Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín
En un encuentro con los participantes de la Conferencia de Múnich, Medvédev subrayó que la gente en Rusia «había cambiado mucho» .
«Me recuerdo hace 25 años. Era otra persona, aunque pensaba que ya había madurado, apunto de terminar la tesis doctoral, veía las cosas de otro modo, de un modo más idealista supongo, era más inexperto».
Sin embargó Medvédev dejó sin aclarar en qué había cambiado la gente en Rusia.
Probemos pues a especificar y ya de paso esclarecer, por qué se dieron esos cambios: unos cambios que recuerdan los que describía en su novela «Reforma general», el maravilloso escritor marinista Leonid Sobolev.
«La peste del exterior penetra en el automóvil. Estropea el aire, dañando los cálidos aromas, y el chófer acelera bruscamente, dejando atrás las cisternas rojo oscuro del convoy de saneamiento: Helsingfors aprovecha el resguardo de la noche y las carreteras secundarias para la limpieza de la ciudad…
…Unas cisternas de un rojo oscuro, envenenando con su peste la noche de luna, circulan al lado del coche, removiendo en su interior suculentos bistecs, delicadas y rosáceas langostas, fresas, chocolate, caviar, vino caro, los nombres que tenían todas ellas, y que no hace mucho engalanaban la mesa de algún restaurante, convertidas ahora en una entremezclada masa ponzoñosa y repugnante».
En qué se diferencian las gentes soviéticas de los «queridos rusos», como denominaba a su electorado el inolvidable Yeltsin ― quien recibiese de Putin la orden «Por sus méritos ante la Patria»: por saquear el país, destruir su potencial industrial y científico, cañonear el parlamento, provocar la vergonzosa guerra de Chechenia y demás encantadoras travesuras. ¿Qué ha cambiado en los 25 años de «democracia» a los que se refería Medvédev?
Las gentes soviéticas vivían tranquilas, de un modo abierto y honrado. Los «queridos rusos» han instalado aterrorizados en sus portales y apartamentos puertas de acero con candados cifrados, y rejas carcelarias en las ventanas de los primeros pisos: Resulta interesante comprobar como la delincuencia ha crecido de un modo proporcional al «renacimiento espiritual» que los «demócratas» han endosado al pueblo. Sorprende ver hasta que punto coinciden los gráficos que muestran el crecimiento del número de iglesias y el de la delincuencia. Ese don para delinquir de los «queridos rusos» ha alcanzado en estos 25 años cimas inimaginables. Por ese motivo, casi la mitad de la población en edad de trabajar en Rusia lo hace como portero o vigilante, y lo único que sabe hacer es llevar a alguien arrastras o no dejar pasar. Enormes sumas de dinero se dedican a instalar complicados torniquetes y vallas kilométricas en el transporte y cámaras de vigilancia en las tiendas, que de poco sirven.
Los soviéticos vivían en ciudades hermosas y cómodas, donde la cantidad de espacios abiertos y zonas verdes estaban determinados por las investigaciones ciéntificas de los mejores médicos higienistas, que se cumplían de modo escrupuloso en la costrucción de nuevas viviendas, calles, barrios. Los «queridos rusos» con sus casas «soldadas» en lo que antes eran zonas verdes, han desfigurado y afeado las ciudades, dejando a la gente sin aire ni luz, condenando a la enfermedad y la muerte temprana a los niños de la ciudad.
Los soviéticos eran el pueblo que más leía, el que tenía mejor educación en el mundo. Los «queridos rusos» se han convertido en el pueblo más alcoholizado; las drogras cultivadas bajo control usamericano en Afganistán, inundan toda Rusia. Los «queridos rusos» llevan 25 años llamando «college» al instituto de formación profesional, «liceo» a la escuela de artes y oficios, «universidades y academias» a los institutos de educación superior, y todo para obtener un único logro: que alguien que termina una de esas «supermegaacademias» tenga menos conocimientos e intelecto que cualquier alumno mediocre que acabase un instituto de formación profesional soviético.
La gente soviética construyó nuevas ciudades y fábricas, crearon nuevas tecnologías y maquinaria única: los «queridos rusos» han visto como en estos 25 años desaparecían de la faz de la tierra más de 20 mil aldeas y ciudades, cómo se destruían cientos de fábricas y miles de granjas, cómo se perdían la tecnología, la maquinaria, que los países occidentales importaban de la URSS y que ya nadie sabe hacer. En estos 25 años la industria ha sufrido más daños que el que causaron las bombas y los proyectiles durante la guerra.
Para los soviéticos, la única clase privilegiada eran los niños. Para ellos se construían palacios de pioneros y talleres escolares, se resevaban los mejores lugares en los balnearios de descanso, se les proporcionaba todas las posibilidades para un desarrollo armonioso y libre, se les abrían las puertas del mundo de la ciencia y la educación. Los «queridos rusos» han convertido en clase privilegiada a los capitalistas, especuladores y usureros, y a los niños les han quitado todo, desde las guarderías, convertidas en «viviendas de alto standing», hasta la posibilidad de estudiar en un centro universitario de acuerdo con sus capacidades, sin depender del grosor de la cartera de papá.
Millones de niños en las calles, analfabetos, menores drogadictos y alcohólicos, son el fruto de la Rusia «democrática».
Los soviéticos tenían orgullo. Se enorgullecían de haber sido los primeros en salir a espacio, de construir los mejores aviones y centrales hdroeléctricas, de ser los primeros en automatizar el montaje en las fábricas y tener la mejor maquinaria. 25 años después los «queridos rusos» se enorgullecen de tener una lata de cerveza en la mano y de que una chica de Samara haya llegado a ser «miss no sé qué». Y hacen todo esto intentando permanentemente ingeniárselas para «parasitar» en el orgullo de los soviéticos, hablando constantemente en sus medios de los logros soviéticos, como «rusos». Hace poco tuve que oír por la radio que el helicóptero Yak-24, creado en época de Stalin en un plazo increiblemente corto (los británicos y usamericanos no consiguieron construir nada similar), que batiese en los 50 infinidad de records, no era soviético, sino… «ruso». ¿Me pueden decir qué helicópteros ha creado la Rusia «democrática» en estos 25 años? Lo único que ha hecho ha sido modernizar modelos ya existentes, y los que lo han hecho han sido ingenieros de la escuela soviética. Mienten los demócratas queriendo hacer pasar la limonada por champagne y lo soviético como «ruso».
Por cierto, que lo que llaman «cava ruso» no deja de ser el «sovietico» de siempre. En 1941, en cuanto expulsamos a los fascistas de Moscú, el camarada Stalin dijo que para celebrar la Victoria haría falta mucho champagne, por lo que encomendó desarrollar la técnica de su producción. En 1942 echó a andar la fábrica moscovita de vinos achampañados, con una producción masiva y de buena calidad. Por algo el «Sovietskoye shampanskoye» era una marca reconocida en el mundo. No había tecnología que se resistiese al hombre soviético, desde los helicópteros hasta el cava, en todo era el primero. ¿De qué pueden presumir los «queridos rusos», qué saben hacer?
Podríamos seguir, aportando decenas de parámetros concretos, en los que ha cambiado el pueblo en estos 25 años, pero sería algo de lo que se avergonzaría cualquier gobernante. Pero Dmitri Medvédev, no se avergüenza.
Como ven la diferencia entre el pueblo soviético y esto en que nos han convertido en estos 25 años, no se diferencia mucho de las viandas de una mesa de restaurante y el contenido de las cisternas de color rojo oscuro.
¿Por qué ha ocurrido? Por lo mismo. El pueblo fue arrojado a través del tracto gastrointestinal del capitalismo. Y no es culpa del pueblo, sino su desgracia el que lo hayan convertido en eso. Es algo que han hecho los «demócratas», apologetas del capitalismo. Los mismos, que gracias a sus mentiras sobre las lindezas de la «democracia» y los inventados «crímenes» del Poder Soviético han nublado la mente de la gente, les han engañado y saqueado.
Si hubiera salido a la tribuna, alguno de esos «perestroikos» y «demócratas», pongamos cualquier Sájarov o Berezovsky de esos, y hubiera dicho abierta y honestamente que pretende dejar a la gente sin acceso gratuito a la vivienda y educación, apropiarse del fruto de su trabajo, arrebatarles a los niños sus campamentos de pioneros, destruir fábricas y granjas, convertir el país en un simple suministrador de materias primas, destruir el ejército y la flota y sembrar el alcoholismo y la drogadicción, ¿qué hubiera pasado? Les hubieramos escupido a la cara y sacado a empujones del estrado. ¿Qué persona normal iba a estar de acuerdo con esa perspectiva? Por lo mismo que mintieron esos «demócratas» hace 25 años, continúan mintiendo ahora, ensalzando su régimen y despreciando lo que el pueblo soviético logró.