Además del evidente impacto global, el fracaso de Estados Unidos en Afganistán genera efectos concretos en América Latina. Desde una menor relevancia de la región en la agenda internacional de Washington hasta la evidencia del fracaso de la política prohibicionista contra las drogas, entre otros aspectos, el caso afgano traerá una reconfiguración de la política estadounidense que abre oportunidades y amenazas para la región.
Antes de esbozar un análisis detallado y riguroso sobre la retirada de Estados Unidos de Afganistán y el reingreso del Talibán a Kabul, creo que es conveniente analizar cinco aspectos derivados de este acontecimiento y su eventual impacto en América Latina.
Cinco efectos
Primero, en Estados Unidos se agravará el ya suficientemente polarizado debate político, lo que traerá efectos críticos en la relación entre demócratas y republicanos y consecuencias complejas en la relación entre civiles y militares. Además, el radar de atención burocrática, partidista, mediática e intelectual se localizará en torno a la dinámica geopolítica en Asia Central que involucra actores como China, Rusia, India, Pakistán, Turquía, Irán, entre otros, y se centrará en los diversos, y en muchos casos contrapuestos, objetivos estratégicos, así como en sus nexos con Medio Oriente, la rivalidad entre Washington y Beijing y el futuro de la llamada “guerra contra el terrorismo”.
La centralidad de esa región implicará un lugar de aún menor relevancia para América Latina en la agenda internacional de Washington. Con excepción, claro está, de asuntos como la migración proveniente de la amplia Cuenca del Caribe (43% del total de migrantes que llegan a Estados Unidos) por su incidencia en la política doméstica estadounidense. No estar en el centro de la política exterior y de defensa de Estados Unidos en esta coyuntura puede ser positivo si la región aprovechase esa situación para recuperar un mínimo de comunicación, consulta y compromiso en temas regionales urgentes y de interés compartido. Sin embargo, esta desatención también puede ser adversa ya que Latinoamérica necesita recursos masivos (financiación, inversión, asistencia) en el inquietante escenario pos-pandemia. Esta desatención, a su vez, puede facilitar un mayor despliegue de China en la región. Un Estados Unidos más enfocado en otras latitudes y asuntos, como lo estuvo después de septiembre de 2001, puede ser aprovechado por Beijing y aceptado por muchos países del área independiente de la coalición política gobernante.
La centralidad en Asia Central implicará un lugar de aún menor relevancia para América Latina en la agenda internacional de Washington.
Segundo, por tercera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos experimentó un nuevo y prolongado conflicto asimétrico en el que su vasto arsenal y superioridad militar no le sirvieron en el terreno político y lo llevaron al fracaso. Ya sea en clave anti-insurgente o anti-terrorista, las derrotas de Washington han sido elocuentes. La Guerra de Vietnam (1960-75), la segunda Guerra a Irak (2003-2011) y la Guerra en Afganistán (2001-2021) así lo demuestran. Después de dedicar US$ 2.261 billones de dólares (1) al combate contra el Talibán; de intentar, una vez más, la re-configuración de un sistema institucional (nation-building) y de asegurar su proyección geopolítica en la zona, los resultados son negativos. En efecto, a 24 horas de la entrada del Talibán a Kabul, en su breve alocución (2) del 16 de agosto, Joseph Biden destacó que construir una nación no debió ser el objetivo de Washington en Afganistán y que el propósito no debió ser la creación de una “democracia unificada y centralizada”. Esto es muy importante para América Latina. Sugiere que la “exportación de la democracia” no está en el repertorio de la nueva administración, aunque sí su defensa. Implica que el “cambio de régimen” ya no es, como durante la presidencia de Donald Trump, una de las metas de Estados Unidos respecto a países como Cuba. Supone que no se procura la recurrente amenaza y el eventual uso de la fuerza en casos como el de Venezuela. Alienta la expectativa de que Washington no obstaculizará una salida política negociada en ese país. En breve, Washington no quiere enlodarse en un pantano militar en la región. Su preocupación básica en el área es la presencia y el prestigio de China, y ello no se resuelve con garrote sino con zanahoria.
Tercero, el fiasco en Afganistán no fue solo estadounidense; involucra a los socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte que acompañaron a Washington en su guerra en aquel país. Como lo afirmara Armin Laschet, jefe del partido de Angela Merkel, la salida de tropas occidentales significó la “mayor debacle” de la OTAN desde su fundación (3). En este contexto, el quid pro quo ofrecido recientemente por el Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, al presidente Jair Bolsonaro consistente en que Brasil vete la participación de Huawei en el mercado nacional de 5G a cambio del apoyo de Washington al ingreso del país como “socio global” de la OTAN, puede resultar ahora menos atractivo para las fuerzas armadas brasileñas. En realidad, fue Trump quien en 2019 señaló su apoyo a que Brasil se convirtiese en otro país –como Colombia– asociado a la OTAN; algo que no pareció entusiasmar mucho entonces al Secretario General de la organización, Jens Stoltenberg. En las actuales circunstancias es probable que no haya muchos incentivos de los países latinoamericanos para sumarse a una OTAN con los pobres recientes antecedentes de Irak, Libia y Afganistán.
Cuarto, hay una dimensión de potencial inquietud para la región derivada del triunfo del Talibán. Desde 2006, Colombia brindó asistencia oficial a Kabul para las fuerzas afganas encargadas de la política anti-narcóticos (4). A su vez, ex militares colombianos fueron contratados por compañías privadas de seguridad para combatir en Afganistán (así como en Irak, Yemen, entre otros) desde hace años (5). ¿Cómo se comportará el Talibán en el futuro en cuanto al terrorismo? ¿Lo auspiciará? ¿Evitará promoverlo para no generar una contra-reacción internacional? En todo caso, Colombia podría ser un flanco débil porque mediante el respaldo oficial, por un lado, y la labor mercenaria, por el otro, se vinculó con la guerra en Afganistán. Esto en momentos en que los compromisos del acuerdo de paz con las FARC se vienen incumpliendo en asuntos vitales y que numerosos miembros disidentes de esa guerrilla, más fuerzas del ELN, siguen activos en la lucha armada. Bogotá y los países de América del Sur deberán incrementar su capacidad de inteligencia para evitar una eventual proyección del terrorismo en la región. No hay que olvidar que desde el 11 de septiembre de 2001 la única región del mundo que no conoció un ataque del terrorismo fundamentalista fue Latinoamérica.
Y quinto, el caso afgano es un ejemplo notable del fracaso del prohibicionismo. En 2001, el último año de gobierno del Talibán, el total de producción de heroína en Afganistán fue 185 toneladas (6). En 2020, el total de producción fue de 6.300 toneladas (7). Hay que recordar que el record de producción fue de 9.700 toneladas en 2017. El Talibán pudo sostenerse, en parte, por las ganancias derivadas del negocio ilícito de las drogas (8). Eso ocurrió en el marco de una ocupación del país por parte de las principales potencias de Occidente. En síntesis, la prohibición contribuyó a la perpetuación de la guerra.
El Talibán pudo sostenerse, en parte, por las ganancias derivadas del negocio ilícito de las drogas
Para volver a América Latina, hay que recordar que en diciembre de 2020 el Congreso de Estados Unidos publicó un informe sobre la situación de las drogas en las Américas (9) en donde aporta una reflexión eventualmente superadora sobre la fallida “guerra contra las drogas” en Latinoamérica. Ciertamente, lo sucedido en Afganistán es un espejo, no tan distante, de lo que es urgente revertir: el prohibicionismo que puede tener efectos aún más devastadores de los conocidos en el contexto pos-pandémico de América Latina.
En resumen, hay cuestiones ligadas a Estados Unidos en Afganistán que podrían tener impacto en Latinoamérica. Sin duda, es relevante analizar los efectos globales de lo sucedido, pero es fundamental, para nosotros, analizar más y mejor sus consecuencias en la región.
Notas:
1. https://watson.brown.edu/costsofwar/figures/2021/human-and-budgetary-costs-date-us-war-afghanistan-2001-2021democracia eacidea no debngton en Afganistdene Biden afirmara en su breve alocun sido notables.
2. https://www.youtube.com/watch?v=02grem9YXkg&ab_channel=CNBCTelevision
3. https://www.france24.com/en/video/20210816-afghan-pullout-is-biggest-nato-debacle-merkel-party-chief
4. https://www.ft.com/content/3fd807f6-26ff-11db-80ba-0000779e2340
5. https://www.dw.com/es/colombia-mercenarios-solo-preparados-para-la-guerra/a-58604966
6. http://www.unawestminster.org.uk/pdf/drugs/UNdrugsfarrell_IJDP16.pdf
Juan Gabriel Tokatlian. Vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella.
Fuente: https://www.eldiplo.org/notas-web/como-impacta-el-caso-afganistan-en-america-latina/