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De elecciones y referendos

Fuentes: La Estrella Digital

Los conceptos se desnaturalizan. Nos han hecho creer que basta con la celebración de elecciones para clasificar a un sistema político de democracia. Pocas cosas más erróneas. Las elecciones pueden ser una condición necesaria, pero en ningún caso suficiente, entre otras cosas, porque hay elecciones y elecciones. Unos comicios celebrados bajo la presión de un […]

Los conceptos se desnaturalizan. Nos han hecho creer que basta con la celebración de elecciones para clasificar a un sistema político de democracia. Pocas cosas más erróneas. Las elecciones pueden ser una condición necesaria, pero en ningún caso suficiente, entre otras cosas, porque hay elecciones y elecciones. Unos comicios celebrados bajo la presión de un ejército de ocupación no dejan de ser una pantomima. Las consultas electorales en Iraq o en Afganistán constituyen tan sólo una estratagema con la que se pretenden justificar guerras e invasiones ilegales e ilegítimas.

Bush ha vendido como un triunfo de su política las pasadas elecciones en Iraq; en especial, la supuesta multitudinaria participación, participación que en realidad únicamente conocen los americanos y sus hombres de paja del actual Gobierno. En cualquier caso, lo que se desprende de la afluencia a las urnas es las inmensas ganas que los iraquíes tienen de que desaparezcan de sus tierras los americanos. Muchos, sin duda, habrán visto en las elecciones un medio para acelerar la salida de las fuerzas de ocupación. Fuesen cuales fuesen los nombres que figurasen en cada papeleta, lo seguro es que en la gran mayoría de ellas, subliminalmente, figuraría una leyenda: «Yankee go home». La verdadera democracia en ese país debería haber empezado por un referendúm, preguntando a los iraquíes si quieren que permanezcan en su suelo los americanos.

Bush no sólo está contento con Iraq, sino que siente la tentación de extender el conflicto a Siria y a Irán. Habla de libertad y de guerra permanente a las dictaduras. Pero ¿hay mayor dictadura que la que él pretende imponer al resto del mundo? ¿Acaso no es dictadura, dura y muy dura, la que Israel mantiene con los palestinos en los territorios ocupados? ¿No han sido los americanos los que en los cincuenta últimos años han apoyado los golpes de Estado y los regímenes tiránicos y dictatoriales en todo el continente americano? Pinochet va a sentarse en el banquillo de los acusados, pero hasta cierto punto ¿no resulta una injusticia el que lo haga en solitario? ¿No deberían acompañarle unos cuantos hombres de Estado norteamericanos?

Casi todas las consulta populares tienen trampa. El próximo día 20 vamos a votar en referéndum el Tratado de la Constitución Europea, pero los ciudadanos se acercarán a las urnas con una idea bastante diferente. Los grandes partidos les hacen creer que la consulta estriba en pronunciarse a favor o en contra de Europa, cuando de lo que se trata es de elegir qué Europa queremos. La llamada Unión Europea se ha construido al margen de los europeos y, cuando al final se les pregunta, la elección se presenta con caracteres apocalípticos. Esto o el caos.

Votar «no» a la Constitución no tiene por qué significar estar en contra de la Unión Europea, sinó todo lo contrario. Se vota «no» porque precisamente se desea una auténtica Unión, ausente en el actual proyecto, mera unión mercantil y financiera y en la que no se da un paso en la integración política y social, haciendo además imposible cualquier avance de futuro al exigir que todos los acuerdos en materia fiscal, social y laboral deban adoptarse por unanimidad, lo que resultará inviable con 30 países heterogéneos.

Se vota «no» a la Europa del neoliberalismo económico cuyo diseño imposibilita incluso que los estados miembros puedan llevar a cabo el Estado social marcado en sus respectivas constituciones. El «no» implica tan sólo decirle a los mandatarios europeos que avancen en la integración fiscal, social y laboral en la misma medida que lo han hecho en materia mercantil o monetaria.


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