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Notas de aquí y de allá

Breves apuntes sobre el imperio

Fuentes: Rebelión

I Poquísimos utilizaron unos pocos minutos para tratar de explicar el por qué tantas gentes salieron, espontáneamente, a celebrar el atentado terrorista en Nueva York del 11 de septiembre 2001. Esas reacciones se dieron en barrios humildes de Brasil, Argelia o Francia. Por fin, decían los entrevistados, el golpeador había recibido un golpe. Era, en […]

I

Poquísimos utilizaron unos pocos minutos para tratar de explicar el por qué tantas gentes salieron, espontáneamente, a celebrar el atentado terrorista en Nueva York del 11 de septiembre 2001. Esas reacciones se dieron en barrios humildes de Brasil, Argelia o Francia. Por fin, decían los entrevistados, el golpeador había recibido un golpe. Era, en realidad, la segunda vez que se atacaba a esa nación. Aunque se trate de negar o esconder, parece que desde esa fecha la presunta organización responsable, Al Qaida, y su líder, Osama Bin Laden, son los héroes de muchos pobres en el mundo. Sin importar la creencia religiosa. Mientras que el discurso oficial trata de convencer que los árabes cuando no son emires son posibles terroristas.

II

El 9 de marzo de 1916, a la madrugada, 400 hombres al mando del revolucionario mexicano Pancho Villa atravesaron la frontera. Atacaron y casi destruyeron el poblado Columbus, Nuevo México, asiento del Campamento Militar Furlong. Murieron 19 soldados. Era en represalia por el apoyo que Estados Unidos le estaba dando al gobierno que los insurgentes combatían. Ese fue el primer ataque extranjero a su territorio. Como respuesta, y para cazar a Villa, en tres meses penetraron a México 26 mil soldados gringos y un escuadrón de aviones. Lo que encontraron fue una encendida resistencia popular, obligando el retiro a la fuerza invasora. Si bien Villa seguía con vida, su imagen y la de demás revolucionarios empezó a ser bien distorsionada: eran solo bandidos y criminales. Quizás fue de las primeras campañas de difamación que recorrió el mundo. Hasta el degradante mito del macho latino viene de ahí. A pesar de ello, el pueblo sigue cantando las hazañas del héroe Pancho Villa. Y no sólo en México.

III

Estaban convencidos que Cuba les pertenecía por Gracia Divina, por tanto no tenía derecho a subvertirse. Entonces prepararon una invasión que resultó en desastre: la fuerza mercenaria estadounidense quedó derrotada en menos de 70 horas. Fue en abril de 1961. Kennedy, el presidente «bueno», casi enloquece de ira ante la » humillación «, según contó en sus Memorias el ex patrón de la CIA, Bill Colby. Era la primera vez que sus tropas, ya acostumbradas a invadir, eran vencidas. Mientras se fraguaba otra invasión, no se detenían los planes para asesinar al Che Guevara, Raúl y Fidel Castro. Con ese objetivo Kennedy hizo hasta pactos con la Cosa Nostra, como lo muestran las investigaciones de la Comisión Church del Senado. Contra Raúl se dieron las primeras tentativas, pero rápidamente Fidel se convirtió en el máximo objetivo. Hace poco se supo que la CIA le ha preparado unos 600 complots. Washington, por su sed de sangre y venganza, ayudó a convertir a Fidel y a la Revolución en invencibles.

IV

Julio de 1979. Los guerrilleros sandinistas llegan al poder en Nicaragua luego de derrotar a la dictadura de los Somoza. El presidente Reagan declara solemnemente que esa revolución es el principal problema de seguridad para su nación. Entonces crea una fuerza mercenaria, «la Contra», para que haga la guerra. Se minan las aguas de los puertos «nicas», y el Tribunal Internacional de Justicia, por primera vez, condena a una nación por acción terrorista: Reagan se mofa públicamente de esa decisión. Cuando el Congreso prohíbe la ayuda militar a la Contra, el vicepresidente Bush encuentra la solución. En 1986 estalló el escándalo: la Casa Blanca le vendía armamento a Irán, en guerra con Irak, y las ganancias eran para armar la Contra. Nadie entendía: Irán era un país enemigo, el «Gran Satán», le decía Reagan a diario. Se calmaba el temporal cuando en abril de 1989 la Comisión Kerry, del Senado, presentó un informe demostrando que el tráfico de drogas era fundamental en esa guerra. Se lee: » Funcionarios de alto nivel en la determinación de la política [antisandinista] no eran inmunes a la idea de que el dinero de la droga era una solución perfecta a los problemas del financiamiento de la contra. » Bush padre, en medio de una incesante campaña mediática, era quien dirigía una fuerza especial supuestamente para «combatir» el narcotráfico.

V

Cuando todo hacía pensar que terminaría enjuiciado por el financiamiento ilegal a la Contra, Bush padre, ya presidente, invadió a Panamá, masacrando a cinco mil personas. El pretexto fue capturar, por narcotraficante, a quien había sido amigo suyo y asalariado de la CIA, el dictador Manuel Noriega. En 1992, al indultar a los únicos seis altos funcionarios condenados por el Irán-Contras, Bush diría: » El denominador común de su motivación, al margen de sí estaban acertados o equivocados, fue el patriotismo. » Oliver North, fue asesor de seguridad nacional y el jefe visible de la Contra en la Casa Blanca. En 1989 el Parlamento de Costa Rica lo acusó de ser uno de los responsables de la red «drogas por armas» en esa nación. Fue de los indultados por Bush, y le faltaron pocos votos para ser elegido congresista . Y aunque no se crea, pero las pruebas sobran en ese y otros informes, l a mafia colombiana nunca hubiera llegado a tener tal poder sin la guerra antisandinista de la Casa Blanca.

VI

» Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta «, respondió el presidente Franklin D. Roosevelt cuando le reclamaron el que recibiera con pompa al dictador Somoza. Militares y políticos, hijos de la misma estirpe, llegaron y llegan huyendo de la justicia por violación a los derechos humanos desde Cuba, Haití, Argentina, Venezuela, Bolivia, Colombia, etc. El haber servido a los intereses estadounidenses los hace merecedores de la protección. El ex operario de la CIA, Luis Posada Carriles, terrorista confeso, responsable de la voladura de una nave de Cubana de Aviación, entre otros crímenes, tiene encima el largo manto de la impunidad. El clan Bush se lo enrolló desde hace años. El 22 de septiembre de 1988, en plenas investigaciones por el financiamiento a la Contra, el legislador Tom Harkin preguntó al ausente vicepresidente Bush, quien también era el «zar» antiterrorista: «Si el Sr. Posada, compañero de trabajo de un cercano asociado del Vicepresidente [se refiere a Félix Rodríguez, el hombre de la CIA que trasladó la orden de asesinar al Che Guevara] y aliado por mucho tiempo del asesor de seguridad nacional del Sr. Bush [Donald Gregg], pudo escapar del escrutinio de la Fuerza Especial para el Terrorismo del Vicepresidente, entonces necesitamos preguntarnos a qué otros terroristas internacionales no se ha molestado en investigar el Vicepresidente […] Parece ser que usted encuentra ciertos tipos de terrorismo internacional menos ofensivos, o al menos, menos dignos de investigación que otros. […]». Nunca llegó la respuesta. Posada vive en Miami porque el presidente Bush, ahora el hijo, se lo permitió.

VII

Los golpes de Estado no son cosa del pasado en América Latina, y se siguen organizando desde el mismo lugar. El presidente boliviano Evo Morales ha estado a punto de expulsar al embajador estadounidense. El de Venezuela, Hugo Chávez, ha realizado esfuerzos sobrehumanos para no hacerlo. Ni había acabado de arreglar su oficina como nuevo presidente de Paraguay, y el ex obispo Fernando Lugo denunciaba la preparación de un golpe de Estado. Se dice que si en Estados Unidos no se ha dado un derrocamiento de presidente es porque en Washington no existe embajada de Estados Unidos. Cuando en América Latina un dirigente político o un militar nacionalista no le gusta a Washington, existe la posibilidad que su helicóptero o el avión «se caiga». El general Omar Torrijos en Panamá, y el presidente ecuatoriano Jaime Roldós, son prueba. Todos sabemos que a Chávez lo tienen en la mira. El mandatario ecuatoriano, Rafael Correa debió tomar en serio su seguridad. Para los planes contra Chávez y Correa, Washington tiene en Álvaro Uribe, presidente de Colombia, su cómplice. Por algo le dicen «el Sharon de América.» Asusta que la posibilidad de esos magnicidios sea como tan «natural». Matar, algo tan normal para Washington como robar. Terrorismo. Pero son ellos, y casi han convencido que el suyo es necesario.

*Hernando Calvo Ospina. Colaborador en Le Monde Diplomatique . Autor, entre otros: «Colombia, laboratorio de embrujos. Democracia y terrorismo de Estado». Akal-Foca, Madrid 2008.