El aumento del voto euroescéptico influirá en los acuerdos a adoptar en la UE y en los vínculos con la OTAN. En 2014 los resultados al Parlamento Europeo dieron a los partidos de la derecha radical 108 diputados y en el actual IX Parlamento están representados por 161 escaños repartidos en dos grupos: 73 para […]
El aumento del voto euroescéptico influirá en los acuerdos a adoptar en la UE y en los vínculos con la OTAN. En 2014 los resultados al Parlamento Europeo dieron a los partidos de la derecha radical 108 diputados y en el actual IX Parlamento están representados por 161 escaños repartidos en dos grupos: 73 para Identidad y Democracia (ID); 62 de Conservadores y Reformistas Europeos (CRE); más 14 representantes del italiano Movimiento 5 Estrellas que ha sido rechazado para formar parte de Los Verdes y también de La Izquierda Europea por su vinculación con la política de mano dura hacia la inmigración del ministro Salvini; y otros 12 escaños del partido del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, expulsado del grupo Partido Popular Europeo de Angela Merkel por acusar al presidente Juncker de impulsar políticas migratorias «amenazantes» para su país. La suma de representantes de las formaciones de ultraderecha no superan una cuarta parte del total del arco parlamentario, alejándose de los pronósticos de Steve Bannon, exasesor de Donald Trump, que llegó a afirmar que en estas elecciones la derecha nacionalista conseguiría uno de cada tres votos provocando «un terremoto en Bruselas».
Aunque la derecha nacionalista intenta unir sus fuerzas para conseguir dirigir el destino legislativo de la UE los dos principales grupos parlamentarios son muy heterogéneos. Los factores que los enfrentan son el grado de euroescepticismo y las relaciones con Rusia. Identidad y Democracia se niega a rechazar el euro, aunque la sostenibilidad de una moneda única impulsa el proyecto federal, Salvini y Le Pen están obligados a aceptarlo como un mal menor para no perder el apoyo en las urnas del mediano empresariado. Los Conservadores y Reformistas Europeos han mostrado su rechazo a la unión monetaria abogando por el retorno a la moneda nacional. El Brexit amenaza fortalecer la libra esterlina en el Reino Unido y el proteccionismo reaccionario defendido por el grupo CRE, liderado por el partido polaco Ley y Justicia, puede llegar a provocar la dolarización de las economías como ya está sucediendo en algunos países latinoamericanos.
El otro factor en disputa es la Rusia de Putin, aquí también las posiciones son contrapuestas. Para los socios de Marine Le Pen -también Alternativa por Alemania- la guerra fría con Moscú es una amenaza a evitar, incluso se han pronunciado por el levantamiento de las sanciones comerciales que se aplicaron tras los Acuerdos de Minsk. El «desafío» de la Unión Soviética fue durante años el motor del desarrollo económico y militar para Occidente, desde el viejo continente europeísmo y atlantismo fueron de la mano de Estados Unidos en aras de un «nuevo orden mundial» que ahora, con el auge de China y los países emergentes, se está transformando en un orden de gobernanza multipolar. El grupo Conservadores y Reformistas Europeos se ha declarado atlantista y defensor de los valores políticos que los unen a EEUU. El vicecanciller alemán, Joschka Fischer, ha llegado a calificar a Varsovia de «caballo de Troya» de los intereses de Washington, algo parecido ocurre con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, por su cercanía ideológica con su homólogo Donald Trump y con la formación española VOX aliada de la extrema derecha polaca. Otra característica del grupo conservador es considerar a sus partidos como confesionales: Los polacos defienden el cristianismo como una esencia de la identidad europea; en Gran Bretaña la reina Isabel II es la jefa de la iglesia anglicana; y la secta religiosa Opus Dei, con 90.000 seguidores en el mundo, está en sintonía con VOX.
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