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Un vecino del barrio de Exarjia cuenta qué pasó en el aniversario de Alexis Grigorópulos

Crónica desde Atenas

Fuentes: Rebelión

Desde la manifestación del pasado 17 de noviembre, aniversario de la matanza de estudiantes en el Politejnío, algo en la atmósfera estaba enrarecido, y no sólo por el uso indiscriminado de lacrimógenos por parte de los cuerpos policiales griegos. La policía se había propuesto controlar la situación, evitar que sucediera lo mismo que en diciembre […]

Desde la manifestación del pasado 17 de noviembre, aniversario de la matanza de estudiantes en el Politejnío, algo en la atmósfera estaba enrarecido, y no sólo por el uso indiscriminado de lacrimógenos por parte de los cuerpos policiales griegos.

La policía se había propuesto controlar la situación, evitar que sucediera lo mismo que en diciembre del año pasado, y no se ha andado con titubeos a la hora de mostrar su fuerza. En aquella manifestación del 17 de noviembre los cuerpos de antidisturbios, MAT, como aquí los llaman, nos rodearon por completo de manera provocativa hasta llegar a la embajada estadounidense, lanzaron gases y embistieron alguna que otra vez. Los manifestantes corrimos toda la avenida Alexandras abajo, la única salida que los antidisturbios habían dejado libre, mientras se lanzaban piedras y se quemaba algún contenedor de basura. Ese día, al final de la carrera, fueron detenidas 150 personas de manera simultánea, a las que habría que añadir más de cincuenta detenciones en distintos puntos del centro de Atenas.

Fue una auténtica exhibición de fuerza, con más de 10.000 agentes llegados de toda Grecia, que se une a otras medidas tomadas en las últimas semanas por el recién elegido gobierno socialista.

En el barrio de Exarjia, el más combativo, vivimos una auténtica ocupación policial. Casi a diario, por la mañana sobre todo, grupos de antidisturbios preparados para atacar se apostan en las esquinas para dejar claro que controlan la situación y sembrar el miedo entre los habitantes. Pese a que los vecinos llevamos mucho tiempo acostumbrados a esta desproporcionada ostentación de fuerza, en la última semana ha alcanzado límites intolerables, ante la cercanía del primer aniversario del asesinato policial de Aléxandros Grigorópulos, el día 6 de diciembre.

Otra medida preventiva ridícula ha sido la de cerrar las universidades la semana pasada con la excusa de la nueva gripe. Las universidades en Grecia tienen prohibido el acceso policial y temían que, como otras veces, se utilizaran como refugio ante los ataques de los cuerpos de seguridad del Estado. Por fortuna los estudiantes ocuparon algunas facultades, la del Politejnío, en pleno barrio de Exarjia, y la de Económicas, donde la policía lanzó gases lacrimógenos para intentar evitarlo, entre otras. También se ocupó el Rectorado y se pudo contar con él como lugar a salvo de la represión policial durante la multitudinaria manifestación de ayer, día 6.

Otra medida, que sufrí en propia carne, fue la de la detención preventiva e ilegal de personas que acudíamos a dicha manifestación en el centro de Atenas, en la calle Panepistimíu, para conmemorar el aniversario del asesinato del joven Aléxandros. Las calles de Atenas estaban plagadas de policía secreta, bastante identificable, por otra parte, que exigían los papeles a todo aquel que consideraban sospechoso de ir a manifestarse.

Pasaba yo con un amigo por delante de uno de estos grupos y nos pidieron que nos identificáramos. Así lo hicimos y estaba todo en regla.

Quizá por ser yo español, o porque llevan toda la semana diciendo que grupos de anarquistas del extranjero se han desplazado aquí para montar jaleo (que conste que trabajo y vivo en Exarjia), o quizá porque me negué a hablarles en griego para no darles más información de la estrictamente necesaria, el caso es que nos llevaron a comisaría para una supuesta comprobación de datos. Todavía faltaba más de una hora para que empezara la manifestación.

No estábamos detenidos, se nos decía, pero nos llevaron a la Central de Policía (GADA) y nos retuvieron durante más de cuatro horas con el único objetivo de evitar que participáramos en la marcha.

En la planta undécima de la gran comisaría había otras sesenta personas que relataban detenciones similares a la nuestra. Sobre ninguna de ellas pesaba acusación de ningún tipo.

La manifestación, según me han contado los que pudieron asistir, transcurrió con altercados, como era de esperar, lacrimógenos y carreras. Los antidisturbios intentaron aislar a los grupos anarquistas de los demás manifestantes, pero lo que realmente consiguieron fue deshacer la columna y sembrar el caos nada más empezar la marcha. Durante todo el mediodía se produjeron altercados también en otros lugares de la ciudad, y un grupo de personas permaneció buena parte de la tarde protegida en el Rectorado y rodeada por agentes.

A las nueve de la noche de ayer los vecinos estábamos convocados a otra concentración en el lugar en el que asesinaron a Aléxandros. El barrio estaba tomado por completo por las fuerzas del orden. Por la tarde un policía había lanzado una bomba lacrimógena dentro del local de los inmigrantes de Exarjia. Había barricadas y humo de basura quemada por las calles.

La policía no atacó esa noche, pero su presencia y sus gestos provocadores fueron constantes.

Desde la revuelta de diciembre del año pasado, la concienciación y la participación en actos contra el poder ha aumentado de manera notable. Como cabía esperar, la represión también.

A estas horas, madrugada del martes 8 de diciembre, los helicópteros de la policía sobrevolando el barrio nos confirman que la lucha continúa.

 

Chemi Espinosa

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.