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Carta de un hombre sin importancia

Fuentes:

Traducción para Rebelión de Carlos Valmaseda

Estimados (no, no quiero usar esta palabra como tratamiento)… Queridos (sí, quizá, precisamente esto porque… sin duda sois todos muy queridos por nosotros) hermanos ucranianos, ¿sabéis que justo ahora en Donetsk y Lugansk muere gente? No separatistas, no algún mítico vatnik [nombre despectivo haciendo referencia a las chaquetas acolchadas típicas soviéticas, Nota del tr.], sino gente viva, con sangre en sus venas? Iguales que vosotros: gente que quiere llevar a sus hijos a la escuela, coger frambuesas en invierno, jugar a una nueva versión de Need for Speed y juntarse con los amigos por la tarde en el café. Gente que por voluntad de las circunstancias históricas y de la vida vive en la región de Stanichno-Lugansk, Kramatorsk, Snezhni, Slaviansk, Saurovka, Semenovka, Karlovka. ¿Estáis preparados para bajo vuestra conciencia responder por cientos de cuerpos carbonizados, miles de casas quemadas y decenas de miles de destinos truncados? Hoy, bajo el pretexto de la integridad de Ucrania justificáis el infierno al que ha lanzado al Donbás el gobierno ucraniano. Cada uno de vuestros gritos «¡Intensificar la ATO [Operación AntiTerrorista]!», «Ucrania sobre todo», «Limpiemos la patria de fascistas rusos» son extremidades cortadas, cabezas rotas, cuerpos de niños, viejos, hombres y mujeres desgarrados por la metralla del ejército ucraniano solo a unos cientos de kilómetros de vosotros. ¡Recordad que de Kiev a Slaviansk hay 630 kilómetros! Y lo que hay allí, creedme, no es una imagen filtrada por los telecanales patrióticos. Allí hay el olor de la sangre, intestinos y heces liberadas por el miedo.

Vosotros, mis queridos ucranianos, deciros con ira unos a otros que es necesario bombardear a los separatistas en el este de Ucrania. Agitad los puños en el aire en los patios, salpicad con palabras de odio vuestras reuniones, añadid con ironía en vuestros comentarios: sabes, esa gente del Donbás son culpables de todo. Venid así a nosotros, apoyad la unidad de Ucrania. Coged con vuestras manos nuestros dedos que se enfrían durante la próxima incursión de SU-25 o MiG-29. Demostrad que estamos unidos no solo en la alegría por la elección del «pacífico» presidente, sino también en la pena por el vuelo desde el terreno del fuego de los lanzacohetes «Grad». Limpiad los restos de un refugio antiaéreo para salvar a decenas de habitantes del este para que sigan en la «unidad» con Ucrania. Permaneced junto a los padres en el entierro de un niño al que una barra de hierro perforó las tripas y explicadles que todo esto es en nombre de un Gran País. O pedidles a vuestros salvadores de los batallones «Donbás» y «Azov» que lancen algunas salvas de mortero en los campos de las regiones de Ivano-Frankovski, Vinitska, Sumska y Cherkass. Para que una parte de Ucrania de ninguna manera se separe de otra. Para que todos sus habitantes recuerden qué es una Operación Antiterrorista. Nosotros incluso os podemos prestar algunos «terroristas rusos» para que los valientes paramilitares ucranianos tengan motivo para demostrar cómo apoyan la integridad del país. ¿Qué habéis hecho por la unidad del país? ¿O acaso pensáis que tras todos estos horrores y bombardeos no nos separaremos del resto de Ucrania? ¿Pensáis que lloraremos conmovidos cuando se alce la bandera ucraniana y sin temblor en la voz cantaremos «Aún Ucrania no murió» [el himno ucraniano, Nota del tr.]?

Vamos a llorar, pero no por la emoción sino por los escalofríos. Recordaremos cómo nos escondíamos en el baño con los niños de los cohetes que aullaban en el aire. Como cubríamos las ventanas con alfombras para que no entrasen en las habitaciones fragmentos de vidrio y metralla. Cómo nos aprovisionábamos de agua al saber que el ejército ucraniano, una vez más había destruido la estación de bombeo de nuestra principal arteria -el canal «Donetsk Norte-Donbás»-. Como buscamos la posibilidad de salir y volvimos, entendiendo que no le hacíamos falta ni a Rusia ni a Ucrania. Como una y otra vez los medios de comunicación ucranianos decían que quienes dispararon los lanzacohetes «Grad» sobre las ciudades eran los separatistas rusos y que también ellos volaron las vías férreas. Recordaremos todo el dinero que los ucranianos transfirieron a las necesidades del ejército ucraniano. Saldrán a la superficie rencorosos mensajes de internet donde se nos decía con sarcasmo: «venga, chicos, defended vuestro derecho al ‘referendum’ del 11 de mayo, defended con sangre vuestra voz». No olvidaremos la exigencia a Poroshenko de los patriotas reunidos en el Maidán de continuar la ATO. ¿O pensáis que creemos que en las filas de la RPD y la RPL no había chicos de las minas, de las empresas químicas y de la STO? Intentaremos olvidar aquellos «militantes» que lucharon contra las autoridades criminales y contra el tráfico de drogas en Gorlovka y en Artemovsk, y también con el precio de su propia vida sacaron a niños de casas incendiadas en Slaviansk. Naturalmente, no los hubo. Y «punto». Pero nunca consideraremos a los ucranianos como libertadores. Aquellos que devolvieron a nuestra vida a la súcubo histérica de Timoshenko, al «Bruto de Donetsk» Akhmetov, al parásito financiero Kolomoyski, y también a todas esas metástasis políticas y oligárquicas que nos alimentaron en los últimos 15 años. Aquellos que llorando durante meses a la centuria celestial [los muertos en Maidán, nota del tr.] desean con toda su alma que todo sea «como antes» y dócilmente estuvieron de acuerdo en trabajar como criados para la élite liberal ex-opositora. Aquellos que en lugar de construir una nueva sociedad se proveyeron de palomitas y apoyaron con entusiasmo la aniquilación de la gente del Donbás. Exactamente igual que Chizh en una de sus canciones: «Yo vivo en el mejor país, uno de cada tres es mi enemigo».

No hay gloria para los ucranianos, cuyas manos están manchadas hasta el codo de la sangre de sus compatriotas. ¿O pensáis que la distancia que nos separa es justificación para vuestra culpa? Sí, perdonad, he olvidado que vosotros… no sois culpables de nada. Vosotros allí simplemente celebráis el Día de la Juventud y el Día de la Constitución. Vosotros no oís los gemidos de los habitantes de Stantsia Luganskaya que no pueden dormir por la metralla que atormenta su carne. Vosotros sonreís al sol en las laderas de las montañas de los Cárpatos y vivís vuestro amor a la Patria enviando centenares de mercenarios a «barrer a los terroristas a cualquier precio». Corréis a vuestros asuntos, sin saber de la petición de una madre a su hijita para que se tape los oídos para que no oiga las explosiones de las bombas cercanas.

Vosotros no tenéis nada que ver. Vosotros queréis simplemente vivir tranquilos, habiendo oído de un conocido las cifras de muertos en el Donbás «jodidos ya hartos de la puta propaganda». Naturalmente, en la vida cotidiana sois gente buena y adorable. Amáis a vuestro país, pero por su unidad tuvisteis que ser indiferentes. Lo mismo que anteriormente cuando hablando de los valores europeos no queríais prestar atención a los «Sashas» y «Katias» que sufrían leucemia. Igual que antes cuando llevabais «corderos» al decanato e infringíais las normas de tráfico para… Sí, vosotros siempre encontrabais un motivo. Es muy fácil encontrar un motivo para todo, hasta para los asesinatos. Bueno, ¿y qué que en el Este maten habitantes pacíficos. A cambio «limpiamos la tierra de terroristas». Tenéis tantos de estos «Y qué» como haga falta mientras no os afecte personalmente a vosotros ni a vuestros familiares. Pero, ¿os podéis imaginar que de repente vuestro proveedor os prohíba utilizar «torrents»? ¡Genocidio! ¡Catástrofe! ¡Fascismo! Esto es lo que pasa, que prohibir la descarga gratuita de películas es para vosotros una manifestación más brutal del estado que la muerte de cientos de personas a 630 km.

Sí, vosotros sois sin duda patriotas. Patriotas del estado con el que vuestros padres lucharon veinte años para daros de comer, vestir y educar. Trabajaban duro, pagaban sobornos en los hospitales y las universidades. Lo hacían todo para que vosotros crecieseis como gente de valor e hicieron bien. Vuestros padres son ahora para vosotros «vatniki» y «no entienden nada de la vida». Pero vosotros, todos vosotros habéis cambiado en seis meses los avatares con gatitos y vuestras fiestas en los clubs nocturnos a otros con el campo azul/trigueño, empezasteis a glorificar la nación y estáis preparados para «lanzar cuchillos a los moskal» [Termino despectivo para referirse a los ‘prorusos’, Nota del tr.]. ¿Y por qué? Porque os quitaron la posibilidad de ir a Crimea este verano. Porque los amigos con los que salís estuvieron en el Maidán. Porque algún periodista que tiene miedo de perder su trabajo montó una historia en la que los separatistas bombardean con lanzacohetes «Grad» una ciudad, y vosotros lo habéis visto en un enlace de Youtube. No queréis pensar, no queréis ver, no queréis ir y verlo con vuestros propios ojos. Lo que queréis es que la vida fuese más fácil. No estresarse. No «ponerse nervioso». Pero no entendéis algo muy simple, que exactamente gente como vosotros -que no quieren «plantarse» en serio, hoy dejan de escuchar una canción de Mike Candys & Jack Holiday y corren al refugio antiaéreo porque por la ventana ya ha empezado a encenderse el resplandor de las bombas.

«El talón de Aquiles de la violencia es que es una espiral descendente, engendrando aquello mismo que busca destruir. En lugar de disminuir el mal, lo multiplica. Mediante la violencia puedes matar al mentiroso, pero no puedes matar a la mentira, ni establecer la verdad. Mediante la violencia puedes matar al que odia, pero no puedes matar el odio. Al contrario, la violencia simplemente aumenta el odio. Devolver violencia por violencia multiplica la violencia, añadiendo una oscuridad más profunda a una noche ya falta de estrellas. La oscuridad no puede expulsar la oscuridad, solo la luz puede hacerlo. El odio no puede expulsar al odio. Solo el amor puede hacerlo. El odio engendra el odio, la violencia engendra violencia, y la crueldad engendra crueldad en una espiral descendente de destrucción total… La reacción en cadena de males -el odio engendrando odio y las guerras engendrando nuevas guerras- debe romperse, o nos hundiremos en el abismo oscuro de la autodestrucción» -, hermanos ucranianos, os quería dirigir precisamente estas palabras de hace cincuenta años de Martin Luther King. Pensad bien y recordad el destino del país que intenta destruir por la fuerza a los separatistas/terroristas. No deseo a Ucrania una repetición de Beslán, «Nord-Ost», el «Viernes sangriento» de Belfast en 1972, o Madrid en 1973. Pero es necesario recordar que «el odio engendra el odio». Acaso la sangrienta historia de la segunda mitad del siglo XX no os ha enseñado nada, hermanos ucranianos? ¿O simplemente no queréis leer historia, sino solo meditar sobre el victimismo de vuestro estado? Despertad, de país víctima Ucrania se ha convertido en un estado vampiro.

Si no queréis oír la voz de la misericordia y pensáis que el separatismo del Donbás se puede erradicar solo «a sangre y fuego», ¿estáis preparados para en el futuro perdonar la falta de misericordia de aquellos cuyos padres y hermanos mueren hoy con las armas en la mano por la autodeterminación del Donbás? Porque ellos no serán diferentes de vosotros, ucranianos. Su visión del mundo será ojo por ojo, diente por diente. Vengar hasta la última gota de sangre. Sin conversaciones, sin palabras. ¿Y si la guerra llega a las pacíficas calles de Lvov, Kiev, Poltava, Kremenchug, Melitopol, Kolomy? Porque por mucho que escribas mensajes de odio sobre «vatniki» y «koloradi», así no detienes bombas con mecanismos de relojería debajo de autobuses. Así, quizás, ¿es necesario hoy ya intentar empujar su ego nacional hacia la tolerancia europea e intentar forjar un diálogo pacífico? Aunque sea comunista libertario y anarquista, no puedo no estar de acuerdo con una expresión de Martin Luther King: «Vengo a esta magnífica casa de culto esta noche porque mi conciencia no me deja otra opción…. una verdadera revolución de valores pondrá sus manos sobre el orden mundial y dirá sobre las guerras: esta forma de resolver diferencias no es justa. Este negocio de quemar seres humanos con napalm, de llenar de huérfanos y viudas los hogares de nuestras naciones, de inyectar drogas de odio venenoso en las venas de pueblos normalmente humanos, de enviar hombres incapacitados y sicológicamente deshechos de vuelta a casa procedentes de campos de batalla oscuros y sangrientos, no puede ser reconciliado con la sabiduría, la justicia y el amor.»

Durante un corto periodo de la tregua de junio en los parques infantiles de mi ciudad natal jugaron de nuevo los niños. Nunca he sido una persona sentimental, pero este pequeño milagro incluso «de una tregua como esta» (en la que las fuerzas antiterroristas siguieron disparando sobre Slaviansk) llenó mi corazón de alegría. El corazón de un hombre insignificante del Donbás del que nada depende en la gran política. Un corazón que quisiera la paz y el cese del odio. Pero, ay, para que cese el fuego yo solo puedo dirigirme a otra gente sin importancia, porque la importante ya ha dejado de escucharnos.