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La fascistización de la Union Europea

Crónica de una deriva inevitable pero que debemos combatir

Fuentes: Rebelión

A modo introductorio.

                 El proyecto de integración europeo, del que siempre nos hablan, surge en las postrimerías de la II Guerra Mundial, fruto de una suerte de reflexión colectiva de las distintas burguesías que conformaban la dirigencia de los distintos estados europeos. Fruto de la destrucción de Europa por las pugnas bélicas entre las distintas oligarquías, fascismos voraces mediante. El capital, siempre tendente a la acumulación en la fase imperialista, fue explorando vías de convergencia en una Europa que quedaba, hasta nuestros días, subordinada a los intereses de su primo de Zumosol, es decir, el gran capital estadounidense. 

Ya en 1951, se funda en París el tratado que pone en marcha la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA), participando en la iniciativa Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. Dichos estados buscaban recuperar sus fuerzas productivas y su capacidad de distribución, pero, obviamente, no podemos hablar de una iniciativa totalmente autónoma, en términos de los capitales europeos, teniendo al Plan Marshall sobrevolando por encima. Plan que aseguraba la primacía de los intereses yanquis en toda la reconstrucción de Europa. De hecho, este primer tratado fue clave para guardar bajo la alfombra el papel responsable de los capitales que estuvieron al servicio de los distintos fascismos europeos. 

Durante años, se dieron distintos pasos, afirmativos y en falso, para promover una mayor expansión del proyecto del gran capital de los estados de Europa Occcidental, hasta culminar en la creación de la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1985 con los tratados de Roma. Así, los seis estados fundadores mostraban su músculo financiero y reivindicaban un nuevo órgano supranacional que comenzó ya de forma más clara a reivindicar su papel de absorción de las distintas burguesías nacionales, aunque fue un proceso muy progresivo. 

Dicho esto, la evolución de influencia de la idea de esa convergencia del gran capital europeo fue al alza hasta los años 80 del pasado siglo, cuando hay un punto de inflexión a comienzos de la década de los 90, con los tratados de Maastrich, casualmente coincidiendo con el fin de la historia y la desaparición socialismo real en Europa. A raíz de Maastrich, los grandes capitales de Europa comienzan a proponer un modelo de convergencia que integra, obviamente, los intereses de los capitales más desarrollados, pero en esta ocasión con un gran entramado fetichista en términos participativos y políticos.

Así, y progresivamente hasta hoy, la entidad supranacional que es la Unión Europea integra a 27 estados y tiene alrededor de 10 estados más buscando la integración en la entidad supranacional. Muchos de los estados aspirantes, de hecho, son países que fueron desestabilizados durante años por los estados participantes en la década de los 90, precisamente por el hecho de haber sido parte del bloque socialista europeo, influyendo luego en una suerte de burguesías nacionales dóciles al servicio de los estados más desarrollados en términos de formación histórica capitalista. 

En síntesis, por poner el broche a esta introducción,  el proceso de integración europeo, no deja de ser un proceso de integración de la oligarquía de los estados más poderosos de Europa, que ha ido evolucionando en términos de supraestructura y que ha explotado el fetiche de la representatividad, con momentos de auge como el referéndum para aprobar la Constitución Europea de 2004, con resultados regulares. Todo ello, insistimos, gestionado bajo la larga sombra del gran capital estadounidense y sus exigencias en términos geopolíticos. Por resumir, hablamos de un gran entramado burocrático a favor de los intereses de los grandes capitales europeos, donde la clase trabajadora hace un papel de performance, asumiendo su papel de aristocracria en la división internacional del trabajo, división que explica también las enormes desigualdades que hay entre unos estados miembros y otros.  

La crisis del 2008 como indicador. 

Dando un salto en el tiempo, todos recordamos la gestión que el entramado burocrático de la UE hizo de la crisis estructural que comenzó en 2008 y que no ha sido cerrada hasta nuestros días. El crack financiero iniciado en ese año, que dejó al descubierto la naturaleza anárquica y autodestructiva del modo de producción capitalista, puso al desnudo la naturaleza de clase del proyecto que forma la Unión Europea y la completa falta de cohesión interna en la estructura europea cuando la falta de liquidez aparece en el escenario. 

Inmediatamente después de que la crisis capitalista se desatara, recordemos, una crisis periódica más del capitalismo, pero de dimensiones solo comparables con el Crack del 29, la oligarquía europea comenzó a elaborar diferentes vías y planes para los países miembros, con el único objetivo de que las élites no pagaran los platos rotos y que el coste del desastre recayera, como no, sobre los hombros de la clase obrera y los sectores populares. Nada de recetas distintas a las prescritas por la ola neoliberal, nada de poner límites a la especulación o tratar de arreglar los enormes desequilibrios productivos que se dan dentro de los estados participados dentro de la UE. 

Lo que vimos, por contra, es cómo esa «Europa que nos hemos dado» recetaba enormes recortes sociales, los sectores oligárquicos más poderosos chantajeaban a los menos desarrollados con la máquina de imprimir dinero y se dictaba a los estados miembros incluso cambiar el orden constitucional soberano de cada país, como fue el caso español, entre otros, para cumplir con las exigencias relativas a la deuda o para rescatar con dinero público al sector bancario y financiero. 

Toda la gestión que la «autoridades europeas» dictaron en aquellos años no dejó de ser una gran ofensiva de la clase capitalista frente a los intereses y necesidades de la clase trabajadora, obviamente esto ya estaba en la agenda, el hundimiento bursátil de 2008 no dejó de ser la excusa perfecta. Así pues, grandes cantidades de dinero, expoliadas a los trabajadores vía impuestos, fueron a parar a los bolsillos de los amos de cada cortijo nacional y a su vez las distintas burguesías de Europa ajustaron cuentas entre sí, reajustando el mapa de su propia correlación de fuerzas. 

Es decir, la Unión Europea tomó el único camino que podía seguir siendo un entramado burocrático que engaña a las masas con el fetiche de la democracia y la representatividad, esto es, comprometerse con los intereses del capital, sobre todo con los capitales imperialistas de primer orden (Alemania, Francia, Reino Unido, Países Bajos, etc.) De esta forma, todo el discurso de la integración europea en términos de ventajas de ciudadanía, desarrollo equilibrado en términos sociales y económicos de los estados miembros, moneda común, etc. quedó al desnudo. Se demostró como en contextos límite el capital y sus representantes políticos no ocultan su cara más autoritaria y la naturaleza de las instituciones que se crean a su servicio. 

Obviamente, de eso se ha escrito mucho, otra cosa que quedó clara en el ciclo que se inicia con la crisis de 2008 son los fuertes desequilibrios entre estados que se dan dentro de la UE. Los países «del norte» no dudaron en tomar medidas totalmente descarnadas en términos sociales frente a los países «del sur», siendo el caso más evidente todo lo que acaeció en aquellos años con Grecia. Esto no sorprende a nadie si estudia los estándares con los que se creó la divisa común, el euro, estándares que solo podían ser equiparables a la libra inglesa, el franco francés y sobre todo el marco alemán. Pero, si bien esto se dio así y también trataron muchos sectores críticos de generar falsos debates sobre las causas de esta desigualdad interna, dicha desigualdad no deja de ser, como ya se ha aludido aquí, al peso específico que tiene cada formación social capitalista dentro de la división internacional del trabajo.

Por tanto, la Unión Europea quedó marcada para siempre como una entidad supranacional al servicio de las grandes oligarquías de Europa, una entidad, cuya dirección nadie vota y que pasa por encima del orden legal de los diferentes estados miembros cuando el capital o las circunstancias geopolíticas del momento lo exigen. Incluso, la propia oligarquía europea ha tenido que ir asumiendo, incluso en su manifestación más «política», es decir, la UE, la primacía de los intereses de la oligarquía estadounidense en la propia Europa. Pero es que además ha tenido, tiene y tendrá encima el problema de tener a la OTAN, es decir, al gran complejo militar industrial yanqui, como paraguas militar. 

Nuevos escenarios exigen mudar la piel

En marzo de este año, en este mismo espacio, publicábamos una nota titulada «Problemas en el jardín imperialista»en ella se hacía una síntesis de los distintos escenarios que se están abriendo en el mundo, con el auge de una serie de alianzas estratégicas más basadas en la llamada multipolaridad, lo que está generando un escenario de distintas pugnas entre oligarquías dentro del propio centro imperialista, todo ello acompañado con la evidente crisis del valor como contexto del capitalismo de nuestros días. Recomendamos a los lectores acercarse a esa nota para entender mejor lo que aquí se quiere exponer. 

Así pues, después de la crisis de 2008, toda la superestructura capitalista ha ido perdiendo legitimidad y en este sentido una de las instituciones más relevantes con ese rol a nivel global es la Unión Europea. Evidentemente, la UE no se pudo consolidar en su ámbito geopolítico y hacer participar de ella a instituciones locales, regionales, estatales o mismamente culturales o económicas con el discurso agresivo que estamos viendo en nuestro presente. 

Más bien, exprimió hasta que no pudo más todos esos términos grandilocuentes, aunque siempre demagogos y vacíos que se suelen emplear en política: democracia, libertad, igualdad, cohesión, crecimiento, inclusión, desarrollo, etc. Hasta aquí nada nuevo, todo ello, claro, con la creación de un Banco Central Europeo que asignaba millonarias partidas presupuestarias para comprar voluntades y supuestamente comprometer inversiones donde se supone que hacían falta, otro día podríamos hablar de cómo luego esos fondos europeos se emplean. 

Pero la realidad material y el análisis científico siempre se imponen, como ya hemos esbozado aquí. En el actual momento, estamos viendo un proceso que se está consolidando, pero que lleva fraguándose desde hace años, un proceso que hace de la UE un gran totem para medios de comunicación y gobiernos de los estados en huída hacia adelante, concretamente en plena huída a la vía autoritaria. Las revoluciones de colores, antes ejecutadas por Estados Unidos y patrocinadas por los países de la UE, son hoy de competencia plena de la burocracia capitalista europeista en diversos ámbitos geográficos.     

En este sentido, la situación generada en Ucrania por el centro imperialista, con mayor responsabilidad de EEUU pero aplaudida desde el primer momento desde las altas instancias europeas, con el tradicional rol subalterno dentro de la cadena imperialista mundial, marcó un antes y un después. Si bien la guerra proxy de Ucrania entre la OTAN y Rusia fue una iniciativa del estado profundo norteamericano, y si bien toda iniciativa surgida de ese ámbito históricamente contaba con la participación y aplauso de las élites políticas europeas, el escenario que se abrió en el asunto de Ucrania marcó un nuevo punto de inflexión. La Unión Europea se implicó de una forma categoricamente superior en este conflicto respecto de otros escenarios similares anteriores, escenarios donde trataba de pescar pero solía ponerse de perfil.

Si bien la mayor parte de la esceneografía que vino a raíz del llamado «Euromaidán» fue cosa del imperialismo estadounidense, la UE asumió desde un primer momento un rol principal también en esta pugna. De ahí que, cuando comenzó la invasión militar del ejército de la Federación Rusa, medios de comunicación escépticos con el relato del centro imperialista fueran totalmente censurados por las autoridades europeas, que en torno a diversos eventos celebrados en Europa se expulsara a las representaciones rusas, se impusiera la versión del relato nacionalista ucraniano a calzador, etc, dejan evidencia esta dinámica. 

Y centrándonos en lo meramente militar, si bien la guerra de la OTAN en Ucrania contra Rusia ha sido financiada y dirigida principalmente hasta ahora con la batuta yanqui y el apoyo subsidiario del capitalismo europeo, la situación actual se está reajustando, haciendo que los yanquis pasen a un papel secundario y la burocracia europeista a un papel central. La llegada de Trump a la Casa Blanca ha dejado en evidencia el papel subsidiario de la Europa del Capital, Trump ha expresado en alto su hartazgo a la hora de financiar por la parte yanqui el escenario bélico en Ucrania, expresando la nula rentabilidad a corto y medio plazo que la maniobra le suponía a EEUU. Pero ahí están y han estado los estados de la UE para continuar la dinámica, echando gasolina al fuego, demostrando dos cosas, la primera, que el papel subsidiario de la oligarquía europea a la yanqui es evidente y, la segunda, que en la actual crisis del valor, en la «Europa Oficial» no hay ya más vías de reproducción ampliada del capital que no pasen por la vía de la guerra, con su correspondiente rearme y un nuevo reparto imperialista del mundo.

Este escenario ha dejado ver cómo, si bien dentro del centro imperialista se dan una serie de contradicciones de carácter secundario, superficiales, el modo de producción capitalista y sus apuestas geopolíticas siguen estancadas. Los mass-media y algunos sectores del orden vigente nos hablan de la necesidad del rearme en términos de autonomía europea frente a EEUU, pero lo cierto es que la UE ha asumido una carga que para EEUU ya no era rentable. Recordemos, Europa sigue copada de bases militares estadounidendes y el mayor dirigente de la OTAN sigue siendo puesto en su puesto por el Presidente de EEUU. Por tanto, pese a la presencia en el debate público de una suerte de impugnaciones a la totalidad de los consensos post-1949, en la realidad, si la analizamos con detalle, todo sigue prácticamente igual. 

Por tanto, podemos decir que la Unión Europea ha asumido un papel mucho más protagónico en la arena internacional con la llegada de Trump, pero eso no invalida su papel subsidiario frente al gran capital estadounidense. Esto, y la incapacidad del capital europeo para ser realmente rentable, han generado un escenario que, volviendo al foco de este artículo, marcan un giro autoritario en la táctica y la estrategia de la burocracia afincada en Bruselas. Vamos a continuación a enumerar diversas cuestiones que nos permiten hablar de fascistización de la UE, comenzando por definir de forma sucinta un poco que implica en sí la fascistización. 

La fascistización de la «niña bonita».

Fundamentalmente, cuando hablamos de fascistización, conviene recordar que no es término equiparable al propio fascismo, aunque si guarda relación. Por ser simples, hablamos de un proceso de fascistización cuando una organización polt́icia o por ejemplo una estructura burocrática supranacional, como nos ocupa aquí, coge algunos elementos propios del fascismo para cambiar el escenario político, aunque siempre ha estado más bien vinculado a movimientos reaccionarios, que han pretendido mantener el orden vigente frente a cambios de calado o directamente grandes transformaciones sociales. El proceso de fascistización no tiene que devenir de forma obligada en un régimen propiamente fascista, ni asume todos los postulados fascistas, aunque si que se da una evidente relación entre un proceso u otro. 

Así pues, muchos movimientos de derecha reaccionaria, pero que no eran fascistas, adoptaron esta suerte de estrategias frente al ímpetu revolucionario de las masas en el periodo de entreguerras en el pasado siglo.  Recurrieron a elementos como el totalitarismo, el militarismo de sus organizaciones, la censura del oponente, la exaltación de la violencia, el supremacismo, etc. Esto devino el procesos fascistas en algunos casos, otros regímenes de democracia burguesa mantuvieron su orden, pero apoyandose en este proceso para mantener el status quo. 

Hoy, la burocracia de la Unión Europea, o dicho de otra forma, los voceros de las oligarquías imperialistas de Europa, parecen estar recorriendo de nuevo este camino, tomando una deriva autoritaria más que evidente en términos tácticos y estratégicos. 

Las nuevas dinámicas, más cercanas a un mundo donde la multipolaridad y el desarrollo de «las periferias» ganen peso, el creciente rechazo de buena parte de la población europea con la UE y sus imposiciones sobre la soberanía nacional o la pérdida de peso militar de la OTAN explican buena parte de esta deriva. La Unión Europea, desde hace ya tiempo ha perdido el relato y no se puede mostrar tal cómo se ha vendido a sus súbditos, dicho de otra forma, los europeos y el mundo entero, cada día se están quitando la venda de los ojos y están comenzando a tener un juicio más aproximado sobre la verdadera naturaleza de la institución. Y esto explica muchos fenómenos que estamos viendo. Además la ola reaccionaria que estamos viviendo dentro del centro imperialista ayuda a naturalizar esta dinámica entre el público, un público cada día más acostumbrado a la barbarie desenmascarada.

Pongamos algunas cuestiones sobre la mesa para ejemplificar la deriva autoritaria de la UE. 

Desde que comenzó la llamada por la Federación Rusa «Operación Militar Especial», las autoridades europeas no han dejado de perseguir todo lo que pudiera sonar diferente al relato otanista, llegando a saltarse a la torera su propia legislación (y las de los estados miembros) en diversas materias. Todo relato que cuestionara la ortodoxia «occidental» ha sido puesto en busca y captura, algunas veces con sanciones y represión, otras simplemente calificando algunas manifestaciones públicas como «barbaridades». 

En este sentido, volviendo al tema de Ucrania, es significativo, aunque no se ha resuelto del todo la naturaleza de la acción, que un intento de asesinato contra el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, no tuviera la sonadía que hubiera alcanzado dicho acontecimiento si se tratara de un presidente no díscolo con la ortodoxia otanista que pregona la UE. Recordemos también, que hace nada vivimos en Georgia una revolución de colores de libro, que finalmente no prosperó, pero que tenía en sus reivindicaciones todos los ingredientes que pregonan los burócratas de Bruselas. Dicho claramente, un intento de golpe de Estado orquestado por la UE y la OTAN.  Esto es, en Georgia, como el imperialismo lleva décadas haciendo por medio mundo, se trató de instrumentalizar a la población y violar sus leyes soberanas internas para dar un giro «europeista». 

También tenemos ahí, más recientemente, claro, lo que ha sucedido en Rumania, donde se anularon unas elecciones por supuesta injerencia rusa, con cero pruebas de tal cosa, mientras que se ha demostrado ya la injerencia del propio Macron en ese proceso. Pero el relato es el que es, y el que se lo salte puede ser tildado en este momento de cualquier cosa: antieuropeista, putinista, prorruso, fascista, totalitario y un largo etcera de adjetivos vacíos.

A colación, en febrero se publicó como la Unión Europea ha creado una comisión denominada «Escudo Europeo de la Democracia», presidida por la macronista Nathalie Loiseau, vinculada también a las fundaciones de Soros, vamos, todo muy neutra y alejado de intereses económicos de las élites. Los eurodiputados que van a trabajar en este nuevo órgano, se han propuesto revisar la legislación europea para evitar «injerencias extranjeras en los procesos electorales de los estados miembros», aludiendo de nuevo al, todo parece, falso relato que ha expuesto Bruselas sobre lo ocurrido en Rumania. Traduciendo, ya que todos somos ya adultos, la comisión referida se dedicará basicamente a controlar los procesos electorales, pasando por encima de la soberanía nacional de los estados y del derecho al voto de la ciudadanía para garantizar que salga lo que a la burocracia europeista le convenga. Esto es autoritarismo de libro y no deja de ser un modelo de democracia burguesa fascistizado. 

De hecho, va a resultar más que interesante seguir el trabajo de esta comisión especial a la hora de señalar los límites del fetiche democrático cuando estos chocan contra los intereses del capital y la agenda imperialista. Esperemos, especialmente, si tan preocupada está la comisión liderada por la señora Loiseau por la democracia, que no se ponga a investigar la política exterior de la propia UE y sus estados adscritos, pues casos como las relaciones con Israel o lo que está pasando en la nueva Siria islamofascista darían para muchas investigaciones… En fin, síntesis de que vivimos momentos especiales, en los que las oligarquías no necesitan ya taparse con caretas y poco a poco dejan en evidencia la realidad, esto es, la pura naturaleza autoritaria que tiene la dictadura del capital en su fase imperialista. 

La voladura del gaseoducto Nord Stream, que tanto periodistas como políticos no tardaron ni medio segundo en achacar a Rusia, es también un síntoma de proceso de fascistización. El hecho de repetir como loros un discurso del todo inverosimil, pero a su vez señalar de forma grosera a quien desafiara la narrativa oficial, no deja de ser una técnica de desinformación masiva muy típica de la comunicación fascista o seudofacista. Más si cabe, teniendo en cuenta todo lo que eso significó en términos económicos y sociales, con una Unión Europea que pasa a comprar el gas a los norteamericanos, aunque eso haga que su precio sea disparatado. Es decir, autoritarismo también es imponer unas condiciones de vida miserables y depauperantes para la gran mayoría trabajadora si eso sirve a los intereses geopolíticos de las élites. 

Y cómo no, hablar de cuestiones más simbólicas, pero no por ello menos evidentes a la hora de definir un proceso social de fascistización, por ejemplo el denominado «Día de Europa», 9 de mayo, que casualmente coincide con el soviético, ahora ruso,  «Día de la Victoria». La fecha se escogió, evidentemente desde que comenzó dicha celebración en 1985, con evidente intencionalidad. Pero en los últimos años el discurso ha ido mutando de forma orwelliana, llegando incluso a tapar e incluso negar la aportación soviética a la victoria frente al nazi-fascismo en la II Guerra Mundial. Un día que vendieron como la panacea de la reconciliación de los pueblos europeos y la paz, es cada año más instrumentalizado por la Comisión Europea para ser un evento lleno de propaganda rusófoba y también anticomunista. ¿Anticomunista hoy en día?, si, señores. En 2019, el Parlamento Europeo emitió resolución que equiparaba nazismo con comunismo y todos los años el «Día de Europa» es un altavoz de tamaña basura. Al fin y al cabo, parece que «el fantasma sigue recorriendo Europa». 

Todo esto que hemos visto, que son algunos ejemplos significativos evidencian muchos síntomas de un proceso de fascistización de la Unión Europea. El llamado «Alto Mando Europeo», casualmente expresión muy en boga últimamente, que coincide en cómo se denomina a la dirección de la OTAN, dirige una orquesta, los partidos capitalistas, a izquierda y derecha, adaptan un poco la música a cada público, pero lo fundamental y unitario no es cuestionado en ningún caso. Ciertamente, en este proceso es particularmente vergonzante el papel de los grandes medios de comunicación, que hace unos días llegaron en España a reproducir la narrativa del Gobierno de España, que acusaba a la mano rusa del descontento público generado entre la población por la crisis y gestión de la DANA en València. 

Si a toda esta deriva le sumamos un cuestión central y objetiva como la propia estructura interna del entramado de la Unión Europea, el escenario que nos viene parece bastante peliagudo. Y es que aunque la UE haya explotado hasta límites vergonzantes conceptos como libertad, representación, democracia, tolerancia y una buena retahila de buenas palabras, no deja de ser por su propio organigrama una institución profundamente autoritaria y nada permeable. 

El Parlamento Europeo es un gran espacio, donde van los representantes que se escogen por circunscripción única en cada estado miembro, pero que además de ser una suerte de «cementerio de elefantes», tiene muy pocas competencias reales, pues lo que sale del Europarlamento no es de obligado cumplimiento y pasa siempre el filtro de la Comisión Europea. Este último órgano, la CE, sí que hace y deshace a su antojo.

Casualmente, la Comisión Europea que encabeza la señora Von der Leyen no es votada por absolutamente nadie, pero los mandatos de la llamada «Alta Representación» si que son de obligado cumplimiento para los estados miembros. Por tanto, paradojicamente si analizamos un poco la estructura de la burocracia imperialista europea, pese a la chapa y pintura a la que se ve sometida continuamente, entra bastante en contradicción con el modelo tradicional inspirado en el orden liberal-democrático burgués. Es una institución de por sí con un funcionamiento y una estructura autoritaria, pero que además ahora abraza fuertemente una deriva autoritarista, en términos tácticos y estratégicos. Es decir, el funcionamiento y la estructura interna de la Comisión Europea es totalmente funcional en términos de poder a la hora de lanzar el proceso de fascistización del que estamos aquí hablando. 

A modo de conclusión.

Desde que comenzó el año 2025 han pasado muchas cosas que están impulsando numerosos cambios, la mayoría no parece que para bien. Como decía Lenin, «hay décadas en las que no pasa nada, y hay semanas en las que pasan décadas». La crisis a todos los niveles que está enfrentando el centro imperialista, cuyo uno de sus portavoces es la Unión Europea, fruto de los cambios de calado que se están dando en términos globales, parece estar replanteando a la burocracia de Bruselas su rol y su papel sobre el control social. 

Por tanto, no es de extrañar, desde la lógica de las grandes oligarquías europeas, que la UE haya iniciado un viaje de no retorno hacia una versión de sí misma más autoritaria, militarizada y despótica. Al fin y al cabo, hemos citado en este texto repetidas veces, los intereses materiales que hay detrás de la institución supranacional europea, y con la tendencia decreciente del capital a reproducirse de forma ampliada y frente a un mundo que antes parecía ser comparsa, pero que ahora parece intentando organizarse de una forma diferente y más autónoma respecto al centro imperialista, la vía dura parece encajar más en el presente contexto. 

Probablemente, durante los siguientes meses seguiremos viendo cosas surgidas desde la UE que nos resultarán un tanto novedosas y llamativas, pero la finalidad de todo proceso de fascistización no es otra que naturalizar un cambio de rumbo, aunque el colectivo o la institución A o B tengan una apariencia menos amable. Lo que está en juego para la Unión Europea es seguir manteniendo el control social y el poder, primero entre las poblaciones de los estados miembros y después seguir manteniendo el liderazgo del centro imperialista dentro de la arena geopolítica mundial. Por tanto, recurrir a la abierta fascistización evidencia dos cosas claramente: primero, que no hay principio, ley o «democracia» más importante que mantener el estado de las cosas y los intereses que hay detrás ese estado de las cosas. Segundo, claro, que todo lo que hay detrás del entramado burocrático europeista, todas las familias del gran capital europeo, obviamente, necesitan recurrir ya a nuevos escenarios, pues las cosas no les van como desearian. 

A los destacamentos proletarios les corresponde ahora ahondar en el estudio de esta tendencia histórica con todos sus medios, pues sólo mediante la crítica y autocrítica saldrá una síntesis que haga de palanca para un proceso que transforme nuestra realidad. Es fundamental que los comunistas, en sus distintos órganos, señalen la naturaleza ideológica y de clase de la Unión Europea – antes y ahora – y apliquen la dialéctica para ir analizando los distintos cambios y tendencia que se dan dentro de la burocracia capitalista de nuestro entorno. 

Nos enfrentamos a un proceso que, probablemente nos va a comenzar a lanzar soflamas totalitarias recubiertas de bonitas palabras y nos puede acabar llevando a una gran carniceria en pro de los intereses de nuestro enemigo de clase. Es vital seguir despiertos y analizar cada paso hacia adelante de la UE para así poder preparar mejor una gran dinámica de respuesta popular en los pueblos de Europa frente a su poder, su escalada belicista y la bancarrota del imperialismo como «proyecto civilizatorio». Frente a su ofensiva de la barbarie, nuestra independencia teórica y práctica y nuestra voluntad de lucha para quebrar todo el tablero e imponer nuestro propio proceso emancipatorio.

Fuente: https://uhp-asturies.blogspot.com/2025/05/la-fascistizacion-de-la-union-europea.html

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