Como sucedía con Benito Mussolini, que quería demostrar seguridad, potencia, virilidad, todo lo que hace Silvio Berlusconi, ese hombrecito calvo de zapatos con plataforma que está siempre en pose de superhombre, está marcado por el ridículo, por la comicidad involuntaria, y tiene un aire farsesco. Por eso la situación italiana es grave, pero no es […]
Como sucedía con Benito Mussolini, que quería demostrar seguridad, potencia, virilidad, todo lo que hace Silvio Berlusconi, ese hombrecito calvo de zapatos con plataforma que está siempre en pose de superhombre, está marcado por el ridículo, por la comicidad involuntaria, y tiene un aire farsesco. Por eso la situación italiana es grave, pero no es seria. Y el gobierno del cavaliere Berlusconi que está, como dicen los peninsulares, alla frutta, (o sea, al final del banquete), al mismo tiempo que sigue aplicando políticas que tienen dramáticas consecuencias sociales, naufraga en un clima jocoso, al extremo que el responsable de la política económica de la Unión Europea, un serio holandés, declaró con razón a los periodistas cuando supo que Berlusconi asumía el ministerio de Economía italiano: «ahora habrá muchas oportunidades para reír».
Las dos sucesivas y duras derrotas electorales del gobierno de Berlusconi (en las elecciones europeas y en las elecciones regionales, provinciales y municipales) en las que el partido del primer ministro, Forza Italia (FI), perdió 4 millones de votos, convencieron a los partidos aliados que no les convenía atar su suerte a la del líder en capilla. Los neofascistas de Acción Nacional (AN) pidieron y obtuvieron la cabeza del superministro de Economía, Giulio Tremonti, para intentar acabar con una política que afectaba a su clientela electoral, pobre y campesina, en el sur italiano; los democristianos de la UCD exigieron el fin de la «monarquía» de Berlusconi y del monopolio de la televisión y una nueva ley electoral basada en el sistema proporcional, y se opusieron al federalismo separatista de la Liga Norte, concedido por Berlusconi, y la Liga, en cambio, exigió la aprobación inmediata de ese federalismo. El cavaliere primero intentó continuar con su política económica y se hizo cargo del Ministerio de Economía por tiempo indeterminado (a su interlocutor holandés dijo que hasta después de septiembre), pero la reacción inmediata de AN, el descontento de la Presidencia de la República, la condena de la confederación de los industriales (la Confindustria) y de los sindicatos le hizo dar marcha atrás y decir que sería ministro sólo «por unos días». Por su parte, AN, UCD y la Liga Norte ya han amenazado, cada uno por razones propias, con abandonar la coalición mayoritaria y provocar la convocatoria a elecciones parlamentarias anticipadas (que, en las condiciones actuales, llevaría a la derrota de la derecha, pero a un reforzamiento de esos tres partidos a costa de FI). Al mismo tiempo, Standard & Poor’s rebajó a Italia en su clasificación, porque el déficit público italiano está fuera de control y eso, aparte del costo político en credibilidad del gobierno de Berlusconi, le costará al país unos 6 mil 500 millones de dólares anuales por aumento de los intereses de su deuda. Para colmo, las confederaciones sindicales llegaron a un pacto con la confederación industrial para la promoción de la industria y de la economía del país, y la oposición de centro izquierda aparece ahora con más peso como candidata al gobierno, pues hasta coinciden con ella, en aspectos esenciales, los famosos «factores de poder».
Dejemos de lado, por el momento, por razones de espacio, todo lo que se refiere a esa oposición (su composición, su heterogeneidad programática y de objetivos, su capacidad de representación de la sociedad, su comprensión de la fase actual de la mundialización y de la crisis de hegemonía estadunidense). Concentremos en cambio la atención en los diversos escenarios posibles de salida a la crisis del gobierno de Berlusconi, herido de muerte por el efecto Zapatero (pasividad del movimiento anteguerra) unido al efecto Raffarin (rechazo a una política económica de derecha). Escenario uno: en la semana próxima el cavaliere cede nuevamente a sus aliados, dedicando todas sus fuerzas, como despedida, a rebajar los impuestos, lo cual dará a sus empresas un lucro extra de varios miles de millones de dólares. Modifica así el gabinete y gana un poco de tiempo, quizás hasta la primavera próxima. Escenario dos: la Liga Norte rompe, descontenta porque el federalismo ha sido mochado y no es total, o la UCD rompe, porque se ha concedido a la liga un federalismo demasiado fuerte, o AN rompe porque al recortar los gastos para compensar los efectos de la reducción de impuestos se ven afectados los intereses de los industriales y las clases medias del sur. Aunque apoyen desde afuera al gobierno minoritario de FI, éste no podría mantenerse mucho tiempo y se iría a elecciones anticipadas en 2005. Escenario tres: Berlusconi promete a todos sus aliados lo que éstos quieren, pero gana tiempo en la aplicación, mientras anula las elecciones regionales de 2005 y las posterga hasta las elecciones generales de 2006. En medio del caos y de las protestas de todos y enfrentando fuertes movimientos sociales, llega a esas elecciones, que pierde. Por supuesto, hay más variantes, pero todos los principales escenarios prevén que Silvio Berlusconi, sin la inmunidad judicial que se preparó con leyes especiales, puede terminar exilándose en las Bahamas, para gozar su inmensa fortuna mal adquirida.