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De las huelgas espontáneas a la huelga general: cómo se «pone al corriente» Bélgica

Fuentes: El Militante

La paciencia se ha agotado. Las familias obreras de Bélgica han sufrido una rápida erosión de su poder adquisitivo en un período de pocos meses. La inflación ahora está cerca del 6 por ciento, la más elevada de la Unión Europea. Durante todo un período, los trabajadores parecían impotentes para proteger sus ingresos. Esperaron pacientemente, […]

La paciencia se ha agotado. Las familias obreras de Bélgica han sufrido una rápida erosión de su poder adquisitivo en un período de pocos meses. La inflación ahora está cerca del 6 por ciento, la más elevada de la Unión Europea. Durante todo un período, los trabajadores parecían impotentes para proteger sus ingresos. Esperaron pacientemente, aunque de mala gana, a que el gobierno o alguien más tomasen medidas. ¡Pero la inflación no es tan paciente!

El poder adquisitivo de la gente corriente rápidamente se evaporaba. A pesar de los años de prosperidad económica, muchas personas realmente viven al borde de la pobreza. Cualquier mínimo cambio en sus ingresos les puede hacer cruzar ese borde, uno de cada siete belgas ya es considerado pobre. Algunos expertos cuestionan los datos oficiales y sitúan la cifra casi en un tercio de la población, es decir, 3 millones de personas, que no pueden cubrir sus necesidades básicas con sus salarios o ingresos. Se trata de una tendencia a largo plazo que socava las conquistas del estado del bienestar creado desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo se puede explicar el hecho de que en una ciudad industrial como Charloroi la esperanza de vida haya retrocedido hasta el nivel de… 1955? Actualmente, uno de cada cinco asalariados es considerado un «trabajador pobre», un fenómeno considerado hasta hace poco algo exclusivamente de EEUU. Además, las pensiones son las más bajas de la Unión Europea.

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La inflación devora los ingresos

Desde principios de año, la factura del gas natural y la electricidad ha aumentado respectivamente un 25% y un 15%. El precio de muchos alimentos básicos ha subido no poco a poco sino abruptamente. Los empresarios han atacado la presunta «histeria de la inflación». Hablan sobre el sentimiento subjetivo de la inflación como si se tratara de un producto de la imaginación, sólo una cuestión que está en la cabeza de los trabajadores. ¡No está en nuestra cabeza sino en nuestro bolsillo! Como resultado de estas subidas de precios una familia obrera con dos hijos y unos ingresos mensuales de 1.500 euros tendrá que gastar 676 euros extras a final de año.

La escala móvil salarial, que aún existe en Bélgica a pesar de los muchos intentos de acabar con ella, no es suficiente parar proteger los ingresos de la gente corriente. El «índice», como es conocido, se ha manipulado durante años, productos como el combustible o el tabaco no se tienen en cuenta para calcular los salarios o los beneficios. A este se lo conoce cínicamente como el «índice de salud». Además, se tarda mucho más que antes, más de cuatro meses, en adaptar los salarios a la tasa real de inflación. Al final los impuestos más altos en parte neutralizan las ventajas que tiene este sistema.

Así que cuando a principios de este año el gobierno anunció a un país conmocionado que «no había dinero» para proteger los ingresos de su población, en la clase obrera la pasividad se convirtió en un deseo de pasar a la acción pocas veces visto.

 

Huelgas espontáneas

Desde enero se ha sucedido una intensa oleada de huelgas espontáneas. Se trataba de un movimiento ofensivo típico de la clase obrera en el frente económico. Literalmente, ese mes, cada día hubo una huelga en al menos una fábrica importante. Los empresarios comparaban la situación con «una epidemia de huelgas espontáneas». Se quejaban de la falta de respeto de las «leyes de negociación acordadas y establecidas». Los dirigentes sindicales han sido acusados de haber perdido credibilidad ante sus militantes. De lo que se quejan realmente los empresarios es de la incapacidad cada vez mayor que tienen las cúpulas sindicales para contener a sus militantes, como sí hacían antes. La realidad es que a los dirigentes sindicales, como a los empresarios, les ha pillado totalmente por sorpresa esta oleada repentina de actividad huelguística.

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No es casualidad que el movimiento empezara entre los jóvenes trabajadores temporales empleados por los subcontratistas de la fábrica de automóviles Ford. Los jóvenes trabajadores temporales tienen menos lealtad, por no decir ninguna, hacia la empresa en la que están trabajando que otros trabajadores con contrato fijo, por ejemplo. ¡Esta queja salió de la boca del principal dirigente del sindicato socialista metalúrgico! La desigualdad salarial entre trabajadores que hacen el mismo trabajo, a menudo en el mismo centro de trabajo, se ha estimulado utilizando los supuestos métodos de «producción ajustada» que se practican en la industria automovilística. Este hecho en un contexto «normal» ya sería una situación potencialmente explosiva. Se aceptó la externalización de la producción e incluso fue promovida por la dirección sindical como una manera de salvar empleo y «sujetar» la industria automovilística a la región.

Esta situación es la que ha empujado a los trabajadores a la huelga. La economía crecía, las carteras de pedidos estaban llenas, el mercado laboral se ajustó, los empresarios en la industria metalúrgica se enfrentaron a escasez de mano de obra, la velocidad de las líneas de producción oscilaba entre el 98 y el 105 por ciento de lo que era objetivamente posible, una presión inhumana, y la inflación erosionaba el valor del salario mensual. Los trabajadores exigieron un aumento salarial de 1 euro la hora. Esta reivindicación rápidamente se convirtió en la principal consigna de la oleada de huelgas. Resulta significativo, y posible sorprendió a los propios trabajadores, que los empresarios rápidamente aceptarán y concedieran una combinación de aumentos salariales y primas especiales. La empresa Ford pidió a los subcontratistas que hicieran lo mismo.

 

«Los últimos serán los primeros»

Con estas concesiones en secreto esperaban desactivar otras huelgas y minimizar la interrupción de la producción ¡Pero fue un error serio de cálculo! No sólo las huelgas se extendieron como una bola de fuego a través de toda la red de subcontratistas de Ford, sino que además la propia Ford fue incapaz de escapar a la vorágine de huelgas. Animados por los éxitos de las primeras huelgas, toda la línea de producción de Ford paró.

La epidemia de huelgas comenzó a extenderse a otras empresas en la industria metalúrgica de la provincia de Limburg, donde se encuentra la fábrica de Ford. Esta provincia tiene reputación de ser «lenta» e incluso es considerada «atrasada» por muchos activistas. Pero los acontecimientos recientes confirman lo que dice la Biblia: «Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos». En los meses siguientes se vieron afectados otras provincias y sectores industriales. Como la inflación no conoce fronteras lingüísticas ni divisiones nacionales, toda la clase obrera belga ha participado en este movimiento. Incluso a mediados de junio todavía había fábricas enfrentándose a huelgas relacionadas con la cuestión de la caída del poder adquisitivo. Esta oleada de huelgas salvajes no se había visto en más de treinta años. Necesitamos remontarnos a los años setenta para recordar huelgas similares como las que hemos visto hoy.

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Una característica interesante en la situación es que la mayoría de las huelgas comenzaron en las provincias más ricas del norte con una mano de obra sindicalizada y tradiciones muy similares a las de Alemania o los países escandinavos. Las huelgas espontáneas se identifican habitualmente con el carácter y temperamento de los trabajadores balones del sur de Bélgica. ¡Ya no más! La imagen general de las cifras de huelgas indica que la clase obrera del norte ha tomado la antorcha de los trabajadores balones. Desde los años noventa, incluso algunos años antes, el número de huelgas en la zona flamenca había superado a las de aquellas zonas de habla francesa del país. El año pasado, por ejemplo, ¡sólo en la provincia de Antwerp se perdieron más días laborales por huelgas que en toda la región valona! ¡Antwerp se ha convertido en la capital de las huelgas de Bélgica!

 

Presión desde abajo

No fueron los dirigentes sindicales los que convocaron estas huelgas. En realidad, en muchos casos, nadie les convocó a ellos. Los trabajadores corrientes sólo imitaban a sus amigos y compañeros de otras fábricas. Las imágenes de televisión de esta o aquella fábrica donde los trabajadores habían ganado un aumento salarial o primas bastaban para provocar nuevas huelgas. A menudo sólo el rumor de una posible huelga en una empresa bastaba para que el empresario diera concesiones y renegociara el convenio colectivo. La federación de empresarios, VBO, (ese sector de la burguesía que tiene una visión de los intereses de los capitalistas más general y a largo plazo) intentaba desesperadamente parar estas concesiones. ¡Pero fue un intento vano! A principios de marzo sólo la industria metalúrgica flamenca había renegociado más de 90 convenios colectivos. ¡Los dirigentes sindicales nacionales y regionales salieron rápidamente a explicar que ellos no estaban detrás de la oleada de huelgas! ¡Y desgraciadamente decían la verdad!

Los empresarios estaban muy furiosos y exigían que los dirigentes sindicales mantuviesen un control más férreo de sus militantes. Los delegados sindicales y militantes locales en los centros de trabajo se enfrentaban a presiones opuestas. La burocracia sindical les pedía que contuviesen a los trabajadores, los empresarios quería que los dirigentes sindicales actuaran como policías en las filas de sus militantes. Algunos se prestaron para este vergonzoso papel, en particular el sindicato socialista de Ford. En este caso, un delegado sindical del sindicato socialista que apoyaba la huelga espontánea perdió su posición y fue trasladado a otro puesto de trabajo en la fábrica.

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Por otro lado, la presión de los trabajadores para emprender una acción inmediata era arrolladora. La base a menudo pasaba por encima del sindicato local. Eso significaba que a pesar de las palabras histéricas de los empresarios sobre «huelgas ilegales», en casi todas partes eran «reconocidas», es decir, se volvían oficiales, por parte de los sindicatos y se pagaban los días de huelga. Esto es algo diferente a la oleada huelguística de los años setenta cuando los dirigentes sindicales se negaban a reconocer las huelgas, alentando así los sentimientos antisindicales y reacciones ultraizquierdistas entre los trabajadores. Los delegados y secciones sindicales en las fábricas comenzaron a tomar iniciativas, a defender nuevas reivindicaciones salariales y amenazaban con la huelga, esto a pesar de que hay una cláusula en la negociación colectiva mediante la cual el sindicato se compromete a respetar la sagrada «paz social».

 

El sector público se une al baile

El movimiento de los trabajadores del sector privado fue seguido por los trabajadores del sector público. Los trabajadores en la administración regional flamenca fueron a la huelga en marzo para exigir aumentos salariales. Estos trabajadores controlan las compuertas de los canales (parte del transporte transcurre por el sistema de canales) y sectores de los puertos. Para ampliar el efecto del paro organizaron una sucesión de huelgas, de 24 horas en cada provincia, una detrás de otra. Al final de una semana de acción oficial, los trabajadores portuarios y los que controlan las compuertas amenazaron con la continuación de la huelga. Rápidamente, el gobierno regional firmó un acuerdo que recogía un incremento salarial moderado y que fue aceptado a regañadientes por la base.

Después los sindicatos ferroviarios se vieron obligados a convocar una huelga general de 24 horas, tras una rebelión de la base y en las secciones sindicales. La huelga paralizó totalmente el sistema ferroviario. No se movió ningún tren día y noche. Esa fue otra señal poderosa. En general, los «conflictos sociales espontáneos» han aumentado en toda la sociedad y también en otras cuestiones. Los ferrocarriles han presenciado muchas huelgas espontáneas relacionadas con los problemas de inseguridad. En distintas zonas del país los conductores de autobús también han ido periódico a la huelga para protestar contra la violencia e inseguridad en el trabajo, en contra de los deseos de los dirigentes sindicales. Los partidos políticos de derechas y los empresarios están pidiendo que se impongan los servicios mínimos durante las huelgas. Por ahora no han sido capaces de implantar esta medida, así que prefieren basarse en los dirigentes sindicales para que sean éstos los que controlen a los trabajadores.

 

Los dirigentes sindicales sobrepasados

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La situación llevó a la dirección sindical a convocar una semana de movilizaciones, del 9 al 12 de junio, centrada en toda una serie de reivindicaciones destinadas a proteger el poder adquisitivo real. La intención principal de los dirigentes sindicales es soltar vapor organizando lo que se conoce como «cuota» de manifestaciones. Estas manifestaciones tienen un número de participantes limitado. Algo así como un banquete al que sólo puedes asistir si tienes invitación formal.

Cada día había una manifestación en una provincia flamenca y valona, eso demostraba la necesidad de la unidad por encima de la división del idioma. El resultado fue arrollador y fue mucho más allá de lo que pretendían los dirigentes sindicales. La disposición a la movilización de los trabajadores es muy fuerte. Durante cuatro días más de 100.000 trabajadores salieron a las calles en manifestaciones muy combativas, mucho más de lo esperado.

En Antwerp salieron 10.000, en Lieges 25.000 y así sucesivamente. Un acto claro de desafío a la agenda regionalista o nacionalista dominante de los partidos gobernantes, lo protagonizaron los trabajadores del petróleo y sector químico de Antwerp que enviaron una delegación de trabajadores flamencos a la manifestación de Lieges, zona de habla francófona. El mensaje que llevaron fue la defensa de la unidad de la clase obrera por encima de las fronteras del idioma y fue recibido con un estruendoso aplauso. En Antwerp la manifestación estuvo encabezada por los jóvenes trabajadores de la fábrica de vagones Daf, todos ellos trabajadores flamencos, cantando en francés: «Tous ensemble» (Todos juntos) en las calles de esta ciudad, donde el partido nacionalista de extrema derecha, Vlaams Belang, solía ser la tercera fuerza política en número de votos.

Más importantes fueron las huelgas espontáneas que de nuevo acompañaron a la semana de movilización, incluso aunque se anunció previamente que no sería una semana de huelgas. Muchos delegados sindicales o dirigentes sindicales regionales rechazaron la idea de las cuotas. Hicieron un llamamiento a que todo el que quisiera asistiera a las manifestaciones, que estaban autorizados a hacerlo, incluso si ello implicaba no ir al trabajo o detener la producción. Esto tuvo un efecto maravilloso en las manifestaciones, formadas principalmente por jóvenes trabajadores que se manifestaban por primera vez. Fábricas importantes quedaron paralizadas y otras funcionaron a una capacidad limitada.

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Los dirigentes del sindicato socialista metalúrgico del norte intentaron sabotear el movimiento no informando a sus militantes. Pero el ambiente era tan fuerte que las maniobras burocráticas no detuvo el movimiento. Por ejemplo, en una gran fábrica metalúrgica un joven sindicalista marxista tomó la iniciativa y distribuyó un panfleto a sus compañeros. En pocos días el 80 por ciento de la plantilla se apuntó para ir a la huelga. La presión y las llamadas telefónicas de la patronal o de la dirección sindical local o nacional no tuvieron ningún efecto y no paralizaron la huelga. Importante fue también la decisión de los delegados sindicales del transporte público en Antwerp que decidieron ir a la huelga.

El resto de la semana, región por región, conductores de autobuses y tranvías se sumaron a la huelga. En Bruselas, por ejemplo, una coordinadora de una fábrica de chocolate nos dijo que ella había rechazado la cuota impuesta por los dirigentes sindicales. «Todo trabajador de la fábrica debe ser autorizado para que asista a la manifestación o si no nadie irá». De mala gana aceptaron esta medida. A los pocos días el 96 por ciento de los trabajadores se apuntaron para ir a la manifestación. La fábrica paró la producción ese día. Este ejemplo es típico del ambiente y la reacción que existe entre los trabajadores belgas.

Diez días después, 140.000 trabajadores municipales flamencos (administración del ayuntamiento, bibliotecas, bomberos, personal de hospital, etc.,) participaron en un día de huelga. ¡Exigían un aumento salarial anual extra de 1.000 euros! Una vez más el ambiente era muy combativo. Ahora uno de los dos sindicatos socialistas más grandes ha convocado una huelga general para la segunda quincena de septiembre si el gobierno no aprueba medidas como la reducción del IVA sobre los precios energéticos, etc., Otros sindicatos también están considerando la huelga general de 24 horas. «Si el gobierno no hace nada tendremos que obligar a los empresarios que acepten nuestras reivindicaciones», declaró uno de los principales dirigentes sindicales. Los campesinos también se manifestaron con cientos de tractores, como hicieron los camioneros por el centro de la capital. La burguesía teme un movimiento más generalizado de la clase obrera en los próximo meses, ¡y tiene razón! Así es como están las cosas hoy en Bélgica.

 

Parálisis en la cúpula de la sociedad

Este activismo entre los trabajadores contraste profundamente con la absoluta parálisis del gobierno federal (nacional) desde las elecciones de junio del año pasado. En primer lugar, tardaron 195 días en negociar la formación de… un gobierno interino, después unos cuantos meses más para establecer lo que se presentó como un gobierno «real». Formado por los liberales flamencos, los demócrata-cristianos y los nacionalistas por un lado, y por el otro los socialistas francófonos, los liberales y los demócrata-cristianos, este gobierno está desde el principio totalmente paralizado.

En el fondo de esta inercia sin precedes está la lucha de tiro de cuerda por la «reforma del Estado» entre los partidos de habla francesa y holandesa, que realmente reflejan una intensa división dentro de la propia burguesía. Los que plantean exigencias son los nacionalistas flamencos (todos los partidos flamencos incluido el partido socialista están aquejados de ese mal). Quieren más poderes para el gobierno regional, con el objetivo de conseguir una división regional del sistema de seguridad social, de las leyes laborales, políticas fiscal y mercado laboral. Por expresarlo con franqueza, se trata de la política del ala de derechas más rabiosa de Flandes, apoyada por las federaciones empresariales y de clase media que ven en la reforma del estado una manera de desmantelar más el estado del bienestar. Esta «reforma» según ellos sería más lenta y más dificultosa a nivel federal. La oposición a ese nivel procedería de dentro del Estado (oposición de una capa de la burguesía y de la monarquía) que creen que es mejor mantenerse unidos ante una clase obrera más fuerte.

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Su política se parece a la que defiende la Liga Norte de Bossi, que refleja las exigencias de un sector de la burguesía italiana del norte. Su intento de aplicar una política más derechista en medio de las negociaciones para formar un gobierno federal es lo que ha llevado un punto muerto no visto nunca en la política belga. Un periódico burgués recientemente comparó el gobierno con un muerto viviente, un zombi político. Los ministros confesaron que dentro del gabinete nadie confía en nadie. La principal actividad de los ministros es torpedear la actividad de sus «colegas». En un período de trece meses ¡sólo se han presentado ocho nuevas leyes! Además fue durante el «gobierno interino» que en enero fue sustituido por el «gobierno real». El gobierno actual, que lleva en el cargo desde entonces, no ha hecho casi nada. ¿Alguien se puede imaginar una parálisis peor? El viejo sistema de satisfacer las exigencias regionales, las fuerzas centrífugas en el seno de la burguesía, ya no parece funcionar.

La gente corriente o es indiferente o simplemente sigue con sus asuntos. También es cierto que una capa de la clase obrera y de los sindicatos está influenciada por estos prejuicios nacionales. Un comentarista decía que esta era una «crisis sin público». El gobierno no satisface a nadie: ni a los empresarios que quieren que aplique algunas medidas a su favor, ni a los nacionalistas ni, por supuesto, a los trabajadores.

El gobierno podría caer a mediados de julio. Pero no hay otra alternativa política que pueda ocupar su lugar, así que terminarán recomponiendo el gobierno hasta las elecciones regionales de 2009. Mientas tanto, en las encuestas comienza a emerger seriamente un nuevo partido de derechas, se trata de una escisión de los liberales flamencos (en realidad conservadores). Se han reiniciado las conversaciones para crear una especie de «Forza Flandria» (haciendo referencia al bloque de derechas de Berlusconi en Italia) para conseguir la unión de Vlaams Belang y el nuevo partido liberal.

Este hecho nos trae a la memoria la situación que se vivió en la segunda mitad de la década de los años setenta, cuando un gobierno seguía a otro hasta que se formó un gobierno de derechas homogéneo en 1981 y lanzó un ataque salvaje contra el estado del bienestar. Los especialistas en el presupuesto público han dicho que muy pronto serán necesarios recortes severos del gasto. Las elecciones regionales de 2009 jugarán por tanto un papel importante, tendrá más influencia que nunca en el futuro del gobierno federal. El regionalismo en Flandes y Valonia jugará entonces un papel pernicioso como un intento de dividir y confundir a la clase obrera que se enfrentará a un ataque similar al de los años ochenta. Afortunadamente, las tendencias convergentes a favor de la unidad de clase son muy fuertes, igual que la tendencia a unirse dentro de los sindicatos, una vez más gracias a la iniciativa de la base.

 

¡Los socialista dentro y fuera del gobierno!

La situación también es insólita dentro del movimiento socialista belga. Por primera vez tenemos algo parecido a un gobierno asimétrico, donde los socialistas de habla francesa están en el gobierno y los flamencos fuera de él. La derrota electoral del Partido Socialista Flamenco en las elecciones de julio del año pasado y el desafío de la base hacia cualquier repetición de la política del gobierno anterior, hicieron difícil la entrada de la dirección en el gobierno.

Una parte importante de la dirección del Partido Socialista Flamenco está entusiasmada con participar en cualquier tipo de gobierno y ha asimilado el argumento nacionalista. Están defendiendo una supuesta «reforma del estado social», que fundamentalmente es lo mismo que defienden los nacionalistas burgueses pero con una fraseología «socialista». La oposición socialista al gobierno es débil. Calladamente esperan capitalizar el descontento de la población diciendo y hacienda lo menos posible. La iniciativa principal que han hecho respecto a su base es invitarles a ellos y a sus familias… ¡al zoo!

Todo esto, combinado con el ascenso de la lucha de clases, está convirtiendo en un polo de atención de la izquierda dentro del partido al marxista Erik De Bruyn. El nuevo ala de izquierdas dentro del Partido Socialista, además de los marxistas de Vonk (Corriente Marxista Internacional), están interviniendo en el movimiento huelguístico, y son los únicos que defienden la nacionalización y la total reorganización socialista de la economía.

Pronto la economía se verá afectada por la recesión. Bélgica es considerado uno de los países más vulnerables a la recesión procedente de EEUU debido a que su economía está muy abierta. Sólo Luxemburgo tiene una economía más «internacional». Las principales asociaciones industriales tienen una perspectiva sombría para la actividad económica durante los próximos seis meses. Están pronosticando cierres de fábricas y despidos. La renovada combatividad de la clase obrera que comenzó a principios de año se pondrá a prueba con la recesión. Los éxitos parciales en las luchas económicas también han comenzado a transformar a una capa de la clase obrera y les ha dado confianza. Para otoño está prevista una nueva ronda de negociaciones salariales. Los empresarios están a la ofensiva y preparándose si es necesario para una recesión, la clase obrera también. En esta situación es inevitable nuevos enfrentamientos de clase y estos darán nuevas oportunidades a las ideas socialistas que se extenderán entre los trabajadores y la juventud.

Fuente: http://venezuela.elmilitante.org/content/view/6201/178/