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París abandona su política de acogida de las dos últimas décadas

Campaña para evitar la extradición de los refugiados políticos italianos

Fuentes: Diagonal

La refugiada italiana Marina Petrella lleva ocho meses encarcelada en la prisión parisina de Fresnes a la espera de una decisión del Gobierno francés sobre su suerte. Su caso refleja el de cientos de militantes políticos italianos que desde principios de los ’80 encontraron refugio en territorio francés pero que ahora pueden ser extraditados por […]

La refugiada italiana Marina Petrella lleva ocho meses encarcelada en la prisión parisina de Fresnes a la espera de una decisión del Gobierno francés sobre su suerte. Su caso refleja el de cientos de militantes políticos italianos que desde principios de los ’80 encontraron refugio en territorio francés pero que ahora pueden ser extraditados por acusaciones de hace 20 años.

Petrella fue detenida el 21 de agosto de 2007 al ir a la comisaría de su barrio para arreglar una formalidad : tenía pendiente una demanda de extradición de Italia. Esta demanda se remontaba a los ’90, pero había sido reactivada en 2004. En 1982 ya había sido detenida en Italia y pasado ocho años en una cárcel. Superado el plazo legal de prisión preventiva, quedó en libertad provisional hasta que, en 1993, los tribunales italianos, todavía bajo el peso de ‘los años de plomo’, la condenaron a cadena perpetua. Había sido acusada de haber participado en todas las acciones del grupo armado Brigadas Rojas entre 1979 y 1982. Petrella abandonó entonces Italia para refugiarse en Francia, donde encontró refugio al amparo de una política ya estable de acogida de los ‘refugiados’ italianos.

El peso de los años de plomo Según Rossalinda Scalzone, miembro del colectivo de solidaridad con Marina Petrella e hija de Oreste Scalzone, fundador de Potere Operaio, muchos italianos huyeron a Francia en un contexto de auténtica caza contra los militantes de los grupos armados y revolucionarios. Enfrentaban pesadas condenas de cárcel fruto de una legislación endurecida para todos los actos de naturaleza política -castigados, por ejemplo, al amparo de figuras como los delitos de tentativa de insurrección contra el Estado o de banda armada-.

De los más de 6.000 presos políticos italianos, un millar pasará por Francia. Ahí, la consigna «asilo para todos y cada uno» lograría encontrar un eco favorable e imponerse.

Francia consideraba que la actividad de estos militantes, aunque hubiera tomado formas extremas, era fruto de un movimiento social, por lo que no había que detenerse en la acusación concreta de cada caso. En ese contexto se produjeron numerosas batallas políticas para que fuera reconocido el carácter de excepción y el enorme peso del ‘clima de terror’ que contaminaban los procedimientos judiciales italianos. Hubo también batallas para hacer valer el peso del movimiento social y político ahí donde la justicia hacía recaer responsabilidades, que paradójicamente ésta misma definía como colectivas, individualmente sobre cada imputado. Las decisiones judiciales italianas también eran denostadas por su lentitud y por los efectos perversos sobre los procedimientos de las leyes especiales.

Francia había decidido entonces no entrar en distinciones entre buenos y malos refugiados y apostó por aplicar una política de acogida, que, aunque nunca fue escrita, se traducía en hechos. Hasta 2001 no se produjo ninguna extradición, y eso incluso aunque un tribunal se hubiera pronunciado a favor de la misma.

Mitterrand, a la sazón presidente de la República francesa, prefirió, para evitar el riesgo de ‘importar’ la agitación italiana, encontrar una salida más política : abrió las puertas a los italianos permitiéndoles salir de la clandestinidad. Poco a poco los refugiados fueron consiguiendo permisos de residencia, algunos incluso fueron naturalizados, y pudieron rehacer sus vidas aunque fuera lejos de Italia. Mitterrand, que nunca desautorizó a la justicia italiana, declaraba entonces que la política de acogida ayudaría a Italia a salir de un período difícil de su historia y a reencontrar un clima sosegado.

Esta política se interrumpió en 2002 con la extradición de Paolo Persichetti. Pero esta ruptura estaba más ligada a un contexto político concreto que al cambio de la opinión pública respecto a los «refugiados italianos». Algunos meses antes, el conservador Balladur, entonces primer ministro, había firmado -en pleno agosto- el decreto de extradición de Persichetti como insolencia hacia Mitterrand. Entregado a la policía italiana, Persichetti fue encarcelado en la prisión romana de Rebibbia. La gran movilización que provocó esta extradición formó una nueva protección en torno a los refugiados. Pero ésta saltó por los aires de nuevo en 2005 con el arresto y entrega de Cesare Battisti.

El caso de Battisti ejemplificó un cambio de actitud : esta vez se produjo un movimiento a favor de la extradición. Francia abandonaba dos decenios de política de acogida y dejaba en una total incertidumbre al centenar de refugiados políticos italianos que todavía residen en su territorio. Porque en Italia, el período llamado de los ‘años de plomo’ nunca ha sido objeto de una solución política con, por ejemplo, medidas de amnistía. Así, ante el desarrollo de sistemas conjuntos de policía (Europol) y de justicia que avanza a grandes pasos entre Francia e Italia, los refugiados políticos corren el riesgo de ser el anunciado objetivo de un goteo de extradiciones.

En vilo ante la extradición 
Marina Petrella, que ya lleva ocho meses encarcelada en la prisión parisina de Fresnes, fue hospitalizada en abril en un servicio de psiquiatría, víctima de una grave depresión nerviosa. Refugiada política italiana, madre de dos hijas, Petrella vive en Francia desde 1993, donde trabaja como asistente social. La concesión por Francia de un permiso de residencia de diez años era, en la práctica, la concesión del asilo político. Ahora vive a la espera de una decisión del Gobierno francés sobre su suerte. Su estado de salud, ante la amenaza de ser entregada para cumplir una cadena perpetua, es cada vez más frágil. La movilización para conseguir su libertad continúa en Francia y en Italia con actos, reuniones y una recogida de firmas para reclamar su liberación. Más información en : www.paroledonnee.info.