La Policía británica ha iniciado en Londres una cacería humana que ayer ya se cobró la primera víctima. Según los testigos presenciales, un hombre de rasgos asiáticos fue perseguido, detenido, golpeado en la cabeza y ejecutado inmediatamente de cinco disparos en la estación de metro de Stockwell. La versión oficial señala que «le dieron el […]
La Policía británica ha iniciado en Londres una cacería humana que ayer ya se cobró la primera víctima. Según los testigos presenciales, un hombre de rasgos asiáticos fue perseguido, detenido, golpeado en la cabeza y ejecutado inmediatamente de cinco disparos en la estación de metro de Stockwell. La versión oficial señala que «le dieron el alto y se negó a obedecer» y el alcalde de Londres, Ken Livingstone, justificó la actuación policial diciendo que «si uno tiene enfrente a alguien que podría hacer detonar explosivos si se le permite seguir en estado consciente, es lógica una política de tirar a matar». La cuestión reside en que la Policía no ha informado de que esta persona portara ningún tipo de explosivo, ni cuáles son las razones por las que era perseguido. Evidentemente no era uno de los cuatro sospechosos de provocar las explosiones de la víspera y cuyas fotografías se han hecho públicas. Y, lo que es mucho más grave, es preciso insistir en que existen testimonios que señalan que los disparos se produjeron después de que esta persona hubiera sido reducida y golpeada en el suelo.
Las autoridades, comenzando por el propio Tony Blair, han reiterado que los ataques del islamismo jihadista no deben alterar la vida y el comportamiento de los londinenses. Sin embargo, es evidente que sí ha alterado el comportamiento de las fuerzas policiales, puesto que lo ocurrido ayer en la estación de Stockwell escapa de las formas de actuación aceptables en un Estado de Derecho. Y salta a la vista que Londres se ha convertido en una ciudad que en muchos zonas padece un auténtico estado de sitio, y que continuamente se está viendo convulsionada bien por falsas alarmas bien por espectaculares y baldías actuaciones policiales.
En el falso debate entre seguridad y libertad, las autoridades británicas han escogido la restricción al máximo de los derechos incluido el derecho a la vida si se tienen rasgos asiáticos o aspecto musulmán y se realizan movimientos «sospechosos», aunque no está nada claro que sean capaces de garantizar la seguridad. La Policía demanda además poder mantener detenidas a personas durante tres meses sin necesidad de presentar una acusación contra ellas. No parece que éstas sean características de un «paraíso democrático», ése que Blair, Bush y otros mandatarios mundiales dicen querer preservar de los ataques de «los fanáticos» y «los enemigos de nuestro modo de vida». –