Categoría: Opinión

A finales de enero de 2021, una ola de protestas masivas recorrió las principales ciudades de Rusia. El motivo de estas protestas fue la detención del opositor Alexei Navalny, pero la verdadera causa fue la enorme desigualdad social y la privación de derechos políticos en el país. No todos los que salieron a la calle eran partidarios de Navalny, pero a todos les unía el deseo de un cambio social y político y el hartazgo con el régimen autoritario y corrupto que gobierna la Rusia actual.

Como buena ingenua, me sorprendo una vez más al ver cómo se nos escapan las mejores. Esta semana ha vuelto a esta España nuestra el runrún de campaña electoral y los rifirrafes parlamentarios y los Bárcenas y Rajoys; y así nos hemos vuelto a nuestro catetismo cotidiano. Y, mientras seguimos en este patetismo local, –perdónenme el pareado– en el mundo pasan cosas importantes que aquí nos comemos con patatas.

Voy a comenzar este artículo por lo que había pensado que fuese mi conclusión final:
En fin, con el surgimiento de las nuevas vacunas que se están aplicando ya en decenas de países, y de otras en desarrollo, se abre un largo periodo esperanzador que se prevé pueda extenderse durante este y el próximo año 2022
El enorme logro de la ciencia de haber alcanzado en tiempo récord vacunas contra COVID-19 se contrapone, como cruda paradoja, a la mercantilización de la salud.
Ese ritual de actualidad en el medio televisivo, dedicado a herir la sensibilidad del espectador con imágenes desagradables utilizadas con ocasión de la pandemia, pudiera entenderse como la continuación de la práctica habitual de rendir culto a escenarios sanguinarios, centrados en proyecciones de tiroteos, crímenes, degüellos y asuntos de calado mayor, con la pretensión de ganarse a cierto tipo de audiencia.