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La moderna titanomaquia de Europa

Cómo grandes batallas sobre asuntos aparentemente menores están determinando el futuro de Europa

Fuentes: www.yanisvaroufakis.eu

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

PARTE A – Pendiente de un hilo

Parecen [preguntas] técnicas y de importancia secundaria cuando se proyectaban en contra el gran plan de la extraordinariamente rica historia de Europa. ¿La compra de bonos del Banco Central Europeo (BCE) irá unida a condiciones? ¿Los bonos que compre se tratarán sobre una base pari passu en relación a los bonos que poseen las instituciones privadas? ¿Supervisará el BCE a los bancos o solo a los «sistémicos»? Estas son preguntas que solo deberían interesar genuinamente a aquellas personas que tienen un interés morboso por las finanzas públicas. Sin embargo, estas preguntas (y cómo se responden) probablemente resultarán ser tan importantes para el futuro de Europa como los Tratados de Westfalia, Versalles e incluso de Roma, ya que son cuestiones que determinarán si Europa se mantiene unida o sucumbe a las fieras fuerzas centrífugas desatadas por los acontecimientos de 2008.

Ahora es oficial: las instituciones existentes en la Eurozona han provocado que la zona de moneda común gire fuera de control en cuanto explotó el sector financiero en 2008. Simplemente no pudieron soportar el embate del terremoto y el resultado fue que todo el edificio empezó a desmoronarse. Su arquitectura se debería haber reformado por toda la Eurozona o esta se combaría inevitablemente bajo su diseño extremadamente erróneo.

Durante tres largos años Europa eligió seguir negándolo y hacer solo lo mínimo necesario para evitar el inminente colapso de la Eurozona. Estas «medidas» garantizaron que la Eurozona sobreviviera hasta ahora pero, ¡ay!, hicieron más profundos sus fallos estructurales bajo la superficie y aumentaron desmesuradamente los costes económicos y sociales de resolver la crisis. El principio mismo situado en el centro de los intentos de «rescate» giraba en torno a la combinación de préstamos desmesurados a los bancos y Estados miembros afectados, y una austeridad generalizada que redujo los ingresos en los que se basaba la solvencia de estos mismos bancos y Estados miembros. El resultado de ello fue ganar tiempo a expensas de las perspectivas más a largo plazo de la Eurozona.

Tres corrientes: euroclastas, europeístas, eurocríticos

Desde un principio hubo tres puntos de vista dominantes sobre qué hacer con esta crisis: en primer lugar estaban aquellas personas que dieron la bienvenida al desmantelamiento de la Eurozona. Basándome en nuestra tradición bizantina, las denominaré euroclastas. Entre ellas se incluían euroescépticos neoliberales que siempre habían mirado a Bruselas y al proyecto de integración europea con la antipatía que ellas consideraban que merece un super Estado; izquierdistas que consideraban que la Eurozona era un intento de fastidiar los planes que cualquier trabajo de base hubiera creado durante décadas para apoyar la vida y condiciones de la clase trabajadora; y, por último, nacionalistas categóricos para los que las fronteras proporcionaban un falso sentido de identidad/seguridad.

Entre aquellas personas que, quizá por diferentes razones, no querían ver desintegrarse la Eurozona (con lo que reconocían que había que mantenerla, por mal diseñada que estuviera), había dos corrientes dominantes: los europeístas, que apoyaban, aunque fuera a regañadientes, la forma como las elites europeas estaban manejando la crisis, y aquellos que, como yo mismo, pensábamos que era peor el remedio que la enfermedad (y a los que denominaré eurocríticos).

Desde un primer momento el argumento de los europeístas ha sido que los pasos dados (por ejemplo, el primer rescate de Grecia, la creación del Fondo Europeo para el Sudeste de Europa [EFSE, por sus siglas en inglés], la creación del Mecanismo de Estabilidad Europea [ESM, por sus siglas en inglés], el Pacto Fiscal y ahora las Transacciones Monetarias Directas [OMT, por sus siglas en inglés] del Sr Draghi, etc.) eran pasos naturales hacia la creación de la arquitectura perdida. Reconocen que se cometieron errores terribles durante el camino, pero insisten en que este camino, aunque sea sinuoso, llevará a Europa a la liberación.

En cambio, los eurocríticos (como yo mismo) han estado argumentando que con toda probabilidad el camino elegido lleva a un pozo sin fondo del que no puede venir nada bueno, que los propios cimientos de las nuevas instituciones, como el EFSF-ESM, son tóxicos y, por consiguiente, fallarán cuanto más «peso» pongan sobre ellos unas autoridades cada vez más desesperada a medida que la crisis empeora.

En las últimas semanas hemos visto una aceleración en el camino que los europeístas creen que sacará a Europa del oscuro bosque de la crisis. La declaración de las Transacciones Monetarias Directas del Sr Draghi, los pasos dados por Bruselas para integrar el sistema bancario, además del veredicto favorable del Tribunal Constitucional alemán, todo ello ha contribuido a crear una agradable brisa sobre las velas de los europeístas. La pregunta es: ¿la esperanza es genuina o simplemente es más aire caliente? Para responder sin apasionamiento tenemos que considerar los hechos de forma matizada, de cerca y con cuidado.

12 de septiembre de 2012

(Continuará)

Fuente: http://yanisvaroufakis.eu/2012/09/12/europes-modern-titanomachy-how-europes-future-is-being-shaped-by-large-battles-on-seemingly-small-matters/