bosnia, Macedonia y Serbia. El proyecto ha durado […]
A mediados de octubre se ha reunido el grupo coordinador del proyecto de fortalecimiento de los sindicatos de la rama del metal en los Balcanes, en el que participan la fundación Pau i Solidaritat de CCOO de Catalunya y los sindicatos del metal o industria de Kosovo, Bosnia, Macedonia y Serbia. El proyecto ha durado diez años y ahora, como consecuencia de los recortes a la cooperación del gobierno de la Generalitat de CiU, terminará el próximo año. El balance del proyecto abre paso a reflexiones y conclusiones políticas muy interesantes.
Cómo afecta la crisis
Lo primero que hay que tener en cuenta en la situación de estos países es cómo repercute la crisis mundial y europea. Y la conclusión es que aún lo hace más negativamente que en la Europa desarrollada. Tras una primera fase del 2007 al 2009, hubo una mejora. Ahora hay una brusca recaída. El primer termómetro de la situación es el paro. Ya era desproporcionado para cualquier economía productiva, pero la crisis lo ha disparado aún más y en todos los países: 31% en Macedonia; 37% en Serbia; más del 57% en Bosnia; entre 50 y 60% en Kosovo. Son cifras oficiales o semioficiales, que los sindicatos cuestionan, pues los gobiernos encuentran la manera de maquillar las cifras. ¿Puede resistir un país tales tasas de paro sin que estalle una revolución o una guerra?
Sí puede. Por ahora. Con una juventud sin futuro ni esperanza, la mitad inactiva, las colas para pedir visados hacia la Europa «rica» se multiplican. Y se van los mejores, los que tienen estudios y llevan años intentando encontrar trabajo en su país. Y ello donde es relativamente fácil conseguir un visado, como Macedonia. Porque cada mes los patronos cambian las condiciones de trabajo, obligan a trabajar más horas, bajan los salarios. Los nuevos contratados, sobre todo jóvenes, prefieren trabajar en estas condiciones, en todos los países de los Balcanes, antes que encontrarse en el paro.
La economía industrial se ralentiza y repliega a un ritmo mayor que los países de entorno regional. Las empresas multinacionales que han funcionado hasta hoy, algunas americanas, griegas, o israelíes, desvían la producción hacia sus países de origen. Los bancos griegos, muy presentes en Serbia, cierran, despiden y no prestan. ¿Cómo no van a hacerlo si su propia existencia está en juego en Grecia?
Macedonia está directamente afectada por las huelgas que se desarrollan en Grecia. El 90% de las importaciones y exportaciones de la industria se hacen por el puerto de Tesalónica. Hay retrasos de dos semanas, lo que ha obligado al cierre de varias empresas. En Serbia aún se mantiene la producción en el sector del acero, pero no hay ya actividad en el sector eléctrico, automóvilistico o de procesamiento de metales.
Corrupción y represión
La situación económica se complica por la corrupción política. Los gobiernos surgidos después de las guerras inter-yugoslavas utilizaron la identidad nacional demagógicamente para reforzar una suerte de «destino» aislado de los demás pueblos de la antigua Yugoslavia. Paralelamente a este discurso se daban toda clase de facilidades y garantías a capitalistas y mafiosos nacionales para que se adueñaran de las fábricas y empresas del país, en alianza en muchos casos con empresarios extranjeros. Son demasiados los «patronos» que han adquirido empresas de las que sólo les interesaba el terreno sobre el que se levantan: al cabo de unos pocos años han cerrado y despedido a sus trabajadores para poder especular con el suelo.
La forma en que la Unión Europea, Estados Unidos y la ONU gestionaron las diferentes fases de la guerra en los Balcanes favoreció ese tipo de gobiernos. No se consiguió la paz llevando ante la justicia a los criminales. Recordemos lo que tardó La Haya en juzgar a Milosevic, tanto que murió antes. Se tardó mucho en detener a Karadzic, Madlic y tantos otros. Serbia no cooperó hasta que comprendió que no entraría en la UE si no lo hacía. Tampoco llegó ningún Plan Marshall. Las potencias europeas, las mismas que permitieron crímenes como el de Srebrenica, no exigieron demasiadas responsabilidades a unos gobiernos supuestamente «democráticos». En el papel se adoptaban discursos y algunas leyes europeas, pero sobre todo se aplicaban rápidamente las políticas neoliberales que la UE les proponía y se daban facilidades a los inversores para que pudieran participar en las privatizaciones masivas de industria y servicios.
Así pues se etiquetó como gobiernos democráticos a quienes han usado el poder como palanca para el enriquecimiento personal, para favorecer a los amigos, para rechazar todo diálogo y todo reconocimiento del papel que han tenido los sindicatos obreros democráticos y muchas organizaciones de derechos humanos, de estudiantes, de mujeres, antes, durante y después de las guerras. Los puentes que aún siguen tendidos entre esas diferentes naciones y las religiones de sus habitantes se deben en buena parte a la lucha de los sindicatos y las organizaciones de la sociedad civil, lucha arriesgada durante la guerra y todavía reprimida hoy en día.
No es raro pues que Aleksandar Todic, coordinador de la rama de industria del sindicato serbio SLOGA, diga que «estamos en una situación peor que en los tiempos de Milosevic». Este dirigente proviene del antiguo sindicato Nezavisnost que, durante el tiempo del mandato del instigador del genocidio, fue el único que se enfrentó al populismo nacionalista y a las guerras contra los vecinos. Pero hoy Todic dice que «la corrupción lo contamina todo, no sólo la economía. Por ello los sindicatos, como principal Organización No Gubernamental, hemos de aportar nuestra lucha contra la corrupción. Por ejemplo los juicios contra los despidos tardan años y años antes de celebrarse. El gobierno apoya al empresario y éste apoya al juez. Es una corrupción completa aunque se diga que tenemos leyes europeas.»
En Kosovo el panorama es peor. Según Hasan Abazi, presidente del sindicato del metal SPMK, tras años de espera para tener una ley laboral, al final ha sido aprobada. Pero ésta «se parece a las leyes que se aprobaban en Alemania en los años 20 del siglo pasado», según les comentaron dirigentes de IG Metall. En cambio todavía no han adoptado ninguna ley de Salud Laboral porque «nuestro gobierno nos dice que el FMI y Banco Mundial no quieren, pues asustaría a los posibles inversores».
El presidente del metal de la Federación de Bosnia y Herzegovina, Muhamed Hadzic, asegura que «Bosnia está algo peor que los demás países en materia de legislación y protección laboral. Aunque tenemos un 60% de afiliación, los patronos ponen grandes obstáculos para la aplicación de las leyes. Y el gobierno les apoya. Desde 1999 tenemos una ley de salud laboral que aplica «drásticas medidas» si no se cumple, con multas de…¡cero €uros! En nuestro país hay 120 ministros y toda la economía funciona como un circuito cerrado en la propia Administración, pero no productivo».
En Macedonia los sucesivos gobiernos de derecha neoliberal «no se han preocupado por la inversión productiva ni las infraestructuras, pero sufren una fiebre constructora de monumentos para celebrar el aniversario de la independencia», nos dice el presidente del sindicato de Industria Peco Ristevic. En efecto pudimos ver no menos de 10 monumentos y casi otra decena de gigantescos edificios de tipo neoclásico, que recuerdan el viejo estilo estalinista, levantados en menos de año, pero la principal estación de la capital Skopje sigue en estado semirruinoso.
Ante esta situación de conjunto, los sindicatos son considerados por los gobiernos casi como enemigos a batir. Permiten que los patronos pongan obstáculos para la afiliación, les ayudan retrasando la aplicación de las leyes. Hasta es normal que ministros sigan ejerciendo su papel de patronos privados. La represión a los sindicalistas que ejercen su labor esta al oden del día, incluido su despido. Ese es el tipo de capitalismo salvaje que se está imponiendo en la región.
¿Qué salida?
El panorama de la región es muy complicado. Con un paro estructural astronómico, con la industria en decadencia, on un turismo que jamás ha recuperado los niveles anteriores a la guerra, cuando había más trabajo y libertad de movimiento entre las diferentes partes de la antigua Yugoslavia. La única excepción son la costa Dálmata y Croacia, pero ni de lejos compensa el estancamiento económico de la región. Los distintos gobiernos siguen alimentando un tipo de populismo nacionalista contra el vecino, para justificar su «patriotismo» ante el elector. Son ingredientes muy peligrosos en una región donde ya ha habido guerras y donde no se han cerrado aún las heridas.
Hay que decir que los sindicatos son parte de cada país, viven cada uno de ellos en un clima político, social, cultural, que les influencia. Por ello la ilusión de que la entrada en la Unión Europea resolvería la mayoría de los males de cada uno de los nuevos estados era y es una ilusión muy poderosa, en parte compartida con los gobiernos, los patronos, con el conjunto de la sociedad. La ilusión de que entrada en la UE implicaría leyes europeas, armonización europea, economía europea. Y sí, se han producido cambios legislativos. Pero la decepción ha venido cuando no se han aplicado esas leyes, en la continuación y agravación del estancamiento económico y aumento de la pobreza, con la falta de diálogo social y la corrupción.
La gota que está a punto de derramar el vaso es la involución en las relaciones entre los países de la región. Lejos de avanzar, los países ponen cada vez más obstáculos para la economía, comercio y relación cultural entre ellos. Un ejemplo de ello son las dificultades que tuvo la 8ª conferencia de sindicatos del metal de la región, que estuvo a punto de no poderse celebrar. El motivo fue la denegación de visados por el gobierno de Bosnia a los sindicalistas de Kosovo para viajar a Sarajevo. Cualquiera podría preguntarse ¿cómo es posible que Bosnia niegue la entrada a ciudadanos kosovares cuando ambos países sufrieron y tuvieron que combatir al mismo enemigo? Pero la respuesta es que aún siguen existiendo los mismos obstáculos que entonces. El gobierno de la Federación bosnia no quería dar ninguna excusa para que la parte de la República Srpska (gobernada por políticos serbios y actualmente con mayoría serbia) redoble su campaña para separarse de Bosnia y unirse a Serbia. Serbia no reconoce a Kosovo, con la excusa de que los ultranacionalistas serbios se reforzarían extraordinariamente. Bosnia no reconoce la independencia de Kosovo por miedo a que los ultranacionalistas serbios organicen su propia secesión. Toda una tería del «mal menor» en el dominó balcánico.
Hasta ahora el proyecto sindical común en la industría del metal ha sido un espacio de libertad, de debate, de búsqueda común de soluciones, de ayuda entre las partes. Sin embargo, cada sindicato nacional esperaba mucho más de Europa. Que la Unión Europea, a través del proceso de asociación, bajo vigilancia de los gobiernos democráticos occidentales, ayudaría a modernizar los nuevos estados y restablecer la economía. Actualmente esta visión empieza a cambiar: son los estados miembros de la UE los que están en crisis. Y la crisis financiera y de la deuda soberana europea son utilizadas, a través de las políticas de austeridad, para atacar los empleos, los salarios y la seguriad social que los trabajadores de las nuevas repúblicas balcánicas aspiraban alcanzar un día. El estado-miembro de la UE más afectado por estas políticas es su vecino balcánico: Grecia.
Todo ello favorece que se inicie una reflexión colectiva. Los serbios de SLOGA consideran que «hay que apoyar los partidos de izquierda y buscar la unidad entre todos los sindicatos para hacer frente a esta situación». La extrema división sindical que existe en Serbia forma parte también del escenario de la corrupción del país y es utilizada tanto por los patronos como por el gobierno para debilitar a los sindicatos y usarla para desprestigiarlos. En un país que ya no tiene ningún banco público y los que existen privados no dan crédito ni a empresarios ni a particulares, «es necesario promover una reforma de la banca para que Serbia tenga un banco propio que invierta en la economía».
Desde Macedonia, el presidente del sindicato del metal ve necesario reaccionar ante las dos confederaciones del país pues «no hacen una verdadera oposición a las políticas neoliberales de un gobierno que se engaña, que engaña a los ciudadanos y engaña a la Unión Europea».
Pero quizás la reflexión más global la hizo Hazan Abazi, de Kosovo, al afirmar que «los sindicatos debemos discutir el papel que hemos de tener en el proceso de integración de nuestros países en la UE. Debemos escuchar a los sindicatos de los países que han entrado recientemente, como Chequia y Eslovenia.» Y algo ha cambiado: antes se veía la entrada «uno a uno» como una suerte de solución. Ahora, a pesar de los obstáculos de los gobiernos, del no reconocimiento de la independencia de su país por parte de países vecinos y también de algunos pertenecientes a la Unión, como España, su conclusión es la siguiente: «Es necesario un mercado común en la región. Nuestros países son demasiado pequeños, necesitamos un mercado más amplio, si no, no tiene sentido la producción. De lo contrario los inversores se interesan por nuestras materias primas, pero sólo para la exportación, no crean lugares de trabajo en la región. También es necesaria la libertad de movimiento. Los inversores lo tienen en cuenta. Enviamos nuestras conclusiones a nuestro gobierno después de la conferencia del metal del pasado año, pues queremos que el gobierno asuma una política económica e industrial.»
Podemos concluir que los sindicatos de los Balcanes, empezando por los de las ramas productivas e industriales, tienen una visión estratégica de sus países y su región. La tienen no sólo porque están ligados a la gente y los procesos productivos, sino porque han sido capaces de mantener una buena relación entre sí bajo cualquier circunstancia. Ciertamente más que los propios gobiernos. Por ejemplo, la independencia de Kosovo jamás ha sido un problema en su relación. El proyecto de fortalecimiento de los sindicatos en la región ha ayudado a fortalecer esos vínculos. Y esa visión estratégica y democrática se asienta firmemente en el valor de su lucha por la paz durante los tiempos de guerra. Su visión interesa a la ciudadanía de toda Europa. Especialmente a los sindicatos. No olvidemos nosotros las lecciones de esas guerras. – 1 de noviembre de 2011.
Fuente: www.sinpermiso.info