La revuelta de los chalecos amarillos y sus consecuencias La revuelta de los chalecos amarillos en Francia en este otoño de 2018 ha sorprendido a todo el mundo por su espontaneidad, su virulencia, y porque ha conseguido una victoria clara sobre el gobierno francés. Pero tampoco es un acontecimiento tan novedoso, lo cual plantea la […]
La revuelta de los chalecos amarillos y sus consecuencias
La revuelta de los chalecos amarillos en Francia en este otoño de 2018 ha sorprendido a todo el mundo por su espontaneidad, su virulencia, y porque ha conseguido una victoria clara sobre el gobierno francés. Pero tampoco es un acontecimiento tan novedoso, lo cual plantea la realización de un análisis comparativo para entender el fenómeno global en el que se encuadra y que viene caracterizado por la explosión espontánea de una malestar existente, la ausencia de organizaciones previas que lo impulsen y encaucen, y el papel fundamental jugado por las redes sociales.
Por otro lado es necesario prestar atención a los actores organizados que, de alguna manera, terminan por encauzar o capitalizar la capacidad de protesta y movilización que generan estos fenómenos. Por lo tanto, en el siguiente análisis vamos a prestar atención a estos dos aspectos diferenciados, el de la eclosión de estos movimientos espontáneos, las razones que pueda haber comunes en todos ellos y las condiciones que les hacen posibles y, por otro lado, el de los actores organizados que buscan canalizar esa energía en favor de sus causas que, como veremos, pueden ser muy diferentes, incluso diametralmente opuestas. El artículo tiene dos partes, en la primera se hace un análisis del fenómeno de los chalecos amarillos en Francia y sus consecuencias, y en la segunda se procede a un examen de varios ejemplos escogidos de movimientos más o menos espontáneos de protesta anteriores para hacer una comparación. De manera que el lector interesado solamente en el fenómeno de los chalecos amarillos puede prescindir de la segunda parte, complementaria y más amplia.
Otoño 2010, los sindicatos lanzan la mayor oleada de huelgas desde la segunda guerra mundial contra la reforma de pensiones que Sarkozy tramita en el parlamento. Durante el mes de octubre se suceden siete huelgas generales y movilizaciones en las calles en las que participan más de tres millones de personas. Se está en la plenitud de la crisis desatada en 2008. Las movilizaciones las convocan y encabezan los sindicatos – en una rara confluencia de unidad – que son los interlocutores con el gobierno.
Derrota sindical. Cuando la reforma de las pensiones fue aprobada en el parlamento a finales de octubre los sindicatos desconvocaron todas las movilizaciones y huelgas súbitamente. Los sindicatos fueron derrotados en la batalla sindical más importante acaecida en Europa durante el período de la gran recesión europea.
Derrota política de Sarkozy. No obstante su victoria sobre el desafío sindical, Sarkozy salió muy desgastado políticamente de esa batalla, y el resultado fue que dos años más tarde fuese derrotado en las elecciones presidenciales. El malestar de la derrota sindical que termina expulsando a Sarkozy se encauza hacia Hollande que, desde su presidencia, termina defraudando profundamente a sus electores y da paso a la victoria presidencial de Macron en 2017. Los dos candidatos en los extremos del eje político que quedan en tercer y cuarto lugar, Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, hoy siguen siendo quienes siguen disputando por reemplazar a Macron.
Otoño 2018, los chalecos amarillos lanzan la mayor insurrección callejera desde mayo de 1968, no están acompañados de huelgas y las principales movilizaciones tienen lugar en los fines de semana. Sus movilizaciones no llegan ni a la decima parte de participantes que las que convocaron los sindicatos en 2010 – 3,5 millones hace ocho años frente a unas doscientos mil ahora – pero son muy violentas. Sus reivindicaciones cuentan con una amplia simpatía en Francia, como las de los sindicatos en 2010, y mezclan diferentes aspectos entre los que sobresalen la supresión de impuestos y la subida de salarios, y expresan sobretodo el gran malestar contra Macron, sus políticas económicas favorables a los ricos y su estilo soberbio de gobierno. Los efectos más graves de la crisis de 2008 ya han pasado, pero estamos en la plenitud de una de las crisis más graves que atraviesa la UE, y del ascenso generalizado de la extrema derecha en Europa. Ninguna organización encabeza unas movilizaciones en la que las redes sociales juegan un papel fundamental, pero tanto el Reagrupamiento Nacional (antiguo FN) de Marine Le Pen, como la Francia Insumisa de Mélenchon simpatizan, apoyan y alientan las movilizaciones.
Se trata de un movimiento de clases medias sobretodo que ha prendido especialmente en las provincias más que en las grandes ciudades. Aunque bastante espontáneo, sin embargo no se puede olvidar que fueron las asociaciones de camioneros quienes iniciaron las primeras medidas llamando a un bloqueo nacional para el 17 de noviembre, a partir de esta medida se desencadenó la espiral que conocemos. Por otro lado, algunos de los líderes que han empezado a despuntar en su seno están claramente vinculados a la extrema derecha, y la presencia de organizaciones de la extrema derecha ha sido evidente en París y también en otras partes.
Su desencadenante fue la subida prevista de los carburantes, el objetivo de esta subida era desincentivar el consumo de carburantes fósiles, dentro de los compromisos de Macron con la defensa del medio ambiente. Por tanto, la izquierda al apoyar estas reivindicación se encontraba en una situación contradictoria, defender el medio ambiente pero oponerse a una de las medidas para defenderle. Para centrar este tema hay que recordar varios datos: primero, que en 2015, la Asamblea Nacional aprobó una ley para la transición a vehículos con bajas emisiones; segundo, que Francia Insumisa se opone a la energía nuclear, en tanto que Le Pen la apoya y; tercero, que Macron es el mayor defensor de los acuerdos contra el cambio climático de París frente a Trump, y que además de las medidas para reducir el consumo de energías fósiles ha apoyado el compromiso del anterior gobierno de cerrar 17 de los 58 reactores nucleares actuales.
Por tanto, los chalecos amarillos son una mezcla explosiva y contradictoria que unen el malestar contra el presidente de los ricos, genuinas reivindicaciones sociales, y lo que se ha denominado como una «indignación consumista reaccionaria», en la que predomina la reivindicación individualista de seguir poder utilizando el coche individual con un precio barato del combustible.
Victoria de los chalecos amarillos. Después de varias movilizaciones violentas, aunque no masivas, en fines de semana especialmente y, sobretodo, después de constatar la simpatía de que gozan las reivindicaciones en Francia, Macron retrocede y accede a algunas de las reivindicaciones, especialmente suprimiendo el impuesto a los carburantes y aumentando el salario mínimo, sin llegar a negociar realmente con nadie.
Es evidente que Macron ha retrocedido ante su fuerte desgaste ante la opinión pública y el temor al aprovechamiento por la extrema derecha, más que ante la masividad de las movilizaciones. En el momento de acabar este artículo no está claro si los chalecos amarillos continuarán, como quiere un sector, con las movilizaciones o se cerrará este ciclo. Sin masividad en la calle y ante las concesiones realizadas solo quedaría la violencia, que dejaría de tener las simpatías de que ha gozado y caerían en el desprestigio y la derrota.
Una protesta originada en problemas y reivindicaciones internas sin embargo puede tener consecuencias mucho más amplias de esos problemas y de Francia. Estas consecuencias pueden plantearse en tres niveles. En el nivel interno francés el fuerte desgaste de Macron y la disputa entre Le Pen y Mélenchon por presentarse como los apoyos de los chalecos amarillos no se va a medir en unas presidenciales para las que faltan aún cuatro años y, por tanto, pueden ocurrir muchas cosas entretanto, se van a medir en las elecciones europeas de mayo de 2019. Elecciones para las que la extrema derecha europea está preparándose a fondo buscando unas candidaturas y programa unidos en toda Europa, y que se celebran bajo la tendencia del avance casi imparable de la extrema derecha. Si se hace una comparación con dos resultados anteriores las perspectivas son favorables a Le Pen. En las elecciones europeas 2014, el Frente Nacional (hoy RN) obtuvo 4,7 millones de votos, el Frente de Izquierda (hoy Francia Insumisa) obtuvo 1,25 millones de votos. Es cierto que en la primera vuelta de las presidenciales francesas de 2017 las distancias se acortaron, Le Pen obtuvo 7,68 millones de votos y Mélenchon 7,06, aunque en la segunda vuelta Le Pen ascendió a 10,6 millones.
En el nivel europeo también se plantean consecuencias que tienen que ver igualmente con el ascenso de la extrema derecha. Macron y Merkel representan dos gobiernos del centro político en los dos principales países de la UE que forman un dique de contención al avance de la extrema derecha, que ya tienen controlados países como Italia, Hungría, Polonia, Austria, Chequía, Eslovaquia o Bulgaria. Pero Merkel ya ha dado paso a un nuevo liderazgo tras anunciar su retiro de la política y Macron está seriamente debilitado en este momento. Es evidente, pues, que en su política de avance sostenido, la extrema derecha concentrará sus esfuerzos en asaltar el poder en Francia, porque capturar Francia representaría un salto cualitativo esencial, y porque Francia se presenta ahora mismo como el eslabón más débil. Por otro lado, las cesiones de Macron se concretan financieramente en que aumentará el déficit presupuestario, salvo que subiera los impuestos a los más ricos para compensar, y ello le ofrece un balón de oxigeno a Italia, cuyo gobierno de La Liga-M5E está enfrentado con las instituciones de la UE por el tema presupuestario.
El tercer nivel de consecuencias del retroceso de Macron se plantea en el terreno del medio ambiente, de las políticas de transición energética. Estas políticas conllevan durante el proceso de transición ciertos costes inevitables que generan resistencias a nivel de países y de sectores sociales. Trump retiró a EE.UU. del Tratado de París alegando que los compromisos del mismo penalizaban a las industrias estadounidenses, lo mismo acaban de decir Polonia y otros países con respecto a la renuncia al empleo del carbón. Y a nivel social son las zonas mineras abocadas al cierre las que exigen mantener empleos, y ahora se ha añadido en Francia la resistencia de los usuarios de vehículos con carburantes fósiles por las subidas de los mismos.
Por tanto, el movimiento de los chalecos amarillos inciden sobre tres disputas diferentes, pero relacionadas, que rebasan ampliamente el entorno francés. La primera es el ascenso de la extrema derecha en Europa, y en el mundo, y las fuerzas que pueden oponerse a este avance. La segunda es la crisis profunda que vive la UE con la salida de Gran Bretaña, los desafíos de los gobiernos de extrema derecha en Europa a las normas comunitarias, y la posibilidad de que con una importante victoria en las próximas elecciones europeas la extrema derecha pueda avanzar en su proyecto de cambiar a la UE desde dentro según su filosofía. La tercera es sobre las políticas de transición energética, que va a suponer cambios y costes a nivel internacional y de sectores sociales y va a aumentar las tensiones ya hoy existentes.
La explosión espontánea de masas, un fenómeno antiguo trasladado a la posmodernidad actual
Las rebeliones son una nota común a la mayoría de las sociedades precapitalistas. La jacquerie fue el tipo más conocido de levantamiento campesino espontáneo de la edad media en Francia, prototipo de otros similares en otra partes de Europa por la misma época, originada en la oposición a los impuestos, la expropiación de tierras, la alteración del modo de vida tradicional o el odio a los nobles. Los tumultos campesinos recorrieron toda la Edad Media mezclándose con otras rebeliones de artesanos y trabajadores.
Más adelante, en el siglo XVII, dada la extensión y variedad de conflictos desencadenados se han avanzado diversas tipologías para explicarles como la que diferencia entre movimientos urbanos originados por conflictos económicos o de poder; movimientos en defensa de los particularismos provinciales frente a la intromisión unificadora del Estado; y movimientos urbanos o campesinos contra los ataques a las organizaciones y tradiciones colectivas. Cronológicamente, las insurrecciones populares comenzaron en este siglo en Rusia en 1601; luego, en 1606-7, diversos levantamientos campesinos tuvieron lugar en diferentes partes de Europa; les siguieron las rebeliones inglesas contra los enclosures, los levantamientos húngaros y toda una serie de revueltas e insurrecciones por toda Europa (Austria, Francia, Rusia, Inglaterra, España, Italia, Polonia etc.)
Pero este fenómeno fue común a todo el mundo, por ejemplo, China presenta una de las historias más persistentes en rebeliones campesinas a lo largo de sus dos milenios de imperios. Su papel en la evolución de la historia china clásica fue doble. De un lado, mantuvo un clima de guerra social que generaba inseguridad entre la clase dirigente. Por otro lado, el movimiento campesino fue el responsable del reemplazamiento de grandes dinastías. Otros dos factores que debilitaban la eficacia de estas rebeliones eran su carácter local de un lado, y lo efímero y discontinuo de su intervención.
Dando un salto en el tiempo, y para centrarnos en la continuidad de las revueltas espontáneas contemporáneas evocaremos ahora las revueltas más recientes que tienen similitudes con la actual de los chalecos amarillos sin querer ser exhaustivos. Así, tomaremos como ejemplos de estas revueltas espontáneas la rebelión llevada a cabo en Argentina en 2001, la primavera árabe, el movimiento 15-M en España, el M5E en Italia. Son cuatro caso bastante diferentes que sirven para analizar este tema, dejando al margen otros casos como las rebeliones en Bolivia, el movimiento Occupy Wall Street, las revueltas en Ucrania, etc.
Argentina, diciembre 2001
La crisis estaba haciendo estragos en la economía argentina en 2001, la inestabilidad económica llevaba a la fuga de capitales y a finales de noviembre se temía por el colapso del sistema financiero. La adopción de lo que se denominó el corralito encrespó los ánimos, tanto de los sectores populares como de la clase media, y comenzó un intenso proceso de protestas con fuerte carácter espontáneo que incluyó diferentes formas como las huelgas, los saqueos, cacerolazos, manifestaciones y choques callejeros que se reforzaron y desembocaron en una insurrección espontánea el 20 de diciembre. La ira popular se extendió desde el sistema económico a los políticos y dio lugar a la famosa frase ¡que se vayan todos!.
Pero esa insurrección no dio lugar ni a una toma del poder, ni a una correlación de fuerzas a favor de las opciones de la izquierda. Durante un cierto tiempo se mantuvieron sus secuelas especialmente a través del movimiento de piqueteros, pero finalmente en tres años el sistema había absorbido el impacto y reinaba la estabilidad del mismo sistema contra el que se levantó la insurrección.
Los movimientos argentinos del 2001-2, como muchos otros nuevos movimientos sociales que se opusieron al neoliberalismo adoptaron una postura autonomista, que significaba en la práctica el rechazo a los partidos y a la actividad política entendida como la actuación orientada a alcanzar el poder del Estado. Los movimientos que persistieron en esta actitud terminaron desembocando en una actuación impotente que terminó favoreciendo el que los partidos conservadores recuperarán el control del Estado y defendiesen desde allí la estabilidad de la acumulación capitalista.
Primavera árabe, 2011
Una ola de protestas espontáneas empezaron a recorrer el mundo árabe en los primeros meses de 2011, como en Madrid su vehículo de trasmisión eran los modernos medios masivos de comunicación no monopolizados, como los móviles, o las redes sociales en Internet. Estaban demostrando su eficacia en la capacidad de movilización de los sectores jóvenes, eran una herramienta formidable para alcanzar la masa crítica de las movilizaciones, porque una vez puestas en marcha, éstas ya se retroalimentaban.
Demostraban su eficacia para conseguir las movilizaciones sin necesidad de organizaciones, pero también mostraban sus límites. Una cosa era conseguir la movilización y otra más difícil darla una continuidad y objetivos claros. En Argentina ya se habían mostrado esas limitaciones, agotándose para regresar a la situación contra la que se había producido la movilización. En esta ocasión tampoco esas movilizaciones en el mundo árabe colmaban los deseos de los movilizados, en unos caso, como Túnez y Egipto, el ejército y las viejas fuerzas políticas del sistema recuperaban poco a poco el control de la situación; en otros, como Libia, se llegaba a una guerra civil en la que el protagonismo contra la dictadura pasaba a manos de antiguos colaboradores de Gadafi o de la OTAN; en tercer lugar, como en Siria o Bahréin, se encontraban frente a una represión feroz de su propio gobierno o de una poderoso vecino como Arabia. La dinámica que habían desencadenados esas movilizaciones espontáneas daban lugar a situaciones en el que el espontaneísmo ya no tenía nada que decir.
España, mayo 2011
La crisis económica que desde hace casi tres años producía estragos sociales en la mayor parte del mundo había llevado a España a la mayor destrucción de empleo de todos los países, en este mes en que iban a celebrarse elecciones municipales y regionales, donde se daba por seguro un duro castigo al PSOE como partido en el gobierno, la cifra de parados se situaba en 5 millones, 3 más que al inicio de la crisis. Las políticas progresistas del PSOE habían dado un giro de 180 grados justamente un año antes, imponiendo reducciones de salarios a los funcionarios, una reforma laboral lesiva a los trabajadores y un aumento de la edad de jubilación. Nada de ello había servido para revertir la pendiente de destrucción de empleo, solamente había servido para el aumento de la pobreza entre las clases populares. Lo extraño, en realidad, era la extraña calma con la que las clases populares sobrellevaban esta situación. En septiembre de 2010 los sindicatos convocaron una huelga general contra la reforma laboral, pero después firmaron con el gobierno la reforma de las pensiones. Nadie esperaba que la consigna lanzada poco antes por Stéphane Hessel, en su alegato contra la indiferencia frente a las consecuencias de la crisis, fuese a estallar, nuevamente de manera espontánea, justo una semana antes de las elecciones de este mes. La movilización estaba más que justificada y gozó de un amplio apoyo ciudadano, pero las consecuencias políticas no están tan claras.
El movimiento 15-M nació una semana antes de que se celebrasen en el mes de mayo elecciones regionales y locales en España. El resultado de esas elecciones fue una victoria contundente del conservador Partido Popular ante un gobierno del PSOE que se había hundido electoralmente después de su giro neoliberal un año antes. Seis meses más tarde, en noviembre de 2011, ese resultado electoral volvió a repetirse con la victoria por mayoría absoluta de los conservadores españoles en las elecciones legislativas, dando lugar a un gobierno mayoritario del PP que intensificaría las medidas económicas y sociales contra las clases populares que ya había iniciado el derrotado gobierno del PSOE.
En este tipo de protesta basado en la toma de las calles y las plazas de España, y especialmente de Madrid, destacó el peso de la juventud y la utilización de las redes en internet para coordinar y convocar actos de protesta, tuvo sus antecedentes en las protestas estudiantiles que tuvieron lugar en el Reino Unido e Italia, y fue claramente visible la influencia de los acontecimientos en la misma época en Túnez y Egipto, conocidos como la primavera árabe. El Movimiento 15-M, como se le terminó conociendo, nació con un declarado rechazo a la política oficial – especialmente al bipartidismo imperante, fruto de hegemonización de la vida política española por parte del PSOE y el PP – y a todo intento de organización política, con una fuerte atracción por la democracia directa, así como también fue evidente su negativa a identificarse o apoyar a algún partido en concreto, lo que originó que sus movilizaciones no tuvieran efecto claro alguno sobre los resultados de las elecciones locales, regionales y nacionales españolas
Sus reivindicaciones más importantes se orientaron a una regeneración de la vida política o una democracia de más calidad, poniendo el énfasis en una democracia más participativa, y el rechazo de la corrupción y de las políticas públicas que se estaban aplicando a favor del sistema financiero y en contra de las clases populares, estando la crítica al sistema impregnada de un fuerte carácter moral. No es posible acusar a este movimiento de ser antisistema, en cuanto que sus dos objetivos principales eran la regeneración democrática y la recuperación del Estado de Bienestar que estaba siendo desmantelado.
La organización y las movilizaciones principales se produjeron al margen de las organizaciones clásicas de partidos o sindicatos, con una dinámica basada en la horizontalidad y la utilización de las redes sociales en internet, buscando las transformaciones que demandaban a través de la movilización de la sociedad civil, organizando para ello diversos colectivos de carácter temático.
Era patente que la debilidad del 15-M se encontraba en tres ausencias, la de una organización estable, la de un proyecto claro – más allá del conjunto de reivindicaciones que en su mayoría podían ser defendidas por algunas de las organizaciones políticas existentes -, y la falta del sentido de la táctica y la estrategia.
M5E en Italia
Con el fondo de un escenario de descredito y degradación de la política oficial y del sistema de partidos va a aparecer en 2009 el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, que se convertirá en el partido más votado en las elecciones parlamentarias de 2013 con más de 8,5 millones de votos.
Pero este partido, que se presentaba a sí mismo como una fuerza política anti-partido, no tenía en realidad relación con ningún movimiento social, era fruto de unas condiciones concretas que se daban en Italia, que eran comunes con otros países del mundo, como los efectos sociales de la crisis económica y la degradación de la vida política democrática, pero que en Italia esta última se vive de manera más intensa. Y esas condiciones ambientales fueron perfectamente manipuladas por un personaje como Beppe Grillo que viene del espectáculo cómico
El Movimiento 5 Estrellas representa otro caso de las tendencias anti-partidos que recorren el mundo, pero que termina convirtiéndose en otro partido más, se ha apoyado en un sucedáneo de movimiento social y en un populismo descarado dirigido contra una política oficial corrompida; la fuerza de su movilización y apoyo electoral radica en el carisma de un líder visible, Beppe Grillo, que domina la escena y utiliza un lenguaje directo y populista. En su evolución termina formando parte del grupo del parlamento europeo Europa de la Libertad y la Democracia Directa dónde están también el UKIP británico, Demócratas de Suecia o el lituano Orden y Justicia, y forma gobierno en Italia en coalición con La Liga, en definitiva, se sitúa en la extrema derecha.
Las lecciones a extraer de estos casos anteriores
Los elementos comunes en estos cuatro casos escogidos de movimientos de protesta modernos son: La existencia de un agudo malestar social que ninguna organización política o social había sido capaz de articular y canalizar hacia unos objetivos concretos, ese malestar puede provenir de una crisis económica, como en Argentina o España, del padecimiento de largas dictaduras, como el mundo árabe, o del cansancio de un sistema político corrupto, como en Italia, pero también en Brasil en 2013. En Francia ya hemos analizado las fuentes de ese malestar.
La aparición explosiva de una movilización social como expresión espontánea de ese malestar, en la mayoría de los casos como consecuencia de convocatorias difusas a través de las redes sociales. Este es el elemento común a todas ellas, menos presente en Argentina, y utilizadas consciente y hábilmente en el caso italiano (el famoso Vaffaculo Day, el día de a tomar por culo, en italiano ) . La virulencia de la aparición varía según los casos, desde una toma pacífica de las plazas en el caso español al carácter casi insurreccional argentino,. en el caso francés ya hemos visto que esa espontaneidad nace de una convocatoria de las organizaciones de camioneros.
La articulación de estos movimientos en torno a objetivos no muy definidos, mezcla de reivindicaciones concretas y heterogéneas y expresiones de rabia sin objetivos como el ¡que se vayan todos! En Argentina y el mundo árabe se plantean difusamente objetivos muy profundos, cambiar el sistema político y social vigente, por el contrario, en España, Italia o Francia son reivindicaciones dentro del sistema vigente, mantener los servicios sociales, acabar con la corrupción, suprimir impuestos, etc.
La aparición de fuerzas organizadas, políticas, sociales, religiosas o estatales, ya existente o creadas a partir de ese momento, que utilizan este malestar y su explosión social para alcanzar objetivos propios. En Argentina es el peronismo quién utiliza el movimiento para recuperar el poder y desactivar las protestas; en Italia el malestar no provoca una explosión ni un movimiento totalmente espontáneo, sino que es utilizado por un populista ambicioso para encauzarle desde el inicio; en España aparece un nuevo partido, Podemos, para canalizar las energías y representar los objetivos del 15-M; finalmente en el mundo árabe son los actores religiosos principalmente quienes utilizan la explosión para alcanzar sus objetivos; en Francia está la disputa entre Le Pen y Mélenchon por encauzar hacia sus proyectos la derrota de Macron.
Los resultados finales han sido muy dispares y han dependido sobretodo de las fuerzas organizadas en presencia. En Argentina el sector progresista del peronismo fue el primer beneficiado, para terminar dando paso al regreso de la derecha clásica al poder con Macri. En Italia, el populismo del M5E terminó formando un gobierno de extrema derecha con La Liga. En España, Podemos no logró desbancar al PSOE ni alcanzar el gobierno, se trasformó en un partido clásico de carácter socialdemócrata y se encuentra en retroceso electoral. En el mundo árabe solo en Túnez algunos de los objetivos de la primavera árabe fueron alcanzados. En Francia el escenario está abierto y puede tener consecuencias en toda Europa.
Jesús Sánchez Rodríguez, Licenciado y Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED. Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/
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