El levantamiento popular en Chile contra el régimen de expoliación capitalista, cuya cabeza visible ocasionalmente es la del presidente Sebastián Piñera, no se genera de la noche a la mañana. Luego del sangriento derrocamiento de Salvador Allende, la «privatización de la vida humana» fue una constante y en aumento desde la Chile de Pinochet. Ello […]
El levantamiento popular en Chile contra el régimen de expoliación capitalista, cuya cabeza visible ocasionalmente es la del presidente Sebastián Piñera, no se genera de la noche a la mañana. Luego del sangriento derrocamiento de Salvador Allende, la «privatización de la vida humana» fue una constante y en aumento desde la Chile de Pinochet. Ello acontece no solamente con la desigual distribución de las riquezas, sino también con el injusto tipo de producción de riquezas que no atiende las necesidades del pueblo chileno.
Hoy día, la misma televisión chilena oculta los sucesos que mantienen al país en vilo difundiendo la misma programación «como si nada pasara». Chile es un país donde es escasa la participación en los procesos eleccionarios (a pesar de que ese hecho se oculta en los medios informativos mundiales), donde en general quienes más participan no son las camadas jóvenes. Chile es un país donde quienes manifiestan justamente no se sienten representados por organización alguna, con lo que acontece un final abierto y, a su vez, el mismo régimen expoliador no tiene referente alguno con quien negociar. Chile es un país donde el terrorismo de Estado no ha sido juzgado por las instituciones, por lo que pretendidamente ocultada bajo la fachada de una democracia espuria, se visibiliza con fuerza.
A ello se suma la «responsabilidad de una academia» que no ha sabido prever que, al menos, se daban las condiciones de posibilidad de un levantamiento popular, cuestión que no se reduce a Chile, tampoco ha alertado que se daban las condiciones de posibilidad de un Lula reemplazado en poco tiempo por un fascista (en este caso Bolsonaro), que tampoco han alertado de la posibilidad de los recientes sucesos de movilización popular en El Ecuador. La crisis de las ciencias sociales se manifiesta en que siempre, en estos casos, analizan e interpretan «detrás de las noticias».
¿Y por qué esa falta de previsión? ¿Acaso no será por cuanto, tendencialmente, la academia se encierra en sí misma, donde cada uno de sus integrantes busca el propio ascenso dentro de la puja en la carrera de la mercantilización de los títulos? ¿Acaso no será en la medida en que haya una «academia militante» que no puede trascender los límites de las reglas impuestas por quienes ejercen el poder de decidir qué debe ser escuchado y qué no?
Entre tanto, los gobiernos no se pronuncian acerca del sufrimiento manifestado por el pueblo chileno, los medios masivos de comunicación desinforman y tergiversan la cuestión, especialmente los que responden a los grupos más concentrados que acusan a Rusia, Cuba y Maduro de originar las protestas sociales en Chile, lo que resulta funcional quienes odian a Rusia, Cuba y Maduro.
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