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Ucrania

Carta abierta a Borís Kagarlitski

Fuentes: Rabkor

Traducido del ruso por Carlos Valmaseda

A menudo las cartas abiertas se escriben en un estilo grandilocuente, pidiendo para el destinatario el castigo del cielo y la tierra, tomando como jueces a todas las personas honestas y, finalmente, intentando aplastar moralmente al destinatario, acusándolo de algo increíblemente infame y horrible. Yo no quiero hacer esto, sino simplemente limitarme a explicar mi renuncia a seguir cooperando con la página web «Rabkor».

Para ser sincero, hace ya algunos meses que no escribo artículos para esta página. Pero interrumpí la colaboración, en principio, por los motivos más banales: viajes y la necesidad de solucionar algunas formalidades con los estudios. Ahora he tenido tiempo para anunciar el cese definitivo. El caso es que mi firma se encuentra ahora apoyando la «resolución de Minsk» -documento que exige A AMBOS LADOS DEL CONFLICTO en Ucrania una paz inmediata sin condiciones previas-. La resolución, además, destaca la urgente necesidad de la exclusión de cualquier interferencia extranjera en el actual conflicto por parte de «las grandes potencias»: EEUU, UE y Rusia. Y naturalmente no puedo colaborar con un colectivo que no es el primer mes que llama a Rusia a llevar a cabo esta interferencia, llevarla a cabo directamente, con el uso de la fuerza militar. De otra forma es difícil entender el contenido de algunas traducciones y artículos propios en las columnas de Rabkor, incluidas las salidas de tu pluma.

Para empezar es necesario dejar clara mi posición principal. No tengo ni la sombra de una duda de la afirmación que hice desde el principio de que en Ucrania se está produciendo una revolución. Podéis objetar: «¿Para qué entonces agitarse y lanzarse del ultraradicalismo publicístico al pacifismo y firmar la resolución de Minsk?». El caso es que mi afirmación ni de lejos supone aquella valoración primitiva que a veces dan a las partes en conflicto algunos publicistas: o identificándose con los batallones de autodefensa territorial (compuestos en una parte sustancial por ultraderechistas) con todo el Maidán, o tiñendo de rojo «el perro blanco» intentanto presentar a la RPD y la RPL casi como una dictadura del proletariado, el verdadero legado de Lenin o, como mínimo como un proyecto revolucionario.

«Rabkor» intenta con persistencia digna de mejor causa justificar la segunda posición, usando un método polémico simple que coloca en el pedestal una especie de obrero sencillo de «verdad casera» que no quiere entrar en florituras teóricas sino que, en cambio, valora la subjetividad que se está despertando en él. Para mi esta claro que la revolución en Ucrania fue derrotada antes de empezar: se pudo dividir entre Oeste y Este, pero cuando llega «a los triarii», gente corriente que está allí, y allí no encontraron nada mejor que empezar a hacer realidad en serio los viejos, inútiles, divisores eslóganes que les impuso la oligarquía.

La masas revolucionarias chocaron de frente, dirigidos unos contra otros, pero no contra la oligarquía, teniendo que escoger entre dos tipos de imperialismo. Y en esta situación -la situación revolucionaria ucraniana- la guerra civil justamente no es revolucionaria-. El sentido de todo esto es que en una parte la protesta la pudo ensillar la oligarquía, y en la otra, aventureros de todo tipo de nacionalismo ruso.

Los intentos de presentar las frases permanentemente contradictorias de los líderes de la RPD y la RPL como una línea con continuidad para la nacionalización de la industria e incluso alguna perspectiva de izquierda no aguantan la crítica. Los líderes de las autoproclamadas repúblicas han declarado repetidamente que no tienen nada que hacer con «algunos comunistas» y la intención de adoptar las normas de la legislación rusa (no muy progresista, hay que decir). Y en referencia a Akhmetov mienten sin enrojecer. Mienten sobre el estado de la oligarquía rusa, que según ellos no explota a nadie sino que solo extrae petróleo (naturalmente, a mano), de lo cual supuestamente pierden frente a los capitalistas ucranianos por el tamaño de sus activos. Ya no hablo de la presencia en este movimiento de guardias blancos declarados, movimiento que ruidosamente intentó sin éxito e innecesariamente presentar como insignificante uno de los miembros de Rabkor, Ivan Shchiogolev en su artículo «Cinco minutos de maquiavelismo».

Para mí la aversión a esta guerra no es en absoluto una posición abstracto-humanitaria, sino estrictamente política. El principal problema, incluso, no es que ahora muera gente en las regiones de Donetsk y Lugansk, aunque eso sea horrible, y merezca la mayor de las condenas. El principal problema es que en Ucrania se ha creado una economía de guerra, apretando el cinturón, aumentando la presión de los impuestos, con una completa opacidad y la falta de control sobre las autoridades y la sociedad de los negocios. La guerra es útil para la oligarquía ucraniana: le garantiza pedidos de suministro de combustibles a precios inflados y la construcción de «la línea Kolomoyski». No es útil para la gente sencilla: aparta de sus trabajos y granjas a los reservistas, pierden a sus hijos y a los que traen el pan a las familias. La guerra se puede extender, ciertamente, a todo el territorio de Ucrania, quizá no en tales formas abiertas, pero tiene todos los prerrequisitos: intentos de reparto de la propiedad y la oposición social de los de abajo presentes tanto en Kiev como en las regiones de Vinnytsia, Zhitomir y Lviv. La guerra es una forma magnífica de robar a los ucranianos. La participación en la guerra de Rusia -y que el Ministerio de Asuntos Exteriores y los medios de comunicación oficiales hablen en exceso de incidentes con violación de fronteras entre la FR y el ataque a la embajada hablan claramente de la opinión pública sobre esto-es una vía directa para un robo aún más indecente a los rusos.

¿Hace falta decir que lo opuesto, en sentido y valoración, contribuye objetivamente a la intensificación de los sentimientos militaristas y patrióticos en la sociedad rusa? Yo no puedo y no quiero apoyarlos, incluyendo la intensificación de las críticas de naturaleza privada que dan la apariencia de una equilibrada y exigente discusión. «Rabkor» puede posicionarse tanto como quiera como un recurso de análisis que expresa diferentes opiniones. Pero a pesar de todo el liberalismo en la política de redacción de la página, a pesar de la extraordinariamente alta calidad de toda una serie de materiales de análisis publicados en ella, ahora trabaja en una posición política completamente determinada: en una posición que yo no comparto.

Leer también la respuesta a esta carta de Rabkor.ru: La futilidad del pacifismo

Fuente: http://rabkor.ru/opinion/2014/06/19/an-open-letter