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Bipartidismo a la italiana

Fuentes: La Jornada

Las recientes elecciones en Italia nos arrojan un resultado esperado. Antes que todo la conformación de un panorama político dividido en dos. Un modelo bipolar que aplastó el vasto abanico de diversidades políticas presente en Italia. El implícito acuerdo transversal entre las dos grandes coaliciones se ha concretado en el común llamado al voto útil, […]

Las recientes elecciones en Italia nos arrojan un resultado esperado. Antes que todo la conformación de un panorama político dividido en dos. Un modelo bipolar que aplastó el vasto abanico de diversidades políticas presente en Italia. El implícito acuerdo transversal entre las dos grandes coaliciones se ha concretado en el común llamado al voto útil, que no ha hecho más que excluir decenas de listas, más o menos grandes, del Parlamento. Y así nos quedamos con un partido en el gobierno, el Pueblo de la Libertad de Silvio Berlusconi, y un partido en la oposición, el Democrático (PD), liderado por Walter Veltroni. Alrededor el desierto y la muerte política que esto conlleva.

Un cambio de tamaño copernicano que cambia definitivamente (¿?) el panorama político italiano. La semejanza que alguien atrevió entre la actual situación parlamentaria italiana y la histórica composición del Congreso estadunidense suena hoy más fiel a la realidad. Sin embargo, más allá de este bipartidismo extraño para un país acostumbrado a la normalidad de al menos una veintena de listas por cada jornada electoral, lo que más llama la atención es la exclusión de un sector importante e histórico de la política peninsular. La desaparición más llamativa es evidentemente la de Izquierda Arcoíris, de Refundación Comunista, Partido Verde y Comunistas Italianos, que convocó menos de la mitad de los votos que los tres partidos habían logrado en anteriores elecciones. Una exclusión que lejos de provocar sorpresa deja cierto sabor amargo, que arriesga convertirse en franco miedo toda vez que pensamos que aun quienes no estábamos satisfechos con tal representación corremos hoy el serio riesgo de imitar hasta la última consecuencia el modelo estadunidense. Esto es, tener excluida de su propia representación a millones de italianos. De hecho, mal o bien, Refundación Comunista y sus aliados eran los únicos que con cierta profundidad tocaban temas esenciales hoy en la sociedad italiana: precariado, migración y guerra. Y aunque en éstos y otros espacios siempre hemos criticado incoherencias y contradicciones entre el discurso y la práctica parlamentaria de estos partidos, antes en la oposición y en los últimos dos años en el gobierno, hoy corremos el riesgo concreto de tener interlocutores aún más alejados de las realidades mencionadas. La izquierda que aún se llamaba comunismo -al menos en su nombre o símbolo-, hoy queda afuera por primera vez en la historia republicana del máximo espacio de la democracia formal en Italia. Y regresa -como en los tiempos del fascismo- a ser una fuerza extraparlamentaria, de oposición pero afuera de los cauces que históricamente había escogido, los de la representación burguesa. Un cambio paradigmático.

¿Cuáles las causas? Por lo pronto, a reserva de observar la evolución de la crisis, cabe mencionar al menos dos. La primera externa, y es la profunda operación política que el líder del PD ha planeado y llevado a cabo, con la complicidad -y quizás el acuerdo explícito- de Berlusconi. Operación que ha apuntado a destruir un sector de izquierda que había demostrado no tener cabida en el proyecto reformista del recién nacido PD. Veltroni ha ganado aún perdiendo las elecciones. Aun con el riesgo de caer en las teorías del complot, mucha es la tentación de entrever una paradoja en lo que ocurrió: Veltroni fijó dos objetivos en esta campaña electoral. El segundo ha sido alcanzado plenamente. El primero, vencer a Berlusconi, no se logró. Y parece ser el mal menor. La segunda causa posible de la derrota de la izquierda más radical puede al contrario buscarse y encontrarse en las filas de la misma coalición y de cada uno de sus integrantes. Esta izquierda ha demostrado en casi dos años de presencia en el gobierno ser incapaz de defender su propio programa sucumbiendo frente a las imposiciones neoliberales del resto de la coalición. Una postura que al fin y al cabo le ha costado su propia supervivencia política. Una postura que preferimos pensar ha sido fruto de la ingenuidad y la falta de liderazgo porque no queremos, hoy no, ceder a la tentación de pensar que la izquierda no supo ser de de izquierda simplemente por no quererlo ser prefiriendo a esto los acuerdos y compromisos.

¿Cuáles las consecuencias posibles? Difícil decirlo. Berlusconi tiene mayoría abrumadora que desde hace décadas no se observaba tan estable y aparentemente inquebrantable. El próximo primer ministro no tiene atadura alguna tras la cual escudarse. como lo hizo en el pasado. El PD logró configurarse como la primera -y prácticamente única- fuerza de oposición. Esto le permitirá dentro de cinco años -en el peor de los casos- concurrir como único adversario en las próximas elecciones, gozando de la poco representativa pero muy eficaz alternancia en el poder. El ciclo se concluye y el bipartidismo anglosajón se impone también en la cuna del sistema proporcional italiano. Cabe preguntar si nos encaminamos hacia el presidencialismo.

La izquierda enfrenta hoy su más profunda crisis después de la caída del muro de Berlín. Lo cierto es que ahora esta izquierda, que durante los últimos dos años ha despreciado el diálogo con el movimiento social, tiene hoy el reto de regresar al diálogo con éste. Pero esta vez desde la debilidad de su fracaso electoral.