Cuando el presidente George Bush quiere presionar a la Unión Europea, tiene una estrategia muy clara: dividir a sus aliados. La aplicó antes de la invasión de Irak hace cinco años con la complicidad de José María Aznar y de Tony Blair. La misma táctica dejó la unidad europea hecha añicos por la independencia de […]
Cuando el presidente George Bush quiere presionar a la Unión Europea, tiene una estrategia muy clara: dividir a sus aliados. La aplicó antes de la invasión de Irak hace cinco años con la complicidad de José María Aznar y de Tony Blair. La misma táctica dejó la unidad europea hecha añicos por la independencia de Kosovo. Ahora, Bush sigue los mismos pasos para conseguir avances en la gran obsesión de su último año de mandato: el cambio en Cuba.
La Casa Blanca concentra todos sus esfuerzos en los países de Europa del Este. En los últimos meses, el secretario de Comercio, el estadounidense de origen cubano Carlos Gutiérrez, y el Departamento de Estado han convocado dos reuniones de trabajo sobre Cuba con los diplomáticos de esos países, encabezados por Eslovenia, que asume este semestre la presidencia de turno de la UE. Su meta es poner en jaque la política del «diálogo constructivo» defendida por el Gobierno español.
Frente a los moderados como el secretario de Estado adjunto, Tom Shannon, Gutiérrez es el defensor de la línea dura en el Gobierno de Bush y preside junto a Condoleezza Rice la llamada Comisión Nacional por una Cuba Libre.
De España, ni rastro en esas reuniones. La Casa Blanca trató de dejar al margen al país con mayor influencia en la política de la UE hacia Cuba, así como Francia, Italia o Portugal, que defienden la misma línea.
La reacción de los excluidos se produjo en Bruselas. Tras la primera reunión, pidieron a Eslovenia que informara a Estados Unidos de la existencia de «un mecanismo» en la UE para ese tipo de reuniones, en la que deben participar países como España con grandes intereses en la isla caribeña.
«A los eslovenos hay que ir recordándoles que existe un procedimiento para que nadie se moleste, que nadie se sienta excluido», afirmó a Público un diplomático europeo. «Nosotros pensamos, y con nosotros la mayoría, que la presidencia de turno tiene que imponerse, decir nuestros mecanismos de funcionamiento son éstos. No nos gusta que se invite a unos sí y a otros no», añadió. De hecho, según la misma fuente, Francia se quejó amargamente y denunció que Estados Unidos «pretendía dividir a la UE».El Ministerio español de Exteriores no quiso ayer hacer una valoración a instancias de este periódico sobre este nuevo problema en las relaciones con EEUU.
El mensaje transmitido por los eslovenos en la segunda reunión no fue escuchado. Bush montó el viernes todo un espectáculo en la Casa Blanca para recordar los cinco años de la redada que acabó con la detención de 75 disidentes en Cuba. Allí estaban varios diplomáticos europeos. El embajador español Carlos Westendorp no había sido invitado.
Al lado del presidente, se encontraban el ex preso político cubano Miguel Sigler Amaya, detenido cinco años atrás, y su esposa Josefa Lopez Peña, una de las fundadoras de la organización Damas de Blanco.
Además de su negativa tradicional a levantar el embargo, el discurso de Bush dejó patentes sus intenciones. Se quejó de que sus aliados hayan «aplaudido» la firma reciente por Cuba de dos convenios internacionales sobre derechos humanos, sin denunciar los «abusos» que existen en la isla. La alusión a la reacción oficial de la UE era clara. El llamamiento a los países del Este a movilizarse, también. Por si quedaba alguna duda, Bush lanzó: «La República Checa, Estonia, Hungría, Lituania, Letonia, Polonia, Eslovaquia y Eslovenia se han puesto al frente de la lucha por la libertad humana en Cuba», declaró.
Y lanzó una advertencia velada a los países como España: «Cuando amanezca finalmente un nuevo día para los cubanos, se acordarán de las pocas naciones valientes que estuvieron a su lado y de las muchas que no lo han estado».Los países del Este no dejan de agradecer a Estados Unidos su apoyo para librarse del comunismo. También se identifican con el pueblo cubano, bajo el pretexto de haber sufrido el mismo tipo de represión.
Hace apenas dos semanas, el primer ministro checo, Mirek Topolanek, se reunió en Washington precisamente con Gutiérrez. En la rueda de prensa posterior, aseguró sin reparos que había hablado con su colega de «la implicación de la República Checa en la lucha contra el régimen de Castro». En Cuba, las maniobras de Bush no han pasado desapercibidas. Al reunirse este fin de semana con el comisario europeo Louis Michel, el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez-Roque denunció «interferencias de terceras partes veladas y públicas», para impedir el diálogo entre la UE y la isla.
Los halcones se libran de un freno
La Casa Blanca se ha librado de uno de los mayores críticos de un posible ataque a Irán. El almirante William Fallon, jefe del Mando Militar Central del Pentágono (con responsabilidad sobre Oriente Próximo
y Asia Central), ha presentado la dimisión. Fallon no se había cortado al decir que un hipotético ataque a Irán sería un grave error: «Me deja perplejo que haya tantos expertos y analistas gastando su tiempo con este tema», dijo al ‘Financial Times’. El final de su carrera militar parece haber sido precipitado por un artículo aparecido hace unos días en la revista ‘Esquire’. En él se describe a Fallon como el único hombre que se interpone entre la Casa Blanca y otra guerra en Oriente Próximo. Aparece como un militar experimentado que se atreve a decirle que no a Bush, algo que anteriores jefes militares no se atrevieron a hacer antes de la invasión de Irak