El patrón de acumulación neoliberal desde sus orígenes engendró un desigual proceso de desarrollo, rasgo que es insostenible ocultar en la actualidad. Lejos de ser una lección para el olvido, sus mecanismos de acumulación siguen transformándose, perfeccionándose, ocultándose bajo el discurso retórico de sus favorecidos y simpatizantes, es decir, se siguen creando nuevas condiciones para […]
El patrón de acumulación neoliberal desde sus orígenes engendró un desigual proceso de desarrollo, rasgo que es insostenible ocultar en la actualidad. Lejos de ser una lección para el olvido, sus mecanismos de acumulación siguen transformándose, perfeccionándose, ocultándose bajo el discurso retórico de sus favorecidos y simpatizantes, es decir, se siguen creando nuevas condiciones para su permanencia. La conciliación de intereses por parte de la oligarquía nacional y del gobierno de turno con el imperio (estadounidense o europeo), en sostener los mecanismos de acumulación neoliberal, no genera algún riesgo para su desaparición; son los intereses y las condiciones materiales de la clase trabajadora las que contradicen frontalmente al neoliberalismo.
En la actualidad, existe en el escenario económico, político y mediático, la divulgada idea de que producto de un amplio y sincero consenso -Consenso de Nación- entre la clase empresarial, el gobierno de turno y de la sociedad civil – representada por sus organizaciones,-, surgirán acuerdos viables y suficientemente legitimados para afrontar la frenética problemática que sufre el país. En ese sentido cabe preguntarse, ¿es el Consenso de Nación el instrumento político idóneo en cuyo espacio pueden concurrir los intereses de la clase trabajadora salvadoreña con el fin de mejorar sus condiciones de vida? O vale preguntarse, ¿es el Consenso una trampa para legitimar más políticas de corte neoliberal?
Los intereses de los agentes políticos que se incluyen en el «Consenso» apuntan a que es una trampa neoliberal. Así, los intereses de la gran empresa privada (representados por ANEP, ARENA, FUSADES, principalmente) expresan notable radicalidad, aunque en su forma disimulan la esencia de sus pretensiones, en su discurso reclaman: un régimen de reglas de juego claras, la definición del rumbo del país -plan de desarrollo- y, por último, exigen seguridad institucional. Expresado de otra forma y en su verdadera esencia, la empresa privada reclama: absoluta confianza en el libre mercado, la respectiva continuidad de políticas de corte neoliberal y por supuesto, siguen reclamando más derechos y garantías para el gran capital nacional y transnacional, incluso por encima del interés general.
Por su parte, el actual gobierno de del partido FMLN, a pesar de denominarse de izquierda, sigue sometido a los cánones de los países imperialistas, firmando Tratados de Libre Comercio (TLC), impulsando Asocios Públicos Privados (APP´s) y adquiriendo más deuda pública con organismos financieros internacionales. Este aparente «proyecto de izquierda», expresa una nítida preferencia por el libre mercado, vale decir, por los instrumentos económicos, institucionales y jurídicos de la acumulación neoliberal, que son necesarios para la consumación de su proyecto político, el cual busca expandir el proyecto ALBA en El Salvador (ganar poder de mercado), que es la principal apuesta para disputarle el poder a la oligarquía nacional.
Los intereses de la sociedad civil se vuelven un tanto difusos cuando se plantean desde la perspectiva de la gran cantidad de organizaciones sociales que la componen -o dicen pertenecer a ella-, un factor a favor de los defensores del neoliberalismo; pero desde la perspectiva de clase trabajadora, estos intereses se diferencian con mayor nitidez:
Por una parte, la clase trabajadora busca un mayor acercamiento por parte del Estado en lo referente al cumplimiento de sus derechos básicos de existencia: empleo, educación, salud, seguridad pública, igualdad en la distribución del ingreso, mejora de salarios reales, condiciones laborales dignas, entre otras muchas exigencias. Por otra parte, para lograr las exigencias antes expuestas, es innegable la necesidad de replantear las actuales funciones del Estado; urge un Estado que configure sus intereses en torno al irrestricto cumplimiento de los derechos básicos de toda persona, esto pasa por anteponer el interés general por el interés privado; es decir, no hay cabida para el estado neoliberal.
Señalados estos intereses, es notoria la intención del gobierno y de la clase empresarial en usar como plataforma el «Consenso» para legitimar más medidas de corte neoliberal y seguir promoviendo la hegemonía del capital y el libre mercado. Esta combinación de intereses pone en clara desventaja a la clase trabajadora, que seguramente va a terminar sucumbiendo ante estos sino hay una unificación de sus intereses y una praxis política definida. Las contradicciones más notorias, bajo el escenario de un posible «consenso», serán la disputa por el poder mercado entre la ANEP y el proyecto ALBA y la disputa por el control estatal entre ARENA y el FMLN.
Por último, un verdadero consenso de beneficio para la mayoría (clase trabajadora) se estaría planteando en torno a la construcción de un nuevo paradigma de sociedad, que centre el desarrollo en el ser humano con su entorno (la naturaleza) y que se funde en principios de equidad, justicia y solidaridad; es una tarea difícil, pero necesaria e innegable para crear horizontes en los que la vida humana sea posible; sin duda, el fundamentalismo neoliberal no tiene espacio en esos nuevos horizontes. Dado el escenario de intereses, favorables al neoliberalismo, le corresponde a la clase trabajadora forjar el camino hacia la construcción de una nueva sociedad y a derrotar la acumulación neoliberal.