Recomiendo:
0

Italia

¿Cae Prodi?

Fuentes: Rebelión

En poco más de medio año, el gobierno centroizquierdista del capital financiero italiano, la Unione, compuesto por la DS (Democracia de Izquierda, ex PCI) y la Margherita (Prodi, Rutelli), con la participación esencial del Partito della Rifondazione Comunista (PRC) [y también de su escisión, el PdCI, Partido de los Comunistas Italianos], ha entrado en una […]

En poco más de medio año, el gobierno centroizquierdista del capital financiero italiano, la Unione, compuesto por la DS (Democracia de Izquierda, ex PCI) y la Margherita (Prodi, Rutelli), con la participación esencial del Partito della Rifondazione Comunista (PRC) [y también de su escisión, el PdCI, Partido de los Comunistas Italianos], ha entrado en una crisis que puede provocar su colapso.

La discusión parlamentaria de la ley presupuestaria (la Finanziaria) ha llevado a una ofensiva (manifestaciones callejeras incluidas) de la derecha, derrotada en las recientes elecciones, que reclama la cabeza del primer ministro, Romano Prodi. Y mostrando que certo tipo de corrupción y escándalos no son patrimonio del Brasil, ahora estalla, muy a propósito, un Watergate italiano, basado en el filtraje de datos confidenciales acerca de la evasión impositiva del primer ministro y del proprio presidente: «Con Romano Prodi fue espiada también su mujer, Flavia. Datos robados para ser revendidos a los adversarios politicos, periodistas, etc. Fueron también violados los datos relativos a los bienes de Giorgio Napolitano (presidente)» (La Repubblica, 27/10/06).

Mas allá de sus consecuencias inmediatas (ya está en marcha un operativo de encubrimiento) el Watergate in salsa italiana ha revelado «la existencia de una red transversal, cuyas ramificaciones alcanzan todos los sectores de la máquina estatal destinados a reunir datos personales (lo que) demuestra la existencia de uma emergencia democrática» (Gianni Cipriani. Questo Watergate in versione italiana, E Polis Roma, 27/10/06), o sea de una crisis de régimen que toca al corazón del Estado.

Por eso no sorprendió que, el 27 de octubre, el cavaliere Berlusconi, cabeza de la fronda derechista, haya tendido una mano al centroizquierda gubernamental, proponiendo una «megacoalición» derecha-centro-izquierda, porque «no existe una hipótesis real de elecciones anticipadas», o sea, que se las quiere evitar a cualquier precio. Y existe también el problema suplementario de que el affaire de espionaje estatal y corrupción, tal como sucediera en Brasil con el gobierno del PT, ha comenzado a salpicar a las cabezas derechistas, en primer lugar al propio Berlusconi (que tiene más trapos sucios para ocultar que todos los deputados y ministros del PT juntos).

La Finanziaria, sin embargo, perjudica a millones de trabajadores, con la reforma de los mínimos imponibles (alícuotas), con la nueva oleada de impuestos locales, con la introducción de tickets sanitarios sobre urgencias médicas, visitas, exámenes, recetas, con el corte de 600 millones de euros a la escuela pública (ya realizada por el gobierno Berlusconi, y mantenida por el centroizquierda) combinado con el aumento de recursos a las escuelas privadas, con el incremento de los gastos militares por armamentos y misiones, con los «acuerdos» sobre las jubilaciones que reivindican la elevación de la edad jubilable y la revisión de los coeficientes, es decir, un nuevo golpe a trabajadores y desocupados actuales, y una ulterior destrucción de las jubilaciones públicas de los trabajadores de hoy.

La derecha se lanzó a capitalizar el carácter antipopular de las medidas del gobierno (que son la continuidad de sus propias políticas recientes), de manera obviamente demagógica, para proponer, de modo oportunista, la caída del gabinete Prodi – Padoa Schioppa, un gobierno inestable desde su nacimiento, a pesar de englobar no sólo a la «izquierda» gobernante hace una década, sino también al PRC, incluída buena parte de la «extrema izquierda». El «escándalo» de una pequeña penalización fiscal para un sector limitado de «clase media» (inmediata y estúpidamente teorizado como expresión de la decadencia histórica de esa clase: Edmondo Berselli. Ceto medio: la paura di un irreversibile declino, La Repubblica, 27/10/06), que es condenado oportunistamente por la derecha y hasta por sectores del «centro» de la Unione, no oculta que en la ley presupestaria sólo gana, realmente, el gran capital, y pagan los trabajadores.

Pero la derecha no cuestiona en absoluto la política externa del gobierno de la Unione, que es no sólo la continuidad del gobierno derechista de Berlusconi, sino su profundización. Los soldados italianos continuan en Irak, de donde su retirada depende del «calendario» de las tropas ocupantes de los EEUU. También continuan en Afganistán, sin fecha prevista para retirarse. Y ahora, además, también están en el Líbano, como destacamento central de las fuerzas de ocupación de la ONU. El programa de la Unione tenía ya una orientación «atlantista», reivindicando la cooperación entre la Unión Europea y los EEUU, en el marco de la defensa europea, la continuidad de las misiones militares en los Balcanes y en Afganistán, y una solución para Irak basada en la negativa al retiro inmediato de las tropas, y en la subordinación al calendario determinado por los yanquis.

La base de la crisis es la crisis del propio capitalismo italiano. Las agencias internacionales de «clasificación de riesgo» han rebajado la posición italiana. Se trata de una crisis de sobreproducción de la gran industria exportadora (automotriz, alimenticia), y también de la quiebra de las mayores empresas, como Alitalia y Telecom; de la crisis de las tradicionales pequeñas y medianas empresas (el 95% de las empresas italianas son consideradas «pequeñas empresas»), con creciente endeudamiento bancario, y con la correspondiente extensión de la participación accionaria de los bancos (el sector bancario es el que mejor ha resistido a la competencia internacional). La decadencia del capitalismo italiano en el mercado mundial se traduce en un potente desarrollo del capital financiero local.

Banca Intesa, Unicredito, San Paolo, Capitalia, Monte dei Paschi, que poseen los costos bancarios más altos de Europa para financiar sus propios negocios especulativos, han sido protagonistas directos o indirectos de todos los crímenes financieros de los últimos años (Cirio, Parmalat, bonos argentinos), y estuvieron en los últimos diez años a la vanguardia, junto a la Confindustria (central patronal) en imponer sacrificios a las grandes masas (ver: Francesco Schettino. L’unione fa la forza. Intesa-San Paolo: la centralizzazione approda in Italia, La Contraddizione n° 116, septiembre de 2006). Pero la crisis ha relanzado la lucha salvaje entre los tiburones capitalistas, por el «reparto del botín».
Los escándalos bancarios de meses atrás han sido la expresión de esa lucha. Los «casos» Antoveneta, Banca Nazionale del Lavoro, Unipol, no son la expresión de la «inmoralidad» de un grupo de promotores inmobiliarios y financieros recién llegados al escenario, sino de las leyes salvajes de la sociedad burguesa y de la crisis capitalista, donde una minoría de parásitos sociales lucha dentro de si, sin ahorrarse golpes, para acaparar la riqueza del país y las arterias vitales de la economía, contra los intereses de los trabajadores y de la mayoría de la sociedad, e incluso toman como rehenes sus puestos de trabajo, sus cuentas corrientes, sus pequeños ahorros.

El estancamiento de la economia italiana es evidente: del 2000 hasta hoy el incremento medio anual del producto bruto interno ha sido inferior al 1% (en los doce países del «area euro», entre 2000 y 2004, el crecimiento total del período fue del 5,1%, contra 3,74% del italiano). Esto fue consecuencia directa de las privatizaciones industriales de los años noventa (Cesare Giannoni, Il decadimento dell’industria: il tracollo italiano nel contesto del mercato mondiale, La Contraddizione n° 112, febrero de 2005): el vasto proceso de privatización y concentración fue activado durante el extenso gobierno del centroizquierda, en la primera mitad de los años 90.

Los escándalos financieros recientes han sido consecuencia del programa de la Unione y de sus lazos capitalistas. El caso de «bancópolis», los bancos de rapiña, no ha sido un imprevisto. Las ganancias de los bancos italianos son enormes, con un aumento medio de las ganancias netas equivalente a casi 50%, de las cuatro instituciones financieras más grandes. Sus acciones internacionales están en alza.

En una lucha interna por la conquista de la hegemonía en el capitalismo italiano, y en la construcción de su organización política, D’Alema, Fassino, el sector dirigente de la DS, utilizaron como base a un sector del capitalismo emergente, para mejorar su propia cotización política en la concertación con la Margherita, en lo que respecta a la representación de la gran burguesia. Por ello se transformaron en compañía incauta de los aspirantes a banqueros de Unipol, después de serlo de los audaces «capitanes industriales» de Telecom (Tronchetti), y entraron en bancarrota junto con ellos.

La Margherita explotó la bancarrota de la DS para candidatearse como dirección del futuro «partido democrático» (fusion de la Margherita y de la DS) en su papel de portavoz directa de la Confindustria, y de un sector de los grandes bancos tradicionales. Ahora, Luca Montezemolo, líder de la Confindustria, se alia con la derecha «berlusconiana», sin dar a la Margherita las gracias por los servicios prestados, y dando anticipadamente por tierra con los sueños del natimorto «partido democrático».

La mayoría parlamentaria del gobierno centroizquierdista se ha deshecho. Y, sin embargo, la ley de Prodi incluye penalidades fiscales a los sectores de trabajadores de baja renta, aumento de más de dos mil millones de euros en los gastos militares, reducciones de los gastos en salud, nuevos impuestos locales, y medidas para «reformar» el sistema de jubliaciones, privatizándolo (dando vuelo a los llamados fondi pensioni, AFJPs), lo que se cubre con el pasaje del TFR (Trattamento de Fino Rapporto, fondos destinados a los trabajadores, en una única entrega o cuota, en el momento de la jubilación) de su actual gestión 100% patronal, a una gestión compartida con el Estado.

Quedó desmentida la promesa inicial del gobierno de un mayor rigor fiscal contra los ricos. La tasación uniforme del 20% de todas las rentas financieras, independientemente de su origen y monto; el nada sobre la evasión impositiva, más allá de los «estudios de sector» siempre fracasados; la fallida introducción del impuesto sobre la sucesión de los grandes patrimonios; la manutención de la misma alícuota en el Impuesto a los Réditos superiores a los 100.000 euros (mientras se aumenta la alícuota correspondiente a los ingresos entre 75.000 y 100.000 euros), indican, junto a los sacrificios impuestos a los sectores populares, la lógica de clase de la ley económica del gobierno. Para hacerla digestible para la «izquierda» y las burocracias sindicales, y permitirles una más fácil cobertura y justificación de la ley, el gobierno ha desincorporado de la ley la cuestión jubilatoria en su conjunto, y ha contenido parte de los cortes inicialmente anunciados sobre la escuela pública. Esto, unido a la grotesca ofensiva propagandística de la derecha contra «la Finanziaria comunista» y el «ataque a la clase media», contribuyó, por ahora, con el despiste de los trabajadores, amorteciendo reacciones inmediatas.

El ministro de Economia, Padoa Schioppa, estaba en lo cierto al afirmar que «el mundo empresario es el verdadero beneficiario de la ley presupuestaria. Sumando reducciones fiscales, créditos, fondos para innovación, la ley destina directamente a las empresas un tercio de los recursos destinados al desarrollo, como nunca sucediera en el pasado» (La Repubblica, 12/10/06). Se ha hecho evidente la profunda subordinación de la izquierda italiana a las clases dominantes del país.

Y se ha hecho evidente también el carácter insostenible de la posición del PRC en el gobierno y como conducción, con su líder Fausto Bertinotti, de la representación parlamentaria del país. Ahora el PRC reconoce que «la patronal tiene la barriga llena»: son los saltos acrobáticos de un partido prisionero del Frente Popular, que se debate en vano: arrastrado a votar ayer las misiones militares, hoy la ley presupuestaria patronal, mañana un nuevo golpe a las jubilaciones públicas, el PRC ha entrado en un plano inclinado, en el que es usado como amortiguador de las reacciones de clase y de lucha, y como cobertura política de la «concertación sindical» antiobrera.

La crisis del PRC es la primer expresión de la crisis política general, y abre margen para nuevos reagrupamientos de la izquierda, en los que se pone objetivamente sobre el tapete la construcción de un partido de clase, como única salida para el impasse político del movimiento obrero y de la juventud, en especial el movimiento contra la guerra y contra la participación de tropas italianas en «misiones» imperialistas externas. La Unione es impermeable a las razones de los trabajadores, por el simple hecho de que representa a sus adversarios. Solamente la ruptura con el Frente Popular hiper-derechista por parte de los trabajadores, de sus organizaciones, de sus representaciones políticas y de lucha, puede abrir un camino con nuevas perspectivas, de carácter anticapitalista.

En el movimiento obrero se pone a la orden del dia la lucha contra el contrato de los trabajadores metalúrgicos y de las automotrices, columna vertebral de los trabajadores asalariados, contra el engaño de la «recuperación salarial», contra la extensión por seis meses suplementarios del tiempo de vigencia del contrato, contra las graves concesiones a la patronal en cuanto a flexibilidad (alargamiento de los tiempos de aprendizaje, extensión del horario plurisemanal, en conexión con la negociación de las cuotas de precariedad).

Y se plantea la huelga general contra la ley presupuestaria propatronal del gobierno de la Unione. El paro convocado unitariamente para el 17 de noviembre próximo, por un conjunto de fuerzas del sindicalismo clasista (izquierda de la CGIL, CUB, RDB, COBAS, SINCOBAS, SLAI COBAS), puede ser un primer paso importante en esa dirección.

El lanzamiento del Partito Comunista dei Lavoratori (PCL), como escisión del PRC, por parte de su ex tendencia de izquierda Progetto Comunista (sección italiana del CRCI, Coordinación por la Refundación de la IV Internacional) hace escasos cinco meses, ya ha encontrado un eco significativo en sectores obreros y juveniles, habiendo triplicado sus fuerzas desde el llamado inicial, con perspectivas de quintuplicarlas hasta fin de año.

Frente a la situación actual, el PCL propone un «programa independiente del mundo del trabajo», definido como «no un programa de los patrones, sino una plataforma reivindicatoria de los trabajadores. Una plataforma que apunta a unificar el mundo del trabajo, los precarios, los parados, las grandes masas populares, alrededor de un programa de reivindicaciones comunes». En este programa se propone:
«Un fuerte aumento salarial para el conjunto de los trabajadores dependientes; el restablecimiento de la previdencia pública basada en el reparto y el control obrero sobre el TFR; abolición de todas las leyes de precarización del trabajo, con la contratación por tiempo indeterminado de todos los actuales trabajadores precarios; un verdadero salario social a los parados en busca de trabajo, que los sustraiga del deterioro de la superexplotación y del chantaje de la criminalidad; un plan de nuevas inversiones públicas, bajo control popular, en la escuela pública, en la salud pública, en la construcción social, pagada por una tasación progresiva de los grandes patrimonios, de las grandes rentas, de los grandes lucros; abolición de las transferencias de fondos públicos a las grandes empresas privadas; acabar con los gastos militares; nacionalización, sin indemnización, y bajo control de los trabajadores, de las industrias en crisis o que despiden, en defensa del puesto de trabajo y de su eventual reconversión; nacionalización de los bancos, abundantemente implicados en todos los grandes escándalos nacionales (bonos argentinos, Cirio, Parmalat, etc.) e instrumentos de ruína de amplios sectores de trabajadores y pequeños ahorradores».

Y, lo esencial, un partido de clase. La crisis italiana tiene una inmediata proyección europea, económica y política, a la que se suma el desbarranque mayúsculo del gobierno francés, y la crisis política en Inglaterra (renuncia de Tony Blair). La intervención clasista en la crisis italiana debe ser la plataforma de un reagrupamiento clasista y revolucionario a escala continental. Más allá de Europa, el gobierno Prodi aparecia como un símbolo mundial de la vigencia del centroizquierda (tipo Lula, Kirchner, Bachelet y consortes) cuya quiebra debe alimentar la construcción de un nuevo eje político internacional para la clase obrera.