Falta menos de un mes para las elecciones italianas y Silvio Berlusconi sigue a la cabeza, aunque la centroizquierda se esperanza con el empate.
El tiempo dirá si las elecciones del 13 y 14 de abril marcarán el comienzo de la reforma de un sistema político, el italiano, tan decadente como el soviético de los años de Breznev. Lo que es seguro es que, a pesar de la pésima ley electoral, aquí llamada «porquería» por todo el mundo, se gozará de una drástica disminución de los partidos, que pasarán de los 39 presentes en el parlamento recién disuelto, a menos de diez. Lo que es seguro también es que, a pesar de votar con el mismo sistema electoral de 2006, muchas cosas se han movido desde la caída del gobierno presidido por Romano Prodi, que estaba apoyado por una quincena de agrupaciones, muy diversas entre sí, y desde la decisión del líder del Partido Democrático (PD), Walter Veltroni, de rechazar la lógica de coalición y presentarse (casi) solo a la cita electoral. Hasta ahora, aunque Berlusconi continúa con una ventaja de entre cuatro y nueve puntos según los sondeos, Veltroni ha logrado crear un cierto estado de optimismo en la opinión pública. Un par de meses atrás parecía completamente perdido. El optimismo parece ser el signo de la campaña del PD, más allá de los programas, de los cuales se habla poco y mal y que cada vez más se vuelven más parecidos entre derecha e izquierda.
LA IZQUIERDA. A la izquierda del espectro político competirán tres microformaciones poscomunistas, sin ninguna posibilidad de alcanzar escaños, hijas de tres distintas escisiones a la izquierda del Partido de la Refundación Comunista, una enfermedad endémica en esa zona del abanico político.
Además de estos tres microgrupos, la izquierda radical tradicional presenta una agrupación electoral de cuatro entidades distintas, Izquierda Arco Iris (IA), que tiene como símbolo la bandera de la paz. La ia prescinde por primera vez en la historia de la hoz y el martillo y agrupa, por lo menos hasta el día de las elecciones, a los verdes, dos partidos que llevan el nombre comunista y a los que no quisieron entrar en el pd. La coalición (los cuatro partidos siguen y seguirán existiendo con sus irreductibles diferencias) es liderada por el actual presidente de la Cámara de Diputados, Fausto Bertinotti. Los sondeos le atribuyen entre un 7 y un 8 por ciento de los votos, bastante por debajo de la suma de los cuatro partidos (sólo Refundación tenía el 6), lo que muestra la penalización a que los somete la dinámica del voto útil, que favorece al pd, y la sensación que dan de no representar un cambio sino de ser sólo un acuerdo técnico entre cuatro burocracias partidarias que encontraron, al juntarse momentáneamente, la mejor manera de sobrevivir en un contexto en que los fuertes movimientos sociales italianos hubiesen podido expresar nuevas ideas y nuevos liderazgos.
LA CENTROIZQUIERDA. Es el espacio del PD y «vale», según los sondeos, entre el 35 y 40 por ciento de los votos. Su líder, Walter Veltroni, está apostando todo a dar un mensaje positivo y no conflictivo, a no embarrar la cancha y mostrar una Italia con confianza en sí misma y en su futuro. Lo hizo con tres jugadas importantes. En primer lugar, declaró terminado el tiempo de las coaliciones: el único otro partido que aceptó que se le uniera es el del ex juez de Manos Limpias (la campaña anticorrupción de 1992), Antonio di Pietro. A cambio se liberó de todos los demás, tanto al centro como a su izquierda. En segundo lugar, el pd presenta listas casi (siempre hay excepciones) libres de enjuiciados o condenados por corrupción. En tercer término, hubo un sensible rejuvenecimiento de los candidatos. Fueron jubilados algunos dinosaurios, como los ex jefes de gobierno Ciriaco de Mita y Giuliano Amato, y algunos candidatos tienen menos de 30 años. Estas tres cosas parecen poco en democracias normales, pero en Italia pintan casi como una revolución. Sin embargo, si el pd es un partido probablemente «decente», cada vez menos se puede definir de izquierda; es un partido centrista importante, moderno, neoliberal, como se encuentran en todos los mercados. Llamó, por ejemplo, la atención el relativo desinterés y hasta frialdad con la cual se tomó el triunfo de José Luis Rodríguez Zapatero en España. Si los socialistas españoles se presentaron como abanderados de la laicidad del Estado oponiéndose con dureza a las intromisiones de la Iglesia, el pd incorpora a los ex democristianos y mantiene respecto a todo tema ético una política tan ambigua que al final no se diferencia claramente de la Iglesia ratzingeriana. Además, presentando entre sus candidatos a algunos empresarios y economistas liberales cada vez más influyentes, el pd ha completado definitivamente su traslado a la centroizquierda «moderna», la que se identifica con el laborismo inglés de Tony Blair y Gordon Brown.
EL CENTRO. Pierferdinando Casini, democristiano «doc» (término italiano que significa «denominación de origen controlada», equivalente al castizo «de pura cepa»), fiel aliado de Silvio Berlusconi durante 14 años, rompió con él en circunstancias no demasiado claras. Ahora, con su agrupación (Unión Democrático Cristiana, udc) ocupa este espacio político tan privilegiado en Italia. Lo hace con pocas ideas pero claras: la familia, la familia, la familia. Además de la letanía a favor de la familia católica tradicional -aunque curiosamente el propio Casini es divorciado-, la udc incorpora varios enjuiciados por corrupción y viejos mastodontes como Ciriaco de Mita que, con 80 años, fue jubilado por el PD e inmediatamente terminó incorporado por la udc como cabeza de sus listas. Según los sondeos, la udc pesa tanto como la izquierda de Arco Iris: entre el 7 y el 8 por ciento.
LA DERECHA. Silvio la tenía fácil. La inestabilidad y la incapacidad de gobernar de la izquierda, junto a algunos escándalos graves como el tema de la basura en la región Campania (a la que pertenece Nápoles), lo hacían gozar de una sólida ventaja que en la pasada Navidad rondaba los 20 puntos. La llamada «ley porquería» le permitía hacer lo mismo que en 2006, juntar a todos en su «Tortuga» de impresentables y ganar sin problemas. No fue así. Su capacidad de fascinar, con 71 años, está en declive, sus chistes y sus invenciones son cada vez menos novedosos, y cometió un error grave: seguir a Veltroni en la pretensión de representar lo nuevo.
Así perdió los votos de centro de Casini y generó a su derecha una agrupación neofascista que le quitará otro par de puntos, reabriendo un partido que estaba cerrado. Además intentó seguir con el tema de la corrupción. «Tampoco nosotros presentaremos corruptos», intentó decir. No fue posible: empezando por él mismo, sus listas siguen estando repletas de bandidos, aseguran sus críticos. El caso principal es el del editor Giuseppe Ciarrapico, que no es simplemente fascista declarado y orgulloso de serlo (véase nota adjunta), sino que tiene en su prontuario una serie de condenas, además de por corrupción, por crímenes indignantes como explotación de menores. «Nos sirve», dijo sin embargo Berlusconi cerrando el debate.
Otra vez intentando imitar al pd, Silvio fundó, de la noche a la mañana, un nuevo partido, el Pueblo de la Libertad (PDL) pero sólo se le sumó una parte de su antigua coalición. De momento, con su 40-45 por ciento en los sondeos, sigue siendo el más probable ganador de las elecciones, aunque los márgenes están estrechándose. Sin embargo, si ganara, su gobierno estaría aun más condicionado que el anterior por la Liga Norte, el partido xenófobo y ultraliberal que en el norte del país continúa pesando mucho (un 20 por ciento, que en lo nacional lo lleva a tener alrededor del 5 por ciento).
El problema más grave para Silvio es, entonces, su propia medicina, el «potaje» con el cual cambió la ley electoral para las elecciones de 2006 buscando impedir, y lográndolo plenamente, que la izquierda pudiera gobernar con una mayoría estable. En función de esta muy compleja ley, los dos partidos (o coaliciones) mayores primero se comen a los chicos y luego se anulan entre sí en las distintas regiones del país. Si el pd lograra ganarle a Berlusconi en un número suficiente de regiones (actualmente ya está adelante en todo el centro y en parte del sur), en el Senado se llegaría a un nuevo empate técnico. Con cuatro semanas de campaña electoral por delante, ése es el resultado más probable. A pesar de haberlo desmentido repetidamente, la solución podría ser una Grosse Koalition como la que gobierna Alemania con la democristiana Angela Merkel al frente del gobierno y los socialdemócratas respaldándola. Se abriría así una temporada de reformas para un país que las necesita. Pero el árbitro seguiría siendo Silvio.
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