En una carta fechada entre el 23 y 24 de noviembre de 1847 escrita desde París, Federico Engels se dirigía a Carlos Marx para retomar los análisis y debates que en favor del proletariado y el comunismo nutrieron sus vidas y amistad, en las líneas vertidas desde la distancia-cercanía que únicamente faculta la comunión de ideas, Engels le decía: “Piensa un poco sobre la profesión de fe. Creo que sería mejor abandonar la forma de catecismo y llamar la cosa así: Manifiesto Comunista”, refiriéndose a la gran obra que en febrero de 1848 vería la luz, revolucionando las interpretaciones filosóficas y económico-sociales que hasta entonces se habían formulado sobre la realidad del capitalismo señalando la necesidad de emancipación de la clase obrera explotada.