Normalmente he evitado disentir públicamente de los posicionamientos y enfoques que ha mantenido GARA respecto al conflicto de Kosovo y los Balcanes. Sin embargo, en esta ocasión no puedo dejar de discrepar en público ante el artículo publicado el pasado 20 de febrero en la sección de internacional: «Serbios en Kosovo, de agresores a agredidos […]
Normalmente he evitado disentir públicamente de los posicionamientos y enfoques que ha mantenido GARA respecto al conflicto de Kosovo y los Balcanes. Sin embargo, en esta ocasión no puedo dejar de discrepar en público ante el artículo publicado el pasado 20 de febrero en la sección de internacional: «Serbios en Kosovo, de agresores a agredidos y, actualmente, a rehenes de Belgrado».
Empecemos por el tratamiento lingüístico del artículo para los habitantes autóctonos de Kosovo. El autor para denominar a los albaneses se refiere a ellos como «albanokosovares» y, en cambio, cuando habla de los serbios de Kosovo los denomina como «serbios». Pero es más, observen el título: «Serbios EN Kosovo», ni siquiera dice «Serbios DE Kosovo». De esta manera, transmite la idea de que los albaneses son autóctonos de Kosovo, mientras que los serbios no. La denominación generalmente admitida es albanokosovares y serbokosovares o, en su defecto, simplemente albaneses y serbios. Esta es una cuestión de libro de estilo y como primer dato ya es lo suficientemente contundente para certificar la parcialidad y tendenciosidad de un artículo que no está publicado en la sección de opinión, sino en la de internacional.
A raíz de aquí se desarrolla una línea argumental viciada. Kosovo era un territorio plurinacional en el que en los últimos siglos los grupos con mayor representación eran los serbios y albaneses. A finales del siglo XIX ambos tenían un peso similar (alrededor del 40-50%). Sin embargo, históricamente se apreciaba una tendencia demográfica decadente de los serbios que dejaron de ser mayoría para perder peso demográfico a favor de los albaneses. Las explicaciones son múltiples; entre otras, la colaboración albanesa con el ocupante otomano favoreció una posición mejor de estos dentro el Imperio, así como procesos de albanización. Además, en el siglo XIX el proceso de liberación nacional serbio del Imperio otomano facilita la emigración de serbios a terreno liberado en el norte.
Este proceso se aceleró notablemente en la II Guerra Mundial. La mayor parte de Kosovo fue ocupada por la Italia fascista y entregada a su aliada Albania. Mustafa Kruja, el Presidente de Albania, visitó Kosovo en 1942 y dijo: «Debemos procurar que la población serbia de Kosovo sea (limpiada) -el área se limpiará de serbios y todos los que hayan vivido allí durante siglos deben ser denominados colonos y enviados a campos de concentración en Albania. Los colonos serbios deben ser matados». Los nacionalistas albaneses ejecutaron una limpieza étnica de serbios que arroja un resultado de entre 10.000 y 30.000 asesinados y un número de expulsados del territorio entre 100.000 y 250.000.
Posteriormente, Tito y sus camaradas, al igual que se hizo en España, decidieron no hacer memoria histórica. En el caso yugoslavo de las masacres y limpiezas étnicas ocurridas durante la II Guerra Mundial entre las diferentes nacionalidades. El problema es que casi todas fueron ejecutadas contra los serbios con cientos de miles de víctimas. Por ejemplo, los serbios en Bosnia-Herzegovina dejaron de ser mayoría.
Durante los años del socialismo yugoslavo, los serbios siguieron perdiendo peso en Kosovo por una conjunción de razones: una mayor tasa de nacimientos entre los albaneses; el impacto de la II Guerra Mundial entre los serbios con un gran número de desplazados y muertos; una tendencia secular de los serbios a emigrar a zonas económicamente más desarrolladas, en muchas ocasiones favorecidas por el acoso de algunos albaneses contra los serbios, incluidos los ataques físicos, y a lo que hay que añadir la llegada de cientos de miles de inmigrantes de Albania por razones económicas y/o políticas.
En este contexto, Kosovo es un territorio disputado entre albaneses y serbios. Ambas nacionalidades tenían un referente nacional con Estado en el siglo XX: Albania y Serbia (o en la época de Tito la RSS). Tras años de disputas de baja y alta intensidad, fue Serbia la que integró el territorio dentro de sus fronteras estatales. La evolución demográfica llevó a una situación en la que en la provincia existía un desfase entre el estatus político y la voluntad de su ciudadanía. Sin embargo, esa distancia se fue reduciendo con la adquisición de más autonomía y desde los años 70 con un estatus casi asimilable al de República. En esta época la reivindicación política de los albaneses por conseguir el estatus de república era también una reivindicación y acción por la albanización de Kosovo que omite Occidente, aunque sus propios medios de comunicación recogían el acoso, discriminación y ataques contra serbios en la década de 1980.
Una excusa que utilizó Serbia en 1989 para suspender la autonomía e introducir una serie de medidas en la función pública, muy similares a las que había habido hasta la fecha para perjudicar a los serbios (minoría), pero ahora para perjudicar a los albaneses (mayoría). De este hecho nace la proclamación de independencia en 1991 y el inicio de la lucha por esta explicada con muchas lagunas por los medios de comunicación.
En definitiva, comparar a los serbios con los rusos en el Báltico o los alemanes en el Este de Europa me parece un exceso. No es lo mismo una nación autóctona que ha sido históricamente oprimida en ese mismo territorio que una invasora. Debe de quedar claro que el esquema «ocupante-ocupado» no funciona para explicar el conflicto de Kosovo, no hay ocupantes ni ocupados. De todas maneras, llama la atención como el autor del artículo utiliza solo como ejemplos «buenos» los de occidente y los contrapone a los «malos» que vienen desde el Este. Se me hace difícil imaginar un análisis del discurso que no concluya que el artículo retroalimenta la ideología occidentalista. Y más si tenemos en cuenta donde estamos, Kosovo una neocolonia occidental donde una parte de la responsabilidad de la limpieza étnica que han sufrido y siguen sufriendo los serbios y el resto de minorías recae en la OTAN. Sin embargo, en el artículo la Alianza atlántica y la UE salen poco menos que de rositas.
Centremos la cuestión, un artículo que habla de los serbios de Kosovo podría incidir más en la vulneración de derechos que sufre esta minoría. Si son agredidos convendría decir claramente quién los agrede. Desde la entrada de los tanques de la OTAN y la secesión de facto de Kosovo, prácticamente 300.000 kosovares serbios, romaníes, musulmanes eslavos y otras minorías han tenido que huir basándonos en datos del ACNUR para las salidas de hasta 2000 (250.000), a las que hay que añadir las posteriores. Se ha intentado en algún momento favorecer su vuelta y ha resultado un auténtico fracaso, en el mejor caso por el acoso al que eran sometidos por los albaneses y en el peor porque eran asesinados o les ponían bombas (fuente, ACNUR). En la actualidad el ACNUR reporta 225.000 desplazados en Serbia, 18.000 desplazados dentro de Kosovo (básicamente serbios que han huido a Mitrovica). Solo con los datos aportados, en la actualidad los desplazados de Kosovo suponen más que los existentes en el resto de conflictos de los Balcanes, por ejemplo, más del doble de los desplazados en el Bosnia-Herzegovina (en estos últimos además también hay serbobosnios). En general, la contabilidad de desplazados y refugiados de las guerras de los Balcanes es poco menos que pasmosa para el consumidor habitual de medios de comunicación occidentales. Con mucha diferencia, son los serbios los que más refugiados tienen cuantitativamente y los romaníes porcentualmente.
Sin embargo, no parce suficiente. Los ataques a los serbios y a las otras minorías prosiguen en Kosovo, porque básicamente gozan de casi total impunidad. En el Tribunal de la Haya hay serbios que son casi sistemáticamente condenados, mientras se cuentan con una mano los condenados albaneses. Es más, hasta un testigo protegido (sic) de crímenes contra los serbios apareció muerto en Alemania, pero no pasa nada.
Finalmente, todo esto no tiene que ver con estar a favor o en contra de que Kosovo sea un Estado, yo siempre he estado a favor como atestiguan todos los artículos que he publicado sobre el tema en este mismo diario.
Asier Blas es politólogo y profesor de la EHU/UPV
Fuente: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20130313/392367/es/Cinco-anos-proclamacion-Estado-kosovar