ANTECEDENTES La razón histórica acompaña a Bolivia en el reclamo, puesto que en 1879 (cuando muchos de los Estado Nación latinoamericanos empezaban a consolidar su territorio a base de sangre y fuego sobre poblaciones nativas y preexistentes, bajo la presión de un capitalismo en expansión), Chile realiza una ocupación de territorios al norte, en lo […]
ANTECEDENTES
La razón histórica acompaña a Bolivia en el reclamo, puesto que en 1879 (cuando muchos de los Estado Nación latinoamericanos empezaban a consolidar su territorio a base de sangre y fuego sobre poblaciones nativas y preexistentes, bajo la presión de un capitalismo en expansión), Chile realiza una ocupación de territorios al norte, en lo que en su momento era el Litoral Boliviano, para proteger los intereses chileno-británicos de la Compañía de Nitrato y Ferrocarril de Antofagasta. Con la ocupación el país trasandino se apropió de 120 mil km2 de territorio y 400 km de litoral, en beneficio de los empresarios del nitrato, ingleses en su mayoría, aunque también se favoreció la consolidación de grandes salitrales en el norte.
El conflicto se desató en una guerra, conocida popularmente como la Guerra del Pacífico, donde Bolivia y Perú se enfrentaron a Chile. Detrás se hallaban intereses de las principales potencias imperialistas de fines del siglo XIX, con intereses contrapuestos: Estados Unidos e Inglaterra. La guerra terminó en 1883, y el tratado de paz se firmó en 1904, donde se establecen los actuales límites territoriales, donde Chile monopolizaba el control de la costa y Bolivia quedaba así cercenada de su posibilidad de acceso al mar.
Durante todo el siglo XX existieron distintos contactos entre los gobiernos de Chile y Bolivia de encontrar puntos en común para consolidar y comulgar en torno a una mirada común y beneficiosa para ambas partes.
De las distintas experiencias, quizá la más ilustrativa es la que se conoce como Abrazo de Charaña, donde los dictadores de cada país se fundieron en, justamente, un abrazo para intentar encontrar resultados. Sí, Augusto Pinochet y Hugo Banzer, usurpadores del poder ejecutivo de Chile y Bolivia, respectivamente, asumieron en el año ´75 el compromiso histórico de contribuir en una solución a la solicitud boliviana de una salida al mar. En esta ocasión fue Perú, la tercera firmante en el tratado de paz de 1904, quien se opuso.
Llama poderosamente la atención que sea durante los gobiernos militares (y una de las dictaduras más reaccionarias de América Latina) uno de los momentos más proclives a satisfacer la demanda del país vecino. Fue, de hecho, el intento más serio de proveer de una salida al mar a Bolivia hasta el presente. Pese a que se podría haber apelado al nacionalismo extremo, la soberanía y la identidad nacional, las dictaduras de ambos países consideraron seriamente la posibilidad de cooperar para solucionar el conflicto.
Hay que aclarar que Chile muy lejos está de perder soberanía. Tiene sí, muchísimo para ganar si llega a un acuerdo con Bolivia. Por ejemplo, fortalecer los vínculos latinoamericanos y la complementación económica, el proveer de agua y gas natural al altiplano y así fomentar el desarrollo del norte.
SOLICITUD DE BOLIVIA
La situación debe quedar bien clara desde el inicio: Bolivia no exige un pedazo concreto de tierra o de mar. Bolivia exige que Chile asuma el compromiso de dialogar y negociar una salida al mar, en donde a través de esos canales diplomáticos ambos Estados estén conformes. Nada más.
Los bolivianos sostienen que Chile se negó sistemáticamente a negociar con ellos, de ahí que el reclamo sea en específico para que las negociaciones comiencen cuanto antes, e intentar encontrar un resultado favorable a ambas partes.
FALLO DE CIJ
La Corte Internacional de Justicia, pese a todo pronóstico, se posicionó en contra a la solicitud de Bolivia. «La república de Chile no contrajo la obligación legal de negociar un acceso soberano al océano Pacífico para el Estado Plurinacional de Bolivia», argumentó el presidente de la CIJ. Sí invitó la corte a continuar con el diálogo y los intercambios entre ambos países para atender a las cuestiones y su posible solución. «Bolivia no renunciará nunca una salida al mar» dijo el presidente Evo Morales, quien asumió la necesidad de continuar con el diálogo, pese a la resolución de la CIJ que venía desde 2013.
Al día siguiente publicó el siguiente mensaje en sus redes sociales: » Quiero decirle al país que, pese al informe de la # CIJ, que ha sido injusto, la lucha del pueblo boliviano sigue. Lo importante en este momento es que, aun siendo un resultado que no hace justicia, hay una Corte Internacional que reconoce que existe un tema pendiente con Chile» (Twitter de la cuenta oficial de Evo Morales)
REFLEXIONES FINALES
Quedará para el futuro esperar que los Estados sientan la necesidad de una vez el compromiso de una salida diplomática que satisfaga a ambas partes. Pero no tenemos que dejar de ver el escenario en el cual se monta este panorama, por demás de complejo, y que tiene como eje la geopolítica latinoamericana y el rol de los EEUU, quien desde las sombras prestidigita los movimientos y supervisa los pasos de muchos países de la región.
La postura chovinista y arrogante de Piñera de no ceder «ni un centímetro cuadrado», más que buscar dar respuestas a un reclamo, entendemos que buscar marcar una barrera en la cual diferenciarse. No podemos comprender la totalidad del conflicto entre Chile y Bolivia si no entendemos que, lo que está detrás, es el intento de varios países latinoamericanos (además de Chile, Colombia y México o incluso la misma Argentina, todo supervisado por EEUU) para desarticular y desestabilizar procesos democráticos alternativos que se desarrollan en contextos adversos.
No podemos terminar de entender la negativa a una salida al mar, si no lo encuadramos en un proceso geopolítico de guerra económica desarrollada en Venezuela contra Maduro y la Revolución Bolivariana. De igual manera, si no traemos a colación los más de 40 años de bloqueo y embargo económico que sufre Cuba, y que le impiden desarrollar su sistema económico y político con plenitud.
Lo que está en el fondo de estas intentonas políticas desestabilizadoras es la desarticulación de la UNASUR, quizá de los proyectos más ambiciosos de América Latina del siglo XXI, que busca construir y consolidar una identidad latinoamericana independiente, construyendo lazos de solidaridad y fortaleciendo la integración entre los países de una manera equitativa y democrática.
Como fuere, Chile y Bolivia seguirán siendo vecinos hasta el fin de los tiempos. Habrá que esperar que nuevos gobiernos utilicen los canales diplomáticos de negociación para encontrar una salida favorable a los Estados en pugna, directamente, y a toda la región de manera colateral.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.