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China y Estados Unidos: ¿De quien será el siglo XXI?

Fuentes: Rebelión

Según las estimaciones planteadas, el PIB de China deberá estar pasando al de Estados Unidos a mediados de la tercera década de este siglo. Mientras ese momento llega, sin embargo, el consumo chino se ha transformado en la turbina de recuperación de una economía global en crisis, cosa que Estados Unidos está lejos de representar. […]

Según las estimaciones planteadas, el PIB de China deberá estar pasando al de Estados Unidos a mediados de la tercera década de este siglo. Mientras ese momento llega, sin embargo, el consumo chino se ha transformado en la turbina de recuperación de una economía global en crisis, cosa que Estados Unidos está lejos de representar. El porque las cosas son así tiene su explicación.

Tras el fin de su Guerra Civil en 1865, Estados Unidos evidenció un período de cincuenta años de impresionante crecimiento económico, sustentado en la expansión doméstica de su economía: ferrocarriles, aparición de nuevas ciudades y expansión de las preexistentes, redes telegráficas, gas, electricidad, etc. A partir de la segunda década del siglo XX, y con particular referencia al final de la Segunda Guerra Mundial, las exportaciones darán un gigantesco impulso adicional al crecimiento de su PIB. En los años cincuenta de ese mismo siglo comenzará un acelerado y ambicioso proceso de construcción de redes de autopistas y de núcleos suburbanos, lo cual impulsará fuertemente su comercio interno y brindará un renovado impulso a su crecimiento económico.

El desarrollo de las distintas etapas antes referidas tomó más de un siglo. Para China, en cambio, tres décadas están resultando suficientes para llevar adelante, en una suerte de proceso comprimido, la expansión cuántica de sus exportaciones y de su economía doméstica y el crecimiento exponencial de sus sistemas de autopistas y de sus suburbios urbanos.

Más aún, la facilidad con la que China pudo pasar de una a otra fase evidencia una flexibilidad de maniobra inédita. A partir de 1979, y sobre todo desde comienzos de los noventa, China se lanzó por la vía del crecimiento «hacia afuera». Ello no sólo le permitió inundar los mercados del mundo con sus mercancías, sino que en un tiempo sorprendentemente corto logró elevar el nivel de sofisticación de sus productos de exportación. A partir del 2005, y a través de un veloz cambio de rumbo económico, el país dirigió su énfasis al crecimiento «hacia adentro». De la noche a la mañana la prioridad pasó a la construcción y expansión de ciudades, centros suburbanos e infraestructuras. Todo ello ha estado enmarcado dentro de una visión estratégica de penetración de los espacios interiores y del traslado poblacional masivo del campo a las ciudades.

Esta impresionante capacidad para pasar de una fase a otra, de manera rápida pero a la vez articulada y programada, no sólo ha sido responsable del crecimiento sostenido de su economía, sino también del hecho de que ésta pueda seguir creciendo a una tasa del 8% en medio de la mayor crisis económica mundial en siete décadas. Desde luego, la economía norteamericana resulta mucho mayor, diversificada y compleja que la china, pero a la velocidad a la que se expande esta última, la distancia se achica a pasos agigantados. Todo parece indicar que la estrella fulgurante de la segunda mitad de este siglo será China.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.