Traducido por S. Seguí
Convertir los bonos de deuda pública en confeti y volver a empezar con una Europa «auténtica», he aquí una receta para abatir la especulación. En un intento por frenar la especulación financiera, la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA), ha intentado bloquear estos los últimos días las «ventas al descubierto» en los parqués de Italia, España, Francia y Bélgica, es decir, las apuestas a la baja que pulverizan los títulos de deuda y los paquetes de acciones y que, de hecho, son chantajes a los gobiernos y los sistemas-país en su totalidad.
Si bien el Ejecutivo aparenta estar bajo «vigilancia policial» de Europa, es toda la política la que parece ya estar a merced de los mercados financieros, a menudo invocados como árbitro imparcial de toda política económica. ¿Pero es realmente así? En otras palabras, ¿la especulación financiera es un hecho natural e inevitable? Hablamos con Andrea Fumagalli, profesor de Economía Política en la Universidad de Pavía, investigador militante en el Colectivo UniNomade y miembro de la Red de San Precario.
¿Es la crisis actual la nueva manera que tiene el gran capital financiero de meter la mano en nuestros bolsillos?
Sí, siguiendo procedimientos que han estado funcionando ya durante al menos 15 años. Los mercados financieros están extremadamente concentrados: son una pirámide en cuya cúspide se hallan unos pocos operadores que pueden controlar más del 70 por ciento de los flujos financieras mundiales y dirigir e influir en los mercados. En la base, una miríada de pequeños ahorradores que tienen un papel puramente pasivo. Los grandes operadores son los llamados inversores institucionales, es decir, una docena de compañías, incluyendo bancos y firmas de inversión (sociedades de valores): JP Morgan, Bank of America, Citibank, Goldman Sachs, HSBC, Deutsche Bank, UBS, a depositar el dinero, Citycorp-Merrill Lynch, BNP-Paribas.
Se dieron cuenta por primera vez de su poder cuando se produjo el levantamiento en Chiapas, hace diecisiete años: el 2 de enero de 1994. Se estaba a punto de firmar el tratado de libre comercio entre EE.UU., Canadá y México (TLCAN): paridad de las monedas y libre intercambio de bienes y servicios, pero no de mano de obra (un poco como la Europa de Schengen). Se habían creado muchas expectativas y los bonos del gobierno mexicano habían conseguido ventaja. Se produce el levantamiento zapatista y en pocos días millones de dólares son desviados a los países del sudeste asiático, creando la acumulación de liquidez que luego provocaría la crisis del bath tailandés en 1996-97. En una semana, el peso mexicano se devaluó en un 30 por ciento y la Reserva Federal comenzó a comprarlos a fin de mantener alto el valor, pero después de un par de semanas tuvo que ceder: la especulación a la baja no tiene fin y el TLCAN salta. Es el primer caso en la historia en que el banco central más fuerte del mundo (en aquellos días lo era) ya no dicta su ley. Desde entonces, la Reserva Federal implementa políticas monetarias subordinadas a los mercados financieros, es decir, los bancos de inversión.
¿Por qué sucede esto?
Porque la especulación financiera está en la naturaleza de estos inversores. Se hacen prestar títulos de fondos de inversión o fondos de pensiones, los venden en el mercado -digamos a doce- apostando a la baja y contribuyendo con la venta a la baja misma. Luego vuelven a comprarlos, ahora a diez: ganan la plusvalía, es decir, la variación en el valor. Es el mecanismo de las «ventas cortas», o «ventas al descubierto». En la práctica, ya no se obtienen beneficios sobre los dividendos o los intereses de los bonos del gobierno, sino por medio de la pura especulación. Es evidente que estas operaciones están sólo al alcance de quienes disponen de una enorme liquidez; Goldman Sachs, por ejemplo tiene más que la Reserva Federal.
Todo esto es posible por dos razones: en primer lugar, la plena liberalización de los movimientos de capital, con la que el movimiento de dinero de un país a otro no cuesta nada y no tiene restricciones de ningún tipo; y, en segundo lugar, la ausencia de una unidad de medida del dinero. Mientras estuvieron en vigor las instituciones de Bretton Woods, es decir, hasta 1971, el dólar tuvo una relación de paridad fija con el oro, de 35 dólares por onza de oro. El dólar estaba vinculado a un bien. Tras el final de este sistema, el valor de la moneda se determina de una manera puramente virtual y lo deciden los mercados financieros, es decir, aquellos que tienen tanto dinero que pueden influir en éstos. Así se determina el valor del dólar, el euro y el yen, y también el de los valores denominados en esas monedas.
Estas plusvalías crean valor: por ejemplo, se estima que el 35 por ciento de los trabajadores de EE.UU. obtiene una parte de sus ingresos de estos mecanismos financieros. Lo mismo ocurre con los jubilados que dependen de los fondos de pensiones. Así que los mercados financieros desempeñan el mismo papel que una vez tuvo el Estado. El sistema de seguridad social se ha privatizado y depende de los mercados financieros.
Está claro que para ganar, estos mercados deben centrarse en las áreas en las que pueden generar ganancias de capital. En los años noventa, fueron las empresas de nuevas tecnologías; en el año 2000 fueron los títulos inmobiliarios; más tarde, la entrada de China en la OMC aumentó mucho la liquidez en circulación; con la crisis de 2008-2009 y la caída del mercado inmobiliario, ha sido la especulación sobre las materias primas (cereales, petróleo, etc.); y ahora la especulación se ha movido hacia la deuda pública, es decir, los sistemas de bienestar social.
En un plazo de seis meses, el Deutsche Bank vende el 88 por ciento de los bonos italianos en su poder, el valor de los títulos cae y el DB los vuelve a comprar a un precio inferior: al final, el banco alemán se encuentra con los mismos valores que antes y con las plusvalías.
También me gustaría añadir que esto es normal. Vamos ya a dejarnos ya de repetir que los mercados financieros son neutrales: son una institución que mira por sus intereses económicos, como es natural en una sociedad capitalista. No tengo rencor hacia Goldman Sachs, que hace su sucio trabajo, pero sí lo tengo hacia las personas que lo presentan como un árbitro imparcial. Estos son los estafadores.
¿Qué sucede con los sistemas de bienestar social?
Se destruyen. Todos los países se ven obligados a tomar medidas para reducir la deuda a través del desmantelamiento del Estado del bienestar. En la práctica, cuando aumenta el déficit de un país, éste debe vender los bonos ofreciendo intereses más altos. Pero el aumento de los intereses a pagar sólo aumenta el déficit y la única salida es reducir el gasto, es decir, el bienestar social. En Italia, donde nadie quiere aumentar los impuestos, se recortan 6.000 millones a las autoridades locales, que se ven obligadas a aumentar el precio del billete del tranvía y a introducir el impuesto adicional sobre la renta de las personas físicas, llamado Irpef, metiendo con ello la mano en los bolsillos de los ciudadanos.
¿Cómo detener este mecanismo?
Es preciso atacar la raíz, es decir, el corazón del sistema financiero. Hoy en día, las instituciones financieras obtienen sus beneficios con los bonos de los gobiernos europeos, públicos. Bueno, usted tiene que hacer que estos bonos públicos se conviertan en confeti, a fin de crear pérdidas elevadas en sus balances. Eso es lo que hizo Islandia. El Deutsche Bank ha vendido los títulos italianos y ha tomado títulos alemanes; en la práctica, una sustitución de unos valores por otros, dirigiendo la especulación de un territorio a otro territorio. Si igualas a cero los bonos del gobierno; es decir, si el Gobierno italiano declara que ya no paga más intereses, se convierten en basura y todo el mundo vende. Es lo que ocurrió a Lehman Brothers con las hipotecas de alto riesgo, cuando se encontró con una porción significativa de sus activos a cero.
Europa puede cambiar los títulos de los estados individuales por eurobonos, ya que tiene el derecho de señoreaje, es decir, la impresión de dinero. Los coloca con una tasa de interés que no sea más de seis veces la de los bonos alemanes; por ejemplo, dos veces. Para el spread se fija un límite de 200 puntos. A las familias, que en Italia tienen ahora mismo sólo un 13,6 por ciento de los bonos del Estado, se les garantías en caso de incumplimiento un rendimiento equivalente al que habían firmado en el momento de la compra, digamos el 2 por ciento. El restante 86 por ciento de los valores es papel usado. ¿Los bancos quiebran? Bueno, entonces negociemos. Es preciso tener en cuenta que estas instituciones especulan sobre la quiebra del Estado, pero luego son los primeros que tienen miedo de ésta, porque los bonos son su gallina de los huevos de oro.
Si en lugar de comprar bonos de deuda pública para mantener alto el precio -como lo ha hecho con Italia- el BCE los ignora y los sustituye por eurobonos, protegiendo al pequeño inversor, se acaba aquí con el especulador. Técnicamente se puede hacer, pero faltan las condiciones políticas, que requerirían la creación de un presupuesto único y un sistema fiscal europeo único, una única política económica y social, y una sola presupuestaria.
Este es el impasse de Europa.
A propósito de Europa: ¿cómo encaja en este marco la «vigilancia policial» del Gobierno italiano por parte del BCE, visible claramente con la hoja de ruta clara que Draghi y Trichet han colocado sobre la cabeza del poder ejecutivo?
Fue patético el intento por parte de Berlusconi de conseguir un plan de financiación de 80.000 millones de euros, algo nunca visto, aplazando todo hasta un futuro en el que probablemente no será ya el presidente de Gobierno. En ese momento, los mercados dijeron: ¿está tomándonos el pelo? Y dieron comienzo a la especulación sobre nuestra deuda. Entonces, el BCE intervino drásticamente: «Háganos un plan de financiación tipo «sangre y lágrimas», como Grecia y España «. En España, Zapatero ha llegado incluso a convocar elecciones anticipadas con una actitud muy consecuente, de auténtico político: no puedo hacer un plan de financiación así, de modo que me someto a la opinión de los votantes. Dado que los nuestros no tienen este sentido de Estado, el Gobierno quiere salvarse a toda costa, de modo que Trichet y Draghi han impuesto sus directrices y han dicho: «ustedes ahora hacen esto.» Privatización salvaje, total flexibilidad del mercado laboral (no se sabe qué más quieren flexibilizar), total libertad de despido, una pizca de libre empresa y, como se deben anticipar los ingresos, un toque a las pensiones esperando que los ancianos al llegar a una cierta edad se suiciden. No sé si esto puede llamarse «vigilancia policial», pero sí revela, sin embargo, una subordinación de nuestro Gobierno a los dictados de los mercados financieros y el BCE.
¿La intervención de Draghi y Trichet puede contrarrestar la especulación?
En mi opinión, contribuye a ella. La especulación juega a la baja con algunos títulos. Para evitar que éstos se conviertan en confeti interviene el Banco Central Europeo y los títulos vuelven a subir. He aquí el objetivo de los propios especuladores: han vendido nominalmente los títulos a 100, los vuelven a comprar a 90 y, gracias al BCE, se encuentran con que valen 110.
Fuente: http://it.peacereporter.net/articolo/29954/Contro+il+ricatto+dei+mercati