Los votantes castigaron a los socialistas, que tienen las riendas del poder en Gran Bretaña, Portugal y España, y respaldaron a los Ejecutivos conservadores de Francia, Italia y Alemania. El caso francés es el más emblemático.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy; la canciller de Alemania, Angela Merkel; el presidente del Consejo Italiano, Silvio Berlusconi; y el primer ministro polaco, Donald Tusk, podrían celebrar en un cóctel íntimo la victoria obtenida por sus respectivos partidos en las elecciones europeas de este domingo. Los liberales y el centroderecha conquistaron terrenos cedidos por la izquierda socialista y socialdemócrata. Estas dos corrientes no sumaron adhesiones a sus propuestas para salir del marasmo de la crisis económica. Incluso en España e Italia, donde la derecha está empantanada en escándalos de corrupción y turbias historias con jovencitas, los electores le confiaron el futuro de la gestión política. Los conservadores del PPE, Partido Popular Europeo, incrementaron su hegemonía en el Europarlamento. De un total de 736 bancas, la derecha se alzó con 267 (288 hace cinco años) frente a las 159 de los socialistas (217 en 2004).
La derecha al frente de los Ejecutivos ganó en las grandes democracias como Alemania, Italia y Francia al tiempo que, desde la oposición, distanció a los gobiernos socialistas en Gran Bretaña, Portugal y España. Las únicas excepciones fueron Suecia, Dinamarca, Grecia y Eslovaquia. Las urnas europeas confirmaron así una tendencia que se viene manifestando desde hace varios años. Hoy, 21 de los 27 países de la UE están gobernados por mayorías conservadoras. La crisis internacional ha tenido repercusiones paradójicas en los electorados. Los votantes castigaron a los socialistas que tienen las riendas del poder en Gran Bretaña y España, y respaldaron a los Ejecutivos conservadores de Francia, Italia y Alemania. La izquierda en el poder fue sancionada y la que estaba en la oposición quedó sepultada.
El caso de Francia es el más emblemático. La falta de credibilidad del PS lo llevó a uno de los peores resultados electorales de los últimos 20 años. La consigna que se impuso hoy en el Partido Socialista francés es de una simpleza antológica: renovarse o morir. El PS fracasó en hacer verosímil su propuesta y también en su intento de convertir el voto europeo en una sanción contra los Ejecutivos conservadores. Nada ilustra mejor esa fractura que la eliminación de Benoît Hamon, el portavoz del PS, quien, luego de hacer campaña por un voto sanción, perdió su escaño en el Europarlamento. Partido histórico, de bases profundas y electorado amplio, el PS quedó segundo con un crítico 16,48 por ciento de los votos, detrás de la lista de la gobernante UMP y seguido como una sombra por el partido ecologista de Daniel Cohn-Bendit, que salió tercero a apenas 35 mil votos del PS. Papelón histórico de cara a una fuerza verde apenas creada y que supo tejer su credibilidad a fuerza de pulmón y de aciertos.
Los analistas ponen el fracaso de la izquierda socialista bajo la sombra de su indefinición. Tres derrotas presidenciales consecutivas no han hecho sino agudizar la guerra interna sin que se desprenda por ello una línea clara. A imagen de Francia, la izquierda socialista europea oscila entre el electorado popular, el discurso de neto corte de izquierda, las sirenas centristas y el discurso consensual con el que atrae al electorado urbano y joven, adepto a las nuevas tecnologías y a la bohemia acomodada. El politólogo Pascal Bacot explicaba ayer a la prensa francesa que «desde finales de los ’90 no se ha puesto en tela de juicio la política aplicada por el gobierno, ni por el Partido Socialista». Muchos militantes admitían ayer que el PS no hizo más que esconder su falta de proyecto detrás de los llamados al voto sanción.
Pero la sanción cambió de destinatario. A nivel europeo y con respecto a los comicios de 2004, el respaldo a las alternativas socialistas cayó en cerca de cinco puntos (22,1%) mientras que los conservadores lograron mantenerse estables (35,7%). De hecho, los electores se desplazaron hacia la extrema izquierda, la extrema derecha y, sobre todo, hacia los ecologistas. La ultraderecha xenófoba aumentó en sólidas proporciones su representación en la Eurocámara con conquistas significativas en Holanda, Gran Bretaña, Finlandia, Hungría y Eslovaquia. El discurso de la extrema izquierda, que fustiga con razón los beneficios y la ignorancia de la socialdemocracia acomodada y burguesa, tuvo un éxito menos amplio de lo esperado. Los verdes, en cambio, pueden sacar sus banderas. Los ecologistas, impulsados por el movimiento de Cohn-Bendit (ver aparte), pasaron de 43 diputados a 51. Esos porcentajes, traducidos en la Eurocámara, son menos espectaculares que cuando se los traslada a los electorados nacionales.
Así, Daniel Cohn-Bendit le infligió al PS francés una lección de coherencia y de metodología. Algunos analistas comentan que, en Italia, Silvio Berlusconi gana porque carece de adversario. En Francia, los socialistas pierden porque tienen demasiados adversarios… en el corazón mismo del partido. Más allá de los votos, queda el oprobio de la abstención. El fantasma de la abstención cobra cuerpo y forma: con apenas 43,01 por ciento del electorado que se desplazó a votar, los 27 países de la Unión Europea tienen que hacer un real esfuerzo de pedagogía democrática.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-126327-2009-06-09.html