Recomiendo:
0

¿Ciudades europeas sin coches de gasolina y diésel en 2050?

Fuentes: Reuters/dpa

Europa quiere revolucionar el sector del transporte. Acabando con la dependencia del petróleo y reduciendo emisiones. Por ejemplo, eliminando los coches impulsados por combustibles fósiles de los centros urbanos.

¿Objetivo verdaderamente alcanzable o simple brindis al sol fruto de un planteamiento propio de visionarios? La propuesta del comisario de Transportes de la Unión Europea (UE), Siim Kallas, para eliminar la dependencia del petróleo y reducir las emisiones de dióxido de carbono en el horizonte de 2050 ha despertado reacciones encontradas. Un documento estratégico que, de momento, es tan sólo eso: una propuesta que ahora deberán debatir los socios comunitarios. Pero que sin duda cuenta con propuestas, como mínimo, atrevidas.

Adiós a los combustibles fósiles

La más llamativa es la que pretende eliminar los vehículos a motor diésel o gasolina de los centros urbanos de aquí a 2050. De prosperar la propuesta y convertirse en realidad, pues, en cuatro décadas las urbes europeas sólo verán circular a coches eléctricos, híbridos o con motor de hidrógeno.

Pero no es la única: el plan, denominado «Transporte 2050», incluye hasta cuarenta medidas encaminadas a reducir en un 60% las emisiones procedentes del transporte para el año 2050.

Como, por ejemplo, obtener el 40% del combustible empleado en la aviación a partir de biocombustibles sostenibles, es decir, con bajo contenido en CO2; reducir en otro 40% las emisiones a cargo del transporte marítimo; que el 50% de los desplazamientos de media distancia -tanto de pasajeros como de mercancías- que hoy en día se realizan por carretera pasen a realizarse por tren u otros medios de transporte; unir los puertos y aeropuertos a la red ferroviaria; y triplicar la red de trenes de alta velocidad de aquí a 2030, entre otras medidas.

Objetivos, todos ellos, a largo plazo. Pero para conseguir alcanzarlos o, cuando menos, acercarse a ellos, es necesario comenzar a trabajar de inmediato. «Los trenes, aviones y barcos duran décadas», aseguró el comisario de Transportes en la presentación del plan. «Es por ello que las opciones que tomemos hoy determinarán la forma de transporte en 2050. Es por eso que actuamos ahora, para lograr una transformación», señaló Kallas.

Duras críticas del sector automotriz

Como era de esperar, los fabricantes de automóviles fueron los más críticos a la hora de valorar la propuesta. La Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA) lamentó «el giro de 180 grados en su política dado por la Comisión Europea». Un giro que no tiene en cuenta, aseguran, el papel «capital» que juega el transporte por carretera.

La patronal de los fabricantes critica que se pida una reducción en el uso de vehículos de motor sin aportar alternativas para suplir la «flexibilidad» que hoy en día ofrece el transporte por carretera respecto a otros medios de transporte. Además, consideran poco realista realizar previsiones a cuatro décadas vista sobre la futura implantación de los vehículos eléctricos.

Tampoco los ecologistas saludaron la propuesta del Ejecutivo comunitario con excesivo optimismo. Desde Greenpeace se acusó a la Comisión de no proponer estrategias coherentes y realistas para alcanzar los objetivos propuestos.

La cuestión económica

Tras el plan de la Comisión Europea para revolucionar el sector del transporte en el continente no sólo se esconde la cuestión ecológica. También hay un transfondo eminentemente económico. La UE gastó el año pasado alrededor de 210.000 millones de euros en importar combustible y otros derivados del petróleo. Una factura que en los próximos años tenderá a aumentar: el precio del crudo se duplicará de aquí a 2050, según las previsiones de Bruselas.

Claro, que el modelo alternativo tampoco saldrá gratis: 1,5 billones de euros de inversones serán necesarias para llevar a cabo el ambicioso plan presentado por Siim Kallas. La financiación del proyecto es otro de los escollos. No sólo habrá que implicar en él al sector privado. El usuario deberá rascarse el bolsillo si quiere seguir contaminando. Por ejemplo, a través de peajes urbanos como el ya existente en Londres. Y es que ser ecológico no sale gratis.

Autor: Emili Vinagre / Reuters/dpa
Editor: Enrique López Magallón

Fuente: http://www.dw-world.de/dw/article/0,,14952210,00.html