Los impresionantes resultados del 4 de marzo muestran la pujanza de la segunda etapa del movimiento, menos controlada por Beppe Grillo
Foto publicada en la cuenta oficial de Twitter de Luigi Di Maio, líder del Movimiento Cinco Estrellas, durante un acto electoral de su partido.
En todos los mapas electorales donde los politólogos colocan a los partidos de izquierda a derecha, de más rojo a más azul, el M5S aparece en el centro de un color gris oscuro. El lugar común más extendido entre sus críticos y analistas es el de la indefinición total y su incapacidad para lograr poner en pie un programa político de futuro coherente con ciertos valores y sólido técnicamente. Esto se ha visto reflejado además en sus grandes dificultades para encontrar apoyos entre la intelectualidad itálica. Sólo algunos históricos de la intelligentia de izquierdas, como Dario Fo, o cantantes como Ramazotti o Rafaella Carrá, le han prestado su apoyo públicamente. Pero es llamativa la pérdida continua de apoyos de perfiles más sólidos, como el del economista y excolaborador de Stiglitz, Mauro Gallegati, que han terminado por abandonar el movimiento por discrepancias con la dirección.
A pesar de esta carencia, el M5S ha conseguido mantenerse -con altibajos y muchas diferencias geográficas- desde 2013 en torno al 20% del voto y, ahora, en las elecciones del 4 de marzo, y con resultados todavía provisionales, el movimiento obtiene más del 32% de los votos y se convierte en la primera fuerza política de Italia.
El Cinco Estrellas fue un fenómeno apenas conocido hasta mediados de 2014 para quienes solo se informaban por televisión. Ese año, por primera vez, Beppe Grillo concedió una entrevista en directo a un programa de prime time presentando el M5S «al popolo della televisione». Hasta entonces todo se había movido exclusivamente por internet y a nivel local. Aunque el partido nació formalmente en 2009, todavía hay grandes dificultades, dentro y fuera de Italia, para comprender qué es el M5S. Absolutamente transversal en lo ideológico, surgido en las redes sociales y con una meridiana línea política de no llegar a pactos con ningún otro partido (cada tanto desmentida y reafirmada), sigue rodeado de grandes interrogantes.
Giuseppe Grillo era conocido sobre todo por haber sido expulsado de la televisión pública en 1987, a la que no volvió hasta la entrevista mencionada en 2014, tras contar una serie de chistes sobre la corrupción del Partido Socialista y Bettino Craxi. A partir de ese momento se dedicó casi exclusivamente al teatro, donde sus monólogos de sátira política sobre corrupción, consumismo y globalización, y especialmente sobre medioambiente y agua pública, obtuvieron un éxito enorme. Esa fama y su empeño en la denuncia política le empujaron a debutar en la política activa a través de su blog. Junto a su amigo Norberto Casaleggio, empresario de estrategias en redes sociales, logró convertirlo en uno de los blogs más influyentes en el mundo en lengua italiana.
Por aquel entonces sus campañas más famosas fueron las que llamaban a sacar las tropas de Irak y a recoger firmas para la dimisión de una veintena de diputados condenados por corrupción. Entre 2007 y 2008, desde su blog, se convocan dos grandes manifestaciones, llamadas VaffanculoDay, el día de «mandarlos a tomar por culo». La primera, pidiendo la dimisión de diputados condenados por corrupción y la limitación de mandatos, y la segunda, contra la financiación pública de los medios de comunicación y contra la connivencia de los medios de comunicación y la élite gobernante. Fueron manifestaciones masivas y sería difícil no hablar de ellas como de un proceso de movilización social capaz de conectar, de manera muy similar a como lo conocemos en nuestro país, las redes sociales y la política, internet y la calle. La gran diferencia es que esta se dio en general al margen no sólo de las estructuras de los partidos, sino también de las históricas organizaciones de los movimientos sociales surgidos en la ola de movilizaciones de finales de los años 60 y que aún hoy perduran. Con estos fueron confluyendo en reivindicaciones más concretas en los años siguientes, como el rechazo a la construcción de las líneas de alta velocidad o las movilizaciones por el agua pública.
Hasta aquí, conocer esto es igual de importante que conocer el origen de Pablo Iglesias y el grupo de personas que fundaron Podemos (y aquí, aclaro, los paralelismos entre el M5S y Podemos son exclusivamente para acercar y ayudar a la compresión del fenómeno en tanto que partido nuevo). Pero conviene dejar de lado las teorías conspiratorias que han acompañado hasta ahora los análisis sobre el M5S. Que sustancialmente vienen a presentar al M5S como el resultado de la manipulación en redes sociales en una especie de fascismo encubierto. Una explicación (inútil) muy parecida a la que se ha dado a sí misma la izquierda sobre Berlusconi, pero con las nuevas tecnologías.
A estas alturas hay dos cuestiones que se deben tener en cuenta. La primera es la capacidad de Grillo y el M5S para conectar con ciertas demandas latentes construidas durante el berlusconismo y que el PD había abandonado por razones similares a las del resto de la socialdemocracia europea. Esto, unido a la transversal desconfianza hacia el Estado y su sistema de partidos desde Tangentopoli, les ha permitido dar paso a un proceso de construcción de una identidad política alternativa a las existentes. La segunda es la cuestión de la innovación respecto a los partidos tradicionales en todo el proceso de construcción organizativa, que por su singularidad y tipo de debates, tal vez les suene a muchos activistas españoles. El M5S comparte con Podemos y sus confluencias la característica fundamental de ser realmente un partido nuevo, es decir, construido lejos (o al menos fuera) y de manera autónoma a los partidos clásicos y de muchas de sus tradiciones organizativas.
Desde su nacimiento, el M5S mostró un rechazo real a convertirse en un partido formal, con un aparato profesionalizado y organizado que se presentara socialmente como representante/mediador entre los ciudadanos y las instituciones. «No somos un partido, no somos una casta, somos ciudadanos punto y basta», rezaba una de las canciones que circulaban por internet como himno del M5S. La Ley de hierro de la oligarquía, de Robert Michels, se convirtió en un punto de referencia repetido por los militantes del M5S entre 2005 y 2009, período de creación de su organización. Esa era la clave que para ellos explicaba la desafección y el distanciamiento de los partidos. La organización del movimiento tenía que romper esa dinámica y producir participación desde abajo. No había que tender hacia la oligarquización, la estructura tenía que quedar ligada a las bases. En la práctica eso se ha traducido en una gran fragilidad, tanto por la figura de Grillo como por las dinámicas organizativas del grupo parlamentario nacional, cuya existencia sigue poniéndose en cuestión por muchos sectores que ven en el arraigo en el territorio su principal fuerza. Este análisis preliminar entre los ciberactivistas que pusieron en marcha el proceso de construcción del M5S es el que mejor explica la mayor parte de las decisiones que se fueron tomando durante el proceso de gestación.
En julio de 2005, Grillo propuso coordinar a los seguidores de su blog utilizando la herramienta virtual Meetup con la intención de «transformar una discusión en un movimiento de cambio». Una red social pensada específicamente para facilitar la coordinación entre los diferentes grupos, abrir espacios de debate y organizar encuentros. Cualquiera que haya participado en procesos organizativos como el 15M puede entender que las herramientas virtuales usadas en clave organizativa son las que marcan las propias dinámicas políticas. Visto con perspectiva, podemos observar cómo se han ido formando los tres niveles de participación clásicos en los partidos: los militantes (los inscritos en el blog y los meetup), los simpatizantes (los que leen el blog habitualmente y lo siguen en su Facebook o Twitter) y los votantes (que no tienen por qué mantener una relación constante con alguno de estos elementos). Pero al mismo tiempo, y esto es fundamental, si uno quiere seguir lo que sucede en sus discusiones internas, se mantiene una independencia fuerte entre los niveles nacional y local. Es precisamente en los meetup locales donde se reconoce una dinámica de movimiento y una distancia mayor de la figura y el poder de Grillo. Las votaciones online son muy frecuentes y sirven para decidir y establecer las listas electorales, los programas y las líneas políticas locales, que deben mantenerse siempre dentro de las líneas generales del movimiento. Para participar plenamente en un meetup local hace falta una permanencia de seis meses, aunque cualquier persona que desee inscribirse puede hacerlo.
En los meetup nacionales la cuestión es mucho más compleja. Actualmente gran parte de la actividad se ha centralizado en una nueva plataforma llamada Rosseau. Un sistema operativo que les ha permitido elaborar, de manera participativa, su programa electoral, recoger fondos y generar votaciones sobre diferentes temas: inmigración, parejas de hecho, alianzas en el Parlamento europeo. Pero en este nivel, y hasta hace poco tiempo, ha sido mucho mayor la influencia de Grillo, a pesar de no ostentar ningún cargo interno orgánico ni político. Recientemente, ha dejado de ejercer formalmente como portavoz, pero mantiene un poder informal, lo que ha provocado algunos problemas y muchas críticas, especialmente en el momento de la expulsión del movimiento de algunas personas. Resulta especialmente llamativo el caso de los diputados Massimo Artini y Paola Pinna, que fueron expulsados después de que Grillo propusiera de improviso una votación online, sin apenas discusión previa, ni posibilidad de defensa de los acusados de no rendir cuentas sobre sus salarios. La única votación importante que se ha resuelto hasta ahora en contra de la línea que mantenía Grillo es la que decidió que no se iba a proponer la vuelta del delito de inmigración clandestina.
En 2013, momento de su máximo apogeo organizativo, existían aproximadamente 1.200 grupos meetup en más de 900 ciudades y en torno a 150.000 miembros ligados a Grillo o al M5S; el mayor de todos el de Nápoles, con más de cinco mil miembros, seguido de los de Milán, Roma, Florencia y Bolonia, con unos 2.000. Todos ellos crearon la columna vertebral del M5S que ha tenido en su cima otra herramienta virtual, el blog de Beppe Grillo. Desde un punto de vista formal parece difícil establecer de forma inequívoca y nítida la relación entre Grillo y el M5S. Grillo se ha presentado siempre como el «megáfono» del movimiento, como aquel que va abriendo espacios para que todos los miembros puedan expresarse, y como «vigilante» del cumplimiento de los acuerdos colectivos. La función principal del excómico como elemento clave de liderazgo tiene que ver con la construcción de una unicidad desde la heterogeneidad de los miembros de los meetup. Esta función es la que le ha otorgado en muchas propuestas organizativas el nombre de Capo político. I Grillini es el nombre que reciben los militantes del M5S. Es decir, Grillo, como ‘significante’, se convirtió en el contenedor que aglutinaba y unificaba los humores del descontento que se habían ido expresando aunque no se refirieran a los mismos problemas. Esta circunstancia es clave para entender el poder informal pero central de Beppe Grillo en el M5S, mucho más que los oscuros intereses de la empresa de la Casaleggio Associati y que la manipulación tecnológica.
Grillo no formó nunca parte orgánica de su estructura más allá de ser su fundador y no se presentó como candidato a diputado o primer ministro en ningún momento, pero el hecho de que todo el proceso se haya llevado a cabo en torno a él (y a su página web) le otorga un poder en la construcción del discurso que, aun no siendo orgánico, en el sentido clásico que le atribuimos a los partidos, sí que constituye la parte más despótica de su poder. Una posición que se escapa sin duda del control democrático de las bases y que dan a Beppe Grillo una capacidad política concreta y la posibilidad de definir el dentro/fuera del movimiento. Lo que sí parece que a estas alturas está claro es que el relevo que ha tomado su nuevo secretario general, Di Maio, junto a otras cabezas visibles, va a marcar una etapa claramente diferenciada a la época de Grillo. Los impresionantes resultados electorales del 4 de Marzo son la prueba de consolidación de la era post-Grillo en el M5S.