1.- Un recorrido por la situación de los diferentes países europeos: Las sucesivas escaramuzas lanzadas por trabajadores de diversos países europeos contra las brutales medidas de austeridad y las contrarreformas para acabar con los Estados del Bienestar no han logrado, ni una sola de ellas, frenar la violencia del capital y de sus vasallos gubernamentales […]
1.- Un recorrido por la situación de los diferentes países europeos:
Las sucesivas escaramuzas lanzadas por trabajadores de diversos países europeos contra las brutales medidas de austeridad y las contrarreformas para acabar con los Estados del Bienestar no han logrado, ni una sola de ellas, frenar la violencia del capital y de sus vasallos gubernamentales y lograr sus retiradas.
Hemos visto como las movilizaciones en Grecia, Francia, Italia, España y Portugal se han estrellado contra el muro indestructible de unos Parlamentos y unos Gobiernos que, situados a espaldas de los trabajadores, no han dudado, ni por un momento, en aprobar unas recetas neoliberales cuyos efectos serán devastadores, terribles y permanentes porque como afirma ese caballo de Troya del sindicalismo domesticado de UGT, ahora en el Gobierno socialiberal de Zapatero, llamado Valeriano Gómez, «la reforma –laboral– está aprobada, está vigente, ha venido para quedarse»(1).
La derrota, llamemos a las cosas por su nombre, se ha producido tanto en la Europa trabajadora que ha combatido las leyes antisociales como en la que ha mostrado su carácter más lacayuno.
Sería oportuno detenernos en un análisis, siquiera somero, de cómo y en qué circunstancias sociales y sindicales se han producido las diferentes reacciones sindicales ante los recortes en gastos sociales, las políticas de ajuste y las reformas respecto a los Estados del Bienestar.
Grecia es en 2008 un país enfangado en una de las etapas de corrupción más graves de su historia. El gobierno del conservador Karamanlis añadía a ello su represión salvaje del movimiento estudiantil, alternativo y anarquista. Durante buena parte del primer decenio del nuevo milenio, Grecia, salvo alguna movilización como las del movimiento antiglobalización de 2003 en Salónica, había conocido gran paz social y el espejismo de una etapa de desarrollo consumista, derivada del modelo de expansión crediticia del capital mundial y de una economía sumergida en torno al 30% del PIB en 2008.
El rescate griego, producido entre febrero y mayo del presente año, y cuya evolución económica futura augura un posible escenario de impagos y declaración de bancarrota a corto-medio plazo, ha sido el primer experimento de salvataje con fondos del FMI, curas de caballo en las políticas de recortes y procesos de privatización de coberturas sociales.
Ello ha explicado que, desde que se anunciaron las medidas de austeridad, posteriormente impuestas por el gobierno del «socialista» Papandreu, no haya existido prácticamente una semana sin huelgas, protestas y movilizaciones en Grecia. La izquierda política y sindical (PAME) ha sido el primer ejemplo de resistencias y revueltas obreras nacionales en Europa.
Francia había conocido desde 2007 la deriva autoritaria de Nicolás Sarkozy, expresada en sus represiones contra las «banlieues» y las segundas, terceras y hasta cuartas generaciones de hijos de inmigrantes, en sus agresiones verbales a ciudadanos que contestaban a sus políticas antisociales (2), en sus políticas de represión a grupos étnicos de religión musulmana, enarbolando un supuesto laicismo que sólo buscaba el enfrentamiento entre culturas. Por lo demás, las luchas de clases en el país galo estaban bastante adormecidas. Hasta que Sarkozy pasó de aquello de «refundar el capitalismo» a hacerlo viable, a través del desmonte del Estado social, beneficiando el negocio de los planes de pensiones privadas (3).
Se iniciaba, con el ataque a las pensiones públicas, la más heroica resistencia que han llevado a cabo los trabajadores franceses en décadas. Nueve huelgas generales, con un apoyo ciudadano del 70% y una capacidad de comprometer el funcionamiento de la economía francesa (energía, transportes, grandes empresas, universidades, liceos, limpiezas,…) y una estrategia de boicots, bloqueos de carreteras y transportes realmente impresionante no ha podido con la sordera absoluta del poder político que aprobó la reforma de la ley de pensiones. El desinfle, producto del cansancio por largas semanas de huelga de los sectores más combativos y conscientes de los trabajadores franceses ha pasado finalmente factura. El aprendizaje de esta huelga ha sido el incremento de la conciencia de lucha de amplísimos sectores de la población francesa (trabajadores, sectores precarizados, estudiantes,…) y la constatación de que el horizonte social para las clases populares es el de la vuelta al siglo XIX.
Portugal ha celebrado su primera huelga general en 22 años el 24 de Noviembre. La difícil situación económica por la que pasa Portugal y la fuerte presión de los mercados sobre el país sirvieron de excusa al gobierno Sócrates para adoptar un paquete de medidas de ajuste, aprobadas en el Parlamento el pasado 3 de noviembre, junto con los presupuestos gracias a la abstención de la derecha, el Partido Social Demócrata.
Entre estas medidas destacan el aumento generalizado de la carga impositiva -incluido el IVA-, el recorte de la inversión pública y de los beneficios sociales, así como las rebajas salariales a los funcionarios. En estos momentos, los ataques en oleadas de la manada de tiburones especuladores, en combinación con las presiones del Banco Central Europeo y los principales países socios de la UE, para que el país acepte ser rescatado, siguiendo la estela de Grecia e Irlanda, anuncian que las medidas de austeridad impuestas por el gobierno luso y los recortes sociales aplicados hasta ahora, pueden ser sólo la punta del iceberg de unas políticas antisociales hasta la fecha desconocidas en la historia del país hermano.
En todo caso, los trabajadores portugueses, a pesar de las moderadas formas de movilización de la CGTP y la UGT, sindicatos mayoritarios lusos, han demostrado una clara conciencia social de lo que se les viene encima, lo que se ha traducido en una jornada de huelga muy poderosa en los principales sectores de la economía: transporte aéreo, ferroviario y por carretera, enseñanza, sanidad, ministerios y administración pública, industria y servicios. Los sindicatos estiman que el éxito de la huelga se ha expresado en un 85-90%, prácticamente un paro total.
Y será necesario para la clase trabajadora portuguesa ejercer toda la potencialidad de su energía combativa porque se acerca el momento en que las presiones del capital internacional obliguen al gobierno del «socialista» Sócrates a ceder al rescate ante una quiebra, ya dictada de antemano en la agenda de caza de la manada de chacales del dinero. Entonces, las medidas antisociales y el saqueo a las conquistas de la Revolución del 25 de Abril que aún no han sido liquidadas serán arrebatadas a los trabajadores con una rapidez inaudita, de no ser impedido por estos.
Italia ha conocido el 25 de Junio de 2010 una huelga general blanda: contra los recortes del Gobierno de Silvio Berlusconi. Una huelga de 24 horas para los funcionarios y de 4 para los trabajadores del sector privado. La CGIL, principal sindicato del país, no es más combativa en su lucha que la CSIL o la UIL. Todas ellas son parte del mismo modelo concertador de sindicalismo que en España, Alemania o Gran Bretaña.
En la última semana de Noviembre los estudiantes italianos han salido a las calles para protestar contra los recortes del 90% de las becas y contra la reforma de la enseñanza de la llamada «ley Gelmini», en referencia al apellido de la Ministra de Educación, previstas por el gobierno Berlusconi. Si el 24 de Noviembre estuvieron a punto de tomar el Senado, los días siguientes, las protestas se extendieron por ciudades como Florencia y Pisa, donde los estudiantes se enfrentaron a la policía, que les reprimió duramente. Coincidían en esos días con las protestas de los estudiantes británicos que se oponían a la brutal subida de las tasas académicas, decretada por el Gobierno Cameron, y que dos semanas antes asaltaban en sus protestas la sede del Partido Conservador.
España ha vivido sus propios procesos. Desde 2007, año del estallido de las subprimes en USA, hasta 2009 -fase preparatoria de las contrarreformas liberales, a través de los escuderos gubernamentales del Banco de España y de las Cámaras de Comercio- el gobierno Zapatero se dedicó a realizar el simulacro de un Don Tancredo sorprendido ante el efecto de la crisis. Un año y medio de estupefacción es excesivo, a todas luces, si no es porque lo que se está preparando es un giro copernicano a la política económica y social y lo que se pretende es hacer pasar por «sorpresa» epatante ante la opinión pública lo que no es otra cosa que un jarabe amargo para los trabajadores como mal inevitable y necesario. Esa ha sido su lógica desde entonces: «O nuestra disciplinante purga social -una vez aplicada su terapia de choque- o el caos que vendrá con el PP». Y a esa lógica se han subordinado los sindicatos mayoritarios que convocaron una Huelga General el 29-S, contra su voluntad e impelidos por la presión social del sindicalismo alternativo, sus propias bases y buena parte de la opinión social. Sus procesos de convocatoria burocrática de las huelgas (de funcionarios por e-mail) y de dilación de las protestas (convocatoria de huelga general en junio para realizarla a finales de septiembre y llamamientos en septiembre a movilizaciones a mediados de Diciembre) así lo indican. Su máxima de no dañar al «gobierno amigo» porque un mandato de la derecha oficial habría de castigarlos aún más en su absurdo papel negociador que el gobierno actual y la patronal ya no desean ni necesitan se ha convertido en patético esfuerzo para justificar lo injustificable: una protesta social con sordina impuesta por sus propios convocantes.
Este es uno de los muchos motivos, no el único, por el que un creciente número de trabajadores, al cuál resultaría demasiado simplista condenarlos como abducidos por la ideología política liberal, se han sentido progresivamente distanciado del sindicalismo mayoritario y burocrático español y se han negado a secundar movilizaciones en las que el propio sindicalismo oficial no creía. Aunque de un modo aún débil y con escasa articulación entre sí, diferentes organizaciones minoritarias están apostando por un sindicalismo de combate y guerra de clases y son, probablemente, uno de los factores que explique que, a pesar de no ser deseada por CCOO y UGT la huelga general del 29-S se llevase a cabo. Con un resultado modesto y desigual según sectores productivos y regiones, esta huelga ha sido la primera respuesta que oficialmente se lanzaba en España, con una intención masiva y general, contra los planes del capital y de sus lacayos políticos del Gobierno PSOE de desmontar el Estado del Bienestar y volver a unas relaciones laborales del siglo XIX en el XXI. Los 37 ladrones de Ali Baba (Emilio Botín y los principales plutócratas del país), reunidos el sábado 28 de Noviembre en el Palacio de la Moncloa con su Presidente-títere han dictado ya los siguientes pasos a seguir por su indigno gobierno antiobrero: «acelerar las reformas al máximo» y «con total determinación», según expresiones utilizadas reiteradamente por Zapatero,«cueste lo que me cueste». En próximos días veremos como la cuestión de las pensiones, que había quedado en suspenso provisional tras la huelga del 29-S, pasa a ser la joya de la corona que un rastrero gobierno de derechas, ya con la careta socialiberal arrancada, entregará a esos salteadores de caminos que son los empresarios y banqueros españoles.
A pesar de ello, el comportamiento de sindicalismo entreguista que representan CCOO y UGT sigue poniendo palos en las ruedas de la movilización, priorizando un entendimiento con la patronal y el gobierno, que estos ni desean ni pretenden aparentar, y planteando blandas movilizaciones, sin agitación previa, dentro de un calendario de llamamientos, entreverado de momentos en los que practica la desmovilización más descarada y el papel de bombero de las protestas sociales. Los próximos 15 y 18 de Diciembre, en opinión de los sindicatos mayoritarios, marcarán el « inicio de un proceso de movilización sostenida en la que los sindicatos ligarán reforma laboral, negociación colectiva y apuesta por una reforma de las pensiones que garantice la protección social » (4). Sin embargo, su preparación, lejos de estar siendo ampliamente socializada entre los trabajadores, está siendo clandestina, lo que destila un extraño olor a autosabotaje. Y ello, a pesar de que todo indica que, tras Portugal, España será la próxima ficha de dominó que caiga en las redes de estos vampiros económicos. La insolvencia de la deuda soberana española, real o ficticia, eso importa poco, será el próximo festín de criminales como los Buffet, los Soros, los Slim,… y sus esbirros interpuestos: BM, FMI, BCE, gobierno español.
Irlanda e Islandia, países no pertenecientes a los PIGS (Portugal, Italia, Grecia, España), expresión con la que el mundo anglosajón insulta a la Europa meridional, eran países con alto nivel de desarrollo y estructuras económicas muy bien ajustadas a sus tamaños de población.
Irlanda había sido durante buena parte de los 90 y principios del nuevo milenio un ejemplo de país con elevadas inversiones de I+D+i . Poseía un impuesto de sociedades al 12,5% que presentaba como la joya de la corona de su economía; el tercero más bajo de Europa, sólo por encima de Chipre y Bulgaria, lo que le convertían en un atractivo receptor de inversiones internacionales de capital. Dichas inversiones en I+D+i y en educación no respondían a una patriótica búsqueda de desarrollo nacional sino a la demanda de mano de obra cualificada para las multinacionales asentadas en el país.
Durante buena parte de los años 90 del pasado siglo y hasta la llegada de la crisis capitalista a Europa, Irlanda y su modelo económico liberal, merecieron el apelativo del «tigre celta», por la agresividad de su modelo económico; agresividad que se manifestó como competencia desleal hacia sus socios de la Unión Europea, por sus políticas incentivadoras de la radicación de multinacionales (miniimpuesto de sociedades) en el país, que contribuyeron al fenómeno de la deslocalización en otros.
Hoy, la quiebra del modelo, la cuasi quiebra de sus bancos, a los que el gobierno acudió a salvar, y la presión combinada de sociedades de calificación de riesgo, especuladores internacionales en bolsa, compradores de deuda pública, BCE y países socios de la UE, han llevado a Irlanda a una situación de «default» y hemos asistido al espectáculo de ver a los bomberos pirómanos actuar como «salvadores» de la situación irlandesa, obligando a su gobierno a aceptar su abrazo «salvador». Las medidas de ajuste aprobadas por el gobierno británico para recibir las «ayudas» de los fondos internacionales han sido draconianas: reducciones de las prestaciones sociales las pensiones de los funcionarios y el salario mínimo, supresión de casi 25.000 empleos públicos y subidas de impuestos. Objetivo: ahorrar 15.000 millones de euros hasta 2014, destinados a llevar al 3% el déficit irlandés, contra el 32% del Producto Interior Bruto (PIB) este año. Decenas de miles de trabajadores irlandeses se han echado a las calles de Dublín el 27 de noviembre, desafiando al frío y a la nieve, contra las medidas antisociales del cuestionado y tambaleante gobierno irlandés (5)
Islandia, ¿qué decir de un país nórdico, ejemplo del Estado del Bienestar, de desarrollo social que hizo de su estructura social una sociedad de clases medias? El 28 de octubre de 2008, el gobierno islandés aumentó las tasa de interés a un 18%, un movimiento obligado para poder adquirir un préstamo del Fondo Monetario Internacional. Después de este aumento, el comercio de coronas islandesas finalmente se restableció, pero con una devaluación que llevó a la moneda islandesa de una tasa de cambio de 70 ISK por euro a 250 ISK por euro. Islandia también acudió a los países nórdicos para obtener un préstamo adicional de 4.000 millones de € (6).
Ninguno de los dos países había demostrado durante estos años de la crisis una especial combatividad obrera. Podríamos extraer conclusiones respecto al interclasismo nacionalista irlandés y sobre la mentalidad de clase media islandesa pero lo cierto es que son ellos quienes deben articular sus respuestas sociales frente a las crisis que sus capitalismos locales hacen pagar a sus clases populares y que pocas clases trabajadoras de países europeos pueden dar lecciones sobre combatividad social, si descontamos los heroicos casos de los trabajadores griegos y, más recientemente, franceses. En todo caso, resulta sugerente conocer de qué modo los ciudadanos islandeses han comenzado a protestar espontáneamente contra el capital financiero y una clase política que ha preferido la opción reguladora del capital antes que atender a su electorado popular (7)
Los países que, tras el hundimiento del socialismo realmente inexistente, descubrieron las excelencias del capitalismo han tenido su propio recorrido. Vendidas sus empresas estatales bajo al falacia de participaciones extensibes a todos los ciudadanos (mayoría de los países centrales y del Este), entregada la economía a las inversiones estatales (Hungría, Letonia) o a la mafia privatizadora criada a los pechos del partido (Rusia), el fin fue el mismo: absoluta desprotección de los trabajadores en cuanto a vivienda, salud, protección social, salarios (que cayeron vertiginosamente), educación y esperanza de vida (llegó a recortarse en cerca de 6 años en la antigua URSS y los países bálticos).
En estos países del Este de Europa se han iniciado movilizaciones que no desmerecen a las respuestas sociales de la mayor parte de sus vecinos europeos. Las duras condiciones impuestas por los gobiernos de Rumanía, República Checa, Polonia, Eslovenia y Lituania a sus ciudadanos, los recortes de derechos laborales y sociales, las congelaciones y bajadas salariales, los ataques a las pensiones, las subidas de impuestos,…han sacado a la calle a decenas de miles de trabajadores públicos y privados.
A pesar de todo el incendio social de luchas en el continente y de un final de otoño que anuncia un tsunami de revueltas en el próximo invierno, no se ha producido una sola victoria en ningún país europeo que haya supuesto una derrota de las medidas antisociales de los gobiernos y mucho menos se ha logrado que la manada de lobos de las finanzas haya detenido sus ataques contra un solo país en el que hayan puesto sus anhelos de botín.
Antes bien, tras la próxima quiebra programada para Portugal ya se habla de los próximos países candidatos a ingresar en esta macabra lista de espera: España, Italia, Bélgica. ¿Qué impedirá que, derribadas las economías más débiles de la UE, no suceda después lo mismo con Francia, Gran Bretaña o Alemania? Realmente nada puede asegurar lo contrario. Los mitos de las economías intocables pasaron a la historia.
2.-La necesaria respuesta internacional de los trabajadores ante la criminal actuación del capitalismo mundial:
La globalización ha supuesto el flujo sin control de capitales internacionales, su enajenación absoluta al menor intento de control por parte de los gobiernos y la desregulación consiguiente de los mercados.
En ese estado de cosas, cuando las fuerzas de la reacción capitalista mundial se abaten coordinada y organizadamente sobre Europa con el fin de derribar definitivamente el Estado del Bienestar para convertir sus restos desarbolados en una ampliación de sus ya florecientes negocios (enseñanza, sanidad, pensiones,…), cuando sus ataques se producen desde frentes de rapiña internacionales y globales bien concertados (sociedades de estimación de riesgos, bancos que prestan dinero a los Estados, una vez que fueron salvados por estos, especuladores en bolsa,…), carece de sentido mantenerse encerrado dentro de los estrechos márgenes nacionales para defenderse de ellos. Ya se trate de gobiernos nacionales, de organizaciones sindicales o de grupos de la izquierda real y anticapitalista, cualquier respuesta en clave exclusivamente nacional que estos puedan dar sólo puede acentuar su debilidad y fortalecer el poder de estos delincuentes depredadores.
Ya se escucha, incluso entre círculos progresistas, un lenguaje que llama a tomar posiciones reaccionariamente nacionalistas y de proteccionismo económico. Algunos sugieren incluso que es el momento de romper con el euro y volver a la antigua moneda, ignorando que, siendo ésta mucho más vulnerable internacionalmente ante los especuladores financieros internacionales, « la nueva moneda sería inmediatamente atacada a fin de poner por los suelos la economía del país «rebelde» (8).
Sólo lo colectivo e internacional puede oponerse al ataque especulador del capitalismo mundial. Sólo Europa colectivamente puede responder con posibilidades a los ataques de la mundialización capitalista.
Necesitamos más Europa, una Europa política, que corte de raíz las apuestas a la baja en las acciones de las economías de los países miembros (las posiciones a corto plazo), destinadas a arruinarles y a hacerles claudicar para que vendan a precio de ganga lo poco público que les queda a los extorsionadores económicos. Necesitamos una UE que persiga como delito ese supuesto comportamiento de «libre mercado» que no es otra cosa que terrorismo económico, intervenga las Bolsas e investigue los fondos de inversión especulativos que están arruinando a países miembros de la Unión, quiénes son sus principales impositores, qué fortunas mundiales se encuentran detrás de los atacantes, y prohíba que desde un país miembro se produzcan dichos ataques (Reino Unido, Alemania), sometiéndosele a graves sanciones en caso de no impedir éste dichos comportamientos.
Pero no debemos ser tampoco ingenuos. La UE hoy es un club de mercaderes profundamente desunido, donde uno de sus miembros (Alemania) impone y chantajea sus condiciones al resto, controla el riesgo de crecimiento de su deuda exportándola al resto de países socios. Sus miembros se comportan insolidariamente entre sí, se pasan la patata caliente de los problemas económicos de unos países a otros y se niegan a hacer frente coordinadamente a los ataques de los delincuentes financieros, bajo el indecente argumento de la sacrosanta «libertad de mercado». Sus gobiernos son lacayos del capital europeo, que impone una legislación que establezca unas nuevas condiciones en las relaciones sociales entre trabajo y capital que suponen un retroceso histórico para los trabajadores. Sin embargo de los órganos políticos y administrativos de la UE proviene la dirección estratégica de las políticas de austeridad y recortes sociales que sus países miembros aplican sobre sus trabajadores. No vendrá de ellos la respuesta necesaria y contundente que domestique al perro rabioso de la economía.
¿De dónde puede venir entonces la respuesta que los países de Europa necesitan para sobrevivir a los tiburones financieros? Sólo de sus auténticas víctimas, los asalariados, si estos están dispuestos a abandonar su resignación frente a los golpes que los capitalistas y sus representantes -los gobiernos dejaron de representar a sus votantes desde el momento en que optaron por defender los intereses del capital contra los de sus gobernados- les están infligiendo, se rebelan y lo hacen a la misma escala en la que se organiza la involución social desde el liberalismo saqueador: internacionalmente.
Los enemigos de clase más poderosos de los trabajadores no son nacionales. Los grandes capitalistas de sus países están integrados dentro de una dimensión transnacional del capital y organizan sus conspiraciones contra los derechos de los trabajadores a escala mundial. Los gobiernos que aplican las contrarrevoluciones liberales son vicarios de las políticas dictadas desde la UE, el BCE, el BM y el FMI.
Sólo una acción internacionalmente coordinada de los trabajadores puede hacer frente con alguna posibilidad de éxito a las agresiones de este estanque de pirañas que atacan en manada a los trabajadores europeos y del mundo.
Por encima de los valores de solidaridad que sustentan al internacionalismo de clase, lo cierto es que la lucha de los trabajadores a escala internacional debe ser considerada como una propuesta eminentemente práctica y útil. Su función es, antes que cualquier otra consideración de tipo moral, la de lograr una concentración de fuerzas que haga posible enfrentarse a la acción del capitalismo mundializado.
Pero, a la vez que la coordinación de las luchas de los trabajadores, primero a escala europea y posteriormente mundial es sinónimo de polarización o de creación de un polo de acción que actúe como palanca de la revuelta contra el capital es también multipolaridad de luchas, necesariamente coordinadas para ser eficaces, que golpee sobre los diferentes tentáculos internacionales del capitalismo. Aquí reside la primera de sus virtudes y de sus potencialidades pero no la única.
La Huelga General Europea, que debe de ser preparatoria de un ascenso histórico de la conflictividad obrera hacia una Huelga General Mundial, posee otras cualidades de inestimable alcance:
- Implicará una radicalidad del enfrentamiento de clase contra clase que dificulte pactos cupulares entre los sectores más moderados del movimiento obrero, el capital y los gobiernos. Poner en marcha una estrategia de este tipo implica, de algún modo, hacer que no pueda perpetrarse fácilmente una marcha atrás que traicione las reivindicaciones de los trabajadores.
- Aporta visión global al teatro de operaciones de la lucha de clases, a la dirección de la misma y a las perspectivas de desarrollo y continuidad de dichas la revuelta social. Al superarse la visión particular de lo nacional se contempla lo que de común tiene la realidad de los trabajadores europeos y del mundo sometidos a los dictados de terror del capital.
- Dota a la conflictividad de un eje central en torno al cuál articular otras formas de lucha que le refuercen y actúen sinérgicamente, multiplicando su capacidad de golpear certera y eficazmente sobre los órganos y ámbitos de poder del sistema económico y político, porque la Huelga General Europea ha de tener, necesariamente, un proyecto político anticapitalista, si se desea que su recorrido culmine y se agote en sí mismo.
En este sentido, acciones como las de los huelguistas franceses, realizando bloqueos de carreteras, para cortar la columna vertebral del capital, que es la distribución de mercancías y de personas, intentos de ocupaciones de las instituciones políticas como las realizadas por los estudiantes italianos en el Senado, llamamientos a huelgas de consumo, como el efectuado por la CGT española para el 21 de Diciembre (9) o la convocatoria de Eric Cantona para colapsar a los bancos, retirando cada usuario de los mismos el dinero de sus cuentas el día 7 de Diciembre (10), son iniciativas que, de tener un seguimiento social importante, pueden dañar a espacios nucleares del poder económico y hacer que éste sienta que los trabajadores hablamos su propio lenguaje, el único que ellos conocen, la violencia de dañar sus cuentas de resultados. Capitalistas, especuladores y gobernantes deben saber que, de continuar por el camino que han emprendido, no saldrán indemnes de esta guerra. El argumento reaccionario e ignorante de los timoratos y pusilánimes en tiempos de cataclismos de que dañar al capitalismo es dañarnos a nosotros mismos es estúpido y falaz. Estúpido porque, además de evidenciar el modo de pensar de quienes tienen moral de esclavos, pretende que ante agresiones brutales nos limitemos a protestas de paños calientes y pellizcos de monja y falaz porque los grandes capitalistas son desde el inicio de esta crisis sistémica mucho más ricos y nosotros mucho más pobres. Con nuestro silencio y resignación hemos salido suficientemente perjudicados como para pensar que quizá el enfrentamiento radical y virulento contra el sistema sea el único camino realista.
Una acción a considerar desde la izquierda real sería el estudio de los nombres de los multimillonarios de la lista Forbes (11), los más ricos poderosos del mundo y principales responsables de los ataques especuladores contra los países europeos que ahora los están sufriendo, especialmente desde el inicio de la crisis hasta el momento, la difusión de los principales negocios de estos criminales económicos y la convocatoria de un boicot a nivel mundial a los mismos.
La expresión Huelga General Europea parece tener para muchos, como otros nombres (revolución, socialismo, trabajadores,…) cierto poder taumatúrgico, de tal modo que su propio enunciado pudiera por si mismo concitar prodigios.
La realidad es que no existe un poder mágico de las palabras, si están no están dotadas de contenido. Muchas de ellas son expresiones gastadas y tediosas, que llegan a resultar estomagantes de tan manoseadas por el sentido místico con el que muchos ungen a su enunciado.
La Huelga General Europea, si llega a ser, tendrá sentido sólo si expresa toda la radicalidad del conflicto de clases, si tras ella hay una propuesta transformadora para derribar el capitalismo, si impedimos que sea dirigida por los sindicatos pactistas de la Confederación Europea de Sindicatos, dispuestos a traicionar a los trabajadores, a cambio de restablecer su papel de burócratas en las mesas de concertación con gobiernos y patronales, si es un punto de partida y de elevación de las luchas coordinadas a nivel europeo y no un punto de llegada o el canto del cisne de una clase trabajadora que dé en ella sus últimos coletazos.
La situación es lo bastante grave para que los trabajadores europeos despierten, abandonen su cómodo y ridículo papel de plañideras y salgan al combate social decididos a cambiar el mundo. Eso o seguir quejándose en el bar y optar por salidas políticas cada vez más reaccionarias.
NOTAS:
(2)
(4) http://www.tercerainformacion.
(6) http://es.wikipedia.org/wiki/
(7) http://www.diagonalperiodico.
(8) http://www.vientosur.info/
(9) http://www.cgt.org.es/spip.
(11) http://www.forbes.com/lists/
http://marat-asaltarloscielos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.