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Bloody Sunday: una atrocidad muy británica

Fuentes: Sin Permiso

«El gobierno de Dublín estaba aterrado. Tras la matanza se hizo un llamamiento a la huelga general. La marcha que quemó la embajada británica fue convocada y dirigida por el Consejo de Sindicatos de Dublín, un grupo de bases sindicales. La huelga se extendió por toda Irlanda del Norte. Todo estaba paralizado. No funcionaban los […]

«El gobierno de Dublín estaba aterrado. Tras la matanza se hizo un llamamiento a la huelga general. La marcha que quemó la embajada británica fue convocada y dirigida por el Consejo de Sindicatos de Dublín, un grupo de bases sindicales. La huelga se extendió por toda Irlanda del Norte. Todo estaba paralizado. No funcionaban los aeropuertos, ni correos, ni los autobuses, ni los trenes, las fábricas no abrieron, tampoco los pubs, ni las tiendas… así durante dos días.»

«Así que el ultraje que supone que personas de la clase trabajadora hubieran tomado el control de sus vidas y que cortaran con la autoridad del Estado fue la motivación detrás del envío del regimiento de paracaidistas.»

«La gente ha dicho del caso Saville que es un alto en el camino de la reconciliación. ¿Pero de qué estamos hablando? Si habláramos de la reconciliación entre católicos y protestantes, entonces sería magnífico. Algunos de nosotros, particularmente los socialistas, hemos pretendido precisamente eso desde hace mucho tiempo. Pero lo que de verdad intentan los políticos es que la gente se reconcilie con la autoridad y la naturaleza del Estado. Ese es un tipo diferente de reconciliación. Contemplar los sucesos del Bloody Sunday como el modo de reconciliar a la gente con la clase política británica es un poco descarado.»

El periodista y socialista Eamonn McCann fue testigo presencial de la masacre del Bloody Sunday, cuando en 1972 los soldados británicos mataron a 14 manifestantes en Derry. Habló con Judith Orr sobre su larga lucha por la justicia.

Usted escribió hace tiempo que las familias de aquellos a los que dispararon el Bloody Sunday no necesitaban que les dijeran la verdad: querían simplemente que la verdad fuera contada. ¿Qué ambiente se respiraba en el Guildhall al ser desveladas por fin las conclusiones del informe Saville?

Llegué allí una hora y media antes de hacerse público el informe. Subí la majestuosa escalera del Guildhall de Derry hasta el vestíbulo principal, en el que se congregaban unos 200 miembros de las familias, y uno no necesitaba preguntarles su opinión sobre el informe. La mitad estaba llorando de emoción, y la otra mitad con rostros resplandecientes y felices, e inmediatamente, sobrevino un frenesí de abrazos y expresiones de afecto. Fue un momento muy emocionante, una de las experiencias más intensas y emotivas de toda mi carrera política.

Estaba completamente seguro de que cada uno de los muertos y heridos iba a ser exonerado, tan seguro, que los otros activistas llevaban varios días avisándome de que no lo fuera dando todo por sentado. Mi seguridad se basaba ni más ni menos en las evidencias presentadas a Saville. Resultaba obvio que ninguno de los soldados afirmara con mucha convicción que alguno de los muertos o heridos pudiera haber estado armado; al contrario, la declaración que se repetía una y otra vez era la de que por equivocación alcanzaron a personas inocentes cuando disparaban contra los terroristas. Obviamente, esto no es más que otro cuento chino…

No teníamos un plan B. Nada más llegar a Guildhall leí el texto a las familias con lo que se había propuesto decir allá afuera. Llevaba escrito desde hacía días, lo tenía en el bolsillo, y no hizo falta cambiar ni una coma. Si Saville hubiera concluido que algunos de los muertos o heridos portaban armas o que hubieran podido hacer cualquier otra cosa que «justificara» el tiroteo, nos hubiéramos quedado sin saber qué decir. Cada detalle de nuestra presentación, familia por familia diciendo «inocente» y las fotos para la gran pantalla, todo había sido preparado de antemano. En alguna que otra ocasión en las interminables noches previas, llegamos a pensar, «mejor será que hayamos acertado con esto». Pero así pasó, y fue increíble.

¿Cómo se desarrolló la campaña familiar?

La campaña familiar viene funcionando aproximadamente desde 1987. En el periodo que siguió al Bloody Sunday, la Asociación de Derechos Civiles que había organizado la marcha del Bloody Sunday, organizaba marchas conmemorativas. Para mediados de la década de los 70, la Asociación había ido desapareciendo de la escena y fue entonces cuando el Sinn Fein tomaría el relevo de la organización. Pero hubo familias que simplemente se negaron a formar parte de la marcha, bien porque diferían bastante del Sinn Fein o porque no querían ver involucrado a ningún partido político. Así que no era la situación muy satisfactoria.

Ya desde mediados de los 80 y hasta finales de esa década, iba aumentando la sensación de que no tenía ningún sentido que los republicanos se unieran cada año a la marcha reclamando una segunda investigación: para conseguir eso se iba a necesitar una campaña bastante más poderosa. Nacería entonces la organización que pasaría luego a llamarse Bloody Sunday Trust y empezamos a organizar la marcha anual, a la vez que seguíamos buscando nuevos apoyos. Al principio encontramos más bien pocos, pero seguimos luchando, y con el tiempo llegó a ser una opinión generalmente aceptada que habría de hacerse una segunda investigación.

Salir victorioso de esta segunda investigación fue un logro impresionante.

La magnitud de este logro es difícil de exagerar porque ya se contaba con la investigación Widgery de 1972, en virtud de la ley de Tribunales de Investigación de 1921, dirigido nada menos que por el juez del Tribunal Supremo, que fue el que pronunciaría la «verdad oficial». Constitucionalmente hablando era absolutamente imposible que se produjera una segunda investigación, bajo la misma ley, para un mismo caso, y por eso cuando empezamos con la campaña propiamente dicha hace ya 25 años, nadie nos apoyaba, ni siquiera en Derry.

La presidenta Mary Robinson rechazó de pleno entrevistarse con las familias. Sólo accedió a verlas después de que varias de ellas aparecieran con pancartas y formaran piquetes entorno a su residencia oficial. El cardenal católico Cahal Daly también se negó en rotundo a ver a las familias. Yo fui con ellas a Dublín para la presentación de un libro que les había escrito titulado «Bloody Sunday in Derry: What Really Happened» Invitamos a venir a unos 30 miembros del Parlamento a un hotel que estaba literalmente al otro lado de la calle. Sólo se presentó uno, un independiente, el ya fallecido Tony Gregory. No aparecería una sola editorial en los periódicos dublineses hablando de que se necesitara una investigación hasta por lo menos finales de los 90, que fue cuando esta idea comenzó a tomar impulso realmente.

Después de todos estos años luchando para se haga justicia, ¿te acuerdas aún de cómo te sentiste el mismo Bloody Sunday?

Ese día fue como un enorme bombazo. Hizo falta que pasara un tiempo tras la matanza para que uno pudiera meterse en la cabeza lo que había pasado verdaderamente ahí fuera. Como otros muchos, me pasé un par de horas de esa noche yendo de un velatorio a otro, de una casa donde habían matado a alguien a otra. Había un continuo movimiento silencioso por las zonas de Bogside y Creggan. Salvo una excepción, todo el mundo venía de la misma pequeña zona. Mickey Bridge, que resultó herido, había sido un amigo del colegio. El hermano mayor de Hugh Gilmour, muerto esa noche, estaba en clase conmigo. Jim Wray fue tiroteado por la espalda mientras yacía herido en Glefanda Park, su padre también es amigo mío, y estábamos en el comité de la asociación de arrendatarios locales. Willie Nash fue asesinado, y su padre, Alex, fue herido en las barricadas. Conocía a la familia Nash: todo Derry la conocía.

Así que no era sólo la atrocidad cometida: es que además se trataba de personas con las que uno había estado jugando, entrando y saliendo de sus casas cuando niños. Fue una herida infligida sobre toda la comunidad.

Hay una generación entera de jóvenes activistas y sindicalistas que no están familiarizados con la corriente de solidaridad que partió de los trabajadores en los días que siguieron al Bloody Sunday.

Inmediatamente después la reacción fue enorme. Causando gran consternación, los portuarios de la Costa Este de los Estados Unidos boicotearon los barcos británicos. En un momento dado, durante la semana que siguió al Bloody Sunday, se acercó el secretario general de la Unión de los sindicatos británicos, Vic Feather, para entrevistarse con los unionistas de Derry en la habitación de encima de un pub y pedirles que le dijeran a los portuarios de los Estados Unidos que los sindicalistas de Derry no querían que hicieran huelga porque resultaba perjudicial. El movimiento sindicalista se hizo un flaco favor en este tiempo tras el Bloody Sunday.

En Irlanda del Sur, la gente enfurecida se levantó en masa en solidaridad por lo ocurrido en Derry, siendo el momento culminante de este levantamiento la quema de la embajada británica en Merrion Square, en Dublín. La policía se hizo a un lado y permitió que ocurriera porque se dieron cuenta de que esa era la voluntad popular e intentar detenerlo podría haber tenido consecuencias incalculables.

El gobierno de Dublín estaba aterrado. Tras la matanza se hizo un llamamiento a la huelga general. La marcha que quemó la embajada británica fue convocada y dirigida por el Consejo de Sindicatos de Dublín, un grupo de bases sindicales. La huelga se extendió por toda Irlanda del Norte. Todo estaba paralizado. No funcionaban los aeropuertos, ni correos, ni los autobuses, ni los trenes, las fábricas no abrieron, tampoco los pubs, ni las tiendas… así durante dos días.

Para el segundo día de huelga empezarían a manifestar su apoyo los ministros del gobierno, que se refirieron a este tiempo como un periodo de luto. No era luto, era una huelga, pero los políticos pretendieron convertirlo en eso.

La verdadera buena noticia es que el informe Saville demuestra que los muertos y heridos eran inocentes. ¿Pero qué dice sobre el culpable?

Para leer la parte más interesante del informe Saville uno necesita llegar al cuerpo principal del informe, una tarea monumental en un documento de más de 5.000 páginas. Pero compensa. Algunas de las conclusiones de Saville son insostenibles. Es un informe muy político y repleto de fallos.

Saville exonera a los altos mandos del ejército británico a pesar de la evidencia, alegando simple y llanamente que son inocentes. La persona que sale peor parada es el teniente coronel Derek Wilford, comandante del primer batallón del Regimiento de Paracaidistas ese día. Por supuesto que era el comandante y que estaba sobre el terreno, y se merece por ello todo lo que quieran echarle, pero tenía por encima al general Robert Ford, que era comandante de las fuerzas de tierra en Irlanda del Norte. Fue Ford el que decidió traer a los paracaidistas de Belfast para enviarlos a Derry. Había escrito algunos comunicados el par de semanas previo, después de una visita a Derry, en la que hablaba de la necesidad de seguir una línea dura en el Bogside. Era muy crítico sobre los regimientos de guarnición en Derry y decía que eran unos ñoños inútiles y que el jefe de la policía, Frank Lagan, era demasiado comprensivo con Bogside etc., etc…

Ford quería que alguien entrara en el barrio y les diera una lección a los gamberros. Dijo que algunos líderes seleccionados de entre los alborotadores y vándalos de Derry deberían ser fusilados. Ford dijo eso el 7 de enero de 1972. A continuación va y manda a Derry el Primer Batallón del Regimiento de paracaidistas.

Seville no ve ningún indicio en esto, y acepta la palabra de Ford de que él no tenía ninguna razón para creer que la brigada de paracaidistas fuera a comportarse de forma inapropiada en Derry. Pero Ford debía conocer la reputación de los «Paras«; tenía que saber que mataron a 11 personas en Ballymurphy el agosto anterior. Es un puro sinsentido que diga que no tenía ni idea de que los «Paras» se comportarían de modo imprudente e injustificado.

Si seguimos la línea de mando es posible apreciar algo realmente interesante. Bajo el mando de Ford estaba Wilford, al que el informe pega una buena tunda. Bajo Wilford está el capitán Mike Jackson, que después llegaría a ser el general Sir Michael Jackson, Jefe de Estado Mayor y comandante de la OTAN en los Balcanes. Era el segundo de mando tras Wilford y estaba sobre el terreno en Bogside. Podría deducirse que si Wildford tuvo responsabilidad en este comportamiento inaceptable, su subordinado, Jackson, también debiera compartir parte de la culpa. Pero nada de eso. Se salta a Jackson y se llega hasta las personas bajo su mando, los soldados sobre el terreno. Todos ellos son atacados sin excepción en el informe.

Jackson no era un oficial jefe en ese momento, pero pronto llegaría a ser un oficial jefe muy importante, y Saville le deja escapar. Jackson había copiado de su propio puño y letra la «lista de tiro»: un puñado de mentiras que pretendían ser un relato de lo ocurrido. Y sale exonerado. Hay una serie de cosas así en el informe. Es mucho menos benigno para las personas que estaban sobre el terreno de lo que la reacción inicial pudiera sugerir. Obviamente, era mucho más peligroso desde el punto de vista político que se dejara cargar a Jackson con la culpa.

Está el comandante Ted Loden, que preparó la susodicha lista de disparos, que es totalmente errónea, porque alguno de los tiros que describe hubiera tenido que atravesar paredes de ladrillo para impactar sobre sus objetivos. Es un disparate. Pero el informe dice: «estamos convencidos de que el comandante Loden preparó su lista de buena fe y sin propósito de engaño deliberado o de encubrimiento con el que pretendiera presentar al ejército de forma favorable».

Saville habla de las circunstancias difíciles bajo las que se preparó la lista, los cuarteles pequeños y oscuros, que algunos soldados no estaban disponibles, su desconocimiento de la zona. Puede que esos sean factores relevantes, pero equívocos al fin y al cabo, y esas son las mentiras que los servicios informativos británicos difundieron por todo el mundo. El centro de propaganda oficial telegrafió esa lista de tiro a cada embajada y consulado británicos. Se convertiría en la base del encubrimiento, y todo lo que Saville ha dicho al respecto es que se hallaban bajo circunstancias difíciles. Loden pasó la lista de tiro a Jackson, y Jackson la redactó en mitad de la noche. Entonces tuvo que comunicarla a los cuarteles del ejército en Londres desde donde sería difundida. Después, en octubre de 2003, Jackson declararía en Londres ante un tribunal y diría que no recordaba nada de esto, que no podía recordar nada en absoluto.

Jackson estaba en Bogside cuando sucedió el tiroteo y no vio nada de lo que estaba pasando. Mike Jackson se quitó de en medio. Y tal es la desfachatez de la clase gobernante británica y sus asociados militares que en el momento que David Cameron acabó de anunciar las conclusiones de la investigación Saville, la BBC ya estaba entrevistando a Jackson, que respondía a todas sus preguntas, y actuaba como si fuera una bellísima persona, en vez del mentiroso despreciable que en realidad es.

Sería demasiado cínico pensar que la razón para una victoria tan rotunda de las familias es que tanto el sistema como la clase dirigente esperaban que los gritos de alegría hicieran pasar desapercibido cualquier criticismo. Aunque dicho sea de paso, se informó generosamente de lo increíble que parecía ver a esta multitud nacionalista en Derry, si es así pudiera describirse, celebrando lo que decía un primer ministro británico en la pantalla grande. Martin McGuinness y otros tantos que han hecho las paces con el imperialismo andaban ahora diciendo por ahí que Cameron había hecho un trabajo estupendo.

La gente lo festejaba porque habían forzado a Cameron a decir lo que dijo. Fue un grito de triunfo, no un aplauso a Cameron. El mayor grito de júbilo del día aconteció a las 15:20 cuando la gente vio por una de las ventanas de Guidhall esta pequeña mano, que llevaba una pulsera que la identificaba como miembro de una de las familias, haciendo con el pulgar la señal de OK.

Parte de la información engañosa que se propagó sobre ese día incluía la afirmación de que los cuerpos de los «auténticos terroristas» tiroteados por el ejército habían sido hechos desaparecer en secreto.

Por supuesto que es una historia totalmente ridícula, la idea de que la familia dijera a los vecinos que «bueno, es que le ha salido un trabajo en Inglaterra» para explicar su repentina desaparición. Era una locura, pero demuestra lo difícil que era dar cuenta de lo ocurrido.

¿Es cierto que el encubrimiento de estos hechos incluiría la destrucción de los fusiles usados ese día?

Eso vendría mucho después, sí. El Ministerio de Defensa fue informado de que cinco fusiles identificados por funcionarios de Savile como los fusiles utilizados en el Bloody Sunday serían conservados como prueba. Se metieron en bolsas y se dictaminó que habrían de mantenerse en lugar seguro. Sin embargo, cuando Saville regresó por ellos, habían desaparecido.

Ese día también estaban de servicio diez fotógrafos del ejército britànico. Tomaban fotografías no sólo para el archivo histórico, sino también para poder identificar los manifestantes que serían arrestados después. Pero no sobrevivió ni una foto. De tener una foto de alguien apuntando entre la multitud, seguro que hubiera sido preservada. Las fotos desaparecieron porque habrían servido como un historial súper amplio, minuto a minuto, de lo ocurrido, y la historia contada por el ejército británico no hubiera podido sostenerse en pie. Las imágenes tomadas por un helicóptero desde el aire también desaparecieron.

Saville demostró que las pruebas forenses presentadas ante el primer tribunal Widgery eran fraudulentas. No es que estuvieran equivocadas, no, eran fraudulentas. Así que junto con los principales oficiales británicos, los altos funcionarios y los políticos, estaban además involucrados en el encubrimiento los científicos forenses. La clase dirigente al completo, unida para contarle su mentira del Bloody Sunday al mundo.

¿Por qué lo hicieron? ¿Acaso para mostrar que podían aplastar Derry o más bien con la intención de respaldar el parlamento de Stormont?

No creo que los militares estuvieran particularmente interesados en respaldar Stormont. Me quedé esperando la evidencia de alguna declaración al tribunal que dijera «mire, es que necesitábamos preservar el gobierno de Brian Faulkner en Stormont». Pero no se dijo nada de eso. De hecho, la actitud de los militares hacia los unionistas en Irlanda del Norte era casi despectiva. Sugerir que Bloody Sunday ocurrió por la necesidad percibida de apoyar al gobierno unionista es pretender ubicar el Bloody Sunday en el contexto de la narrativa preferida sobre el Conflicto de Irlanda del Norte, con los católicos y protestantes peleándose entre ellos y en medio el ejército británico sosteniendo el cuadrilátero.

Todo se atribuyó a la dinámica interna de la sociedad retorcida de Irlanda del Norte, pero esta fue una atrocidad puramente británica, llevada a cabo por el ejército británico con el apoyo deliberado de los políticos. Un tema muy presente en el pensamiento de los oficiales británicos, en los informes publicados y las actas de reuniones de las comisiones conjuntas de seguridad, era su indignación por la existencia de Derry Libre, en la que no podían entrar las fuerzas del estado. La existencia de este lugar hacía que general Ford se estremeciera de rabia. Ford creía que los oficiales del ejército británico en el terreno, las guarniciones de regimientos en Derry, estaban siendo demasiado blandos. Se lo tomaba como un insulto al Reino Unido y su ejército.

Así que el ultraje que supone que personas de la clase trabajadora hubieran tomado el control de sus vidas y que cortaran con la autoridad del Estado fue la motivación detrás del envío del regimiento de paracaidistas.

¿Cómo actuarán las familias a partir de ahora? ¿Piensa que habrá acusaciones?

Pienso que eso no es muy probable, incluso con el hallazgo de que las personas contra las que se disparó eran inocentes y estaban totalmente desarmadas, como es el caso de Jackie Duddy, de 17 años y que fue la primera persona asesinada a disparos en el Bloody Sunday. Es el jovencito cuyo cuerpo es arrastrado en esa foto tan icónica, con el cura blandiendo el pañuelo. Sabemos exactamente dónde estaba cuando recibió el disparo desde el otro lado del aparcamiento, y que echó a correr y recibió un disparo por la espalda. Pero había tres soldados disparando en ese mismo espacio. Cualquiera de ellos podría haber disparado a Jackie. Así que ¿cómo podría probarse con total seguridad que fue el soldado A y no el soldado B? Sólo estoy siendo práctico sobre si se existe la posibilidad real de llevar el caso a los tribunales. Una de las razones por las que no es posible saber quién disparó el tiro fatal es que esos mismos tres soldados han incurrido en falsedades sobre lo que estaban haciendo en ese momento, los tiros que realizaron y a qué estaban apuntando.

Saville es muy claro y tajante sobre la falsedad de sus testimonios. ¿Pero debieran cargar ellos con toda la responsabilidad? Es un recordatorio de lo que escribió Rudyard Kipling, que el soldado raso Tommy Atkins pagará por ello mientas que los oficiales continúan con su cena.

Algunas de las familias quieren iniciar una acción judicial, y presentan el simple argumento de que cuando el Estado tirotea un ciudadano inocente, esto no deja de ser un crimen y quien quiera que lo hiciera en nombre del Estado debería ser acusado de asesinato. De lo contrario, la vida de esa persona tendría menos valor que la de otra persona asesinada bajo circunstancias distintas. Es un argumento muy sólido. Yo soy de la opinión de que el castigo por el Bloody Sunday debe llegar más allá de la infantería rasa.

La investigación Saville ha sido retratada como parte del proceso de paz, como una manera de darla por «terminado».

El informe Saville fue utilizado de manera orquestada para intentar ofrecerle al gobierno británico un aterrizaje suave. El contenido del discurso de Cameron había sido apuntado por adelantado a los políticos nacionalistas de Irlanda del Norte. La mañana que se desveló el informe, Cameron le dejó saber a Brian Cowen, el «Taoiseach» del Sur qué es lo que iba a decirse. Así todo el mundo podía preparar su declaración correspondiente. Por supuesto esta es la misma trama que se venía dando en las negociaciones del proceso de paz. En aquel entonces, el IRA prácticamente tenía acceso a las declaraciones que iba a hacer Tony Blair en los Comunes, y tenemos la palabra de Jonathan Powell de que en alguna ocasión, oficiales británicos, incluyendo «oficiales de seguridad», ayudaron al IRA a redactar las declaraciones del consejo.

La gente ha dicho del caso Saville que es un alto en el camino de la reconciliación. ¿Pero de qué estamos hablando? Si habláramos de la reconciliación entre católicos y protestantes, entonces sería magnífico. Algunos de nosotros, particularmente los socialistas, hemos pretendido precisamente eso desde hace mucho tiempo. Pero lo que de verdad intentan los políticos es que la gente se reconcilie con la autoridad y la naturaleza del Estado. Ese es un tipo diferente de reconciliación. Contemplar los sucesos del Bloody Sunday como el modo de reconciliar a la gente con la clase política británica es un poco descarado.

La pregunta correcta que deberíamos estar haciendonos es, ¿qué dice el informe sobre el ejército británico? ¿Qué es lo que dice sobre el papel de Gran Bretaña en Irlanda del Norte? ¿Qué es lo que dice sobre el papel británico en Afganistán? Estas son las preguntas que deben hacerse.

Eamonn McCann es un periodista y escritor socialista irlandés que ha militado en diversas organizaciones de izquierda

Traducción para www.sinpermiso.info : María Argueta